El Gauchito Gil




Antonio Mamerto Gil Nuñez, más conocido como "El Gauchito Gil" o como "Curuzú Gil" (del guaraní curuzú=cruz) es quizás uno de los más importantes representantes de lo que Marta De Paris denomina Santoral Profano Correntino (1988). Desde hace más de cien años tiene vigencia en su provincia, pero en los últimos años ha trascendido primero al litoral en especial Misiones y Formosa y luego al resto del país. Comprobamos la existencia de lugares de culto desde Salta a Ushuaia.

La Historia

Existen diferentes versiones acerca de la época y el motivo de su muerte. Se sabe que fue durante el siglo XIX, algunos sitúan estos hechos en 1890, para otros ocurrieron entre 1840 y 1848. Todos coinciden que su muerte aconteció el 8 de enero, que ocurrió en medio de las constantes luchas fratricidas entre los Liberales (o Celestes) y los Autonomistas (o Colorados), que el Gauchito era inocente y que fue muerto injustamente.
Era oriundo de la zona de Pay-Ubre, hoy Mercedes, Corrientes. Había sido tomado prisionero por el Coronel Zalazar acusado injustamente de desertor y cobarde. Fue trasladado a Mercedes y de allí sería enviado a Goya donde se encontraban los tribunales. Era sabido que los prisioneros que tenían ese destino jamás llegaban a Goya, siempre "habían intentado escapar en el camino, se producía un tiroteo y el preso irremediablemente moría". El pueblo se entera de la prisión de Gil y se moviliza buscando apoyo en el Coronel Velázquez, quien junta una serie de firmas y se presenta ante Zalazar para interceder. Este hace una nota dejando al Gauchito en libertad que fue remitida a Mercedes pero ya había sido llevado hacia los tribunales.

Estampa del Gauchito Gil

Estampita con oración al Gauchito Gil
La tropa integrada por el prisionero, un sargento y tres soldados se detiene en un cruce de caminos. El Gauchito sabía que lo iban a ajusticiar y le dice al sargento: "no me matés porque la orden de perdón viene en camino" a lo que el soldado replica "De esta no te salvás". Antonio Gil le responde que sabía que finalmente lo iban a degollar pero que cuando el regresara a Mercedes le iban a informar que su hijo se estaba muriendo y como él iba a derramar sangre inocente que lo invocara para que él intercediera ante Dios por la vida de su hijo. Era sabido que la sangre de inocentes servía para hacer milagros. El sargento se burló y lo ejecutó.
Con respecto a la forma de morir existen varias versiones:
1) Lo ataron a un poste o un árbol y le dispararon con armas de fuego pero ninguna de esas balas entró en el cuerpo ya que la creencia popular dice que quien lleva el amuleto de San la Muerte no le entran las balas y se supone que el Gauchito era devoto del "Santito". Entonces el sargento ordenó que le colgaran de los pies y allí lo degolló.
2) Murió luego de varios intentos de disparos con armas, porque una bala finalmente entró en el corazón.
3) Fue colgado de un algarrobo, cabeza abajo y luego degollado, porque tenía el poder de hipnotizar a las personas "con sólo mirarlas a los ojos".
La partida volvió a Mercedes y allí el sargento se entera del perdón y, recordando las últimas palabras del Gauchito, se dirigió a su casa donde entera que su pequeño hijo está muy grave, con fiebre altísima y el médico lo había desahuciado. Entonces se arrodilla y le pide al Gauchito que interceda ante Dios para salvar la vida de su hijo. Al llegar la madrugada el milagro se había hecho y el niño se había salvado. Entonces el sargento construyó con sus propias manos una cruz con ramas de ñandubay, la cargó sobre sus hombres y la llevó al lugar donde había matado al gauchito. Colocó la cruz, pidió perdón y agradeció.
La cruz dio el nombre al cruce de caminos y, con el transcurso del tiempo, se convirtió en un lugar de peregrinación.
Santuario al gauchito gil en tafi del valle

Santuario al Gauchito Gil en Tafí del Valle

Leyendas sobre el Gauchito Gil

Se cuentan dos historias acerca del paraje donde se levantó el santuario y del deseo del Gauchito de seguir permaneciendo en ese lugar:
1) Con los años era tanta la cantidad de promesantes que iban a visitar al santo y le encendían velas, que el dueño de la estancia sintió temor que le incendiaran el campo y hace llevar el cuerpo al cementerio local. Dicen que este estanciero era un hombre rico, con una familia sana y bien constituida. Pero desde el momento que decide sacar de allí el oratorio comenzó a tener problemas económicos, muere uno de sus hijos de una extraña enfermedad, la hacienda se enferma y los campos se iban secando. Él mismo cae en cama y los médicos no aciertan con el diagnóstico. Un día una mujer que habían llamado para que lo curara le dice que iba a mejorar cuando volviera a traer el oratorio del Gauchito a su lugar. El estanciero construyó un mausoleo junto con una cruz tallada en fina madera en el sitio donde murió y cedió además un amplio espacio. A partir de ese momento todo mejoró para el dueño del campo. El Gauchito siguió enterrado en el cementerio local pero el lugar de su muerte se convirtió en centro de culto.
2) Algunos hechos sorprendentes comenzaron a suceder cuando se asfaltaba la ruta y los ingenieros decidieron que lo más práctico era trazar una línea recta para acortar distancias a pesar que ésta pasaría por encima del oratorio del Gauchito, y por lo tanto, era necesario moverlo.
Los operarios dijeron que "no era bueno pasar por arriba de tierra sagrada para los correntinos" pero los empresarios ignoraron esa advertencia. Muchos peones se negaron a cumplir la orden y renunciaron. Cuando estaban cerca de la zona en cuestión las máquinas se negaban a avanzar, ni los operarios, ni los mecánicos ni los jefes lograban ponerla en funcionamiento si la dirección era hacia el santuario. Los operarios comenzaron a desertar porque pensaban que todo era obra del Gauchito que se negaba a que lo sacaran de ese lugar. Ante tantas dificultades deciden respetar el recodo y que el camino haga una curva. Se respeta así el Oratorio y los ingenieros piden perdón y protección para la obra.

