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BATALLA DE CHACABUCO 12 de Febrero de 1817


El 12 de febrero de 1817, el Ejército Libertador, luego de realizar la epopeya del cruce de los Andes, encontrándose en la llamada cuesta o hacienda de Chacabuco a 55 Km al norte de Santiago, los soldados patriotas hallan en ese campo de batalla la palma de gloria que los coronó como vencedores de los Andes y del Ejército Realista que los aguardaba en dicha cuesta con la intención de interrumpir la ruta de la libertad emprendida por el General San Martín.

Tropas chilenas y argentinas rumbo a la Batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817), lideradas por el general José de San Martín.

La Batalla de Chacabuco 

fue una decisiva contienda de la Independencia de Chile en la cual combatieron el Ejército de los Andes de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Ejército Realista, resultando en un firme triunfo para el bando independentista comandado por José de San Martín que contó con contingentes emigrados de Chile (pasando estos al Ejército Unido). Tuvo lugar el 12 de febrero de 1817, en la hacienda de Chacabuco (Colina), a 55 km al norte de la ciudad de Santiago (contados desde el centro de la antigua pequeña ciudad).


Antecedentes

En la Ciudad de Mendoza los patriotas se pusieron bajo las órdenes de José de San Martín, general argentino que encabezó la independencia de su la Argentína, el cual tenía un plan para derrotar a los realistas. Los chilenos O`Higgins y Ramón Freire ayudaron a organizar y adiestrar a este ejército.
San Martín liberó a los esclavos negros siempre que se enrolasen en las tropas e incorporó en ellas a los patriotas chilenos que seguían a O`Higgins (ya que no existía un ejército propiamente chileno, pasando a formar parte íntegra del ejército libertador) y aquellos soldados de Carrera que estuviesen dispuestos a servir bajo sus banderas.

 

Entre chilenos y argentinos el ejército llegó a contar con alrededor de 4.000 hombres perfectamente armados y disciplinados.
Luego del Cruce de los Andes las fuerzas patriotas dirigidas por San Martín marcharon por la ladera poniente del macizo, llevando consigo las piezas de artillería, alimento y ropajes.
Debido a la dispersión de sus fuerzas (estimadas en abril de 1817 en 4.317 hombres), a Francisco Casimiro Marcó del Pont, se le hizo muy difícil reunir un ejército, el que finalmente sería de 1500 hombres. La moral de éstos no era la mejor, pues estaban mal pagos y no se les había reconocido los grados ganados en la campaña de reconquista al mando de Mariano Osorio.

Batalla

Tras reunirse el 9 de febrero en el Campamento de Curimón las columnas que cruzaron los Andes por "camino de Los Patos" junto con las que cruzaron por el "camino de Uspallata", se resolvió atacar en la madrugada del día 12. Con el fin de emplear una táctica de pinzas por el frente y la retaguardia, se dividieron a las tropas disponibles en dos:
La 1º División o ala derecha al mando de Miguel Estanislao Soler que debía atacar por el oeste, estaba compuesta por los batallones Nº1 de Cazadores y Nº11, las compañías de Granaderos y Cazadores de los Batallones Nº7 y Nº8, el escuadrón Nº4 de Granaderos, el escuadrón escolta del general en jefe y 7 piezas de artillería de 4" con 80 artilleros de dotación. Ascendía el total de esta columna a 2.000 hombres.
La 2º División o ala izquierda al mando de Bernardo O'Higgins debía atacar por el este; estaba formada por las compañías de fusileros de los batallones 7 y 8, los escuadrones restantes 1º, 2º y 3º de Granaderos a caballo y 2 piezas de artillería (que perderían en el desfiladero) de 4" con el resto del batallón de artillería. Ascendía el total de esta columna a 1.500 hombres.


Mientras Soler rodeaba a los realistas por el camino de Montenegro, más suave pero mucho más largo, O'Higgins lo hacía por Cuesta Vieja, más corto pero en pendiente y mucho más peligroso, dirigiéndose en dos columnas, y enfrentándose con los adelantados realistas hasta encontrarse frente a frente con el grueso del ejército realista, por lo que decidió avanzar hacia el cerro Los Halcones y desplegar allí sus fuerzas, al tiempo que despachaba un mensajero para informar de la situación al general San Martín.


Las fuerzas realistas, inferiores en número, estaban compuestas por el batallón Talavera, de soldados peninsulares, más otros dos provenientes principalmente de Chiloé y Valdivia. Inicialmente Maroto, consciente de la debilidad de sus tropas había conseguido que el gobernador apoyase la idea de retirarse al Maule y unir sus fuerzas a las de Concepción para presentar batalla a San Martín. Pero Marco del Pont cambio de opinión rápidamente y le ordeno impedir que los republicanos avanzaran sobre Santiago. El general realista escogió la cuesta de Chacabuco como una posición defensiva, esperando detener a los patriotas mientras llegaban los refuerzos desde el sur. Sin embargo, en un reconocimiento efectuado el día 12 Maroto noto que la cuesta estaba ocupada por los patriotas, incapaz de tomarla tuvo que escoger entre retroceder a Colina o defender las posiciones donde estaba su ejército, delante del cerro de Victoria, cerca de la Hacienda de Chacabuco. Optó por esto último, lo que permitió a San Martín poder rodearlo con sus fuerzas más numerosas.


Movimientos y desarrollo

El plan de San Martín era que O'Higgins atacara por el este, Soler por el oeste y San Martín de frente.Lllegada la baatalla O'Higgins se desespera al no recibir ordenes de San Martín y inicia el ataque, cuando San Martín se da cuenta de esto envía a un mensajero para que Soler comienze el ataque. No había tiempo hasta que Soler ataque y San Martín decide ir el por el frente junto a O'Higgins, hasta que luego una división de adelantados de Soler arribó produciéndose el envolvimiento completo del flanco izquierdo y de la espalda, y destrozando la retaguardia realista, consolidándose así una aplastante victoria a favor de los patriotas. La batalla concluyó a las 14:00 horas. El sorpresivo avance de Maroto cambiaba por completo el panorama. Ahora O'Higgins, sin ayuda de Soler, tendría que batirse con la totalidad de las fuerzas realistas o retroceder a una catástrofe segura. O'Higgins al no recibir respuesta ante esta situación a las 11:45 y contraviniendo las órdenes de San Martín de no comprometer fuego, aconsejado por Crámer, (ex oficial de Napoleón), ordenó a la infantería cargar a la bayoneta, organizando dos columnas de ataque, siguiendo el modelo napoleónico y lanzándolas sobre el ala derecha enemiga (Batallón Talavera) apoyada por la caballería del coronel José Matías Zapiola, pero los granaderos tropezaron con el profundo cauce de Las Margaritas, que no habían visto, no pudiendo pasar en formación de ataque y retrocedieron tras una andanada de fuego enemigo, sin sufrir muchas bajas, hasta el cerro de los Halcones, donde se reorganizaron. 


