Arturo Illia abandona la Casa de Gobierno, el 28 de junio de 1966, tras ser derrocado. Foto: DyN / Archivo Hacia junio de 1966, el comodoro retirado Juan José Güiraldes, director de la revistaConfirmado y sobrino de Ricardo Güiraldes, decía: “Si para salvar…la constitución, un nuevo gobierno debe negarla de inmediato, habrá que optar”. Era la confirmación de que el golpe estaba en marcha, tanto que finalizaba su nota advirtiendo: “…creo que sólo un milagro salva a este gobierno”. Sólo tres años atrás, el 7 de julio de 1963, Arturo Illia había sido electo presidente de la Nación. El contexto de debilidad del sistema institucional quedaba al descubierto con la humorada popular, que se jactaba de que el país contaba con tres presidentes: Illia, electo; Guido, interino; y Frondizi (depuesto en 1962), el constitucional. Las elecciones de 1963 marcaban también la debilidad del sistema partidario: una atomización de fuerzas había dado apenas un 25% de los votos para la fórmula ganadora. El gobierno de Illia, “custodiado” por las Fuerzas Armadas, tuvo un rumbo errático, imposibilitado –por su debilidad intrínseca (una escasa cantidad de votos y una negativa a conformar alianzas)- de consolidar siquiera aquellas medidas que congeniaban con el anhelo popular, como la anulación de los contratos petroleros, la ley de medicamentos y cierta inicial reactivación económica. Un contexto político y social en creciente ebullición caracterizado por el fenomenal Plan de Lucha de la CGT, la aparición de la guerrilla guevarista en Salta, el crecimiento electoral de las fuerzas peronistas en 1965 y su posible triunfo en 1967 y el enojo de militares con una política exterior que, por caso, los subordinaba a la comandancia brasilera en la intervención de Santo Domingo, contribuyó a crear un clima adverso para el gobierno y alimentaba las imágenes públicas que identificaban la gestión de Illia con la lentitud, la inoperancia y el anacronismo. Así, cuando a partir de un primer año positivo, la situación económica comenzó a desbarrancar y se presentaron hacia 1966 los signos de una franca recesión, las críticas comenzaron a arreciar y -salvo algunos sectores radicales, otros pequeños partidos y buena parte de los medios universitarios-, una mayoría popular y la casi totalidad de las organizaciones sociales creían necesario un golpe. Un nuevo derrocamiento del maltrecho orden constitucional estaba cantado, pero aun así, Illia estaba convencido de que aquello no era factible. La voluntad intentaba sobreponerse a la cruda realidad. El 28 de junio de 1966, el gobierno de Illia cayó –según se ha dicho- como una fruta madura. El general Julio Alsogaray, de grandes contactos con la diplomacia norteamericana, desalojó personalmente al presidente de la Casa Rosada, tras un tenso careo en los despachos. Apenas alguna manifestación en Córdoba intentó detener lo inminente. Illia no era el hombre fuerte que buscaban los sectores del poder, alguien que pudiera encarar una profunda transformación. Detrás suyo había emergido el general Juan Carlos Onganía. Semanas después del golpe, desde la revista Extra, el periodista Mariano Grondona alegaba: “Detrás de Onganía queda la nada. (...) Onganía hace rato que probó su eficiencia. La de su autoridad. La del mando. Si organizó el Ejército (...) ¿por qué no puede encauzar el país? Puede y debe. Lo hará”. Tres años más tarde, también Onganía saldría eyectado de la Casa Rosada. En un nuevo aniversario del derrocamiento de un presidente electo por el voto popular, recordamos la escena que tuvo lugar en el despacho de la Casa Rosada, cuando Illia enfrentó, prácticamente en soledad, el desalojo militar. |
Fuente: Inédito, 21 de junio de 1967; en Marcelo Cavarozzi, Autoritarismo y democracia, Buenos Aires, Editorial Eudeba, 2004, págs. 153-155. |
En la ciudad de Buenos Aires, siendo las 5.20 horas del día 28 de junio de 1966, en el despacho del Excelentísimo Señor presidente de la Nación Argentina, doctor Arturo U. Illia, se encuentran reunidos acompañando al Primer Magistrado ministros, secretarios de Estado, secretarios de la presidencia, subsecretarios, edecanes del señor presidente, legisladores, familiares y amigos. El señor presidente de la República se encuentra firmando un documento, mientras que un colaborador aguarda a su lado para hacerse dedicar una fotografía. En ese instante irrumpe en el despacho un general de la Nación, precedido por el jefe de la Casa Militar, brigadier Rodolfo Pío Otero, una persona civil y algunas otras con uniforme militar. El mencionado general se ubica sobre el lado izquierdo del señor presidente y pretende arrebatar una fotografía que el doctor Illia se apresta a firmar… El presidente de la República impide con gesto enérgico semejante actitud, produciéndose entonces el siguiente diálogo: General: ¡Deje eso! ¡Permítame…! Varias voces: ¡No interrumpa al señor presidente! Presidente: ¡Cállese! ¡Esto es mucho más importante que lo que ustedes acaban de hacer a la República! ¡Yo no lo reconozco! ¿Quién es usted? General: Soy el general Alsogaray. Presidente: ¡Espérese! Estoy atendiendo a un ciudadano. ¿Cuál es su nombre, amigo? Colaborador: Miguel Ángel López, jefe de la secretaría privada del doctor Caeiro, señor presidente. Presidente: Este muchacho es mucho más que usted, es un ciudadano digno y noble. ¿Qué es lo que quiere? General: Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe. Presidente: El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo; mi autoridad emana de esa Constitución, que nosotros hemos cumplido y que usted ha jurado cumplir. A lo sumo usted es un general sublevado que engaña a sus soldados y se aprovecha de la juventud que no quiere ni siente esto. General: En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho. La escolta de granaderos lo acompañará. Presidente: Usted no representa a las Fuerzas Armadas. Sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted, además, es un usurpador que se vale de las fuerzas de los cañones y de los soldados de la Constitución para desatar la fuerza contra el pueblo. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos que, como los bandidos, aparecen de madrugada. General: Señor pres… Dr. Illia… Varias voces: ¡Señor presidente! ¡Señor presiente! General: Con el fin de evitar actos de violencia le invito nuevamente a que haga abandono de la Casa. Presidente: ¿De qué violencia me habla? La violencia la acaban de desatar ustedes en la República. Ustedes provocan la violencia, yo he predicado en todo el país la paz y la concordia entre los argentinos; he asegurado la libertad y ustedes no han querido hacerse eco de mi prédica. Ustedes no tienen nada que ver con el Ejército de San Martín y Belgrano, le han causado muchos males a la Patria y se los seguirán causando con estos actos. El país les recriminará siempre esta usurpación, y hasta dudo que sus propias conciencias puedan explicar lo hecho. Persona de civil: ¡Hable por usted y no por mí! Presidente: Y usted, ¿quién es, señor…? Persona de civil: ¡Soy el coronel Perlinger! Presidente: ¡Yo hablo en nombre de la Patria! ¡No estoy aquí para ocuparme de intereses personales, sino elegido por el pueblo para trabajar por él, por la grandeza del país y la defensa de la ley y de la Constitución Nacional! ¡Ustedes se escudan cómodamente en la fuerza de los cañones! ¡Usted, general, es un cobarde, que mano a mano no sería capaz de ejecutar semejante atropello! General: Usted está llevando las cosas a un terreno que entiendo no corresponde. Dr. Edelmiro Solari Yrigoyen: ¡Los que somos hijos y nietos de militares nos avergonzamos de su actitud! Presidente: Con este proceder quitan ustedes a la juventud y al futuro de la República la paz, la legalidad, el bienestar… General: Doctor Illia, le garantizamos su traslado a la residencia de Olivos. Su integridad física está asegurada. Presidente: ¡Mi bienestar personal no me interesa! ¡Me quedo trabajando aquí, en el lugar que me indican la ley y mi deber! ¡Como comandante en Jefe le ordeno que se retire! General: ¡Recibo órdenes de las Fuerzas Armadas! Presidente: ¡El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo! ¡Ustedes son insurrectos! ¡Retírense!... Perlinger: Señor Illia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo de las personas que aquí se encuentran. Usted puede quedarse, los demás serán desalojados por la fuerza… Presidente: Yo sé que su conciencia le va a reprochar lo que está haciendo. (Dirigiéndose a la tropa policial.) A muchos de ustedes les dará vergüenza cumplir las órdenes que les imparten estos indignos, que ni siquiera son sus jefes. Algún día tendrán que contar a sus hijos estos momentos. Sentirán vergüenza. Ahora, como en la otra tiranía, cuando nos venían a buscar a nuestras casas también de madrugada, se da el mismo argumento de entonces para cometer aquellos atropellos: ¡cumplimos órdenes! Perlinger: ¡Usaremos la fuerza! Presidente: ¡Es lo único que tienen! Perlinger (dando órdenes): ¡Dos oficiales a custodiar al doctor Illia! ¡Los demás, avancen y desalojen el salón! |
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50 aniversario del derrocamiento de Arturo Illia, 28 de junio de 1966
Zygmunt Bauman “La educación y la cultura son tratadas como mercancías”
Entrevistado por Steven Navarrete Cardona
El sociólogo polaco asegura que las fisuras causadas por las crisis económicas han permitido que los partidos neonazis tomen fuerza. Testigo de primera mano de las transformaciones que experimentó la sociedad europea y cerca de cumplir 90 años, Zygmunt Bauman aún no deja descansar su brazo y su cerebro y continúa escribiendo y reflexionando sobre la realidad sociopolítica mundial.