La imagen del Gauchito Gil

Para algunos era un cuatrero, un gaucho alzado, un fugitivo al que le cargaban todos los hechos delictivos sin resolver. Para otros era "Robin Hood", les robaba a los ricos (en especial a los que se aprovechaban de los paisanos) y les daba a los pobres y ayudaba a quien lo necesitara. Era un gaucho justiciero. Hacía lo que muchos no se atrevían a hacer. Era un vengador de sus desgracias.

El culto al Gauchito Gil. Santuarios principales

El Santuario principal se encuentra en el cruce de las rutas Nº 123 y 119, a 8 km de la ciudad de Mercedes (antigua Pay-Ubre). Desde lejos se observa el centenar de tacuaras con banderas rojas, el mausoleo con las placas de agradecimiento y una enorme cantidad de ofrendas similares a lo que ocurre en el santuario de Vallecito de la Difunta Correa: muletas, vestidos de novia, juguetes, casas hechas en miniatura, autitos. Estampitas del santo con los pedidos escritos detrás o con expresiones de agradecimiento.


El color rojo es el distintivo del Gauchito Gil que se manifiesta en velas y fundamentalmente en cintas con el pedido o agradecimiento escrito. Es costumbre dejar una cinta atada a las miles de cintas que hay, y se retirar otra ya "bendecida" por el santo que se coloca en la muñeca, en el espejo del auto o en algún lugar privilegiado de la casa para que proteja o ayude.

Leyenda
Varios días antes del 8 de enero, fecha del aniversario de su muerte, comienza a congregarse la gente y pasar la noche en carpas. Se improvisan negocios, bailantas la compás del chamamé, kioscos que venden bebidas y recuerdos. Los jinetes se acercan llevando banderas y estandartes en tacuaras para dejar en el lugar, que también se cubre de flores rojas. El cura de Mercedes oficia una Misa por el alma del Gauchito. En el terreno donado por el estanciero se construyó un tinglado donde se acumulan las ofrendas, sitios para encender velas y edificios con baños, duchas, bares y otras comodidades para aquellos que se acercan a orar.



Los otros santuarios del Gauchito Gil se levantan principalmente en el litoral aunque su culto se va extendiendo paulatinamente al resto del país como lo certifican los oratorios que existe en los Valles Calchaquíes, Salta y en Ushuaia, Tierra del Fuego. Sus estampas se reparten en los subtes porteños y se venden en las santerías de Buenos Aires y en los negocios de Luján junto a la Virgen. También se agrega su imagen como ofrenda en los santuarios de otros santos populares como la Difunta Correa. Las cintas rojas con su nombre y el pedido de protección para quien la posea, cuelgan de los espejos de cientos automóviles y son atadas en lugares visibles de los comercios.
Los lugares elegidos son los cruces de caminos, donde se atan en la rama de un árbol o en una tacuara clavada en tierra las cintas rojas. Son lugares de parada obligada de todo viajante. Los ómnibus y los caminantes se detienen un momento a saludar al Gauchito. En la provincia de Formosa, donde existen oratorios muy próximos, los automovilistas tocan su bocina al pasar. Si esto no se hiciese no contaría con la protección del santo en el resto del viaje y podría ocurrirle una desgracia.

Santuario gauchito Gil

Santuario al gauchito Gil en el interior de una vivienda de Curuzú Cuatia (Corrientes, Argentina)
El límite de lo que se le pide al Gauchito lo pone la persona que solicita: salud, dinero, trabajo, amor, en casos que se necesite valor para enfrentar una situación y fundamentalmente protección a los viajeros.

                     Dos gauchos que atraen la veneración popular. 


La imaginación de los argentinos ha consagrado a una legión de gauchos aventureros entre los santos paganos más venerados del país. En el Litoral sobresale el Gauchito Gil, una leyenda correntina.

Cualquier momento es bueno para visitar al Gauchito, la cumbre de cuya devoción se alcanza el 8 de enero, cuando la ciudad de Mercedes recibe a más de 100.000 personas que marchan al santuario, erigido a 8 kilómetros del centro urbano, con la fuerza de los años y la gracia del chamamé.
Miles de placas de agradecimiento son testimonio de la adhesión de vecinos y visitantes lejanos, que se trasladan anualmente al santuario popular.
Hace doce años que Catalina Feliciana González viaja desde Merlo. En su casa tiene pintado un mural del Gauchito y guarda en secreto una relación que se consolida en cada visita.
Elida Avelano tiene 71 años y desde 1947 visita al Gauchito. Hoy recuerda que, antes de construirse la ruta, el santuario se encontraba en pleno monte y la gente llegaba en carreta. Ella es creyente y le reza diariamente a Dios y a María. Pero siempre agrega una frase en sus oraciones para el Gauchito Gil.
"El Gauchito sigue haciendo su obra, aun después de muerto, porque los que trabajamos acá somos todos desocupados", dijo Ofelia de Pardo, vendedora de esculturas y estampitas que incluyen las figuras de la Virgen María y la del santito en la cruz.
Desertor del ejército, el gaucho Antonio Gil era una sombra rebelde que bajaba de los montes para robarles a los ricos y darles a los pobres. Un Robin Hood criollo que, a fuerza de hazañas, se ganó la admiración de la gente de sus pagos.
El campesino fue ultimado en 1878 por fuerzas policiales, pero con el tiempo regresó de las tinieblas en la devoción popular que le ofrendan los correntinos.
El centro del santuario es un simple tinglado de chapa que protege la tumba del difunto, una leve estructura de piedra cubierta de placas que traen los visitantes.
Los negocios del paraje tienen a la vista pelotas de fútbol, cámaras de fotos, radios, facones, mates, bombillas, chorizos, estampitas. Todo dispuesto en amable confusión religiosa que presenta con idéntica cortesía los recuerdos del gaucho santo y los bienes de consumo cotidiano.