De nuevo O'Higgins y Cramer las lanzaron al asalto, dirigiendo ahora la caballería contra el flanco derecho y la infantería contra el centro. Un pelotón de caballería rompía la línea realista entre la extrema izquierda del Talavera y la derecha del grueso del batallón Chiloé, arrollando a los artilleros. La infantería ya casi vencedora, acudió en auxilio de la caballería. Zapiola, después de romper el cuadro formado por los talaveras, rebasó el ala derecha realista y una segunda carga sobre la infantería y la caballería enemigas produjo la dispersión. Los restos del ejército realista huyeron a la desbandada hacia las casas de Chacabuco distante a pocos kilómetros, y dejando en el campo la tercera parte de sus efectivos.En medio de la batalla San Martín llama a Osorio el General Realista para que saque a sus heridos de la batalla, dando así San Martín un ejemplo de hacer una campaña con el menor costo de sangre posible.

En veinticuatro días hemos hecho la campaña; pasamos la cordillera más elevada del globo, concluimos con los tiranos y dimos libertad a Chile. 


Parte de batalla de José de San Martín

Poco después de finalizar la batalla el general San Martín dirigió al Director Supremo argentino Juan Martín de Pueyrredón el parte oficial:
Excelentísimo Señor:
Una división de mil ochocientos hombres del ejército de Chile acaba de ser destrozada en los llanos de Chacabuco por el ejército de mi mando en la tarde de hoy. Seiscientos prisioneros entre ellos treinta oficiales, cuatrocientos cincuenta muertos y una bandera que tengo el honor de dirigir es el resultado de esta jornada feliz con más de mil fusiles y dos cañones. La premura del tiempo no me permite extenderme en detalles, que remitiré lo más breve que me sea posible: en el entretanto, debo decir a V. E., que no hay expresiones como ponderar la bravura de estas tropas: nuestra pérdida no alcanza a cien hombres. Estoy sumamente reconocido a la brillante conducta, valor y conocimientos de los señores brigadieres don Miguel Soler y don Bernardo O’Higgins. Dios guarde a V. E. muchos años. Cuartel general de Chacabuco en el campo de batalla, y febrero 13 de 1817.Excelentísimo supremo director del Estado. José de San Martín.
Los patriotas muertos fueron 12 y 120 heridos, mientras que los realistas sufrieron 500 muertos, quedando prisioneros 32 oficiales y 600 soldados. Fue capturada la bandera del Regimiento de Chiloé, junto con aproximadamente mil fusiles, dos piezas de artillería, seis espadas, 16 cajones de municiones, dos barriles de pólvora, cuatro fardos de vestuarios, una treintena de equipajes y la correspondencia. Sin embargo, San Martín cometió el error de no perseguir a los realistas vencidos, dando la oportunidad de reembarcar a 1.600 soldados al Perú que serían la base de la expedición de Mariano Osorio en año siguiente. De otro modo estiman varios historiadores Chacabuco hubiera sido la batalla decisiva de la independencia y la expedición al Perú no se hubiera atrasado tres años.

El 16 de febrero la victoria fue conocida en Mendoza y el 24 de febrero a las 9 horas llegó a Buenos Aires en un pliego enviado por cuenta del gobernador de Cuyo Toribio de Luzuriaga. El 26 de febrero el sargento mayor Manuel Escaladallegó a Buenos Aires conduciendo el parte oficial de San Martín y la bandera tomada a los realistas. Un día antes de la llegada de Escalada el director Pueyrredón -habiendose puesto en conocimiento de la victoria del ejército a través de Luzuriaga- le envió a San Martín la siguiente comunicación:
“¡Gloria al restaurador de Chile! Sí, mi amigo querido, la fortuna ha favorecido los heroicos esfuerzos de usted y la América nunca olvidará la valiente empresa de usted sobre Chile, venciendo a la naturaleza en sus mayores dificultades. Usted venció y yo me glorío con usted y lo abrazo con toda ternura de mi alma reconocida a sus servicios. Ayer ha sido un día de locura para este gran pueblo. No tengo tiempo para expresar a usted los términos con que se ha explicado el sentimiento de regocijo público por la victoria de Chacabuco, cuya noticia llegó a las nueve de la mañana por pliego despachado con Luzuriaga. Eran las once de la noche y aún se oía un ruido sordo de vivas en toda la ciudad. La fortaleza y seis buques de nuestra marina hicieron salva triple. Escalada que conduce los pliegos no ha llegado y me tiene su demora impaciente porque quiero imponerme de algunos pormenores de la acción. Lo que sé por Luzuriaga es que usted con dos escuadrones de granaderos tuvo que meterse entre las líneas enemigas. De esto infiero, o que la cosa estuvo apurada, o que no tuvo usted jefe de caballería de confianza, porque en todo otro caso yo acusaría a usted del riesgo en que se puso. Dígame usted con la franqueza que debe lo que hubo en esto; mientras yo quedo en el más grave cuidado con la noticia que también me da Luzuriaga, de que en resultas de la fatiga personal que usted tomó en la acción quedaba muy afligido de su pecho. Por Dios, cuídese usted, porque su vida y su salud interesan extraordinariamente al país y a sus amigos”.

Consecuencias

Condecoración otorgada al General San Martín por su victoria.
Fue tal la sensación que esta desgracia produjo entre las esparcidas tropas reales, que al día siguiente se abandonó la capital sin más pensamiento que el de acudir a Valparaíso, cada uno como podía, para embarcarse para Lima, aumentando el desorden y el espanto las familias que se precipitaban a ganar un buque porque se creían comprometidas. Consiguientemente el general Marcó del Pont, muchos jefes y oficiales, las principales autoridades y la mayor parte de la tropa cayeron en poder de los vencedores, quienes sin mas resistencia invadieron todo el país hasta las confines de la fiel provincia de Concepción de Penco. La imparcialidad exige confesar que la pronta organización de un ejército en Mendoza con las dificultades que ofrece el país, el plan de la invasión a Chile y su entendida ejecución recomiendan el mérito de San Martín ...General español Andrés García Camba

Reunida la asamblea bajo la presidencia del gobernador don Francisco Ruiz Tagle, elegido interinamente por el pueblo al tiempo de la fuga de Marcó del Pont, los concurrentes declararon por aclamación que a la voluntad unánime era nombrar a don José de San Martín gobernador de Chile con omnímoda facultad, y así lo hicieron constar en el acta que se levantó y todos firmaron ante escribano público. El general fiel a sus instrucciones y a su plan político, se negó a aceptar el mando que se le ofreció, y convocó por intermedio del Cabildo una nueva asamblea popular a que concurrieron 210 vecinos notables. 


