Por Lautaro Armani*. Uno de los levantamientos en régimen dictatorial más fuerte de nuestro país, el Cordobazo de 1969 gestó entre obreros y estudiantes la unión del campo popular. Un nuevo aniversario reescribe sus postulados.
Los atropellos, la opresión, el desconocimiento de un sin números de derechos.
Se paraliza totalmente la ciudad. Nadie trabaja. Todos protestan. El gobierno reprime.
Paro general de 36 horas, estallido popular, la rebeldía contra tanta injusticia, contra los asesinatos, contra los atropellos. La policía retrocede. Nadie controla la situación.
Es el pueblo. Son las bases sindicales y estudiantes que luchan enardecidas. Es el apoyo total de la población. Es la toma de conciencia contra tantas prohibiciones. Nada de tutelas ni de usurpadores del poder. Esta magnífica capacidad de síntesis es de Agustín Tosco.
Lo que conocemos como Cordobazo tiene una potencia tal que lo sitúa como un acontecimiento con todas las letras. Todas las fuerzas de la estructura se conjugan y conjuran para negar la existencia de lo sucedido, que se presenta como estructuralmente imposible. El acontecimiento es la posibilidad efectiva de ese imposible estructural. Lo que antes no pasaba, ahora pasa. El Gringo Tosco lo llamó "hecho de real trascendencia histórica". Un pueblo busca liberarse para construir una vida mejor, porque sabe que puede vivirla. Hablan voces inauditas. Ya no es un imposible estructural.
29 de mayo de 1969. Ciudad de Córdoba. Columnas y columnas de trabajadores salen de las principales fábricas movilizadas en contra de las políticas de represión y ajuste económico de la dictadura de Onganía.
Un decreto nacional quería eliminar el "sábado inglés", lo que implicaba un recorte del diez por ciento en los salarios. Al mismo tiempo, los empresarios pedían, para reducir costos laborales, que se anularan las "quitas zonales", un plus que cobraban los trabajadores de fábricas ubicadas en zonas periféricas. Pero lejos están de ser estos los únicos motivos del estallido.
A las once empezó el paro. En las fábricas, los dirigentes ni siquiera tuvieron que convocar a los trabajadores. Todos se fueron encolumnando detrás de los carteles. El silencio estaba a punto de romperse. Se iban desplegando cartelones de vereda a vereda, donde se leían los nombres de las distintas agrupaciones. A la cabeza de la columna, un cartel enorme que decía "Paro Activo". A su paso, las filas se iban engrosando. La gente salía de todos lados.
Los que no salían a la calle estaban en los balcones y los techos para ver qué pasaba. No era cualquier día, y eso estaba claro. Centenares de estudiantes universitarios se concentran en el barrio Clínicas a la espera de las columnas trabajadoras.
-¡Obreros y estudiantes / unidos adelante!
Toman las calles.
Sabemos cómo sigue. La policía hace lo que su función prescribe: reprime. Balas, gases y muertos. Con la diferencia de que esta vez enfrente encuentran la dignidad de un pueblo. Pasado el mediodía, los motoqueros cual chasquis, llevan la noticia de la muerte de un compañero. Era Máximo Mena del Sindicato de Mecánicos. Lo que consiguen es enardecer aún más al pueblo sublevado, que contesta con más piedras, molotovs y barricadas. Los policías empezaron a retroceder.
-¿Cómo decís Gringo? No te oigo bien.
- Esto es increíble, no puede ser. Acá la gente salió por las suyas, acá se murieron los dirigentes... ¡Acá ya nadie dirige nada, es increíble!
La policía del gobierno había perdido la ciudad. Consecutivamente, el gobernador pide ayuda al Ministerio del Interior de Nación. Llega el momento para que el ejército entre en acción. Entre la retirada policial y la llegada del ejército separan varias horas de control popular. Con los primeros contingentes del ejército, la consigna es repliegue y resistir hasta donde se pueda.
-¡Entren a las casas!
-¡Suban a los techos!
-¡Se viene el ejército, carajo!
Días después, el general Sánchez Lahoz diría: "Me pareció ser el jefe de un ejército británico durante las invasiones inglesas. La gente tiraba de todo desde sus balcones y azoteas..."
Una verdadera insurrección popular. Lo que parece comenzar como un reclamo corporativo, nunca lo fue. El accionar del movimiento obrero se presenta como la voluntad organizada del pueblo, recogiendo las aspiraciones legítimas de otros sectores. Obreros, casi la totalidad de las agrupaciones estudiantiles, organizaciones políticas, conjuntamente con un sinnúmero de marchas vecinales y protestas callejeras ciudadanas de todo tipo confluyeron y afirmaron en su práctica que el pueblo es el único protagonista de su destino.
La batalla deja como saldo decenas de muertos y centenares de detenidos. El Programa del 1° de Mayo de la CGT de los Argentinos anacrónicamente agregaría: "Pero nada nos habrá de detener, ni la cárcel ni la muerte. Porque no se puede encarcelar y matar a todo el pueblo y porque la inmensa mayoría sabe que sólo el pueblo salvará al pueblo."
La efeméride siempre nos lleva al mismo interrogante: ¿Por qué recuperar la fecha? ¿Qué lectura es posible hacer desde el presente que lo incluya a éste? En la medida en que el pueblo se define por su pasado en común, en la historia va a estar el reservorio de las potencias. Walsh decía que las clases dominantes se esforzaron siempre porque los trabajadores no tengan historia, no tengan héroes ni mártires. Así, cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.
Acontecimientos como el Cordobazo, y la recuperación por nosotros, tal vez haga posible que se quiebre el círculo.
*Integrante de Alegre Rebeldía.
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