Casi lo mismo

El pañuelo y el chiripá son las prendas que viste el correntino en las imágenes consagradas por la piedad popular.
Los fieles encienden velas y tocan la tumba antes de tomar asiento en largos bancos de madera que dan al tinglado un aire de iglesia rural. Cada cual sigue sus oraciones particulares como le viene en gana. Rezan, piden, lloran, ríen. No es raro ver músicos que, bajando de un micro, regalen canciones al santo de sus amores.
Como el conjunto Los Criollos de Salada, formado en 1987 por los hermanos Rodríguez, que siempre se hacen un tiempo en sus giras para viajar a Mercedes y pedirle protección.
Y hay más regalos de quienes vieron sus deseos hacerse realidad. Saben que allá arriba el Gauchito los escuchó. Los deportistas ganadores entregan sus trofeos; los músicos afortunados ceden sus guitarras; los que cambian el auto dejan patentes viejas. Nadie olvida devolver la gracia generosa concedida por voluntad del Gauchito.
A cientos de kilómetros del reino espiritual del gaucho pagano, en los campos de Buenos Aires, se cultiva la devoción a un estanciero del siglo pasado que supo tener seguidores en vida.
Su nombre era Pancho Sierra, estanciero de diversos talentos, entre ellos, la clarividencia y la sanación. Mateando con su hermano en la placidez de su estancia, Pancho no sólo anticipaba la llegada de un paisano en apuros, con un dolor apremiante o un mal incurable, sino que hasta lo sanaba aun antes de que bajara del caballo para explicarle su drama.
El que venía enfermo se iba curado. Era la regla que se cumplía entonces, como se cumple ahora, según los feligreses que responden a su culto. Además de arreglar la salud, Pancho confiere los milagros habituales entre los santos de su raza: consigue novios, cambia autos, compra casas, aprueba exámenes. Si es necesario detiene la lluvia.

Sobre el Gauchito Gil

Nos cuenta Félix Coluccio que el gaucho Antonio Mamerto Gil Núñez, o Antonio Gil, o

Gauchito Gil...
Curuzú Gil tenía a mediados del siglo pasado, una banda que “despojaba de dinero a los ricos para dárselo a los pobres”. La denominación “curuzú” significa cruz.
Se cree que nació en el departamento correntino de Mercedes (antes denominado Pay Ubre), en cuyo cementerio se encuentra su cuerpo; murió un 8 de enero de 1878.

Su mayor trascendencia transcurrió entre 1840 y 1860, época de caudillos y montoneras. Su vida está envuelta en mil enredos, se dice que fue peón explotado que se volvió matrero, también que actuó en la Guerra del Paraguay bajo las órdenes del General Madariaga, y que fue ejecutado por desertor.
Según contaba doña Anabel Miraflores, su madre Estrella Díaz de Miraflores, una rica estanciera, tuvo amoríos con Gil, y a la vez era pretendida por el comisario del pago. Esta situación, más el odio que le tenían los hermanos de la estanciera, hizo que el Curuzú huyera de Pay Ubre y se fuera a alistarse en la Guerra del Paraguay.

Los federales litoraleños, después de la caída de Rosas, se dividieron en Rojos (tradicionales de la divisa punzó o autonomistas) y Celestes (liberales), según cuentan las historias, Gil fue reclutado por los celestes del coronel Juan de la Cruz Salazar, y como el gauchito era netamente colorado, aprovechó un descuido y se dio a la fuga con el mestizo Ramiro Pardo y el criollo Francisco Gonçalvez; compañeros a los que el derrotero convirtió en cuatreros famosos. Sus compinches fueron muertos a tiros de trabuco y el gaucho fue detenido y llevado a Goya. A pesar de la intercesión del Coronel Velázquez, en el camino, fue colgado cabeza abajo desde un algarrobo (en camino a Goya, a unos 8 kilómetros de Mercedes) y degollado. Aparentemente fue colgado de esa forma para evitar los supuestos poderes hipnóticos que tenía y para que no influyera el payé de San la Muerte que tenía colgado al cuello.


Su primer acto milagroso sucedió momentos antes de su muerte. El dijo a su futuro verdugo que una vez que le diera muerte, iba a ir a su casa y encontraría a su hijo muy enfermo, pero que si lo invocaba, sanaría. Una vez decapitado, el comandante llevó la cabeza en sus alforjas a Goya, y el verdugo no dejó el cuerpo a las alimañas, dándole sepultura. Este mismo sargento-verdugo al llegar a su casa vió que sucedía lo que dijo el gauchito, entonces, volvió al lugar de la ejecución y puso una cruz de espinillo (algunos dicen que de ñandubay); al poco tiempo la gente comenzó a visitar el algarrobo y la tumba, dejando ex-votos y velas encendidas.

Los dueños del campo, de apellido Speroni, al ver el peligro que significaban las velas encendidas en el campo, hicieron trasladar la tumba al cementerio de Mercedes… pero al poco tiempo cayó gravemente enfermo con un mal que degeneró en locura, los médicos lo desahuciaron y él, en un momento de lucidez, prometió que si el gauchito lo sacaba de la cruel y desconocida enfermedad, le haría un monumento fúnebre… al momento curó y edificó un pequeño santuario de piedra que aún hoy se puede observar… de allí en más fueron varios lo milagros del gaucho y su culto se expandió por gran parte del territorio argentino. Actualmente compite cabeza a cabeza con otra creencia popular de magnitud: la Difunta Correa.




Tema al Gauchito Gil



La fe se viste de rojo
el ocho de enero:
pañuelo, bandera, vinchas,
en todo el pueblo;
ofrendas para el Gauchito
de los milagros.
Toda la gente
le está rezando
y un acordeón
le está tocando
este cumbión.

Para el niño enfermo,
el desamparado;
para que el abuelo,
que queda olvidado;
por el que trabaja,
el desocupado;
por el que padece,
por el inundado.
Gauchito Gil,
escuchamé;
lo que te pido
concedemé.
Gauchito Gil,
te juro que
para agradecerte
yo volveré.
¡Para vos, Gauchito Gil!
¡Te pido salud, paz y trabajo ¡para toda mi gente!
Para el niño enfermo,
el desamparado;
para que el abuelo,
que queda olvidado;
por el que trabaja,
el desocupado;
por el que padece,
por el inundado.
Gauchito Gil,
escuchamé;
lo que te pido
concedemé.
Gauchito Gil,
te juro que
para agradecerte
yo volveré.


Luciano Arruga, presente!!


LOS NADIES
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. 
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada. 
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: 
Que no son, aunque sean. 
Que no hablan idiomas, sino dialectos. 
Que no profesan religiones, sino supersticiones. 
Que no hacen arte, sino artesanía. 
Que no practican cultura, sino folklore. 
Que no son seres humanos, sino recursos humanos. 
Que no tienen cara, sino brazos. 
Que no tienen nombre, sino número. 
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. 
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Eduardo Galeano.