El auditor del ejército de los Andes, Dr. Bernardo de Vera y Pintado, reiteró públicamente la renuncia de San Martín, y fue aclamado en el acto el general O’Higgins Director Supremo del Estado de Chile, declarando Vera que la elección era del agrado del General San Martín. El nuevo Director nombró por ministro del interior a don Miguel Zañartu, carácter entero y decidido partidario de la alianza chileno-argentina, y en el departamento de guerra y marina al teniente coronel don José Ignacio Zenteno, secretario de San Martín. Su primer acto de gobierno, el 17 de febrero de 1817, fue dirigirse al pueblo en una proclama con alusión honorífica al general San Martín.
  • "Ciudadanos: elevado por vuestra generosidad al mando supremo de que jamás pude considerarme digno es una de mis primeras obligaciones recordaros la mas sagrada que debe fijarse en vuestro corazón. Nuestros amigos los hijos de las Provincias del Río de la Plata de esa nación que ha proclamado su independencia como el fruto precioso de su constancia y patriotismo acaban de recuperaros la libertad usurpada por los tiranos. Estos han desaparecido cargados de su vergüenza al ímpetu primero de un ejército virtuoso y dirigido por la mano maestra de un general valiente experto y decidido á la muerte ó á la extinción de los usurpadores. La condición de Chile ha cambiado de semblante por la grande obra de un momento en que se disputan la preferencia el desinterés mérito de los libertadores y la admiración del triunfo. ¿Cuál deberá ser nuestra gratitud á este sacrificio imponderable y preparado con los últimos esfuerzos de los pueblos hermanos?. Vosotros quisisteis manifestarla depositando vuestra dirección en el héroe. ¡Oh! si las circunstancias que le impedían aceptar hubiesen podido concillarse con vuestros deseos yo me atrevería á jurar la felicidad permanente de Chile. Pero me cubro de rubor cuando habéis sustituido mi debilidad á la mano fuerte que os ha salvado. Instruíos de los antecedentes que vosotros mismos habéis formado para esta elección y os uniréis á mis sentimientos. Los de la unidad y concordia deben inflamar el espíritu de los Chilenos. Un olvido eterno de esas mezquinas personalidades que por sí solas son bastantes á hacer la ruina de los pueblos. Yo exijo de vosotros aquella confianza recíproca sin la cual el gobierno es la impotencia de la autoridad ó se ve forzado á degenerar en despotismo. No perder los laureles adquiridos con tantos sacrificios. Resolverse á no existir antes que dejarse oprimir otra vez del bárbaro español que perezca el último ciudadano en la defensa del precioso suelo en que vió la primera luz un reconocimiento eterno á sus libertadores un amor á la patria que sea el distintivo de todo Americano un zelo activo por la justicia y el honor un odio irreconciliable á los maquinadores de nuestra esclavitud hé aquí los sentimientos de vuestro director y los que han de hacer vuestro carácter si hemos de ser libres. Cooperad y seréis el ejemplo de la gratitud el terror de la tiranía y la envidia de la paz" Santiago, 17 de febrero de 1817. Bernardo O'HigginsMiguel Zañartú, Secretario.
Monumento a la Victoria de Chacabuco (12 de Febrero de 1817)

Gracias a la Batalla de Chacabuco, en la que los patriotas salieron victoriosos, pudieron recuperar a Chile y de ese modo finalizó el período de la Reconquista o Restauración y comenzó el período de la Patria Nueva.

Homenaje a Manuel Belgrano

Recordando a un gran héroe argentino


Paseos, momentos en familia o con amigos, comidas ricas y descanso. Todas estas opciones caben en un feriado como el de hoy. Pero también está bueno tener presente qué estamos celebrando. Y qué mejor manera de conmemorar el Día de la Bandera que recordar la vida de su creador. 


Hoy un día especial
SU CREACIÓN. El El 27 de febrero de 1812 enarboló a orillas del Paraná la bandera argentina



Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Su padre, don Domingo Belgrano, fue un comerciante rico. "Como le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época", escribió el prócer en su autobiografía. De chico estudio en el Real Colegio de San Carlos, en Buenos Aires. 

Junto con su hermano Francisco viajó a Europa para completar sus estudios. Se recibió como bachiller en leyes y de abogado en 1789. Pero lo que realmente lo sedujo fueron las ideas políticas a las que accedió lejos de la aislada BuenosAires. "En los primeros momentos en que tuve la suerte de encontrar hombres amantes al bien público que me manifestaron sus útiles ideas, se apoderó de mí el deseo de propender cuanto pudiese al provecho general, y adquirir renombre con mis trabajos (...) dirigiéndolos a favor de la patria", escribió al recordar aquellos años. 

Volvió a Buenos Aires en 1794 con el cargo de secretario perpetuo del Consulado de Comercio de Buenos Aires. Pero el hombre que se había preparado para las leyes, se empezó a acercar al mundo de la guerra. 

Participó de la defensa de la ciudad durante las Invasiones Inglesas y, tras ejercer el cargo de vocal en la Primera Junta de Gobierno en 1810, fue nombrado jefe del Ejército Libertador del Paraguay. Hacia allí marchó. 

Cuando el Triunvirato se enteró de la existencia de la bandera le exigió que la eliminara. Pero Belgrano no lo escuchó y la hizo bendecir en Jujuy el 25 de mayo de 1812. En una carta cargada de indignación, le respondió al gobierno centralista de Buenos Aires que había hecho izar el estandarte para exigir "que estas provincias se cuenten como una de las naciones libres del globo".

El 23 de agosto de 1812 fue el último que salió de Jujuy: el pueblo enteró había desmantelado y abandonado la ciudad para seguir a las tropas hasta Tucumán. El objetivo del éxodo fue impedir que los realistas que llegaban desde el norte pudieran abastecerse. 

El 27 de febrero de 1812 enarboló a orillas del Paraná la bandera argentina, que él había creado ¿Por qué la hizo celeste y blanca? Hay varias teorías. La más extendida es la que sostiene que se inspiró en el cielo. Pero no es la única: es posible que haya tomado los colores del manto de la Inmaculada Concepción de María, de la cual era devoto. Otra posibilidad es que haya optado por ellos porque eran los colores que distinguían a la dinastía borbónica (que también se había inspirado en el manto de la Virgen). 

Belgrano no había nacido con vocación militar, pero la vida lo consagró como uno de los mejores. La batalla que les ganó a los realistas en Tucumán fue fundamental para la causa de la revolución: fue el primer triunfo en el norte y frenó la avanzada realista. Al mando de sus soldados y de patriotas tucumanos y jujeños enfrentó a los españoles en el Campo de las Carreras (en la zona en la que actualmente está la plaza Belgrano, en Barrio Sur). 


belgrano
SU MUERTE. "¡Ay, patria mía!", dijo antes de despedirse. 


