por María Amelia Irastorza
La realidad sociopolítica argentina está muy bien representada en la fábula de “La cigarra y la hormiga”. Allí, la hormiga -mientras trabaja incansablemente durante el verano para guardar para el invierno- sufre la burla y las críticas de la cigarra quien aprovecha el buen tiempo para disfrutar. Pero el verano llega a su fin...
...“Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó, y se ufanó de su arte, y al llegar el invierno se encontró sin nada: ni una mosca, ni un gusano.
Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su grano hasta la llegada de la próxima estación.
Mas la hormiga le preguntó a la cigarra:
- ¿Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello?
- Cantaba noche y día libremente -- respondió la despreocupada cigarra.
- ¿Conque cantabas? ¡Me gusta tu frescura! Pues entonces ponte ahora a bailar, amiga mía.”
Jean de la Fontaine
En estos tiempos difíciles en los que el derroche y la imprevisibilidad de los gobernantes se hace visible, rodeados de estadísticas inventadas para que “los números cierren”, agobiados por impuestos y por el desparpajo con el que los “elegidos por el Pueblo” regalan el dinero que no les pertenece a aquellos que los aplauden, surge la tentación de expresiones como: “¡te lo dije!”
En épocas de “vacas gordas”, hay quienes ven las cosas con anticipación y saben que lo que ocurre es desacertado, aún cuando quienes los rodean los tratan de locos, los silban. Y a pesar de ello, estos “impopulares” son los que generalmente terminan pagando las cuentas de quienes no supieron guardar. Sin duda, no es fácil objetar cuando la marea va hacia el lado contrario.
Se necesita valentía para compensar la sordera de los tontos y el oportunismo de los vivos, por lo que la única posibilidad es confiar en que el tiempo dirá….
Y como el derroche no puede durar para siempre, cuando madura la crisis, seguramente los buenos ciudadanos intentan recoger los platos rotos y salen a organizar ollas populares para los que recibían subsidios para que se manifestaran pero no trabajaran. Mientras tanto, los académicos que explicaban los modelos sagrados y los dirigentes populares que saludaban desde las tarimas y, de ser posible, desde los balcones, hacen un prudente silencio o bien echan la culpa hacia otro lado, a la espera de que el sol vuelva a calentar y ellos puedan tomar el avión de regreso. La vida está llena de oportunidades.
No es fácil seguir levantándose temprano mientras otros sólo trabajan desde una foto; seguir cosechando sabiendo que el 80% se lo llevará el Estado, o, mejor dicho, los “okupas” del Estado. Y, probablemente, todo esto se vuelve más insoportable cuando estos veraneantes (estas verdaderas cigarras) demonizan a quien, inevitablemente, paga el precio de la fiesta.
Y aunque nos enseñaron que está mal sentir rencor, resulta tentador no invitar a estos charlatanes de feria a que, ya que somos tan imprescindibles y malignos, prescindan del agro y se animen a ALIMENTAR al amado pueblo mediante bicicletas financieras, estampillas de correo con los logros del Gobierno, y remeras de la juventud maravillosa. La verdad es que si me preguntan con quien me quedaría en una isla desierta elegiría un agricultor, y no a un dirigente nacional y popular.
Pero, claro, mientras que en Australia hay calcomanías que rezan “Agradezca a un agricultor por su próxima comida”, en nuestro país parece ser que los agricultores son desestabilizadores y golpistas, aunque ya no sé bien qué significan estos términos porque también nos han reinventado el lenguaje para vaciarlo de sentido –igual que a los bolsillos.
Se han cansado de robar.
Han logrado tergiversar las palabras.
Han mentido con las estadísticas.
Han generado división y discordia.
Han propiciado la vagancia.
Aún así, lo único que pareciera estar mal es decir esto en voz alta.
Sin embargo, poco bien nos hace pensarnos como víctimas, ya que desde muchas instituciones y desde muchas actitudes personales hemos avalado y propiciado lo que hoy ocurre. Tenemos el mal hábito de rasgarnos las vestiduras… mientras aprovechamos la ocasión e intentamos hacer un “negocito” o lograr algún puesto, algún reconocimiento o, simplemente, alguna foto junto a los amigos del poder. Eso sí, ni hablemos de sentirnos responsables… Cada uno hace lo que le conviene, y así nos va.
Los pueblos tienen los dirigentes que se merecen. Sería infantil decir que el Pueblo es bueno y que vota con buena intención pero luego que los votados son malos.
El Pueblo no es más un conjunto de individuos, muchos de los cuales son tan ventajeros y oportunistas como sus representantes, quienes no llegan a los cargos por casualidad. Tenemos presidentes de instituciones reconocidas que están en su silla a los efectos de hacer negocios personales, rodeados de séquitos de incompetentes que no quieren meterse en problemas y avalan con su actitud los desaguisados que critican. Ni mencionar que, a la hora de quedar bien con el poderoso de turno, organizaciones intermedias, en las que incluyo las sindicales, que deberían ser independientes de lo partidario, se regodean en apoyar públicamente al poderoso de turno. Y, una vez más, así nos va…
Por eso, amigos, como en “la cigarra y la hormiga”, ya que “cantamos y bailamos” durante el verano, ahora que ya pasó... nos toca bailar...
Mucha suerte, para todos y todas.
La hormiga y la cigarra.
La hormiga trabaja a brazo partido todo el verano bajo un calor aplastante. Construye su casa y se aprovisiona de víveres para el invierno. La cigarra piensa que la hormiga es tonta y se pasa el verano riendo, bailando y jugando. Cuando llega el invierno, la hormiga se refugia en su casita donde tiene todo lo que le hace falta hasta la primavera. La cigarra tiritando, sin comida y sin cobijo,..muere de frío
Moralejas:
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