Ni Conmemorar, ni festejar, solo reclamar justicia!!!



¿Cristóbal Colón descubrió América en 1492? ¿O antes que él la 
descubrieron los vikingos? ¿Y antes que los vikingos? Los que allí vivían, ¿no existían? 
Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer 
hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos? 
¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al 
tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos? 
Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del 
Mayflower fueron a poblar América. ¿América estaba vacía? 
Como Colón no entendía lo que decían, creyó que no sabían hablar. Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón. 
Y como estaba seguro de haber entrado al Oriente por la puerta de 
atrás, creyó que eran indios de la India. 
Después, durante su segundo viaje, el almirante dictó un acta 
estableciendo que Cuba era parte del Asia. 
El documento del 14 de junio de 1494 dejó constancia de que los 
tripulantes de sus tres naves lo reconocían así; y a quien dijera lo contrario se le darían cien azotes, se le cobraría una pena de diez mil maravedíes y se le cortaría la lengua. 
El notario, Hernán Pérez de Luna, dio fe. 
Y al pie firmaron los marinos que sabían firmar. 
Los conquistadores exigían que América fuera lo que no era. No veían lo que veían, sino lo que querían ver: la fuente de la juventud, la ciudad del oro, el reino de las esmeraldas, el país de la canela. Y retrataron a los americanos tal como antes habían imaginado a los paganos de Oriente. 
Cristóbal Colón vio en las costas de Cuba sirenas con caras de hombre y plumas de gallo, y supo que no lejos de allí los hombres y las mujeres tenían rabos. 
En la Guayana, según sir Walter Raleigh, había gente con los ojos en los hombros y la boca en el pecho. 
En Venezuela, según fray Pedro Simón, había indios de orejas tan 
grandes que las arrastraban por los suelos. 
En el río Amazonas, según Cristóbal de Acuña, los nativos tenían los pies al revés, con los talones adelante y los dedos atrás, y según Pedro Martín de Anglería las mujeres se mutilaban un seno para el mejor disparo de sus flechas. 
Anglería, que escribió la primera historia de América pero nunca 
estuvo allí, afirmó también que en el Nuevo Mundo había gente con rabos, como había contado Colón, y sus rabos eran tan largos que sólo podían sentarse en asientos con agujeros. 
El Código Negro prohibía la tortura de los esclavos en las colonias 
francesas. Pero no era por torturar, sino por educar, que los amos 
azotaban a sus negros y cuando huían les cortaban los tendones. 
Eran conmovedoras las leyes de Indias, que protegían a los indios en las colonias españolas. Pero más conmovedoras eran la picota y la horca clavadas en el centro de cada Plaza Mayor. 
Muy convincente resultaba la lectura del Requerimiento, que en 
vísperas del asalto a cada aldea explicaba a los indios que Dios había venido al mundo y que había dejado en su lugar a San Pedro y que San Pedro tenía por sucesor al Santo Padre y que el Santo Padre había hecho merced a la reina de 
Castilla de toda esta tierra y que por eso debían irse de aquí o 
pagar tributo en oro y que en caso de negativa o demora se les haría la guerra y ellos serían convertidos en esclavos y también sus mujeres y sus hijos. 
Pero este Requerimiento de obediencia se leía en el monte, en plena noche, en lengua castellana y sin intérprete, en presencia del notario y de ningún indio, porque los indios dormían, a algunas leguas de distancia, y no tenían la menor idea de lo que se les venía encima. 
Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el Día de la Raza. 
Pero, ¿acaso existe semejante cosa? ¿Qué es la raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo? 
En el año 1942, cuando Estados Unidos entró en la guerra mundial, la Cruz Roja de ese país decidió que la sangre negra no sería admitida en sus bancos de plasma. Así se evitaba que la mezcla de razas, prohibida en la cama, se hiciera por inyección. 
¿Alguien ha visto, alguna vez, sangre negra? 
Después, el Día de la Raza pasó a ser el Día del Encuentro. 
¿Son encuentros las invasiones coloniales? ¿Las de ayer, y las de 
hoy, encuentros? ¿No habría que llamarlas, más bien, violaciones? 
Quizás el episodio más revelador de la historia de América ocurrió en el año 1563, en Chile. El fortín de Arauco estaba sitiado por los indios, sin agua ni comida, pero el capitán Lorenzo Bernal se negó a rendirse. Desde la empalizada, gritó: 
-¡Nosotros seremos cada vez más! 
-¿Con qué mujeres? -preguntó el jefe indio. 
-Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros 
amos. 
Los invasores llamaron caníbales a los antiguos americanos, pero más caníbal era el Cerro Rico de Potosí, cuyas bocas comían carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa. 
Y los llamaron idólatras, porque creían que la naturaleza es sagrada 
y que somos hermanos de todo lo que tiene piernas, patas, alas o raíces. 
Y los llamaron salvajes. En eso, al menos, no se equivocaron. Tan 
brutos eran los indios que ignoraban que debían exigir visa, certificado de buena conducta y permiso de trabajo a Colón, Cabral, Cortés, Alvarado, Pizarro y los peregrinos del Mayflower.

Sin venganza pero sin tregua

El “Nunca más”. Carta de compromiso para un nuevo país, el informe ha servido en estas tres décadas como modelo ejemplar en varios procesos de esclarecimiento histórico de asesinatos masivos en todo el mundo.

POR BEATRIZ SARLO



A lo largo de los años, algunos libros importan también a quienes no los leyeron. Esta fortuna han tenido el Facundo de Sarmiento, laHistoria de San Martín de Mitre, El juicio del siglo de Joaquín V. González, el monumental ensayo de Martínez Estrada Muerte y transfiguración de Martín Fierro , muy probablemente Indios, ejércitos y fronteras de David Viñas o la Excursión a los indios ranqueles de Mansilla. Se los impugnará, se los considerará parciales o incompletos, se criticará sus puntos de vista, pero son indestructibles. Escribo esos títulos. Quizá la enumeración ya origine diferencias, porque podrían ser otros. Pero ciertos libros delimitan un espacio antes no percibido, describen la escena de un drama que era necesario poner de manifiesto; presentan personajes heroicos o miserables y los oponen en un juego de ideas y de pasiones. Esos libros son una parte esencial de la forma en que se piensa y se discute el pasado.
No pueden pasarse por alto. Tienen la rara potencia de ser originales porque abren una cuestión y trazan las líneas de un debate. Son tan polémicos o tan persuasivos que obligan a establecer una posición sobre el tema del que se ocupan: el caudillismo, la emancipación colonial, un gran poema nacional y popular, los crímenes que acompañan la construcción de una nación, la sensibilidad y la inteligencia con que se mira lo que hasta ese momento no había sido visto.
El Nunca más es uno de esos libros. El informe de la Conadep fue entregado a Alfonsín el 20 de septiembre de 1984. Desde entonces, se han impreso más de medio millón de ejemplares y serían varios centenares de miles los difundidos en distintos soportes. Antes de su publicación en 1985, todo era una masa confusa e inclasificable. Las organizaciones de derechos humanos habían trabajado contra la adversidad, en un aislamiento sólo atenuado por minorías locales o apoyos internacionales, en soledad y desacreditadas por una dictadura ciega sobre su presente y su desenlace, que creía lejano.
Se conocían algunas de las historias o centenares de ellas, pero flotaban en estado de dispersión, en los registros de las organizaciones de derechos humanos y, probablemente, en los archivos de los represores que hasta hoy permanecen secretos e inaccesibles. Muchos sabíamos una parte y lo que sabíamos nos bastaba para la condena moral. Pero cuando apareció el Nunca más , supimos que esa parte se organizaba en una reconstrucción del pasado inmediato; que los fragmentos ya no estarían más esparcidos al azar de lo que sabían las organizaciones y los militantes sino que quedaban, para siempre, establecidos en un escrito. Durante estos treinta años se agregaron nuevos hechos. Y probablemente los juicios todavía abiertos sigan trayendo sus pruebas. La historia nunca cierra su cantera de datos.
Pero en 1984, la primera edición del Nunca más fue el salto entre las experiencias dispersas y la estructura más firme donde podían empezar a encontrar su sistema. La particularidad es que, a diferencia de las obras mencionadas al comienzo, el Nunca más es un texto colectivo, sobre el que se hipotetizan redactores: el abogado y dramaturgo Gerardo Taratuto (muerto en 2005) es mencionado como el posible organizador de la masa de datos. Sin embargo, integrantes de la Conadep aseguran que él lo negaba. No es casual esta incógnita autoral en un libro cuyo prólogo ni siquiera lleva firma. La ausencia del nombre de autor es una señal más de que la afrenta fue a todos, incluso a aquellos que no quisieran reconocerla: un crimen de lesa humanidad, que los militares tampoco firmaban. El Nunca más tiene como autor un colectivo: la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas, porque fue el cuerpo mismo de la nación el que recibió la herida de los crímenes investigados.
Topografía del terror
“La Conadep no buscó desaparecidos. Buscó desaparecedores. Definir el objeto de una investigación es el primer paso. Cuando me incorporé había aparecido un número considerable de anónimos enviados a los familiares con noticias falsas de que el desaparecido/a estaba en tal o cual lugar”, repite Graciela Fernández Meijide, para que yo termine de entender qué campo minado recorrieron los miembros, los auxiliares y los testigos mismos. Y sigue: “Les pedí que frenaran de correr de un lado a otro en su búsqueda. Los Servicios, tan pronto como se dieron cuenta de que ya no salíamos corriendo, pararon los anónimos. Entonces sucedió lo que ya dije y escribí, pero no sé si es sabido: lo nuevo y trascendente fue la presentación espontánea de sobrevivientes con muchos de los cuales inspeccionamos alrededor de 50 campos. Fueron los que hicieron posible la acumulación de prueba que terminó siendo contundente y permitió enjuiciar a las Juntas”.

La Argentina planteaba una incógnita desconocida hasta entonces, encontrar a los “desaparecedores”, responsables de un hecho monstruoso: la completa anulación física del cuerpo de quien había sido asesinado, el aniquilamiento de la prueba del crimen. Para despejar esa incógnita, muchos debieron llevar a la Conadep sus recuerdos, definir en qué momento, en qué lugar, en qué circunstancias, a manos de quiénes un hombre o una mujer vivos se habían convertido en cadáveres y, luego, se habían evaporado, enterrado, hundido. Buscar desaparecedores era encontrar también una pista sobre el cuerpo del delito: los instrumentos de tortura, los lugares cuyas paredes conservaban las marcas del encierro, las huellas materiales de los calabozos improvisados en casas, casinos militares, sótanos, oficinas, patios, huecos, covachas, sótanos, escaleras, cuchas y pozos.
El cuerpo del delito es una dimensión siniestra del Nunca más . El lector se va enterando de cómo alguien permanecía atado a un elástico de alambre, a una argolla hundida en un muro, al tirante de un techo; de qué modo dormía acurrucado, sobre orines y detritos, en los pisos de cemento o de baldosas. Los sobrevivientes atesoraron durante años (los transcurridos entre el momento cuando cayeron y el momento en que se salvaron de la muerte) las descripciones de esos escenarios: una topografía del terror, como se llama en Berlín al cuartel destruido de las SS y la Gestapo, donde sólo quedan algunos nichos que fueron escenario de tortura. Lugares que producen angustia al sólo tratar de imaginar la disposición espacial de aquello que se rescató en relatos que repiten uniformemente la monotonía del Mal.
Nunca más , como un gran tratado espacial, logró esas primeras reconstrucciones, trabajó en la memoria de quienes habían estado desaparecidos pero salvaron la vida. La palabra “memoria” no tiene aquí el vastísimo significado que ha ido recibiendo en estos treinta años, sino uno más restringido y material: hacer memoria de un lugar que se había recorrido con los ojos vendados, o bajo condiciones de extrema tensión y miedo extremo. Traer al presente un espacio que fue el alojamiento material del delito. Los testigos delNunca más vuelven al lugar del crimen, escuchan el ruido de una calle o una autopista cercana, cuentan los peldaños de una escalera. Recuperar ese espacio en el que sufrieron implicaba darle mayor prueba de realidad al sufrimiento, pero también corroborar la dimensión del delito en su propia escena.
Etnografía del terror
La otra dimensión fundadora del Nunca más es lo que podría llamarse su costado etnográfico: los usos y costumbres de los terroristas de Estado en ejercicio de la represión. Los detalles de cómo llegaban a una casa, cómo pateaban las puertas, cómo golpeaban a sus futuros prisioneros con la culata de un arma, en qué autos los trasladaban, cuáles eran las amenazas que proferían, cómo arrebataban objetos o personas, con qué les vendaban los ojos o encapuchaban a sus víctimas; cómo los tiraban en una celda, qué les decían a las embarazadas, cuáles eran las amenazas proferidas en la tortura, qué instrumentos usaban para causar dolores insoportables, qué resistencias encontraban, qué hacían frente a un desmayo, cómo ingresaban los médicos para reanimar a alguien que todavía podía rendir algo en un interrogatorio; qué prometían o con qué amenazaban.

Todas estas costumbres terroristas son trasmitidas en un estilo plano. No es necesario el énfasis para relatar aquello que era enfático en su propia desmesura. Los usos y costumbres de los torturadores y los asesinos también informan sobre el placer de dominar a los cuerpos quebrados y la cólera que producen los resistentes. Se especializan en los desvanecimientos y los desmayos, gozan en esos momentos últimos en que un torturado está perdiendo el sentido, pero también tienen la cautela de no matar antes de tiempo, de no dejar de picanear antes de que la resistencia física llega a su final. Los relatos de los sobrevivientes combinan la repetición, porque finalmente los métodos no son infinitos, con el suspenso: ¿Cuándo se detendrá todo esto? ¿Se detendrá antes de la muerte? ¿Vendrá la muerte para detenerlo?
Nunca más da cuenta de esa monotonía y también de ese suspenso: son los dos vectores que permiten imaginar lo que sucedía en los escenarios del terrorismo de estado.
“Los equipos de la Conadep salen a la calle”, recuerda Fernández Meijide. Antes de empezar la tarea no se tenía idea de cuántos habían sido los centros de detención. Durante el trabajo se visitaron 50 centros clandestinos. En el Nunca más están los planos y algunas fotos. Los que estuvieron allí y sobrevivieron reconocen los desniveles del piso, las marcas en las paredes que ellos mismos hicieron, los rincones donde fueron obligados a acurrucarse como animalitos, sucios, orinados, desnudos, cubiertos por trapos. Y los cadáveres apilados. Copio un párrafo de un informe redactado en 1980 por empleados de la morgue judicial de Córdoba: “…en las salas donde se encontraban los cadáveres, algunos de ellos llevaban más de 30 días de permanecer en depósito sin ningún tipo de refrigeración, una nube de moscas y el piso cubierto por una capa de aproximadamente diez centímetros y medio de gusanos y larvas, los que retirábamos en baldes cargándolos con palas”. Una etnografía de la muerte, que comienza con el asesinato, pero que debe rastrearse en su rasgo más significativo más allá, en el tratamiento de los cuerpos, privados no sólo de la vida sino de la dignidad de una materia que fue humana. Cartografía y etnografía del terrorismo de estado.
Nueve meses
Magdalena Ruiz Guiñazú, a quien le pregunto mientras escribo, confirma que los empleados del Ministerio del Interior no aguantaron los terribles relatos que contenían las denuncias. Es así que fueron reemplazados por gente de los organismos de derechos humanos. Por eso, monseñor De Nevares propuso que Graciela Fernández Meijide fuera secretaria de la Conadep. Estaba curtida en esos horrores. Fueron nueve largos meses: “un parto”, dice Ruiz Guiñazú. Fernández Meijide hoy da una idea de las reglas que se impusieron: “Rechacé informes si estaban llenos de adjetivaciones y opiniones políticas. Las indicaciones fueron que había que hacer un informe ajustado a los testimonios y denuncias. Para tomar la denuncia sobre el nombre de un presunto represor exigíamos que estuviera mencionado tres veces. Para evitar venganzas o represalias personales”.

El impulso ético y político de la Conadep representó lo mejor que había quedado en pie después de la dictadura. Representó incluso a quienes, en el Congreso o en algunas organizaciones, se opusieron a que fuera esa forma, la de una Comisión de notables, la que llevara adelante la primera gran investigación de los crímenes más extendidos y cruentos de nuestra historia.
Sin venganza y sin tregua, la Conadep llegó en un tiempo asombrosamente breve a redactar su informe. Todavía no había pasado un año del decreto de Alfonsín que creó la comisión investigadora, contradiciendo la voluntad de algunos organismos de derechos humanos y de muchos políticos, incluso de su propio partido.
En el año 2006, la Secretaría de Derechos Humanos agregó un prólogo, refutando la teoría de los “dos demonios”, que muchos juzgaron inscripta en el primero de 1984. Inútil pretensión la de cerrar un debate para siempre mediante una lectura oficial. El Nunca más ha dejado de ser un informe y cada prólogo pasado o futuro traerá una nueva interpretación. Somos el pueblo del Nunca más , tanto como el del Facundo . En ambos está la Argentina que fue.

Beatriz Sarlo es ensayista y crítica cultural; autora de La ciudad vista, La audacia y el cálculo y Viajes. De la Amazonia a las Malvinas.

El calentamiento global y la guerra: dos crisis mundiales íntimamente ligadas





Algunas horas después de que 400.000 personas participaran en la mayor marcha por el clima de la historia, Estados Unidos comenzó a bombardear Siria y así inició otra guerra. El Pentágono afirma que los objetivos eran instalaciones militares del Estado Islámico en Siria e Irak, además de un nuevo grupo terrorista, Khorasan. El Presidente Barack Obama está iniciando una nueva guerra, mientras no hace nada para combatir el cambio climático, que empeora cada día. El mundo atraviesa dos crisis que están íntimamente ligadas: el calentamiento global y las guerras. Existen soluciones a ambos problemas, pero lanzar bombas no es una de ellas.
 
“En las guerras de hoy, mueren muchos más civiles que soldados; se siembran las semillas de conflictos futuros, las economías se destruyen; las sociedades civiles se parten en pedazos, se acumulan refugiados y los niños quedan marcados de por vida.” Este fue parte del discurso pronunciado en diciembre de 2009 por el Premio Nobel de la Paz de ese año, el Presidente Barack Obama. Cinco años más tarde, sus declaraciones se parecen a las noticias que recibimos a diario. El grupo pacifista PinkCode está exhortando al Presidente Obama a que devuelva el Premio Nobel.


 
En el mismo discurso, Obama afirmó: “El mundo debe unirse para hacerle frente al cambio climático. Hay pocos científicos que no estén de acuerdo en que si no hacemos algo, enfrentaremos más sequías, hambruna y desplazamientos masivos que alimentarán más conflictos durante décadas”. Obama también sostuvo: “Por este motivo, no son sólo los científicos y activistas los que proponen medidas prontas y enérgicas; también lo hacen los líderes militares de mi país y otros que comprenden que nuestra seguridad común está en juego”.
 
De hecho, el Pentágono considera desde hace tiempo que el cambio climático es una gran amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. En su Examen Cuatrienal de Defensa de 2014, el Pentágono observó que los diversos efectos del cambio climático “empeorarán otros problemas en el extranjero como la pobreza, la degradación ambiental, la inestabilidad política y las tensiones sociales. Estas condiciones pueden dar lugar a la actividad terrorista y a otras formas de violencia”.
 

Entonces, cabe preguntarse: ¿por qué no abordar la amenaza del cambio climático cuando aún estamos a tiempo? Asad Rehman de la federación ambientalista Amigos de la Tierra Internacional, quien viajó a Nueva York para participar en la Marcha por el clima, me dijo: “Si podemos conseguir los billones [de dólares] que conseguimos para financiar conflictos, ya sea que se trate de una invasión en Irak o Afganistán o ahora para el conflicto en Siria, estoy seguro de que podemos conseguir los fondos necesarios para lograr la transformación que se requiere hacer para brindar energía limpia y renovable a las 1.200 millones de personas que carecen de ella”.
 
Asad Rehman es un firme opositor del enorme gasto militar. Durante años fue activista contra la guerra y considera que hay un fuerte vínculo entre la guerra y el calentamiento global. “El petróleo ha sido una maldición para la gente de Medio Oriente, ha sido un presagio de los conflictos y de la violencia; de la destrucción de civilizaciones antiguas y de las vidas de millones de personas”.

 
Medea Benjamin, cofundadora de Code Pink, coincide con Rehman. Benjamin participó en la histórica Marcha por el clima y se sumó a otros miles de manifestantes al día siguiente para participar en la acción “Inundemos Wall Street” (Flood Wall Street), en la que 100 personas fueron arrestadas. Antes de ir a la Casa Blanca a protestar contra el bombardeo en Siria, Medea me dijo: “El petróleo es la base de la política exterior de Estados Unidos en Medio Oriente. Si no fuera por el petróleo de Irak, Estados Unidos nunca hubiera invadido ese país”.
 
El martes, más de cien líderes mundiales, junto con representantes del sector industrial, participaron en una cumbre no vinculante sobre el clima. La cumbre fue convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, con la esperanza de que daría el impulso necesario para las negociaciones formales sobre el cambio climático que procuran lograr un compromiso vinculante de los países del mundo para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el aumento mundial de la temperatura a 2 grados Celsius. Se considera que un aumento de la temperatura de 2 grados es el límite máximo de aumento que el planeta, tal como lo conocemos, puede soportar.
 
Mientras las negociaciones sobre el clima no tienen mucho éxito ni atención mediática, el ataque del Presidente Obama contra el Estado Islámico y otros grupos considerados amenazas terroristas dominó la sesión de la Asamblea General de la ONU y fue el tema principal de una sesión especial del Consejo de Seguridad presidida por Obama. Al reflexionar sobre el futuro del movimiento mundial para combatir el cambio climático, Asad Rehman dijo: “Creo que los que participaron en la manifestación sin duda salieron de allí con más entusiasmo y con una mayor convicción de que el poder está en nuestras manos y no en ese edificio en Nueva York, no en la cumbre de la ONU”.

 
Antes de la invasión de Irak en 2003, el General estadounidense Anthony Zinni estimó que solo se podría tener éxito si se enviaba una fuerza de 400.000 soldados. Donald Rumsfeld envío menos de la mitad de soldados y bromeó al respecto: “Se va a la guerra con el ejército que se tiene, no con el ejército que se quisiera tener”. Fueron 400.000 las personas que asistieron a la marcha por el clima el domingo en Nueva York…un ejército de esperanza para un futuro sustentable.
 

 
# Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
 

Cambio climático y capitalismo



Los refugiados políticos en el mundo son 12 millones, pero los desplazados por consecuencias del cambio climático son 25 y pueden llegar a ser 200 en 2050 según el informe Cambio Ambiental y Escenarios de Migración Forzada elaborado por siete universidades.

Africanos de Sudán, Eritrea, Somalia y Etiopía emigran a Arabia Saudí, por Yemen, huyendo del avance de la desertización de sus países. La lluvia en Senegal ha disminuido un 50% en los últimos veinte años, han desaparecido tierras de cultivo y la gente emigra a Europa en cayuco. En Mozambique huyen miles de desplazados por inundaciones. Mucha gente emigra de Bangladesh, donde también sube el nivel del mar, y por destructoras inundaciones cada vez frecuentes. Del archipiélago Tuvalu en el Pacífico emigran a Nueva Zelanda por la misma razón, la subida del nivel del mar. En China hay migraciones por el avance de la desertización. En la región andina de Ecuador disminuyen las lluvias y eso provoca más emigración a Europa. En Murcia y Almería de España avanza la desertización con grandes sequías…

La aplastante evidencia de los efectos del cambio climático no parece mover a los gobiernos a tomar medidas que reduzcan la emisión de gases de efecto invernadero. Pero la ciudadanía y las organizaciones de la sociedad civil sí son conscientes del grave problema. Por eso hubo hace unos días una multitudinaria movilización ciudadana global para exigir medidas contra el cambio climático. Millones de personas se manifestaron en 2.808 ciudades de todo el mundo para presionar a la Cumbre del Clima en Nueva York, ciudad en la que se movilizaron más de 300.000 personas.

Según el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de la ONU (GIECC) el cambio climático será causa de la desaparición de medios de sustento en zonas costeras y pequeños estados insulares por tempestades, inundaciones y subida del nivel del mar; riesgos graves para la salud y desaparición de medios de sustento de grupos urbanos por inundaciones en el interior; destrucción de infraestructuras y servicios vitales como agua, electricidad, instalaciones sanitarias por fenómenos meteorológicos extremos; más mortandad y enfermedades en períodos de calor extremo y más hambre por destrucción de sistemas de alimentación; pérdida de recursos y sustento en zonas rurales por severa reducción del agua potable y de riego; pérdida de bienes y servicios en comunidades costeras y de pescadores en los trópicos y en el Ártico…

¿Se puede contener el aumento de temperatura global y el consecuente cambio climático? Sí, si se toman medidas, pero pronto, según el GIECC. Entre otras, transformaciones tecnológicas profundas y cambios en la conducta individual y colectiva para sustituir el consumismo por el consumo responsable. Para frenar el aumento de la temperatura de la Tierra a 2º C como máximo es imprescindible reducir la emisión de gases de efecto invernadero de un 40% a 70 %, según zonas, respecto a la emisión total de 2010. Más allá de 2º C, las consecuencias son catastróficas.

Desde la revolución industrial, la emisión de gases de efecto invernadero ha aumentado sin cesar. Esos gases alcanzaron un nuevo máximo en 2013, según reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial. La concentración de dióxido de carbono, principal responsable del calentamiento global, aumentó en 396 partes por millón en 2013; el mayor aumento anual en 30 años. No aprendemos, pero el cambio climático es cuestión de vida o muerte: continuar la historia de la humanidad o desaparecer. Como desaparecieron los dinosaurios.

Según escribe Florent Marcelleci “para evitar un aumento de temperatura de más de 2º (acordado en la cumbre de Copenhague de 2009), el PIB mundial tendría que disminuir más de un 3% anual; 77% entre hoy y 2050”. Y el economista francés Michel Husson, citado por Marcelleci, plantea un dilema: crecimiento y consecuencias climáticas desastrosas o reducir el PIB y recesión con duras consecuencias sociales. ¿Es así? Los analistas estadounidenses Fred Magdoff y John Bellamy Foster, sostienen que el dilema se da en el capitalismo, porque el capitalismo necesita crecimiento y el crecimiento lleva al desastre climático. Y lo de la sostenibilidad en un sistema que se mueve por los beneficios es el sueño de una noche de verano. Pero si sustituimos el capitalismo, como condición necesaria, es posible una civilización ecológica sin desigualdad. Ardua y dura tarea, sin duda, pero ¿hay otra opción?

Encuentro Mundial de Movimientos Populares.

El Papa Francisco cambia los interlocutores de la Iglesia.



Es la primera vez en la historia de la Iglesia que un Papa convoca a líderes de movimientos sociales para un encuentro de tres días. No se trata de una simple audiencia protocolar, como la que monitereé en 1980 en São Paulo, al llevar un grupo de sindicalistas, entre los cuales estaban Lula y Olívio Dutra, para un encuentro con Juan Pablo II, en la capilla del colegio Santo Américo.

Por Frei Betto
Líderes de movimientos populares de varios países tendrán un encuentro con el Papa Francisco en los próximos días 27, 28 y 29 de octubre, en Roma. De Brasil estarán presentes Joáo Pedro Stédile, por el MST y la Vía Campesina, además de representantes de la Central de Movimientos Populares, Levante Popular de Juventud, Coordinación Nacional de Entidades Negras, Central Única de los Trabajadores, Movimientos de Mujeres Campesinas y un indígena del Pueblo Terena.
La carta de invitación está firmada por Stédile y por Juan Grabois, que representa al Movimientos de los Trabajadores Excluídos y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, de Argentina.
El evento es una derivación del simposio Las emergencias de los excluídos, realizado en diciembre de 2013, en el Vaticano, donde Stédile y Grabois participaron.
Denominado Encuentro Mundial de Movimientos Populares, contará además con la participación de 30 obispos “de distintas religiones”, que mantienen fuertes vínculos con el trabajo social y los movimientos populares.
El evento es resultado de la articulación del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, presidido por el cardenal ganés Peter Turkson, con diversas organizaciones populares. Tiene como objetivos analizar el pensamento social de Francisco; elaborar una sínteses de a visión de los movimentos populares en torno a las causa de la creciente desigualdad social y del aumento de la exclusión en el mundo; proponer alternativas populares para “enfrentar los problemas que el capitalismo financeiro y las transnacionales imponen a los pobres, con la perspectiva de construir una sociedad global con justicia social, a partir de la realidad de los trabajadores excluídos”, según expresa la invitación. En resumen, se trata de “discutir la relación de los movimientos populares con la iglesia y cómo avanzar en ese sentido”.
Entre los paneles y talleres previstos se destacan: “Exclusión social y desigualdad”, “Desigualdad social a la luz del documento Alegría del evangelio”, “Doctrina social de la iglesia”, “Medio ambiente y cambios climáticos”, “Movimientos por la paz” y “Articulación de la Iglesia y los Movimientos Populares”.
Es la primera vez en la historia de la Iglesia que un Papa convoca a líderes de movimientos sociales para un encuentro de tres días. No se trata de una simple audiencia protocolar, como la que monitereé en 1980 en São Paulo, al llevar un grupo de sindicalistas, entre los cuales estaban Lula y Olívio Dutra, para un encuentro con Juan Pablo II, en la capillo del colegio Santo Américo.
Hay algo inédito en esa iniciativa: anteriormente los Papas, para debatir la coyuntura internacional, convocaban banqueros, empresarios, hombres de negocio. Francisco, coherente con su opción por los pobres, quiere escuchar a aquellos que los representan, lo cual es un cambio significativo en las características de los interlocutores de la Iglesia Católica.
En su documento Alegría del evangelio (noviembre 2013), Francisco considera el capitalismo intrínsecamente injusto: “En tanto no se elimina la exclusión y la desigualdad dentro de la sociedad y entre los diversos pueblos será imposible erradicar la violencia. Ésto no sucede sólo porque la desigualdad social provoca la reacción violenta de quienes son excluídos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto desde su raíz.