Como la batalla se había producido el 24 de septiembre, día de la Virgen de La Merced, la procesión había sido postergada. En la jornada fijada para la celebración los fieles marcharon detrás de la imagen de María hasta el lugar en el que se había producido el combate. Allí, Belgrano se acercó a la Virgen y colocó en sus manos el bastón de mando que él llevaba. "La conmoción fue entonces universal: hay ciertas sensaciones que perderían mucho queriéndolas describir", recordó el general José María Paz -que fue testigo del hecho- en sus memorias. 

Belgrano murió a las 7 de la mañana del 20 de junio de 1820. Fue amortajado con un hábito dominico, como lo había pedido, y fue sepultado en el templo de Santo Domingo. Sólo un diario hizo mención a su fallecimiento. 

Había pasado los últimos días en la casa que había sido de sus padres y sumido en la pobreza. Al dictar su testamento, le encargó a su hermano sacerdote que velara por las escuelas que había fundado y que supervisara el pago de sus deudas, un tema que lo mortificó hasta el último día. De tan pobre que estaba le terminó pagando a su médico con un reloj. 

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patria



Cuadro
En todo el territorio nacional, la bandera celeste y blanca señala la pertenencia al suelo argentino. Desde chicos, asociamos un conjunto de colores dispuestos de determinada manera con la idea de nación, y sabemos que existe una bandera en particular que nos convoca e identifica.


En la Argentina existen cerca de cincuenta mil escuelas. Algunas son muy distintas entre sí: hay escuelas en las grandes ciudades y en medio del campo, en la selva y en el desierto; algunas reúnen miles de alumnos, mientras que en otras una decena de chicos de distintas edades estudia en la misma aula; muchas dan vacaciones a sus alumnos en verano y otras cierran sus puertas en invierno, durante la temporada de nieve. Más allá de estas diferencias, en todas las escuelas del país, los chicos izan y arrían todos los días la misma bandera.




  • Una larga historia

Más de una vez habrás escuchado en la escuela, en tu casa o de boca de algún adulto que conozcas, que Manuel Belgrano creó la bandera argentina inspirado en los colores del cielo. Sin embargo, esto no fue tan sencillo como parece. La variedad de banderas enarboladas en este territorio desde la llegada de los españoles hasta 1852 refleja las dificultades del proceso de constituir una nación y representarla por medio de un símbolo.

Bandera
Bandera blanca y celeste enarbolada por Belgrano el 27 de febrero de 1812 en las barrancas del río Paraná, en Rosario.Hasta ese momento, el único distintivo que llevaban los soldados patriotas para diferenciarse del ejército realista era una escarapela con los colores celeste y blanco. Manuel Belgrano -que estaba en Rosario con la misión de preparar a la tropa para defender los pasos del río Paraná de cualquier ataque realista- pensó que una buena manera de entusiasmar a los soldados era contar con una bandera propia que tuviera los colores de la escarapela. Así surgió la idea de mandar a coser una.
Hay muchas versiones acerca del origen de los colores de la bandera y la escarapela. Celeste y blanca era la cinta que usaba el rey de España cruzándole el pecho, los mismos colores tenían el escudo de la ciudad de Buenos Aires y las cintas repartidas el 25 de mayo. Después de la Revolución de Mayo, toda persona que quería demostrar que estaba a favor de la revolución se colocaba cintas celestes y blancas en algún lugar visible: las damas en el cabello, en los bordes de los rebozos, o en los abanicos; los hombres se las colocaban en los sombreros o en las solapas de los sacos.
Cuando la nueva bandera flameó frente al Paraná, Belgrano dijo a los soldados: "Esta será la divisa con que marcharán al combate los defensores de la patria".

También le comunicó al gobierno de Buenos Aires la decisión que había tomado. En una carta expresa: "[...] siendo preciso enarbolar bandera, y no teniendo la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela, espero que sea de la aprobación de V. E.".
Pero como todavía no se había declarado por escrito la independencia, el gobierno consideró poco prudente la actitud de Belgrano. En una circular fechada el 3 de marzo de 1812, le respondieron: "Ha dispuesto el Triunvirato que Vuestra Señoría, Manuel Belgrano, sujete sus acciones a las decisiones de este gobierno y haga pasar por un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste, que la oculte disimuladamente y la reemplace con la que se le envía, que es la roja y amarilla que hasta ahora se usa en la Fortaleza, [...], y procure en adelante no anticiparse a las decisiones del gobierno en materia de tanta importancia".

Bandera
Bandera aprobada por el Congreso de Tucumán en 1816. Una de las tareas que tuvo el Congreso de Tucumán después de declarar la independencia fue acordar cuál sería la insignia que reemplazaría a la bandera española. Así decía el decreto expedido por el Congreso el 25 de julio de 1816: "Las Provincias Unidas, después de la declaración solemne de su independencia, tomarán como peculiar distintivo la bandera celeste y blanca".
Bandera
Bandera de color azul y blanco, adoptada en Buenos Aires en 1818 por el director supremo Juan Martín de Pueyrredón. Las franjas de los extremos son de un azul más intenso que el celeste original. Esta modificación se debe a una consulta realizada a expertos en heráldica, la disciplina que se ocupa de estudiar los colores que deben llevar las banderas y los escudos. Los expertos rechazaron el celeste y determinaron que el color correspondiente debía ser un azul más oscuro.
Bandera
Bandera de color azul y blanco, adoptada en Buenos Aires en 1818 por el director supremo Juan Martín de Pueyrredón. Al igual que la que usamos actualmente, llevaba como distintivo militar un sol en el centro. Las franjas de los extremos son de un azul más intenso que el celeste original. Esta modificación se debe a una consulta realizada a expertos en heráldica, la disciplina que se ocupa de estudiar los colores que deben llevar las banderas y los escudos. Los expertos rechazaron el celeste y determinaron que el color correspondiente debía ser un azul más oscuro.



Bandera
Bandera usada en Buenos Aires durante los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, desde 1829 hasta 1832 y desde 1835 hasta 1852. El color rojo era el símbolo federal.
Bandera
Bandera usada en Buenos Aires durante los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, desde 1829 hasta 1832 y desde 1835 hasta 1852. El color rojo era el símbolo federal.


Bandera
Bandera que se volvió a colocar en el fuerte de Buenos Aires en 1852, una vez que el gobierno de Rosas cayó como consecuencia de la batalla de Caseros. Durante la secesión de Buenos Aires (1852-1861), los dos gobiernos -el de la Confederación y el de Buenos Aires- utilizaron la misma bandera.
Cuadro
Enarbolamiento de la primera bandera argentina por el general Manuel Belgrano, 27 de febrero de 1812. Reproducción de un cuadro (reconstrucción histórica). Archivo General de la Nación, Departamento de documentos fotográficos, República Argentina.