Para Bauman, uno de los pensadores más importantes de la actualidad por su teorización de la realidad contemporánea bajo el concepto de “modernidad líquida” —que reflexiona, entre otros aspectos, sobre la debilidad de los nexos sociales y emocionales, la incertidumbre sobre el futuro y los cambios que ha traído la globalización al poder del Estado-nación—, señala cómo la cultura, la salud y la educación han sido reducidas a simples mercancías.
Con la crisis económica que atraviesa Europa, ¿es posible la existencia de una “ciudadanía global”?
Es posible, pero no en un futuro cercano. La “ciudadanía” es un concepto que nació y se desarrolló en el curso de la construcción del moderno Estado-nación, promoviendo y estrechando la práctica de la soberanía territorial. Las instituciones políticas diseñadas y establecidas en este proceso fueron creadas para servir al proyecto de la independencia; sin embargo, la globalización ha creado realmente la interdependencia mundial, una realidad en la que las instituciones políticas heredadas y conservadas del Estado-nación no son funcionales.
Entonces, ¿qué sería necesario para conseguir la ciudadanía global?
Para elevar la integración humana desde el nivel de las divisiones nacionales y pasar a una humanidad unificada, dichas instituciones necesitan ser reemplazadas por una red de instituciones alternativas, sobrepasando las limitaciones impuestas por las barreras de los estados territoriales y reduciendo radicalmente su soberanía. La unificación de la humanidad, llamando a la práctica política y pensando en reconocer la globalización ya existente de la interdependencia humana, no podría hacerse a través de la globalización, sino aboliendo la ciudadanía local, separando de esta manera los derechos humanos de la adscripción territorial.
Es un escenario complejo, ningún Estado estaría dispuesto a ceder su soberanía…
Como Benjamin Barber resumió recientemente esta situación: “Por naturaleza demasiado inclinado a la rivalidad y a la exclusión mutua, ellos (los estados-nación) parecen quintaesencialmente indispuestos a la cooperación e incapaces de establecer los bienes comunes a nivel global”. Pero añade: “Hoy en día, aunque es claro que los estados ya no pueden proteger a sus ciudadanos y deben considerar ceder una parte de su declarada soberanía, no hay ninguna alternativa clara, y por lo tanto se niegan a hacerlo”. Personalmente, yo llamo esa situación interregnum, que significa: las viejas formas de hacer las cosas no funcionan por más tiempo, pero las nuevas formas no han sido aún inventadas y puestas en su lugar.
¿Por qué la cultura, el arte y la educación son los sectores que más han sido golpeados en la reducción del gasto público, por parte de los gobiernos de la UE, para salir de la crisis?
La cultura es el mayor capital de la humanidad, el arte, la vanguardia de peregrinación histórica humana explorando nuevas y desconocidas tierras y formas de vida, y la educación que pone a disposición de toda la humanidad sus descubrimientos, han sido, sin embargo, reducidos al estatus de productos en el mercado, comercializados como otras mercancías y, contrario a su naturaleza, medidos por el rasero de los beneficios instantáneos. Invertir en la cultura, las artes y la educación, por muy grandes que sus beneficios puedan ser a futuro, se considera, por tanto, poco aconsejable y un desperdicio a corto plazo. Tal miopía resulta en sacrificar la calidad de vida de las generaciones futuras a los caprichos efímeros y comodidades del presente.
¿Entonces qué sugiere?
La renegociación de nuestra actual forma de relacionarnos con el mundo se hace cada vez más necesaria y urgente en vista de que el planeta, nuestra casa común, se encuentra al borde de la insostenibilidad, gracias al agotamiento progresivo de los recursos del planeta y la creciente impotencia de los instrumentos heredados de la acción colectiva para hacer frente a los problemas que surgen de nuestra cada vez más íntima interdependencia física, social y espiritual.
Hablemos de uno de los efectos del mundo en red. Nuevas formas de control social han sido promovidas durante las últimas décadas, entre ellas cámaras de vigilancia en cada esquina, algo que usted describe en su libro ‘Vigilancia líquida’. ¿La libertad está en riesgo de perderse con esta vigilancia constante?
Día a día aumenta enormemente el contenido de los bancos de datos que son una reminiscencia de los campos minados, erizados de explosivos ocultos de los que sabemos que tienen que explotar, aunque no se puede decir cuándo y dónde. Estos son usados a diario por las compañías comerciales para reforzar su influencia sobre las opciones y el comportamiento de los consumidores. Ellos (los bancos de datos) facilitan enormemente la coacción desde arriba y pueden servir a las agencias políticas con inclinaciones autoritarias e intenciones dictatoriales.
¿Qué es lo más preocupante de la vigilancia contemporánea?
El aspecto más preocupante de la vigilancia contemporánea y la recolección de datos es que se lleva a cabo con nuestra aprobación masiva, entusiasta, despreocupada y alegre. No nos preocupamos por la catástrofe hasta que golpea… Y así que el proceso no es tan manejable y potencialmente controlable, ya que se limitaría, como en el pasado, a tratar el espionaje especializado y a las agencias de vigilancia.
¿Cree que en medio de la crisis económica algunos de los partidos declarados neonazis pueden llegar al poder en un escenario de desconcierto como este?