De puño y letra



Empiezo a escribir sobre mi vida con el objeto de que esto sea útil a mis paisanos... y también con el de ponerme a cubierto de la maledicencia, porque el único premio a que aspiro por todos mis trabajos es conservar el buen nombre que desde mis tiernos años logré en Europa.Como muchos intelectuales de su época, Manuel Belgrano dedicaba gran parte de su tiempo a la lectura y a la escritura. Leyendo estos escritos podrás conocer sus pensamientos y opiniones.

Nací en Buenos Aires. Mi padre, don Domingo Belgrano, provenía de Italia, y mi madre, doña María Josefa González Casero, era natural de Buenos Aires.
Mi padre era comerciante. Durante el tiempo del monopolio adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época. Por lo tanto, me envió a España para seguir la carrera de Leyes.
Confieso que tuve mi mejor aplicación en el estudio de los idiomas, la economía política y el derecho público.
Allí conocí hombres ilustres y comencé a dirigir mis intereses a favor de la patria...

Adaptado de Manuel Belgrano, Autobiografía y otras páginas, Serie del siglo y medio, Buenos Aires, Eudeba, 1966.

Resulta fundamental crear escuelas gratuitas. A través de ellas se les podría inspirar a los hombres el amor al trabajo, pues en un pueblo donde éste no reine decae el comercio y toma su lugar la miseria.

Igualmente se deben fundar escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñará la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etcétera, y principalmente a inspirarles el amor al trabajo para separarlas de la ociosidad.
Adaptado de Manuel Belgrano, Autobiografía y otras páginas, op. cit.



Reglamento para los pueblos de Misiones:

Todos los naturales son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode.
Los declaro iguales a los españoles que nacimos en el suelo de América. Los habilito para todos los empleos civiles, políticos, militares y eclesiásticos.
Adaptado de Manuel Belgrano, Reglamento para los naturales de Misiones, campamento de Tacuarí, 30 de diciembre de 1810.



Todo depende y resulta del cultivo de las tierras. Sin él no hay materias primeras para las artes, la industria y el comercio...


Adaptado de Manuel Belgrano, Autobiografía y otras páginas, op. cit.



¡La bandera!... ¡Hay que esconder la bandera!

Era el mes de abril de 1815. Habíamos llegado a casa después de asistir al acto en la Plaza Mayor, donde se había cambiado la bandera española por la celeste y blanca.


Mientras que se acomodaba el rebozo, Clementina dejó deslizar un comentario acerca de la bandera que despertó mi curiosidad...


-Parece ser que la primera bandera que mandó a hacer don Manuel no era como la que tenemos ahora...
-¿Ah, no? ¿Y cómo era, Clementina?
-Asegún cuenta el Ñato Paredes, era toda blanca con una franja celeste en el medio...
-¿Y él cómo sabe esas cosas?
-¡Uhhh! Él sabe...; ¡lo siguió a Belgrano a todas las campañas! Lo que pasa es que al Ñato nadie le cree, porque siempre tiene olor a vino. Pero yo lo conozco de antes. Cuando me cuenta alguna historia...¡lo miro fiiijo a lo' ojo!, y ahicito nomá' ya me doy cuenta si me va a decir la verdá' o me va a hacer el cuento. Entonce' me pongo seria y le digo: "Negro Paredes, ¡no le irás a mentir a una de tu raza!" Si baja la mirada es porque se trata de una picardía... Y esto de los colores de la primera bandera me lo contó él, y le juro, niña, que no mentía.

Las cosas, según el Ñato, sucedieron así...-Parece ser que la primera bandera que mandó a hacer don Manuel no era como la que tenemos ahora...
-¿Ah, no? ¿Y cómo era, Clementina?
-Asegún cuenta el Ñato Paredes, era toda blanca con una franja celeste en el medio...
-¿Y él cómo sabe esas cosas?
-¡Uhhh! Él sabe...; ¡lo siguió a Belgrano a todas las campañas! Lo que pasa es que al Ñato nadie le cree, porque siempre tiene olor a vino. Pero yo lo conozco de antes. Cuando me cuenta alguna historia...¡lo miro fiiijo a lo' ojo!, y ahicito nomá' ya me doy cuenta si me va a decir la verdá' o me va a hacer el cuento. Entonce' me pongo seria y le digo: "Negro Paredes, ¡no le irás a mentir a una de tu raza!" Si baja la mirada es porque se trata de una picardía... Y esto de los colores de la primera bandera me lo contó él, y le juro, niña, que no mentía.

Era febrero del año '12. Andaba Belgrano con el ejército, allá por la villa de Rosario, custodiando el río Paraná, pa' que no pasaran los godos...
La tropa estaba de capa caída. Y no era pa' menos; sus compañeros, en el Alto Perú, habían sido derrota'os por los españoles. Quedaba abierto el camino pa' que los ejércitos realistas entraran a Salta, después a Tucumán y de ahí, por qué no, a la misma Buenos Aires.
¡La Revolución estaba en peligro! ¡Todos sabían que allá en el norte los españoles eran fuertes!
¿Qué se podía hacer pa' entusiasmarlos un poco?
Y, mientras pensaba, don Manuel se dio cuenta que ni siquiera tenían una bandera.
"¡Eso, una bandera, una bandera que sea nuestra!", gritó. Y sin perder tiempo, la mandó a coser blanca y celeste.
-¿Y por qué eligió esos colores, Clementina?
-Y..., eran colores que usaban los que estaban a favor de la Revolución. Poquito a poco se fueron haciendo populares... Un día una cintita en la solapa, otro día un moñito en el pelo de las niñas, después escarapelas pa' que los soldados se pusieran en los gorros... Y así hasta que le fuimos tomando cariño a esos colores.
Bueno, como le decía, mandó a coser la bandera y también escribió una carta al gobierno de Buenos Aires, contándole, orgulloso, lo que había hecho.
¡No quiera saber cómo se pusieron cuando se enteraron! ¡Se les pararon los pelos de punta!
"¡Pero qué barbaridad, pero cómo se le ocurre, pero qué es esto de enarbolar una bandera sin consultar!", vociferaban.
"¡Estas cosas hay que discutirlas bien primero!", decía otro.
"¡Urgente!", gritó uno, "¡un correo al Rosario avisándole a Belgrano que guarde esa bandera!"
Pero quiso el destino que el general no se enterara. ¡Bueh!, el destino o un caballo medio lento. La cosa fue que cuando el mensaje llegó, don Manuel jhacía raaato! que se había marchao pa' hacerse cargo del ejército del Norte..., contento con la bandera.
En mayo del año '12 andaba por Jujuy. Se acercaba el aniversario de la Revolución. Pa' festejarlo, tuvo la idea de reunir a toda la tropa en la plaza y saludar con unos cañonazos a la nueva bandera de la Patria.
Volvió a informar al gobierno.
"Pero... ¡otra vez! ¡Pero qué desorden! ¡Pero qué desobediencia!", decían en Buenos Aires.
Y vueeelta el correo, ahora pa' Jujuy, con la orden de guardar esa bandera. Y esta vez Belgrano se enteró. Apenao, fue a ver a su amigo, Juan de Dios Aranivar, que era un cura de aquellos pagos, pa' ver si le daba algún consuelo...
Después de un rato de conversaciones, le entregó las banderas al padre Juan y se marchó otra vez al campamento.
El cura esperó que se hiciera bien de noche. Aprovechó la intensa lluvia y se lanzó por la callecita pa' ir al establo a buscar un caballo.
Cargó las alforjas con algunas herramientas...Un buen martillo, unos clavos, algunos fierros con punta y..., ¡a todo galope por el camino!
Debajo de la sotana, atadas con una cinta, iban las dos banderas camino a su escondite...
¿Qué se tenía entre manos el padre Juan?
Se dirigía a Titiri, un pueblecito cercano, pues ya tenía un plan en su cabeza pa' esconder esas banderas.
Habrá llegado a Titiri pasada la medianoche. ¡No había un alma por las calles! Ató el caballo a un poste y enfiló por el caminito. ¿Adónde iba el padre Juan? Su destino era la capilla del pueblo...
Empujó con fuerza la gruesa puerta de madera... y entró sigilosamente. Todo estaba oscuro y en silencio. Sólo de vez en cuando el terrible rugido de un trueno estremecía la noche.
El padre Juan recorrió a tientas la capilla para asegurarse de que no había nadie. Prendió una vela y fijó sus ojos en cada uno de los muebles y adornos que había en el lugar... De pronto, su mirada se detuvo en unos cuadros de santa Teresa.
Eran lo suficientemente grandes, y los marcos parecían resistentes. Despacito, despacito, comenzó a sacar las herramientas.
Mientras tanto, en la calle, unos soldados hacían la ronda nocturna como todos los días. Venían charlando de temas militares cuando, al pasar por la puerta de la capilla, oyeron ruidos extraños.
Miraron por una de las ventanitas, pero la oscuridad de la noche y la fuerte lluvia no les dejó ver nada.
Desde adentro, unos golpes parecidos a martillazos seguían sonando.
Apuraron el paso y fueron hasta la puerta. La empujaron y se abrió. En ese mismo momento, un rayo de esos que pocas veces se ven iluminó enterita la capilla.
Uno de los soldados creyó ver un bulto que se movía. "¡Alto! ¡Quién vivel", gritó. Nadie contestó.
Vuelta a gritar, esta vez mucho más fuerte: "¡Alto! ¡Quién vive!" Pero nada...
De pronto, una ráfaga cerró con fuerza la puerta de la capilla.
Los soldados dieron la voz de alarma y enseguidita vino una patrulla. Prendieron todas las velas, revisaron todito' lo' rincones, pero no encontraron nada de nada.
Mientras tanto, a lo lejos, el caballo del padre Juan galopaba a toda velocidá' pa' alejarse de Titiri...
-Pero, ¿y las banderas? ¿Dónde escondió las banderas, tiíta?
-Eso no lo sabe nadie, mi niña. Hasta el día de hoy las primeras banderas de la Patria y sus colores siguen siendo un misterio...




Diana González

En: Zelmanovich, P. y otras, Efemérides, entre el mito y la historia, Buenos Aires, Paidós, 1994.

Un fallo que debe tranquilizar

Por Luis Varese

La Corte Internacional de La Haya ha emitido un fallo sopesado que en el marco del Derecho Internacional ha contribuido a enfriar malos nacionalismos y falsos patriotismos. Aquellos febriles, que en Chile ya pensaban en perseguir migrantes peruanos o prepararse para una guerra (para la cual están muy bien armados) por ahora no tienen excusa. Las 80 millas pegadas a la costa norte de Chile, garantizan la pesca artesanal y parte de la pesca de profundidad. La empresa Angelini, propietaria del monopolio de extracción y procesamiento de ese sector, se debe sentir bastante satisfecha de mantener el usufructo de esa parte del mar aunque no descartemos su posibilidad de agitar a pescadores de Arica en beneficio propio.
 

Según informó el Presidente Ollanta Humala, al Perú se le reconoce casi el 70% de lo requerido en la demanda y un espíritu de triunfo recorre el palacio de Gobierno en Lima, aunque los pescadores artesanales de Tacna hubieran preferido tener acceso a esas 80 millas que quedan en manos de la mega empresa chilena.
 
Ni grupos de grandes ganadores, ni grupos de grandes perdedores. Debe tomarse como un solo triunfo, el de sentar las bases para una paz que los pueblos deseamos duradera, sin temas limítrofes pendientes. Una contribución a fortalecer UNASUR y CELAC, si esa fuera la voluntad de ambos gobiernos.
 
Pierden los falsos patriotas que reclaman mar afuera y venden tierra adentro
 
Aquellos nacionalistas que quieren exaltar a los pueblos, mientras que venden la Patria al mejor postor extranjero y esto es válido para ambos países. Ese nacionalismo barato que se rasga las vestiduras y clama justicia, cuando lo que hace es entregar y concesionar el territorio nacional directamente a las empresas e inversionistas extranjeros (sean chilenos o no, en el caso del Perú) con retribuciones mínimas y beneficios precarios para ambos pueblos. Sea a través de los TLC o  concesiones directas, estos personajes siguen acumulando riquezas e hipotecando a sus países sin ningún pudor, profundizando las desigualdades y excluyendo aún más a los marginados, aunque maquillen cifras de disminución de pobreza.
 
Los vientos de la Espada de Bolívar aún no llegan a las decisiones del gobierno del Perú que sigue gobernado por las políticas neoliberales. Es de esperar que Bachelet se aproxime a UNASUR y se aleje del acuerdo Asia Pacífico, por lo menos en aquello que lo define como un eje ideológico del libre mercado.
 
Hoy en la CELAC hay la oportunidad de crear un espacio mayor que compita seriamente en el mundo contribuyendo de manera unificada, junto con los BRIC, en crear un nuevo orden económico mundial. La vocación de paz y la lucha contra el hambre y las desigualdades son el camino, pero solamente en la unidad regional se puede generar una verdadera diferencia. Si no avanzamos en esa ruta el riesgo de sufrir guerras fratricidas por límites territoriales o por demandas populares manipuladas, aparece como una amenaza real y en eso la derecha es eficaz y el Imperio ni se diga.


 
Este fallo de la Corte Internacional de Justicia, casi salomónico, contribuye para avanzar en el camino de la unidad. Luchemos ahora, por encontrar soluciones dignas para Bolivia y su reclamo de salida al mar y busquemos generar esa unidad en la diversidad, que a todos nos conviene, incluso, si fueran inteligentes, a los capitalistas más ambiciosos. Así alejaríamos en serio los tambores de guerra y las oportunidades de “revueltas” financiadas y armadas como se ha tratado de hacer en Venezuela o como se hace en Siria.
 