Necesitamos retornar a la raíz de su primera pregunta. Estos dos problemas están íntimamente conectados. La discrepancia entre los instrumentos políticos disponibles y los poderes reales que deciden las posibilidades y perspectivas de nuestras vidas y las de nuestros niños —discrepancia causada y diariamente exacerbada por la globalización sin control y la ajustada interdependencia— provocará que un número creciente de personas busque alternativas al sistema político visiblemente indolente e ineficaz para coordinar las políticas con las preferencias populares y los deseos, fallando espectacularmente en la posibilidad de generar empleo. Los jóvenes son los más afectados, engrosando la mayor franja del número de desempleados, lo cual se suma al impedimento para que participen en los asuntos públicos y del Estado, en la reforma de los mismos.
¿Entonces que está sucediendo con los sistemas democráticos?
La confianza en la capacidad de la democracia está marchitándose, lo que resulta en una situación excepcionalmente fértil para que crezcan las semillas de resentimiento y florezcan sentimientos totalitarios. La complejidad de las causas de la miseria, siendo además desorientadoras e incapaces de mostrarse en principio, el sentido humillante, crece la demanda de “líderes fuertes” capaces de proporcionar fórmulas simples, que ofrecen y prometen soluciones simples, haciendo una oferta tentadora de aliviar a sus seguidores en cambio de su obediencia inflexible, de la carga de la responsabilidad de sus vidas demasiado pesadas para ellos y que carecen de los recursos necesarios para sobrellevarlas.
¿Qué deberían hacer los ciudadanos?
Por desgracia, no hay atajos para una solución radical. En el corto plazo, sólo son posibles paliativos temporales y transitorios. Prevenir catástrofes similares requeriría llamados a repensar y reformar nuestra filosofía de vida y nuestro modo de convivir, de hecho, una especie de revolución cultural, y como ya se ha indicado, el cambio cultural toma tiempo y evade imperativos y gestión. Las raíces de las periódicas crisis económicas, así como la imposibilidad de controlarlos y evitarlas, se encuentran profundamente arraigadas en nuestro modo de ser: la concepción de un crecimiento económico sin fin como remedio universal a todos los males sociales, el hábito de buscar la felicidad a través de comprar (de saquear el mundo en lugar de contribuir al mismo), favorece la competencia sobre la solidaridad, la individualidad sobre el intercambio, y el imparable aumento de la tolerancia a la desigualdad social, que ha llegado a niveles tan altos que hace tiempo era inconcebible que esto ocurriera.
Un bicentenario en celeste y blanco
Creado por Belgrano, el pabellón original no fue conservado; intentarán estandarizarlo a partir de 2016
María Elena Polack
"Azul un ala, del color del cielo; azul un ala, del color del mar"... suelen cantar varias veces al año los estudiantes argentinos, aunque los colores que inspiraron a Manuel Belgrano para diseñar el pabellón nacional, que se enarboló por primera vez el 27 de febrero de 1812, podrían ser en homenaje a la Virgen, de la que el patriota era muy devoto, y por los colores de la Escarapela Nacional usados en la Semana de Mayo de 1810.
De esa primera bandera que flameó en las barrancas de Rosario hace hoy exactamente 200 años no queda nada. Sí queda el mensaje que envió Belgrano al Triunvirato, aunque falto de precisiones: "Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la Escarapela Nacional; espero que sea de la aprobación de V.E.".
Belgrano respondía así a la disposición del 18 de febrero de 1812 del Triunvirato, que había fijado que las tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata usaran la Escarapela Nacional -"que deberá componerse de dos colores blanco y azul celeste"- y por la cual fue abolida la insignia "roja que antiguamente se distinguía".
Varias modificaciones sufrió la bandera argentina en estos primeros 200 años. El presidente de la Asociación Argentina de Vexilología, la disciplina que estudia las banderas, Francisco Gregoric, señaló a LA NACION que el cambio más notorio del pabellón nacional se produjo durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, porque usó azul oscuro para las dos bandas, el sol era más rojo y en los cuatro ángulos había gorros rojos de la libertad.
Devoción mariana
"Es importante dejar en claro que aunque utilizó un celeste más oscuro y un sol más rojo Rosas no le faltó el respeto a la Bandera. Más allá de las suspicacias, teniendo en cuenta que el color celeste identificaba a los unitarios, adversarios de Rosas, en aquella época era difícil determinar el color exacto", sostuvo Gregoric.
Con certeza -"porque la historia se basa en documentos", afirmó el experto en banderas- el pabellón nacional más cercano al que creó Belgrano y que llega a la actualidad es el que autorizó el Congreso de Tucumán el 25 de julio de 1816. "En 1812, en Jujuy se hace bendecir una bandera en la catedral, y entre junio de 1812 y enero de 1813 se supone que Belgrano guarda la bandera", contó Gregoric al recordar que "fue Bartolomé Mitre el primero en estudiar el tema de la bandera nacional".
Buena parte de los historiadores coinciden en la teoría de que los colores del pabellón estuvieron relacionados con la devoción mariana de Belgrano. La imagen de la Inmaculada Concepción tenía un vestido blanco y un manto celeste, y, además, Buenos Aires estaba bajo la protección de Nuestra Señora del Buen Ayre, con los mismos colores.
Los cambios más fuertes ocurrieron con José Gervasio Artigas y con Juan Manuel de Rosas. En 1815, Artigas les agregó el color rojo a las banderas que él utilizaba para sus campañas militares. La bandera de Entre Ríos es la inspiración de la creada hace 197 años por Artigas.
Luego de la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, cuando el general Justo José de Urquiza venció a Rosas, los símbolos federales fueron quitados del pabellón nacional, aunque algunos siguieron siendo color azul oscuro o medio.
Más que en los colores, sí hubo cambios con respecto a la utilización del pabellón nacional a lo largo de estos 200 años. Fue durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento que se autorizó a la población a usar la bandera. Hasta 1869, el pabellón nacional era usado solamente por las oficinas públicas y las Fuerzas Armadas.
Quince años después, fue el presidente Julio Argentino Roca el que decretó que sólo el gobierno y las Fuerzas Armadas podían enarbolar el pabellón nacional con el sol en el medio. Los ciudadanos podían izar banderas celestes y blancas. A partir de esa fecha, quedó en la población la idea de dos banderas: una de guerra, con el sol en el medio, y otra civil.
Los rayos del sol
En la presidencia de Edelmiro J. Farrel, por decreto 10.302 de 1944, se definieron las características técnicas de la bandera nacional, de la banda presidencial, que pasó a ser un símbolo nacional, del Escudo y del Himno. Por esa misma resolución quedó definido cuál era el sol que debía utilizarse: el de la moneda de 1813, la primera acuñada en el país.
"El sol evolucionó con el tiempo. Actualmente tiene 32 rayos, pero hubo épocas en que tenía cara de mujer o de hombre, rayos curvos o rectos", expresó Gregoric.
Aunque parezca sorprendente, la única fuerza que tiene legislada por decreto la bandera nacional es el Ejército. El resto de las organizaciones militares del país estableció su uso por reglamentación interna.
Con el regreso de la democracia, en 1985, Raúl Alfonsín promulgó la ley 23.208, por la cual se anuló la disposición del presidente Julio Argentino Roca de una bandera con sol incluido para las oficinas públicas y sin sol para los ciudadanos. Todos los argentinos quedaron habilitados para exhibir la bandera con sol.
Quizás a partir de 2016 la Argentina pueda unificar de manera técnica la bandera nacional, teniendo en cuenta el decreto de la presidenta Cristina Kirchner, firmado el 16 de noviembre de 2010, con la intención de llegar al bicentenario del Congreso de Tucumán con un pabellón estandarizado.
El 8 de julio de 2016, un día antes del bicentenario de la Independencia, vencerá el plazo para cumplir con las características determinadas por las normas IRAM de 2002, que establecen proporciones, colores y diseño específico.
Gregoric apeló a la ironía para anhelar que a partir del bicentenario de la Independencia las banderas argentinas emprendan una nueva senda: "Si se producen en la Argentina, los fabricantes tendrán que confeccionarlas según la normativa oficial, pero si se importan desde otros mercados es probable que sigamos teniendo pabellones de tamaños, colores y dibujos distintos de los que corresponden. Es difícil pensar que una empresa textil extranjera vaya a atender los requerimientos de las normas estandarizadas".
¿Está prohibido lavar la Bandera? "No. Lo que debería estar prohibido es exhibirla deslucida, sucia o rota", concluyó Gregoric.
ENTRE LAS PRIMERAS DEL MUNDO La Argentina forma parte de las primeras naciones del mundo en estrenar bandera nacional.
La primera bandera que representó a una nación fue la del Reino Unido, conocida como Union Jack, y fue creada en varias etapas. El pabellón que conocemos hoy es de 1801 e incluye los atributos que representan a Inglaterra, Escocia e Irlanda.
La bandera francesa también es de principios del siglo XIX y mantiene los colores originales.
En América latina, en muy pocos años, buena parte de las naciones que se conformaron tras la emancipación de España adoptaron sus banderas nacionales, que prácticamente sin modificaciones sustanciales han llegado hasta la actualidad.
La bandera de Perú fue creada en 1820 por inspiración del general José de San Martín. En 1817, se creó el pabellón de Chile. Le siguieron las banderas de México (1821), Uruguay (1830), Paraguay (1842), Bolivia (1851) y Brasil (1889).
Una de las primeras banderas del continente americano fue la de Estados Unidos, creada en 1777. La única variante fue la suma de estrellas que simbolizaron la adhesión de los estados como nación.
DIA DE LA BANDERA
“EL MAESTRO DE ESCUELA DEBE SER BIEN REMUNERADO POR SER SU TAREA DE LAS MÁS IMPORTANTES DE LAS QUE SE PUEDAN EJERCER”
Manuel Belgrano
Hoy, recordamos un nuevo aniversario de la muerte del General Manuel Belgrano, uno de los patriotas más destacados que encabezaron la Revolución de Mayo y creador de la Bandera Nacional.
Manuel Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, estudió en el colegio de San Carlos y, luego, en la Universidad de Salamanca y Valladolid (España).
En 1794 y ya recibido de abogado, Belgrano asumió con 23 años como primer secretario del Consulado. Desde allí se propuso fomentar la educación y capacitar a la gente para que aprendiera oficios y pudiera aplicarlos en beneficio del país. Creó escuelas de dibujo, matemáticas y náutica.
En 1806, durante las invasiones inglesas, se incorporó a las milicias criollas para defender la ciudad. A partir de entonces, compartirá su pasión por la política y la economía con una carrera militar que no lo entusiasmaba demasiado. Pensaba que podía ser más útil aplicando sus amplios conocimientos económicos y políticos.
En su autobiografía escribió al respecto: “Me hallaba de vocal de la Junta Provisoria cuando en el mes de agosto de 1810, se determinó mandar una expedición a Paraguay. La Junta puso las miras en mí ya para mandarme con la expedición auxiliadora, como representante y general en jefe de ella: admití porque no se creyese que quería disfrutar de la Capital, y también, porque entrevía una semilla de desunión entre los vocales mismos, que yo no podía atajar, y deseaba hallarse en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos”.
Belgrano cumplió un rol protagónico en la Revolución de Mayo y fue nombrado vocal. Se le encomendó la expedición al Paraguay. En su transcurso, creó la bandera el 27 de febrero de 1812. En el norte encabezó el heroico éxodo del pueblo jujeño y logró las grandes victorias de Tucumán y Salta.
Luego vendrán las derrotas de Vilcapugio y Ayouma y su retiro del Ejército del Norte. En 1816, participará activamente en el Congreso de Tucumán.
Como premio por los triunfos de Tucumán y Salta, la Asamblea del año XIII le otorgó a Belgrano $40.000. Don Manuel lo destinó a la construcción de 4 escuelas públicas ubicadas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero.
Belgrano redactó además un moderno reglamento para estas escuelas que decía, por ejemplo en su artículo 1°, que el maestro de escuela debe ser bien remunerado por ser su tarea de las más importantes de las que se pueden ejercer.
Pero lamentablemente, el dinero donado por Belgrano fue destinado por el Triunvirato y los gobiernos sucesivos a otras cosas y las escuelas nunca se construyeron.
Belgrano murió en la pobreza total el 20 de junio de 1820 en una Buenos Aires asolada por la guerra civil que llegó a tener ese día tres gobernadores distintos.
En el lecho de muerte, fue examinado por un médico que lo atendió en su casa. Al no poder pagarle por sus servicios, Belgrano le entregó un reloj como pago, aunque el médico se negó.
Sólo un diario, “El Despertador Teofilantrópico”, se ocupó de la muerte de Belgrano. Para los demás no fue noticia. El mármol de una cómoda de su casa sirvió de lápida para identificarlo.
Manuel Belgrano
Hoy, recordamos un nuevo aniversario de la muerte del General Manuel Belgrano, uno de los patriotas más destacados que encabezaron la Revolución de Mayo y creador de la Bandera Nacional.
Manuel Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, estudió en el colegio de San Carlos y, luego, en la Universidad de Salamanca y Valladolid (España).
En 1794 y ya recibido de abogado, Belgrano asumió con 23 años como primer secretario del Consulado. Desde allí se propuso fomentar la educación y capacitar a la gente para que aprendiera oficios y pudiera aplicarlos en beneficio del país. Creó escuelas de dibujo, matemáticas y náutica.
En 1806, durante las invasiones inglesas, se incorporó a las milicias criollas para defender la ciudad. A partir de entonces, compartirá su pasión por la política y la economía con una carrera militar que no lo entusiasmaba demasiado. Pensaba que podía ser más útil aplicando sus amplios conocimientos económicos y políticos.
En su autobiografía escribió al respecto: “Me hallaba de vocal de la Junta Provisoria cuando en el mes de agosto de 1810, se determinó mandar una expedición a Paraguay. La Junta puso las miras en mí ya para mandarme con la expedición auxiliadora, como representante y general en jefe de ella: admití porque no se creyese que quería disfrutar de la Capital, y también, porque entrevía una semilla de desunión entre los vocales mismos, que yo no podía atajar, y deseaba hallarse en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos”.
Belgrano cumplió un rol protagónico en la Revolución de Mayo y fue nombrado vocal. Se le encomendó la expedición al Paraguay. En su transcurso, creó la bandera el 27 de febrero de 1812. En el norte encabezó el heroico éxodo del pueblo jujeño y logró las grandes victorias de Tucumán y Salta.
Luego vendrán las derrotas de Vilcapugio y Ayouma y su retiro del Ejército del Norte. En 1816, participará activamente en el Congreso de Tucumán.
Como premio por los triunfos de Tucumán y Salta, la Asamblea del año XIII le otorgó a Belgrano $40.000. Don Manuel lo destinó a la construcción de 4 escuelas públicas ubicadas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero.
Belgrano redactó además un moderno reglamento para estas escuelas que decía, por ejemplo en su artículo 1°, que el maestro de escuela debe ser bien remunerado por ser su tarea de las más importantes de las que se pueden ejercer.
Pero lamentablemente, el dinero donado por Belgrano fue destinado por el Triunvirato y los gobiernos sucesivos a otras cosas y las escuelas nunca se construyeron.
Belgrano murió en la pobreza total el 20 de junio de 1820 en una Buenos Aires asolada por la guerra civil que llegó a tener ese día tres gobernadores distintos.
En el lecho de muerte, fue examinado por un médico que lo atendió en su casa. Al no poder pagarle por sus servicios, Belgrano le entregó un reloj como pago, aunque el médico se negó.
Sólo un diario, “El Despertador Teofilantrópico”, se ocupó de la muerte de Belgrano. Para los demás no fue noticia. El mármol de una cómoda de su casa sirvió de lápida para identificarlo.
¿Cuántas muertes más son necesarias?
por Carlos Baeza
El presunto autor de un crimen aberrante en perjuicio de una menor, se encontraba en prisión cuando el juez interviniente le concedió una salida transitoria de 24 horas, de la que nunca retornó y durante más de un año no fue buscado hasta que se lo detuvo imputándosele la comisión de ese hecho.
Lamentablemente, el caso es uno más entre tantos similares y siempre la explicación es la misma: los jueces confieren ese beneficio por cuanto la ley 24.660 así lo dispone.
La norma citada no es más que uno de los aspectos del sistema abolicionista que intercambia los roles de “víctima” y “victimario” haciendo que el delincuente llegue a ese estado por la injusticia social que representa las condiciones de pobreza en que fue criado por lo cual, cuando comete un ilícito, no hace sino devolver a la sociedad la injusticia de ella recibida.
Sin embargo, el argumento esgrimido de asociar pobreza con delincuencia, es falaz y ha sido sobradamente desmentido por la sociología mediante la “teoría de las ventanas rotas”, al demostrarse que el delito crece, no asociado a la pobreza, sino en aquellos lugares donde se advierten síntomas de deterioro y de abandono así como la ausencia de autoridades que hagan respetar las leyes, proceso que comienza en forma gradual a través de transgresiones menores hasta llegar a la comisión de graves delitos.
Con este sustento, la doctrina expuesta varía entre un abierto abolicionismo y una notoria reducción de las penas, y ha sido recogida en nuestro país por numerosos doctrinarios y jueces, destacándose entre ellos, el ex ministro de la Corte Suprema de Justicia nacional quien intervino en una causa seguida contra un portero de un edificio en Alberdi al 2000 de la Capital, que bajo engaños condujo a una menor de 8 años a la cochera del edificio donde abusó de ella.
En 1ª. instancia se había solicitado la pena de 7 años de prisión pero Zaffaroni la redujo a 3 años, por lo cual el imputado nunca fue a la cárcel.
Para fundar su voto sostuvo que “estamos ante un imputado sin antecedentes, que confesó plenamente el hecho y demuestra arrepentimiento. Es un hombre joven y padre de familia, que sufrirá graves consecuencias en el plano familiar y laboral, además de social”; agregando que “el único hecho imputable se consumó a oscuras, lo que reduce aún más el contenido traumático de la desfavorable vivencia para la menor”.
Cuesta creer que un magistrado -luego locador de prostíbulos- frente a un hecho aberrante como el que motivara la causa, se preocupara por las “graves consecuencias” del degenerado delincuente y afirmara, muy suelto de cuerpo, que la circunstancia que el abuso fuera a oscuras redujo el trauma de la menor.
En sintonía con esta aberrante doctrina, cabe también recordar que el Tribunal de Casación Penal, integrado por los jueces Horacio Piombo y Benjamín Sal Llargues redujo a la mitad la pena aplicada a Mario Tolosa, condenado por violar a un menor de 6 años a quien llevaba a practicar deportes, por considerar que el niño tenía un comportamiento con tendencia homosexual; invocando además que como el menor ya había sido violado por el padre -hecho no acreditado- esta segunda violación le restaba gravedad a la causa.
Y una clara muestra de este pensamiento, fue la declaración formuladas en la Feria del Libro por parte de los fiscales federales Alejandro Alagia y Javier De Luca integrantes de “Justicia legítima” (¿) y de la cátedra del citado Zaffaroni, al referirse al nuevo Código Penal.
Sostuvo Alagia que el anterior texto tenía “un neto contenido misógino: era sexista, racista, clasista”; agregando que el nuevo proyecto “es tan severo como el anterior, en el sentido de fijar penas altas para los delitos que son estereotipados en los medios de comunicación como los únicos delitos imaginados que causan esa sensación de malestar en la población”.
En este contexto dijo que “El desafío y la audacia de este proyecto es discutir un código penal sin hacerle propaganda al castigo, planteando que el castigo es una solución irracional, una trampa”; porque “cuando la política de un país quiere recostarse sobre el castigo, sobre la pena para resolver los problemas cotidianos, ése siempre fue el camino que ha tomado el fascismo y los gobiernos reaccionarios”. Por su parte De Luca no se quedó atrás y dijo “Esencialmente los conflictos sociales que tienen que ver con daños a la integridad corporal y a la integridad física; con lo físico y con la propiedad.
Es a esa inseguridad a la que se pretende oponer un combate, es decir, luchar contra la inseguridad es equivalente a dotar de seguridad y este binomio es falso”.
Y agregó que “El anteproyecto da seguridad ante la posibilidad infinita de que alguien me castigue por cualquier cosa”, al tiempo de criticar que para combatir la inseguridad siempre se apele “al castigo, al mal, al derecho penal, al poder punitivo”.
En el país de la anomia, las declaraciones de estos fiscales resultan preocupantes, ya que como hombres del derecho penal sostienen que los medios de comunicación son responsables de causar una “sensación de malestar” en la población; que los delitos no son tales sino sólo “conflictos sociales” y que la pena “es una solución irracional, una trampa” propia del “fascismo y los gobiernos reaccionarios”.
Otros dos jueces exponentes de esta doctrina son Rafael Sal Lari y Axel López. El primero, excarceló a un delincuente detenido por portación de armas y 4 meses después, el mismo junto a un cómplice ingresaron al domicilio del ingeniero Regis y lo asesinaron en presencia de su mujer e hijos.
El mismo magistrado liberó a un acusado de homicidio quien poco después asesinó al profesor de gimnasia Sonnenfeld, e igualmente intervino en otros numerosos casos en los que procedió de similar forma.
En cuanto a López, confirió una salida transitoria a Pablo Díaz, condenado por violación, quien violó y asesinó a Soledad Bargna a solo tres cuadras de donde había cometido el anterior delito.
Igualmente, confirió la libertad condicional a un condenado a 24 años de prisión por cuatro violaciones, quien un mes después violó y mató a Tatiana Kolodziez, no obstante que la junta médica había advertido que el sujeto presentaba “un serio riesgo de reincidencia”.
No debe olvidarse tampoco a la agrupación kirchnerista “Vatayón militante” auspiciada por el entonces jefe del Servicio Penitenciario Víctor Hortel y cuya misión era lograr salidas de los penales de condenados por asesinatos y violaciones, sin autorización judicial ni custodia alguna, para engrosar actos partidarios. Tal el caso del ex baterista de Callejeros condenado por matar a su esposa prendiéndole fuego quien integró un conjunto musical en una de esas salidas.
En todos estos casos los magistrados intervinientes argumentaron que solo cumplieron con la ley 24.660 de ejecución penal la cual dispone que toda persona condenada se encuentre sometida a un régimen penitenciario progresivo que abarca diversas etapas, una de las cuales es la posibilidad de obtener salidas transitorias (art. 15) en función de diversos parámetros, tales como el tiempo que lleva en prisión en relación a la condena impuesta (arts. 16 y 17) y previo dictamen de organismos técnicos.
En el caso del presunto autor del crimen referido, el juez que le confiriera la salida transitoria por 24 horas, tuvo en cuenta que el nombrado había cumplido más de la mitad de la condena; que había alcanzado una calificación de 9 en conducta y 7 en concepto y que obtuvo un informe favorable de los peritos intervinientes, quienes entendieron que la medida a conceder tendía a -parece una paradoja- “estimular y fortalecer sus redes sociales”.
Por todo ello el juez le otorgó la salida transitoria el 19 de diciembre de 2014, pero al día siguiente no retornó al penal y nunca se activó su búsqueda hasta su reciente detención.
El tema seguridad es muy complejo dada la cantidad de actores intervinientes: jueces; fiscales; fuerzas policiales y penitenciarias y varios organismos como el Patronato de Liberados, entre otros.
Inexplicablemente muchos de quienes están a cargo de la seguridad en todos los niveles no son idóneos en la materia, comenzando por la titular del área nacional, incapaz de desactivar los cotidianos cortes de calles o rutas que, parece ignorar, constituyen delitos sancionados por el Código Penal.
Desde hace un tiempo se ha pretendido instalar en la sociedad un inexistente enfrentamiento entre quienes se denominan garantistas frente a los que -se dice- propician la mano dura, sin advertir que la solución al problema angustiante de la inseguridad no puede resolverse con un planteo maniqueista como el que se ventila.
Mucho se ha discutido en torno al poder disuasivo de las penas, esto es, si el agravamiento de las mismas contribuye o no a la disminución de los delitos. Pero cualquiera sea la corriente en que uno se enrole, hay dos circunstancias que no pueden desconocerse: es cierto que el sólo aumento de las penas no baja los índices delictivos, como ya ha sido comprobado en todos aquellos sistemas en que el agravamiento de las sanciones para ciertos delitos -inclusive la pena de muerte- no contribuyó a disminuir los ilícitos.
Y ello por una razón muy sencilla: el delincuente no lee el Código Penal ni se entera cuando se aumentó una pena. Y si de todas formas lo supiese, tampoco ese hecho le haría desistir de su raid delictivo por la circunstancia de estar convencido que no será descubierto ni detenido.
Pero también es cierto que el aumento de las penas, unido a otras modificaciones en los códigos procesales, lleva a disminuir la cantidad de ilícitos al evitar que el delincuente se recicle y vuelva a delinquir, como está demostrado hasta el hartazgo y surge de los casos testigos antes analizados. ¿Usted recuerda a alguno de los que hacen política berreta proponer cosas como éstas o simplemente pretender que las penas se cumplan tal como fueron impuestas por los jueces?
El art. 18 de la Constitución Nacional consagra una serie de garantías procesales tales como el hábeas corpus; o presumir que toda persona es inocente hasta tanto se demuestre su culpabilidad; que nadie pueda ser condenado sin un juicio previo fundado en una ley anterior al hecho imputado; que se garantice la defensa en juicio y el contar con un abogado; que ninguno pueda ser obligado a autoincriminarse; y que el proceso se sustancia ante el juez ya existente al momento de cometerse el delito.
Otras normas amplían el marco garantista al impedir que alguien pueda ser juzgado dos veces por el mismo hecho; o la regla de exclusión y la del “fruto del árbol envenenado” que permiten descartar pruebas obtenidas en violación a la ley; o en caso de reducción legal de una pena la nueva norma pueda ser aplicada a quien ya se encuentra condenado por la anterior normativa. Si todo ello es respetado y una persona finalmente es condenada por una sentencia firme cabe esperar que la misma cumpla la pena impuesta.
Pero ni la Constitución Nacional ni los tratados en materia de DD.HH incorporados por la reforma de 1994 (art. 75 inc. 22) exigen que las penas deban ser reducidas o morigeradas al cumplirse ciertos plazos o por buena conducta o situaciones similares, sino que ello surge del Código Penal y de los códigos de procedimientos que, por ser leyes, pueden ser modificadas por normas posteriores.
Ello es lo que acontece con la citada ley 24.660 y otras similares que hacen que muchas veces ese fin no se alcance, por disposiciones al menos insostenibles por no usar otros calificativos.
Tal el requisito de la buena conducta para obtener el beneficio de las salidas transitorias, ya que cae por su peso que estando recluido en una cárcel su comportamiento debe adecuarse a las reglamentaciones exigidas en la misma y que, de no hacerlo, puede ser pasible de las sanciones que tales dispositivos prevén.
Pero alcanzar buenas calificaciones -como si fuera un alumno de la primaria- puede merecer quizá que hice el pabellón nacional en las fiestas pero no aplica para interrumpir el cumplimiento de la pena.
Por tanto es hora que quienes tienen a su cargo esta problemática comiencen a tomar las medidas tendientes a asegurar a todos los habitantes el marco de seguridad al que todos tenemos derecho y que cabe al Estado instrumentar al ser el titular del monopolio de la fuerza, comenzando por los legisladores nacionales y provinciales que en forma urgente deben promover cambios en los códigos penal y procesales.
Si así no lo hicieren, que Dios y la Patria se lo demanden.
Más escuela, menos aula
Por Mariano Fernández Enguita
Sociólogo, catedrático en la Universidad Complutense. Buena parte de mi investigación ha estado dedicada a la educación, en particular a las desigualdades escolares, la organización de los centros, la participación social, la profesión docente y la política educativa.
También he trabajado y trabajo sobre desigualdades sociales, sociología de las organizaciones, sociología económica. Ahora me interesan especialmente las redes, la internet y, en general, lo que llamo, para que rime, sociedad o era global, informacional y transformacional (SEGIT).
Innovar es la
respuesta adaptativa a un entorno cambiante, en sentido amplio y elemental.
Suele decir Castells que no vivimos una época de cambio, sino un cambio de
época, esto es, hacia un futuro enteramente distinto –en parte ya aquí pero mal
repartido, Gibson dixit. Yo veo otra vuelta de tuerca: no solo es un cambio de
época sino que entramos en una época de cambio; no vamos a un nuevo equilibrio
estable, sino a una era transformacional, de cambio acelerado, permanente y
multidireccional, con implicaciones profundas para la educación.
En el mundo escolar
esto se manifiesta en cómo cambian en pocos años el público y el entorno de un
centro y el propio centro; en cómo se diversifican por ello los centros, aun
siendo en principio iguales (en particular los públicos), incluso vecinos,
tanto entre sí como internamente; en cómo cambia el ecosistema de los medios de
información, comunicación y aprendizaje que concurren y compiten con la
enseñanza. Este contexto en ebullición supone que el educador no puede
trasladar sin más lo aprendido en su formación inicial, lo observado en otro
contexto o lo practicado con anterioridad a la práctica en curso, sino que
precisa innovar, si bien esto consiste básicamente en recombinar elementos de
su bagaje profesional, de la experiencia propia y ajena y de ámbitos no
escolares. Educar es hoy, y será cada vez más, innovar sobre el terreno, a no
confundir ni con inventar desde cero en el nicho ni con la esperada reforma
desde arriba.
Pero la innovación,
además de ser posible y necesaria, ha de parecerlo, y casi todo conspira para
que no lo haga. A diferencia de la gran prensa que pierde lectores, las
empresas que luchan por la clientela o los partidos que ven desertar a sus
votantes, la escuela tiene un público cautivo, retenido por la obligatoriedad
y, antes y más allá de esta, por la delegación familiar de la custodia y el
credencialismo del mercado de trabajo. En otras palabras, apenas hay feedback,
nada que indique a la institución y la profesión qué poco público tendrían si
solo dependiese de su eficacia o su atractivo. Únanse a esto la formación parca
del maestro e inespecífica del profesor de secundaria, la ranciedumbre de las
facultades de Educación, el aislamiento del trabajo en el aula, la opacidad de
los centros y la asfixiante carga paleopolítica del debate educativo y se
entenderá tanto conservadurismo y tanta inercia pese a la urgencia y la
importancia del cambio. Pero el cambio vendrá: la cuestión es cómo, de dónde, a
qué coste (social, cultural e institucional, más que económico) y cuándo (para
cuántas cohortes llegará tarde). Un provocativo John Hennesy, presidente de la
Universidad de Stanford, de las que menos temen al futuro, dijo: "Se
acerca un tsunami. No puedo decir con exactitud cómo va a estallar, pero mi
intención es intentar navegarlo, no esperarlo ahí parado."
Sin duda lo que
llama con más fuerza a las puertas de la escuela es la tecnología. Infancia,
adolescencia y juventud viven ya de forma cotidiana con ella, los empleos que
esperan y los que vendrán requieren competencias digitales, las compañías
tecnológicas despliegan su oferta y las editoriales escolares renuevan la suya;
last but not least, una porción relevante del profesorado capta la necesidad y
las oportunidad y apuesta fuerte por la innovación. No son solo aparatos y
conductos (hardware), ni datos y algoritmos (software), sino tanto o más las
nuevas relaciones de comunicación y aprendizaje que se levantan sobre ellos,
opuestas a las viejas relaciones pedagógicas escolares: superación de límites
espaciotemporales, adaptación a ritmos y estilos personales de aprendizaje,
cooperación irrestricta entre iguales, interactividad incorporada a
dispositivos y aplicaciones, retroalimentación inmediata de datos y analíticas
sobre el aprendizaje mismo... Un entorno bullicioso y fascinante que hace
aparecer a la escuela, parafraseando a Marx, como "la tradición de todas
las generaciones muertas [que] oprime como una pesadilla el cerebro de los
vivos".
No va a ser fácil,
pues innovar en la escuela no es como hacerlo en la agricultura o la industria.
La docencia entraña una elevada porción del tipo de conocimiento que Polanyi
llamó tácito y Hippel pegajoso. Tácito, o muy difícil de formalizar, lo que
impide transmitirlo en una Facultad o con un libro (como montar en bicicleta,
algo que todos saben hacer pero no explicar, que todos aprenden sin que nadie
estudie). Pegajoso (sticky), porque es difícil separarlo del terreno en que se
crea y aplica y se ha de transmitir y adquirir en la colaboración profesional o
maestro-aprendiz. Por ello, aunque la presión venga de fuera y actores como
universidades, editores, tecnológicas, administraciones y otros deban y puedan
aportar, el proceso será de innovación distribuida y difusión horizontal.
La innovación
distribuida supone que cada docente, equipo, centro o red de centros harán su
propia innovación, aprendiendo unos de otros y ajustando y modificando lo
aprendido, en ningún caso importando, trasladando o generalizando fórmulas
comunes, llámense buenas prácticas, prácticas de éxito, educación basada en la
evidencia o cualquier otro eufemismo. Nótese que no sólo son distintos los
contextos y momentos sino también los actores, como lo son las capacidades y
limitaciones de cada profesor, equipo, claustro o comunidad. Supone que no
vendrá solo del profesor, ni de la dirección, sino de ambos, así como de grupos
intermedios o de otros actores implicados y colaboradores presentes en la
comunidad y ajenos al núcleo profesional.
La difusión
horizontal requiere condiciones hoy muy deterioradas. La primera, un contacto
fluido y suficiente entre los educadores, lo que no sucede de un aula a otra ni
en el breve recreo. Una visión equivocada de la profesión ha restringido la
presencia en el centro a poco más que las horas lectivas, convirtiendo la docencia
en un trabajo reducible por todos y reducido por muchos a empleo a tiempo
parcial (pagado a tiempo completo), y ha eliminado los tiempos y espacios de
contacto no planificado –dinamitando de paso la posibilidad de dedicar más
tiempo a los alumnos en riesgo. La solución no es compleja, aunque sí
complicada: la jornada (horario y calendario) laboral debe transcurrir en el
centro; eso sí, con el equipamiento adecuado y la flexibilidad necesaria, con
independencia de que se pueda reducir la carga lectiva. Fuera del centro,
administraciones, organizaciones profesionales, empresas proveedoras y otros
actores como las fundaciones deben potenciar la horizontalidad a través de
encuentros presenciales y redes virtuales.
Es importante
considerar que educar no es ya cosa de un docente con un grupo discente, ni
siquiera en primaria, donde de un tercio a la mitad del tiempo del alumno no
discurre con su maestro-tutor sino con especialistas, apoyos, monitores,
cuidadores y otros, sin contar con que cada año o cada dos cambia de profesor
principal, ni con bajas y traslados. Fuera de individuos carismáticos, pequeñas
variantes y experiencias efímeras, una educación eficaz, un proyecto
consistente o un proceso innovador requieren la escala de centro. Y a veces
más: redes de centros que permiten ampliar experiencias, distribuir la
experimentación y alcanzar economías de escala. También, dentro del centro, se
beneficia de la agrupación de aulas y la colaboración entre profesores, como en
los bien conocidos proyectos interdisciplinares o en la fusión de grupos con un
solo docente en grupos más amplios con equipos de dos o tres. La escala de
centro, en fin, ampara mejor la innovación individual, al reducir (y aceptar)
el riesgo de error e intensificar el feedback.
Toda organización,
como estructura estable al servicio de un fin, tiende a ser conservadora; un
centro escolar más, por su función de reproducción cultural, su base en la
conscripción obligatoria, la incertidumbre de sus resultados y la asimetría
entre profesión y público (a mediados del pasado siglo, P. Mort estimaba para
la escuela típica veinticinco años de retraso en la adopción de buenas
prácticas ya establecidas). La innovación necesita el impulso y liderazgo de la
dirección y la cooperación de los profesores, pero en la escuela pública (dos
tercios del alumnado), la primera tiene pocas competencias que no sean
administrativas, el claustro vive atomizado y el funcionario puede
desentenderse de todo. Estos problemas no existen en los centros privados, lo
que, unido a la necesidad de seducir a su público y a la frecuencia con que son
parte de redes más amplias, empresariales o religiosas, les dará, guste o no,
una ventaja sustancial en los próximos años.
Es justamente la
organización lo que ha de cambiar. Lo que cuenta no es el contenido sino las
relaciones: entre los alumnos y con los profesores, con contenidos y
materiales, con el entorno, la organización de espacio y tiempo... Si se
tratara del contenido se resolvería con buenos libros o buenos vídeos. El
problema es que los centros son poco más que montones de aulas apiladas y,
mientras que estas carecen de futuro (son el residuo de la escuela-fábrica y el
profesor-grifo), aquellos, que seguirán y crecerán porque no hay mejor lugar
fuera de la familia para los menores, no logran reinventar el suyo. Pero ese es
el camino: más escuela y menos aula.
También he trabajado y trabajo sobre desigualdades sociales, sociología de las organizaciones, sociología económica. Ahora me interesan especialmente las redes, la internet y, en general, lo que llamo, para que rime, sociedad o era global, informacional y transformacional (SEGIT).
Pero la innovación, además de ser posible y necesaria, ha de parecerlo, y casi todo conspira para que no lo haga. A diferencia de la gran prensa que pierde lectores, las empresas que luchan por la clientela o los partidos que ven desertar a sus votantes, la escuela tiene un público cautivo, retenido por la obligatoriedad y, antes y más allá de esta, por la delegación familiar de la custodia y el credencialismo del mercado de trabajo. En otras palabras, apenas hay feedback, nada que indique a la institución y la profesión qué poco público tendrían si solo dependiese de su eficacia o su atractivo. Únanse a esto la formación parca del maestro e inespecífica del profesor de secundaria, la ranciedumbre de las facultades de Educación, el aislamiento del trabajo en el aula, la opacidad de los centros y la asfixiante carga paleopolítica del debate educativo y se entenderá tanto conservadurismo y tanta inercia pese a la urgencia y la importancia del cambio. Pero el cambio vendrá: la cuestión es cómo, de dónde, a qué coste (social, cultural e institucional, más que económico) y cuándo (para cuántas cohortes llegará tarde). Un provocativo John Hennesy, presidente de la Universidad de Stanford, de las que menos temen al futuro, dijo: "Se acerca un tsunami. No puedo decir con exactitud cómo va a estallar, pero mi intención es intentar navegarlo, no esperarlo ahí parado."
No va a ser fácil, pues innovar en la escuela no es como hacerlo en la agricultura o la industria. La docencia entraña una elevada porción del tipo de conocimiento que Polanyi llamó tácito y Hippel pegajoso. Tácito, o muy difícil de formalizar, lo que impide transmitirlo en una Facultad o con un libro (como montar en bicicleta, algo que todos saben hacer pero no explicar, que todos aprenden sin que nadie estudie). Pegajoso (sticky), porque es difícil separarlo del terreno en que se crea y aplica y se ha de transmitir y adquirir en la colaboración profesional o maestro-aprendiz. Por ello, aunque la presión venga de fuera y actores como universidades, editores, tecnológicas, administraciones y otros deban y puedan aportar, el proceso será de innovación distribuida y difusión horizontal.
El 25 de Mayo de 1810 no fue un día de fiesta; fue un día de revolución
En el Cabildo se reunieron los “políticos” que estaban contra la corona española: eran los que soñaban con la libertad, la independencia. No solo se trató de un acto rebelde de los criollos, sino que fue el primer paso hacia la emancipación de nuestro continente del imperio español.
Mario Benedetti
El 25 de Mayo de 1810 no fue un día de fiesta; fue un día de revolución. En el Cabildo se reunieron los “políticos” que estaban contra la corona española: eran los que soñaban con la libertad, la independencia. No solo se trató de un acto rebelde de los criollos, sino que fue el primer paso hacia la emancipación de nuestro continente del imperio español.
La Revolución de Mayo, que nació bajo las ideas de la Revolución Francesa, está inconclusa. Los que quedaron en el poder fueron los vendepatria: Mariano Moreno fue envenenado, a San Martín lo exiliaron, Manuel Belgrano falleció en la marginación y la miseria, Bernardo de Monteagudo fue asesinado en un oscuro callejón limeño, Juan José Castelli murió en la cárcel con un cáncer, Artigas quedó desterrado en un rincon del Paraguay…
El 25 de Mayo es el día en que triunfan los partidarios de la emancipación por sobre los que querían seguir a la espera del rey de España. Ese es el día de la Revolución; recién en 1816, el 9 de Julio, se declara la Independencia nuestra … pero las revolución ya estaba retrocediendo, dando lugar al “orden” de estanciero y mercaderes.
Es imprescindible que la vocación democrática ya demostrada por el ideario de la Revolución de Mayo continúe; es preciso seguir construyendo un sujeto independiente, con capacidad de decisión, con autonomía. De eso se trata la libertad: tomar conciencia de nuestra situación, poder ver el contexto más amplio que implica nuestra crisis, luchar por un proyecto de amplia base popular y contenido emancipador.
Cuando se habla de libertad, también se habla de igualdad. Ese es el desafío que tenemos por delante: construir una Patria democrática, libre, inclusiva e igualitaria. No hay libertad sin democracia, no hay libertad sin distribución democrática de la riqueza. La articulación que posibilita la democracia es la que nos permite vivir en libertad y trabajar para lograr la “noble igualdad”. Dos breves textos nos ayudan en este momento y las tareas que nos demanda nuestro compromiso con las causas populares.
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Carta del Che a los argentinos
El 25 de mayo de 1962, con motivo de la Revolución de Mayo, el Comandante ERNESTO CHE GUEVARA nos dejó un mensaje que hoy cobra mas vigencia que nunca. Para tenerlo siempre presente, aquí van algunos fragmentos de sus palabras, dichas en un agasajo del gobierno cubano a un grupo de compañeros argentinos reunidos para conmemorar la fecha patria:
“… si nuestro pueblo aprende bien las lecciones, si no se deja engañar de nuevo, si no se suceden nuevas y pequeñas escaramuzas que lo alejen del objetivo central que debe ser tomar el poder, nada mas ni nada menos que tomar el poder, podrán darse en Argentina condiciones nuevas, las condiciones que en su época representa el 25 de mayo, las condiciones de un cambio total. Solamente que en este momento el colonialismo y el imperialismo, el cambio total significa el paso que nosotros hemos dado, el paso hacia la declaración de la Revolución Socialista y el establecimiento de un poder que se dedique a la construcción del Socialismo … de tal manera que también cae una gran responsabilidad sobre ustedes: la responsabilidad de saber luchar y de saber dirigir a un pueblo que está expresando de todas las maneras concebibles la decisión de destruir las viejas cadenas y de liberarse de las nuevas cadenas con que amenaza amarrarlo el imperialismo. Tomemos pues el ejemplo manido de Mayo, el ejemplo tantas veces distorsionado de Mayo. Pensemos en la unidad indestructible de nuestro continente … pensemos que solo somos una parte de un ejercito que lucha por la liberación en cada pedazo del mundo donde todavía no se ha logrado y aprestémonos a celebrar otro 25 de mayo, ya no en esta tierra generosa sino en la tierra propia y bajo símbolos nuevos, bajo el símbolo de la victoria, bajo el símbolo de la construcción del socialismo, bajo el símbolo del futuro… ”
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Bicentenario de la Revolución de Mayo
Adolfo Pérez Esquivel
En el 2010 el país va a celebrar el Bicentenario de la Revolución de Mayo, ese grito de libertad… el interrogante es para quién: si para una elite de privilegiados o si ese grito de libertad, de nacionalidad, es para todos. Evidentemente, si vemos esto a 200 años, no ha sido para todos, porque los indígenas fueron discriminados y les están quitando las tierras hasta el día de hoy, los están reprimiendo, no les permiten crecer como pueblo, los tienen sometidos y dominados. Lo mismo que hicieron los conquistadores. Entonces uno se pregunta: ¿qué ha pasado en estos 200 años de nacionalidad, de democracia, de democraduras – como dice Eduardo Galeano – que supimos conseguir? ¿Qué es lo que pasa que hay ciudadanos de primera, de segunda, de tercera y de cuarta? ¿De qué democracia estamos hablando?
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