Luis Varese ha sido representante adjunto del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en Ecuador y funcionario de la ONU por 20 años.



San Martín de los Andes

Autor: Felipe Pigna


Para los que tuvimos la suerte de conocer nuestra hermosa provincia de Mendoza y acercarnos al pie de una de las cordilleras más altas del mundo, la frase “San Martín cruzó los Andes” dejó de ser un versito escolar. Enternece y conmueve pensar en aquellos hombres mal vestidos, mal montados, mal alimentados, pero con todo lo demás muy bien provisto como para encarar semejante hazaña. Y detrás y delante de ellos, un hombre que no dormía pensando en complicarle la vida al enemigo y hacer justicia con la memoria de los que lo habían intentado antes que él.
No lo ganaba la soberbia. Podía confesarle a sus mejores amigos: “lo que no me deja dormir no es la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”.
Había que pensar en todo, en la forma de conservar la comida fresca, sana, proteica y calórica. Entre los aportes del pueblo cuyano, no faltó la sabiduría gastronómica expresada en una preparación llamada “charquicán”, un alimento hecho a base de carne secada al sol, tostada y molida, y condimentada con grasa y ají picante. Bien pisado, el charquicán se transportaba en mochilas que alcanzaban para ocho días. Se preparaba agregándole agua caliente y harina de maíz.



Ante la falta de cantimploras, utilizó los cuernos vacunos para fabricar “chifles”, que resultaron indispensables para la supervivencia en el cruce de la cordillera.
Pocos meses antes de iniciar una de las epopeyas más heroicas que recuerde la historia militar de la humanidad, San Martín impone a sus soldados y oficiales del Código de Honor del Ejército de los Andes, que entre cosas sentenciaba: “La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares. Las penas aquí establecidas y las que se dictasen según la ley serán aplicadas irremisiblemente: sea honrado el que no quiera sufrirlas: la Patria no es abrigadora de crímenes.” 1
A pesar de las enormes dificultades, aquel ejército popular pudo partir hacia Chile a mediados de enero de 1817. Allí iban el pobrerío armado y los esclavos liberados, todos con la misma ilusión.

El médico de la expedición fue James Paroissien, un inglés de ideas liberales radicado en Buenos Aires desde 1803 y que había acriollado su nombre, convirtiéndolo en Diego. Cuando estalló la Revolución, Paroissien ofreció sus servicios al nuevo gobierno y fue designado cirujano en el Ejército Auxiliar del Alto Perú. En 1812 se hizo ciudadano de las Provincias Unidas y el Triunvirato le encargó la jefatura de la fábrica de pólvora de Córdoba. Allí San Martín lo invitó a sumarse a sus planes y Paroissien fue el cirujano mayor del Ejército de los Andes.
A poco de emprender la marcha, San Martín daba cuenta de lo precario del aprovisionamiento de aquel ejército: “Si no puedo reunir las mulas que necesito me voy a pie… sólo los artículos que me faltan son los que me hacen demorar este tiempo. Es menester hacer el último esfuerzo en Chile, pues si ésta la perdemos todo se lo lleva el diablo. El tiempo me falta para todo, el dinero ídem, la salud mala, pero así vamos tirando hasta la tremenda.” 2
San Martín había ordenado que dos divisiones, una al mando del general Miguel Estanislao Soler y la otra dirigida por Bernardo O’Higgins, cruzaran por el paso de Los Patos. Una tercera, bajo las órdenes de Juan Gregorio de Las Heras, debía ir por el paso de Uspallata con la artillería. Otra división ligera, al mando de Juan Manuel Cabot, lo haría desde San Juan por el portezuelo de la Ramada, con el objetivo de tomar la ciudad chilena de Coquimbo. Otra compañía ligera cruzaría desde La Rioja por el paso de Vinchina para ocupar Copiapó. Finalmente, el capitán Ramón Freyre entraría por el Planchón para apoyar a las guerrillas chilenas.
En total eran 5.200 hombres. Llevaban 10.000 mulas, 1.600 caballos, 600 vacas, apenas 900 tiros de fusil y carabina; 2.000 balas de cañón, 2.000 de metralla y 600 granadas.
En varios tramos del cruce, San Martín debió ser trasladado en camilla a causa de sus padecimientos. Su salud era bastante precaria. Padecía de problemas pulmonares –producto de una herida sufrida en 1801 durante una batalla en España–, reuma y úlcera estomacal. A pesar de sus “achaques” siempre estaba dispuesto para la lucha y así se lo hacía saber a sus compañeros: “Estoy bien convencido del honor y patriotismo que adorna a todo oficial del Ejército de los Andes; y como compañero me tomo la libertad de recordarles que de la íntima unión de nuestros sentimientos pende la libertad de la América del Sur. A todos es conocido el estado deplorable de mi salud, pero siempre estaré dispuesto a ayudar con mis cortas luces y mi persona en cualquier situación en que me halle, a mi patria y a mis compañeros.”
Los hombres del ejército libertador tuvieron que soportar grandes cambios de clima. La sensación térmica se agudiza con la altura. De día el sol es muy fuerte y se llega a temperaturas de más de 30 grados; durante la noche, el viento helado, con mínimas de 10 grados bajo cero, puede llevar al congelamiento. Durante la travesía, la altura promedio fue de 3.000 metros, lo que provocó en muchos hombres fuertes dolores de cabeza, vómitos, fatiga e irritación pulmonar.
La orden era que todas las divisiones se reunieran del otro lado de la cordillera entre los días 6 y 8 de febrero de 1817. Con una sincronización matemática, el 8 de febrero por la tarde, en medio de festejos y gritos de “viva la patria” los dos principales contingentes se reunieron del otro lado y fueron liberadas las dos primeras ciudades chilenas: San Antonio y Santa Rosa. Se pudo establecer una zona liberada, base de operaciones desde donde el ejército libertador lanzará el fulminante ataque sobre Chacabuco, el 12 de febrero de 1817.
Sobre el campo de batalla quedaron quinientos españoles muertos. Las fuerzas patriotas sólo tuvieron doce bajas y veinte heridos. Fueron capturados seiscientos prisioneros y centenares de fusiles pasaron a engrosar el parque del ejército libertador.
Cuando San Martín entró en Santiago se enteró de que el gobernador español, Marcó del Pont, había logrado huir. De inmediato le ordenó a uno de sus hombres de confianza, el fraile-capitán José Félix Aldao, que corriera a capturarlo. Era fundamental evitar que Marcó se embarcara hacia Lima.
En la noche del 15 de febrero, Aldao supo por sus informantes que el gobernador prófugo y su comitiva se encontraban cerca de Concepción. Llegó hasta su refugio, lo capturó y lo trasladó detenido hasta la comandancia del ejército libertador. De allí fue enviado a Mendoza y luego a Luján, donde Marcó del Pont morirá el 11 de mayo de 1819.
En su correspondencia San Martín dejó un crudo testimonio del carácter salvaje y genocida de la guerra que hacían los ejércitos españoles contra los americanos. En una carta a lord Macduff, San Martín expresaba: “¡Qué sentimiento de dolor, mi querido amigo, debe despertar en vuestro pecho el destino de estas bellas regiones! Parecería que los españoles estuvieran empecinados en convertirlas en un desierto, tal es el carácter de la guerra que hacen. Ni edades ni sexos escapan al patíbulo.” 3
Al conde de Castlereagh le dice: “Es sabida la conducta que los españoles han guardado con sus colonias: sabido es igual el género de guerra que han adoptado para volverlas a subyugar. Al siglo de la ilustración, cultura y filantropía, estaba reservado el ser testigo de los horrores cometidos por los españoles en la apacible América. Horrores que la humanidad se estremece al considerarlos, y que se emplea con los americanos que tenemos el gran crimen de sostener los derechos de la voluntad general de sus habitantes: en retribución de tal conducta los hijos de este suelo han empleado los medios opuestos.” 4
Con aquellos “medios opuestos” y “el gran crimen de sostener los derechos de la voluntad general”, el Ejército de los Andes, engrosado por los patriotas chilenos, pudo ocupar Santiago. Allí, el 18 de febrero de 1818 se convocó a un Cabildo Abierto que designó a San Martín director supremo. El general argentino rechazó el ofrecimiento y propuso al patriota chileno Bernardo de O’Higgins para ocupar el cargo.
O’Higgins aceptó y a poco de asumir envió esta nota al gobierno de los Estados Unidos, al zar de Rusia y a diversas cortes europeas: “Después de haber sido restaurado el hermoso reino de Chile por las armas de las Provincias Unidas del Río de la Plata, bajo las órdenes del general San Martín, y elevado como he sido por la voluntad de mi pueblo, a la Suprema Dirección del estado, es mi deber anunciar al mundo un nuevo asilo, en estos países, a la industria, a la amistad y a los ciudadanos de todas las naciones del globo. La sabiduría y recursos de la Nación Argentina limítrofe, decidida por nuestra emancipación, dan lugar a un porvenir próspero y feliz en estas regiones.”
El 19 de marzo de 1818 las fuerzas patriotas sufrieron su primera y única derrota, la de Cancha Rayada. Pero el general Las Heras logró salvar parte de las tropas y así purdo reorganizarse un ejército de 5.000 hombres. Los patriotas clamaban por la revancha que llegaría a los pocos días, el 5 de abril, al derrotar definitivamente a las fuerzas enemigas en Maipú.
La victoria fue total y América empezaba a respirar otro aire mientras los tiranos comenzaban a asfixiarse, como lo demuestra este informe del virrey de Nueva Granada: 5 “La fatal derrota que en Maipú han sufrido las tropas del Rey pone a toda la parte sur del continente en consternación y peligro”.
El diario The Times de Londres, al informar sobre la victoria de los criollos en Maipú, se preguntaba “¿Quién es capaz ahora de detener el impulso de la revolución en América?”.
Como bien dice José Luis Busaniche, el triunfo de Maipú entusiasmó a Simón Bolívar y le dio nuevos ánimos para proseguir su campaña: “Bolívar está en un rincón del Orinoco donde la independencia es apenas una esperanza. En agosto llegan algunos diarios ingleses que anuncian la victoria de San Martín en Maipú. Y entonces concibe un proyecto semejante al del paso de los Andes por el héroe del sur: el paso de los Andes venezolanos, remontando el Orinoco, para caer sobre los españoles en Bogotá y seguir si le es posible hasta el Perú, baluarte realista de América. Bolívar escribe al coronel Justo Briceño: ‘Las gacetas inglesas contienen los detalles de la célebre jornada del 5 de abril en las inmediaciones de Santiago. Los españoles, invadidos poderosamente por el sur, deben necesariamente concentrarse y dejar descubiertas las entradas y avenidas del reino en todas direcciones. Estimo, pues, segura la expedición libertadora de la Nueva Granada. El día de América ha llegado’.” 6
A pesar de semejante gloria y las notables repercusiones, los protagonistas del triunfo seguían sus vidas con la misma sencillez. Cuenta Mitre que después de Maipú, el general Antonio González Balcarce fue al Tedeumcon camisa prestada y concluye: “¡Grandes tiempos aquellos en que los generales victoriosos no tenían ni camisa!”. 7
Pocos días después de Maipú, San Martín volvió a cruzar la cordillera rumbo a Buenos Aires para solicitar ayuda al Directorio para la última etapa de su campaña libertadora: el ataque marítimo contra el bastión realista de Lima. Obtuvo la promesa de 500.000 pesos, de los que sólo llegarán efectivamente 300.000, ya que como admitía el director supremo Pueyrredón: “Aquí no se conoce que hay revolución ni guerra, y si no fuera por el medio millón que estoy sacando para mandar a ese país, ni los godos se acordarían de Fernando”. 8
Al regresar a Chile, San Martín se enteró de que los triunfos de Las Heras en Curapaligüe y Gavilán no habían logrado evitar que los españoles recibieran desde Lima 3.000 hombres de refuerzo, desembarcados en el puerto de Talcahuano. La guerra contra los realistas proseguiría en el sur de Chile por varios años.
Con la ayuda financiera del gobierno chileno, San Martín armó una escuadra que quedará al mando del marino escocés lord Thomas Cochrane. Cuando se disponía a embarcar a sus tropas para iniciar la campaña al Perú, el Libertador recibió la orden del Directorio de marchar con su ejército contra el Litoral, para combatir a los federales de Santa Fe y Entre Ríos. San Martín se negó a reprimir a sus compatriotas, desobedeció e inició la expedición contra los españoles de Lima.

Referencias:
1 Arturo Capdevila, El pensamiento vivo de San MartínBuenos Aires, Losada, 1945.
2 Carta a Guido del 15 de diciembre de 1816.
3 Carta de San Martín a Lord Macduff, del 9 de septiembre de 1817.
4 Carta de San Martín al conde de Castlereagh, del 11 de abril de 1818.
5 El virreinato de Nueva Granada incluía las actuales repúblicas de Colombia y Venezuela.
6 Busaniche, San Martín Vivo, Buenos Aires, Eudeba, 1962
7 Bartolomé Mitre, Historia de San Martín, Buenos Aires, Eudeba, 1971.
8 Carta de Pueyrredón a Guido fechada el 16 de julio de 1818, en Carlos Guido y Spano, Vindicación histórica. Papeles del brigadier general Guido1817-1820, Buenos Aires, Carlos Casavalle editor, 1882.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar