La mayoría de los panameños de hoy no recuerdan, pues nacieron después de 1979 o porque eran todavía muy pequeños, que existió en el corazón geográfico del país, en el límite de las ciudades de Panamá y Colón y de Arraiján, la Zona del Canal como un enclave de tipo colonial. Se trataba de un territorio extranjero con leyes y autoridades norteamericanas en donde se discriminaba y despreciaba a los panameños. Territorio delimitado por una cerca, el muro de la ignominia, que separaba dos comunidades desiguales, la panameña y la estadounidense. Territorio que además partía el país en dos partes unidas apenas por un pequeño y lento ferry que atravesaba el Canal en La Boca y luego por un puente en ese mismo lugar, que llamamos de las Américas, inaugurado en octubre de 1962. Muchos panameños de hoy no lo recuerdan porque no lo vivieron, cuando surgió, desde principios de la década de 1950, una religión patriótica, la de “Panamá Soberana”, que reivindicaba el territorio de la Zona del Canal y el Canal de Panamá, y que terminó por lograr su cometido. Esta es la breve historia de esa conquista, de esa recuperación territorial, de honor y dignidad que sucede en una odisea que alcanza su mayor dramatismo con la gesta del 9 de enero de 1964.
La Zona del Canal, enclave colonial en el corazón de la República.
La Zona del Canal se crea en 1904 como un territorio de 1,432 kilómetros cuadrados entre el Atlántico y el Pacífico alrededor de la vía interoceánica, bajo jurisdicción exclusiva de los Estados Unidos. Se desarrolla rápidamente como un enclave de tipo colonial en el corazón de Panamá. Se instaura desde el principio, en la Zona del Canal, una segregación social y racial rigurosa legalmente constituida, separándose la población en blancos y de color, con sus poblados, viviendas, escuelas, dispensarios, almacenes, fondas, restaurantes y transporte público segregados. Habrá beneficios menores para los negros al igual que una justicia selectiva en la que los panameños y los negros llevan la peor parte. Se crean dos grupos de paga muy inequitativa: los de silver roll, empleados de color y los del gold roll, empleados blancos de origen norteamericano de preferencia. Se practica el “apartheid” como en Sudáfrica y se discrimina al panameño. Se impone el inglés como lengua oficial. Se aplican las leyes de Estados Unidos y los panameños son tratados como extranjeros indeseables que incursionan en un territorio de otra potencia. Solo pueden vivir y circular libremente en la Zona del Canal los empleados por el gobierno de Estados Unidos, civiles y militares. Policías, tribunales, jueces y funcionarios federales, con sus temibles cárceles, intimidan a los panameños y los mantienen fuera del territorio. Atrapar un mango que cae de los numerosos árboles que florecen en la Zona del Canal, cometer una falta de tránsito o arrojar basura en la calle es un grave delito penado al igual que cazar en sus tupidos bosques creados para mantener a los panameños a lo lejos del oasis de opulencia y de prosperidad, con sus casas bien cuidadas en medio de prados impecables y jardines magníficos, todo pulcro y limpio. Toda esa ciudad jardín es pagada con los altos ingresos por la operación del Canal mientras que Panamá solo recibe, por ese motivo, una anualidad de migajas.
El cerro Ancón queda en la Zona del Canal y se convierte en el símbolo del territorio perdido, cantado en hermoso poema por la poetisa Amelia Denis de Icaza. Pero esa situación del enclave colonial no puede durar eternamente. Mientras tanto, Panamá está creciendo y se está poblando; los panameños, en especial los jóvenes estudiantes, son cada vez más conscientes de que tienen clavado en el corazón de su territorio la espina de una colonia extranjera, en donde son vejados todos los días. Territorio en el que además se impide que se aplique plenamente la soberanía panameña. Nace así desde principios de la década de 1950 la religión de “Panamá soberana” con sus rituales laicos, se fortalece el nacionalismo que se extiende a todas las capas sociales y aparece la siembra de banderas por parte de grupos de patriotas en la Zona del Canal. Es un gesto pacífico pero lleno de fuerte significado simbólico que tendrá felices consecuencias mucho más tarde, a fines de la década de 1970.
Panamá plenamente soberana y dueña del Canal
El 1 de octubre de 1979 sucede un evento fenomenal, un verdadero sueño para todos los panameños: ese día desapareció la Zona del Canal y Panamá pudo ejercer su jurisdicción sobre todo su territorio, la cual había perdido de hecho desde 1904. Su bandera pudo flotar, al fin, de frontera a frontera entre Colombia y Costa Rica y no hubo más policías, ni jueces, ni tribunales, ni cárceles, ni leyes extranjeras en el suelo patrio. Cesó en esa fecha un sistema bochornoso en el corazón del país y de América, entre las ciudades de Panamá y Colón, dominado desde 1904 por la discriminación y el apartheid contra los panameños y la gente de color. Sistema que hacía que los panameños fueran extranjeros y ciudadanos de clase inferior en parte de su propia tierra y que impedía aprovechar plenamente el principal recurso natural del país, la excepcional posición geográfica y las tierras aledañas al Canal de Panamá.
El 31 de diciembre de 1999 ocurre otro acontecimiento impensable para generaciones de panameños: pasó el canal interoceánico y todas sus instalaciones al exclusivo control de la República de Panamá, ganando el país un bien muy productivo que podrá administrar para provecho de todo su pueblo. Se completó, de tal forma, el sueño de generaciones de panameños que lucharon, con las armas de la razón y de la justicia, para que Panamá pudiera ejercer la plena soberanía en todo el país y explotar totalmente su posición geográfica, su principal recurso natural. Panamá se aprovecha de los ingentes recursos del Canal que va a administrar mucho mejor que los estadounidenses, obra interoceánica que moderniza rápidamente y que comienza a ampliar desde 2011 con un tercer juego de esclusas para transportar barcos más grandes. Mientras tanto y desde 1979 los poblados y las bases militares de la antigua Zona del Canal van a ser vendidos, ocupados y transformados por miles de panameños, por empresas nuevas y grandes puertos internacionales y se integran a las ciudades de Panamá y Colón. Se convierten en el área más dinámica del país en donde al fin pueden circular los panameños sin ningún obstáculo como en el resto del territorio nacional.
¿Cómo llegamos hasta esa situación?
El 9 de enero de 1964 propicia los acontecimientos increíbles para generaciones de panameños que soñaban con liberar al país y que hacen cambiar, radicalmente, la relación de fuerzas entre la República de Panamá y los Estados Unidos de América e inauguran una nueva era en su historia conjunta. Gracias a esos eventos se inicia ese mismo año una negociación más radical que concluye finalmente con la concertación de los Tratados Torrijos-Carter de 7 de septiembre de 1977. Estos convenios internacionales ponen fin a la Zona del Canal y a la perpetuidad de la extraordinaria concesión otorgada por Panamá a Estados Unidos en 1903 en circunstancias dudosas, por un francés, Philippe Bunau-Varilla, que traicionó a los próceres y su objetivo de lograr la construcción del Canal de Panamá con todas las ventajas para la nueva república. Esos tratados Torrijos-Carter, producto de 13 años de largas y complejas negociaciones entre los dos países, abrogan el Tratado Hay-Bunau Varilla del 18 de diciembre de 1903 y le otorgan a Panamá una reparación moral y material ante una injusticia histórica, y un nuevo sentido de dignidad. Justifican las acciones y el sacrificio de los jóvenes próceres del 9 de enero de 1964.
Los acontecimientos de principios de enero de 1964, surgen del protagonismo del pueblo panameño que se unió frente a la agresión injustificada de la población zoneíta y de las fuerzas armadas estadounidenses. Estas enfrentaron a los jóvenes estudiantes del Instituto Nacional que penetraron de manera pacífica el 9 de enero de 1964 en la Zona del Canal para izar la bandera panameña en la Escuela Secundaria de Balboa junto a la estadounidense, en cumplimiento de un pacto solemne entre los gobiernos de Panamá y Estados Unidos, acuerdo que desconocían los zoneítas. Se trataba de jóvenes estudiosos, inspirados en los escritores y poetas, en los intelectuales y los patriotas panameños que lucharon desde el inicio de la vida de la república por la solución de una situación anormal que surgió de la traición sufrida por los próceres en 1903 mediante el tratado Hay-Bunau Varilla y de la imposición del imperialismo de Estados Unidos en Panamá por el presidente Teodoro Roosevelt.
¿Quiénes fueron los héroes del 9 de enero?
Los mártires caídos bajo la metralla americana o sus consecuencias entre el 9 y el 12 de enero de 1964 se convierten así, en los más jóvenes próceres de la república y sus nombres quedarán inscritos en letras de oro para recuerdo y ejemplo de la posteridad. Fueron panameños humildes y anónimos, que actuaron movidos por un ideal patriótico, como reacción espontánea y natural de un pueblo herido a la ofensa al pabellón panameño infligida por los soldados estadounidenses y la turba norteamericana que ignoraba el compromiso y la autoridad de su propio gobierno. La mayoría cayó en una acción directa de protesta. Otros, de manera accidental, fueron abatidos sofocados por el humo de incendios o de las bombas lacrimógenas o por balas perdidas que provenían de la Zona del Canal. La mayoría murió en Panamá y algunos en Colón. Todos, al fin, serán héroes porque sufrieron la misma suerte por eventos de resistencia a una acción armada extranjera.
Los mártires de enero, en orden alfabético y con sus edades entre paréntesis, son Ascanio Arosemena Chávez (20), Maritza Ávila Alabarca (6 meses), Luis Vicente Bonilla Caco (15), José del Cid Cobos (16), Teófilo Belisario de la Torre (38), Gonzalo Antonio Crance Robles (14), Víctor Manuel Garibaldo Figueroa (29), José Enrique Gil (17), Ezequiel González Meneses (28), Víctor Manuel Iglesias Kandwich (26), Rosa Elena Landecho Lasso (13), Carlos Renato Lara (18), Rogelio Lara Arrocha (69), Ricardo Murgas Villamonte (40), Alberto Nicolás Constance (35), Etanislao Orobio Williams (18), Jacinto Palacios Cobos (23), Ovidio Lizardo Saldaña (25), Rodofo Sánchez Benítez (33), Alberto Luis Oriol Tejada (36) y Celestino Villarueta Ruiz (43). Esta pléyade de héroes entregó su vida, en Panamá y Colón en las jornadas de enero de 1964, por la patria panameña herida en su dignidad. Fueron 21 hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes arrojados, que sufrieron la metralla extranjera. Se añaden a centenares de otros compatriotas heridos de bala y hasta de bayoneta, entre el 9 y el 12 de enero de 1964, algunos lisiados para siempre. Se unen a decenas de miles de panameños que sufrieron el escarnio y la agresión descontrolada de los zoneítas y de los soldados del Comando Sur. Ellos son los que borran, con su sacrificio, la afrenta del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 y sus enmiendas en 1936 y 1955 las cuales, a pesar de los progresos relativos que traen para Panamá, no logran eliminar la causa profunda del colonialismo que sufre el país y la presencia de un estado extranjero que domina en su corazón, en la zona más valiosa de su territorio.
Testimonios.
El escritor David Robinson, familiar de Estanislao Orobio Williams comenta, que Estanislao tenía 18 años, estudiaba en la nocturna del Instituto Nicolás Victoria Jaén. La noche del 9 de enero decenas de estudiantes salen del colegio hacia la Zona del Canal, él portaba la bandera, es abatido por dos proyectiles, herido es conducido al Hospital Santo Tomás, muere el 11 de enero. Sus últimas palabras fueron todo es por la patria. Ernesto Endara le dedica a Estanislao, la obra teatral Una Bandera Premio Ricardo Miró en 1977. Ezequiel González Meneses, mártir penonomeño, también estudiante del mismo colegio nocturno, es muerto en la misma acción patriótica.
El profesor José Alberto Del Cid Felipe, hermano de dos mártires, Jacinto Palacios Cobos y José Del Cid , manifiesta que Jacinto no llegaba a la casa y su madre envía a su hermano José a buscarlo. Los dos mueren, el 9 de enero en la Avenida 4 de julio, hoy Avenida de los Mártires. Agregó que también dos primos mueren ese mismo día, la niña Rosa Elena Landecho Robles (13), estaba en su casa, en San Miguel y le dispararon desde la Zona del Canal y Gonzalo Crane Robles (14).
El Dr. Rodolfo Ermocilla Bellido, es el patálogo que atiende a Ascanio Arosemena muere por una bala calibre 45, le dedica su poema Panameño tú siempre dices sí.
El Dr. Guillermo Rolla Pimentel, es golpeado por los zonians cuando recoge a los heridos colonenses, era médico del Hospital Amador Guerrero. La bandera de los manifestantes de Colón fue entregada por él, al Municipio de Colón. Afirma que Andrés Galván y otros dirigentes de esa provincia fueron detenidos por el oficial Omar Torrijos, siguiendo órdenes de Bolívar Vallarino, jefe de la Guardia Nacional.
El Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 y sus enmiendas.
Hace más de un siglo una revolución nacionalista de los panameños apoyada por el presidente Teodoro Roosevelt triunfará rápidamente y creará en los primeros días de noviembre de 1903 la República de Panamá. El nuevo estado soberano, por largo tiempo convertido en protectorado estadounidense, otorgó rápidamente a la potencia del norte el 18 de noviembre y mediante la Convención del Canal Ístmico mejor llamada Tratado Hay-Bunau Varilla los derechos, a perpetuidad, para construir y operar un canal entre ambos océanos, en el corazón de su territorio y una zona adyacente al curso de la vía interoceánica en la cual los estadounidenses actuarían para siempre “como si fueran soberanos”. Se trata de una faja de tierra de 10 millas de ancho de un océano a otro incluyendo algunos barrios de su capital y de los puertos terminales del ferrocarril transístmico, en Panamá y Colón, además de islas de la bahía de Panamá. Zona del Canal que surge a causa de un tratado que ningún panameño firmó, que lo hizo Philippe Bunau-Varilla, el ministro plenipotenciario nombrado en Washington, sobrepasando los poderes que le otorgaron los creadores de la República de Panamá, con el propósito de vender más fácilmente los bienes de la empresa francesa que construía la vía interoceánica.
Los Estados Unidos crean una estructura administrativa, política, económica, demográfica y cultural dependiente directamente de su territorio continental y de su gobierno. La apropiación privada de la tierra, la vivienda y los medios de producción desaparece en la Zona del Canal en provecho de agencias del Gobierno de los Estados Unidos. Se crean empresas de propiedad del Gobierno norteamericano de tipo industrial, de tipo comercial y de prestación de servicios profesionales como almacenes, zapaterías, hoteles, restaurantes, bancos, aseguradoras, etc. Se establece una estructura para prestar servicios comunales que será independiente de la panameña como escuelas, bomberos, correos, dispensarios, hospitales, cárceles y tribunales.
En 1911 se cortan los últimos vínculos demográficos con Panamá cuando se lanza la orden de despoblación que concierne a la población autóctona la cual debe abandonar la Zona del Canal desde el año siguiente. Ese año de 1911 marca, además, el inicio de la transformación del territorio de la Zona del Canal en una sucesión de bases militares del ejército de tierra y de la marina para la defensa al principio del Canal, ubicadas en sus entradas del Pacífico y del Caribe. Bases militares a las que más tarde se añaden las de la fuerza aérea que luego se transformarán en parte del aparato de defensa estratégica de Estados Unidos bajo el Comando Sur.
La lucha nacionalista por reparar las máculas del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 comienza desde el inicio del devenir republicano y encuentra dos momentos cumbres, en 1936 y en 1955, cuando luego de largas y difíciles negociaciones Panamá y Estados Unidos convienen en revisarlo para enmendar algunas de sus cláusulas más oprobiosas. Es la etapa revisionista en la que se distingue, primero, el presidente Franklin Delano Roosevelt cuyo gobierno, bajo el lema de la política del Buen Vecino, propone al gobierno panameño bajo el presidente Harmodio Arias Madrid revisar el Tratado de 1903 mediante el tratado Arias-Roosevelt de 1936. Por este tratado cesa el protectorado y se inmovilizan las fronteras de la Zona del Canal que no puede seguir expandiéndose en el territorio nacional. Luego, bajo el gobierno del presidente José Antonio Remón Cantera se propone una segunda revisión llevada por el gobierno del presidente Dwight Eisenhower, en 1955, para lograr avances más bien en los temas económicos y comerciales. Mientras tanto están sucediendo cambios fundamentales en el orden internacional, en el escenario mundial, que tendrán su fuerte repercusión en Panamá y su relación con Estados Unidos.
Los grandes cambios en la escena internacional.
El mundo cambia vertiginosamente después de la Segunda Guerra Mundial y los pequeños y más débiles países comienzan a unirse en defensa de sus derechos. Surge en 1945 la Organización de Naciones Unidas como foro de convivencia entre los países y los pueblos y fuente de orden internacional, para asegurar la paz y la seguridad en el mundo. La Conferencia de Bandung, celebrada a mediados de la década de 1950 en Indonesia, inaugura la entrada en escena del llamado Tercer Mundo. Al año siguiente se reúnen en Yugoeslavia, tres mandatarios prestigiosos, el presidente Tito, Nerhu de la India y Nasser de Egipto quienes crean la Asociación de Países No Alineados, cuyos líderes representan a centenares de millones de seres humanos. Esta agrupación internacional otorga mayor beligerancia a países pequeños y medianos que crean un fuerte bloque en las Naciones Unidas. Ellos, en principio, se alejan de la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética, las superpotencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial, ahora enfrascadas en la Guerra Fría.
Egipto, en 1956, bajo el mando de Gamal Abdel Nasser, nacionaliza el Canal de Suez, la vía intermarina hermana del Canal de Panamá. Se rebela Egipto en contra de las potencias coloniales más poderosas de Europa, Gran Bretaña y Francia y su lucha tiene éxito, gracias también, es cierto, a la actitud de la potencia americana que por razones geopolíticas no apoya a sus grandes aliados europeos. Este acontecimiento causó honda inquietud en los altos mandos estadounidenses que tenían que ver con Panamá. Temían que el ejemplo impulsara a Panamá a una aventura semejante o que simplemente les otorgase, a los nacionalistas panameños, la inspiración para aventura semejante. Más cerca de nosotros, en Cuba, en sus serranías y en sus llanuras, luchan los revolucionarios encabezados por Fidel Castro por derrocar a un dictador amigo de Estados Unidos, y tienen éxito en 1958. Poco tiempo después fundan un Estado socialista en 1961 que se convierte en satélite de la Unión Soviética, trayendo la Guerra Fría a la cuenca del Caribe, a las puertas del Canal de Panamá. Mientras suceden estos cambios en el mundo, en la década de 1950 surge en Panamá con más fuerza la filosofía de abrogar el inicuo tratado de 1903 y sus enmiendas y de concertar uno enteramente nuevo con pronta fecha de caducidad. Se manifiesta de manera concreta y simbólica esta nueva mentalidad mediante la siembra de banderas en el territorio de la Zona del Canal en el cual Panamá nunca cedió soberanía como lo reconocen los mismos norteamericanos en territorio en donde no se nace, por esa razón, con la ciudadanía estadounidense.
La siembra de banderas en la Zona del Canal.
El 2 de mayo de 1958, un grupo de jóvenes de la Unión de Estudiantes Universitarios, bajo el liderazgo de Carlos Arellano Lennox, Ricardo Arturo Ríos Torres, Julio César Alcedo, Valentín Corrales, Julio Rovi, Anel Rodríguez y otros, organizan la Operación Soberanía. Decenas de jóvenes penetran en la Zona del Canal y simultáneamente “siembran” setenta y cinco banderas panameñas en puntos estratégicos del área canalera, en especial en el prado del simbólico edificio de administración, sede del gobernador extranjero. ***Se trata de un movimiento cívico, pacífico y patriótico, que se corresponde con el mandato del IIo Congreso Extraordinario de la Federación de Estudiantes de Panamá, celebrado en el Instituto Nacional en diciembre de 1957 que establece como prioridad del movimiento estudiantil la lucha por la plena jurisdicción panameña en todo el territorio nacional. Soberanía es la palabra de orden. Pero este incidente revela un movimiento social y político más hondo y más amplio que lo que en ese tiempo se pudiera sospechar. La clase media profesional, con intelectuales vanguardistas y el apoyo de gremios sindicales y docentes, se unen a las acciones nacionalistas. Al poco tiempo, el 12 de julio de 1959, el excanciller y diputado Aquilino Boyd de la Guardia, de la elite económica y social panameña, en entrevista en la radio invitaba a una invasión pacífica de la Zona del Canal con banderas para demostrar la soberanía de Panamá. Mientras tanto, otros políticos prominentes como el diputado Alfredo Alemán Arjona y Ramón Pereira, radio-comentarista local, planean su propia manifestación para el 3 de noviembre. Es también signo de que el movimiento nacionalista ha calado en las esferas sociales, políticas y económicas más elevadas. El gobernador y las autoridades militares de la Zona del Canal toman en serio la propuesta nacionalista y detallan posibles acciones en plan enviado el 21 de septiembre a Washington al secretario del Ejército, Brucker. Anticipan las situaciones que pueden suceder desde considerar la manifestación como un problema de tráfico hasta llamar tropas para repeler a los invasores.
El 3 de noviembre de 1959, día nacional, cuando las ciudades de Panamá y Colón celebran con tradicionales y ruidosos desfiles estudiantiles la principal fecha cívica: la separación de Colombia y la creación de la República, se dan dos sucesos patrióticos de relevancia nacional e internacional. A las 8:25 de la mañana Aquilino Boyd, su familia y unos veinte seguidores incluyendo al renombrado historiador Ernesto Castillero Reyes y su hijo Ernesto Castillero Pimentel, el Dr. Dámaso Ulloa y catedráticos de la Universidad de Panamá se presentan con banderas y fotógrafos en el monumento a Goethals, y luego pasan a las esclusas de Miraflores. La autorización inicial de dejar transitar pacíficamente a los ciudadanos panameños en la Zona del Canal es repentinamente suspendida después que el grupo de Boyd ha iniciado su marcha.*** A las 10 am., ante la convocatoria de la Unión de Estudiantes Universitarios, presidida por Ricardo Arturo Ríos Torres, desfilan por la Avenida 4 de julio, centenares de estudiantes acompañados por una multitud de ciudadanos.
La marcha patriótica es un acto cívico y pacífico, se reafirmaba así la soberanía en la Zona del Canal. La policía zoneíta irrumpe violentamente con gases lacrimógenos, toletazos y disparan perdigones. Son más de cien los heridos y dos jóvenes son detenidos, Ezequiel González Núñez del Instituto José Dolores Moscote y Ezequiel González Meneses de la Escuela Secundaria Nocturna. Permanecen detenidos varias semanas en la Zona del Canal y son puestos en libertad ante la presión de la Federación de Estudiantes de Panamá.
"La situación cobró enseguida mayor gravedad cuando un miembro de las fuerzas policiales norteamericanas le arrebató la bandera panameña a uno de nuestros ciudadanos, para acto seguido vejarla en presencia de los manifestantes" expresó el canciller Galileo Solís de Panamá. El gesto enciende los ánimos y después de algunos incidentes más violentos que arrecian en la noche en las ciudades de Panamá y Colón, continúan hasta el 5 de noviembre. A las 2:40 de la tarde las tropas estadounidenses se hacen cargo de la seguridad de la Zona del Canal. El saldo de los disturbios, entre los norteamericanos es de 21 policías, 10 bomberos y 5 soldados heridos, mientras que más de cien panameños son heridos de perdigones, toletazos y bombas lacrimógenas.
***Uno de los detenidos en los sucesos de 1959, Ezequiel González Meneses, morirá asesinado la noche del 9 de enero de 1964, ante las descargas de fusilería del ejército norteamericano. El mártir penonomeño cumplió con su vida, cuando le manifestó, de manera profética, al juez estadounidense que lo juzgaba en 1959, "que volvería a la Zona del Canal cuántas veces fuera necesario". La Marcha Patriótica del 3 de noviembre de 1959 es uno de los antecedentes más significativos de la Gesta de Enero de 1964. Los panameños reafirmaron de manera palpable y reiterada su determinación de lograr el reconocimiento de sus derechos soberanos en acción desprovista, al fin, de toda connotación económica directa, solamente guiada por el simbolismo de la bandera y la recuperación de la dignidad herida.
Los panameños siguen insistiendo ante los norteamericanos por sus derechos de soberanía, ya de manera oficial y gracias a la insistencia de su gobierno, después de fuerte oposición de sus líderes más reaccionarios del Pentágono y del Congreso, finalmente se ejecuta la famosa “instrucción Panamá” del presidente Dwight Eisenhower, de 17 de septiembre de 1960, mediante la cual la bandera panameña ondearía junto a la de Estados Unidos “en cierto lugar como evidencia visual de la soberanía titular de Panamá en la Zona del Canal.” En cumplimiento de dicha orden, el 21 de septiembre de 1960 se iza la bandera panameña, en emotiva ceremonia formal, en el Triángulo Shaler, una pequeña esquina en la ciudad de Panamá junto al actual edificio de la Asamblea de Diputados, la primera cabeza de playa, modestísima, de un movimiento creciente e irreversible.
El nacionalismo panameño sigue aumentando, ha llegado hasta las alturas presidenciales y se ha fortalecido. Así, el mismo Presidente de la República, Roberto Francisco Chiari Remón, toma la iniciativa de iniciar el proceso de abrogación del Tratado Hay-Bunau Varilla.
El encuentro de los presidentes Chiari y Kennedy.
El 8 de septiembre de 1961 el presidente Roberto Francisco Chiari Remón le envía con su hermano Ricardo Chiari Remón una carta al presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. Le dice el presidente de Panamá al de Estados Unidos que “las cláusulas de esa Convención (1903) han sido, desde el momento de su firma, y seguirán siendo, mientras tengan vigencia, motivo de constantes fricciones, desavenencias y conflictos entre ambos gobiernos y entre el pueblo panameño y la población norteamericana que reside en la Zona del Canal.” Ricardo Chiari, a pregunta del presidente Kennedy, responde que las principales causas por las que Panamá quiere un nuevo tratado son el tema de la aplicación de la soberanía, la eliminación de la perpetuidad del Tratado de 1903 y sus enmiendas y la necesidad de Panamá de explotar sus recursos, el principal, el canal mismo. La comunicación del presidente Chiari tendrá una enorme trascendencia histórica puesto que plantea, al nivel presidencial y por vez primera ante el jefe del Ejecutivo de los Estados Unidos, la revisión integral de los tratados sobre el Canal de Panamá.
El ministro de Relaciones Exteriores, Galileo Solís Fernández, advierte claramente la nueva mentalidad que ha evolucionado en Panamá en relación con el Tratado de 1903. En la memoria que presenta a la Asamblea Nacional el 1º de octubre de 1961 afirma que “parece estar formándose en Panamá una corriente de opinión en el sentido de que una revisión integral de nuestras relaciones con los Estados Unidos debe significar la revocación o derogación de todas las estipulaciones hoy vigentes, contenidas en los Tratados de 1903, 1936 y 1955, para reemplazarlas por estipulaciones totalmente nuevas y de presente invención.” Al año siguiente plantea el gobierno panameño, en la Memoria anual del Ministerio de Relaciones Exteriores, que “sólo hay una solución que conduzca a entendimientos permanentes entre Panamá y los Estados Unidos…la revisión integral de las relaciones entre ambos países, por razón del Canal, para la celebración de un nuevo Tratado que reemplace totalmente el Tratado de 1903…que sustituya también los Tratados de 1936 y 1955 que tienen su base en el de 1903.” Propone simplementela abrogación de los tratados canaleros y la concertación de un nuevo pacto.
Las autoridades panameñas ignoran que desde el 10 de enero de 1961, el gobierno de Estados Unidos ha fijado formalmente una política sobre el Canal de Panamá y una futura vía interoceánica en la América Central particularmente dura, contraria a la que han manifestado el presidente Chiari y su ministro Solís. Dicha política considera mantener intactos “todos los derechos, poderes y autoridad concedidas a los Estados Unidos por la Convención de 1903” y sus enmiendas de 1936 y 1955, mientras se completa un nuevo canal que debería estar funcionando en 1980. El mismo día que toma su grave decisión le escribe Kennedy a Chiari expresándole que “la cuestión central ha consistido en la posibilidad de construir en el futuro un canal interoceánico a nivel del mar en la región del Istmo,” y añade: “existen un número de medidas transitorias que podrían ser discutidas provechosamente por representantes de nuestros dos gobiernos.” Finalmente, invita al presidente Chiari a una visita oficial a los Estados Unidos en junio. Así, del 12 al 16 de junio de 1962, tiene lugar la visita del presidente Chiari a Washington, acompañado por su canciller Galileo Solís, Gilberto Arias, Octavio Fábrega, Rubén D. Carles Jr., Alejandro Remón Cantera, Ricardo Arias Espinosa, Fernando Eleta Almarán, David Samudio Avila, acompañados de otros panameños. Aprovecha Chiari la ocasión para plantearle a Kennedy “con cruda franqueza todos los problemas, conflictos y motivos de insatisfacción relacionados con la existencia y funcionamiento, en su territorio, del Canal de Panamá y con los tratados existentes entre los dos países” dice Galileo Solís.
El presidente Chiari insiste en sus dos reuniones con el presidente Kennedy en los aspectos políticos que venían, en su orden, antes que los económicos y destacó la necesidad de eliminar la cláusula de la perpetuidad del tratado de 1903. La conversación principal, la del 12 de junio en la Casa Blanca, que se inicia a las 4:45 de la tarde, fue particularmente larga y acalorada. En esta reunión el presidente Chiari fue apasionado cuando exigió que la bandera panameña fuera enarbolada en cada sitio de la Zona del Canal y no en uno en particular que sugiriera que tenía jurisdicción solo allí, al referirse al Triángulo Shaler. Reclama, repetidamente, apoyado por Octavio Fábrega, en la necesidad de celebrar un tratado completamente nuevo y propone que la perpetuidad sea sustituida por un plazo de cincuenta años. Mientras que el presidente Kennedy se muestra muy reacio a cambiar los tratados existentes. Propone esperar de cinco a diez años hasta que “el pueblo americano y el Congreso entendieran mejor el problema.” Octavio Fábrega le plantea que en Panamá sucede lo mismo, que la nueva generación presiona y que es difícil “controlar y posponer” lo que se ha convertido en un sentimiento nacional. Que Panamá no se opone a que los Estados Unidos continúe operando el canal. De manera muy franca y tajante el presidente Kennedy dice que los panameños quieren comenzar una negociación real pero que él no lo desea. Que no está “en posición de otorgar ningún compromiso de que los Estados Unidos pudiera en ese momento acordar firmar o ratificar un nuevo tratado.” Para que no quede duda, dice que no puede renegociar el Tratado de 1903 y “en particular la cláusula de la perpetuidad.” Para terminar y frente a la posibilidad de que el presidente Chiari regrese a Panamá sin nada, lo que a su juicio le ocasionaría una crisis política, el ministro Galileo Solís propone, al hablar de cosas más precisas, de reivindicaciones de detalle que se han mencionado en la reunión, que fuesen estudiadas por un grupo binacional. Los norteamericanos, encantados, aceptan la idea. De allí surgirá la Comisión de Alto Nivel que será un completo fracaso pero que acuerda algo esencial, izar la bandera panameña en los puntos de la Zona del Canal en donde se enarbola la de Estados Unidos.
En vísperas del 9 de enero de 1964.
El 22 de noviembre de 1963 sucede la tragedia de Dallas: John F. Kennedy es asesinado y ocupa la presidencia de los Estados Unidos su vicepresidente, Lyndon B. Johnson quien tampoco sospecha, como su colega Roberto F. Chiari, el encuentro incómodo e inexorable que les tiene reservado poco tiempo después el destino.
El Departamento de Estado es plenamente consciente de las insatisfacciones básicas de Panamá, como lo comunica a McGeorge Bundy, director del Consejo de Seguridad Nacional, en informe del 11 de diciembre de 1963, a poco menos de un mes de los sucesos de enero del año siguiente. La concesión a perpetuidad, la exclusividad por parte de los Estados Unidos de todos los aspectos de soberanía y jurisdicción en la Zona del Canal, la falta de ajuste de sus límites geográficos y las insuficientes oportunidades de explotar las actividades comerciales en esa parte del territorio lo mismo que lo exiguo de la anualidad, resumen las quejas de Panamá según el Departamento de Estado. Luego trata de minimizar la gravedad de la situación. Hay problemas menores es cierto, pero todo lo estamos conversando y resolviendo amistosamente, informan sus burócratas. La Comisión de Alto Nivel tuvo éxito y estamos en buenas relaciones, sin grandes nubarrones en el horizonte, estiman con poco sentido de la realidad y de la previsión. Ese tono ligero es el que se respira en el informe que llega a la Casa Blanca. Con tales noticias la administración del presidente Johnson emite, el 26 de diciembre de 1963, un Plan de Acción para sus relaciones con Panamá. El mismo tiene como objetivo redirigir la atención de Panamá a otros temas alejados del canal, difiriendo así negociaciones fundamentales hasta que se hayan concluido los estudios para el proyecto de canal a nivel del mar. Pretenden distraer a los panameños para que no continúen sus incómodas reivindicaciones. El plan incluye negociaciones menores y el fortalecimiento de las instituciones públicas y la sociedad civil. También, implica interpretar con liberalidad los tratados existentes. Medidas en general más bien tímidas, bobas, de contención, mediante acciones de relaciones públicas para ganarse a estudiantes y elementos políticos favorables a los Estados Unidos. Poco tiempo después y como resultado de esta política se anuncian, el 30 de diciembre de 1963, los últimos seis sitios en los cuales sería izada la bandera panameña en la Zona del Canal. A pesar de que se hayan eliminado muchos otros lugares en los que ondeaba la bandera norteamericana para que no ondee la panameña, con las últimas medidas se completarían quince lugares para enarbolar el emblema de Panamá. De acuerdo a la recomendación de los consejos civiles de la Zona del Canal dominados por los zoneítas más recalcitrantes, a pesar de los acuerdos solemnes entre los dos gobiernos, las banderas de ambos países no serían izadas en los colegios públicos del área para evitar que ondee la bandera panameña. Quedan así establecidos todos los elementos del drama que viviremos pocos días después y que explotará con violencia inesperada el 9 de enero de 1964.
Los sucesos del 9 de enero de 1964
La tozudez de un grupo de zoneítas, es responsable de muchas de las desavenencias entre los dos países, actitud unida a la indecisión política del gobernador Robert Fleming y el vacío momentáneo de las principales autoridades norteamericanas en Panamá, como la incapacidad de sus suplentes, son los ingredientes de una explosión nacionalista que empezó por un asunto relativamente trivial pero lleno de simbolismo para los patriotas panameños, ver su bandera en el área canalera..
En principio se pensó, como estaba acordado en la Comisión binacional de Alto Nivel, que las banderas de ambos países serían izadas en los patios de las escuelas de la Zona del Canal. Sin embargo, al ser consultados los consejos cívicos estadounidenses en Cristóbal y Balboa y después de ser considerado por las autoridades norteamericanas, el gobernador de la Zona del Canal decidió con inexcusable timidez no tomar acciones que resultaran en mostrar la bandera panameña en los exteriores de los centros educativos. Varios miembros de esos comités mencionaron que preferían no izar ninguna bandera si tenían que izar la panameña. Jorge Illueca, exembajador ante las Naciones Unidas y editor de El Panamá América, publica el 2 de enero un editorial en el que denuncia con sensata previsión el problema que seguía creciendo y abogaba por una pronta solución diplomática y armónica del mismo. Pero Robert Fleming en un gesto de incomprensible debilidad accedió a la petición de los zoneítas rebeldes y decidió que la bandera estadounidense fuera mostrada al interior de los salones de clase o en algún lugar visible a lo interno de las escuelas. Esa medida, particularmente torpe y sin sentido por venir de un militar que más adelante demostró ser más sensible a los problemas políticos entre las dos naciones no hacía más que alentar la resistencia de los habitantes del paraíso zoneíta a las decisiones de las autoridades federales. El gobernador Fleming no comprendió que no enfrentaba a norteamericanos respetuosos de la ley y temerosos de la autoridad. Trata, en verdad, con un núcleo de colonos en medio del trópico de segunda y tercera generación, criados en un sistema protector que alienta la irresponsabilidad. ¿Estaría Robert Fleming más identificado, como lo cree el que fue un gran embajador en Panamá, Jack Vaughn, con la actitud patriotera de sus subordinados que provocaba su comportamiento débil y errático? Podríamos también creerlo pues de una actitud pasiva, los zoneítas pasan, con celeridad, a la activa. Así, el 7 de enero de 1964 estudiantes estadounidenses izan una bandera de Estados Unidos frente a una escuela en Balboa. Una hora más tarde, los oficiales de la escuela tomaron control de la situación y removieron la bandera norteamericana. Los estudiantes respondieron con un segundo intento y el gobernador pusilánime recomendó no interferir ya que había una resolución pendiente al respecto. El miércoles y jueves siguiente los estudiantes del colegio de San Cristóbal y de por lo menos dos escuelas primarias además del colegio de Balboa izaron y removieron banderas de los Estados Unidos.
El 8 de enero, el gobierno de la Zona del Canal respondió a una petición hecha por un Consejo Cívico de Balboa y recalcó que Washington asumió el compromiso internacional de mostrar ambas banderas en ese territorio; que los estadounidenses de la Zona del Canal tenían la responsabilidad de preservar relaciones cordiales con la República de Panamá y que se requería la cooperación de todos los ciudadanos estadounidenses para velar por el cumplimiento de esta responsabilidad. Posición sensata pero relativamente tardía. Esa misma noche, un representante del gobernador Fleming solicitó al Consejo Cívico de Balboa que cambiara su postura y recomendó la posibilidad que ambas banderas fueran izadas simultáneamente. Sin embargo, el Consejo mantiene su decisión de que la única bandera que ondee fuera de las escuelas estadounidense y la corte distrital sea la de los Estados Unidos de América, hasta tanto el asunto fuera resuelto por una acción conjunta del Congreso.
El 9 de enero a las 6:15 p.m. el gobernador Fleming se dirigió a los residentes de la Zona del Canal en un mensaje televisivo pregrabado esa mañana explicando la controversia suscitada en relación con la bandera y solicitando cooperación para honrar el compromiso internacional de Estados Unidos. El gobernador Fleming, iniciados ya los primeros incidentes, toma a las 5:30 p.m. en el aeropuerto de Tocumen un avión para los Estados Unidos con el propósito de tener, al día siguiente, una conferencia en Washington con el subsecretario del Ejército Stephen Ailes y Thomas Mann, subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, sobre el asunto de la bandera. Deja Fleming al mando a un inepto, el coronel David Parker, demostrando de tal forma una extraordinaria falta de responsabilidad, agravada por el hecho de que no había desde hacía unos meses embajador norteamericano en Panamá. Quedan las relaciones entre los dos países, en un momento de gran tensión y de gran insubordinación de su propia población y de sus fuerzas policiales, en manos de gente incompetente o cómplice. Está montado el mejor escenario para que ocurran los más trágicos acontecimientos. Veamos qué sucedió según la óptica de los panameños y de los norteamericanos, para sacar una conclusión más objetiva, históricamente inatacable.
Versión del coronel Parker
“Hacia las 16:30 horas cerca de 200 estudiantes del Instituto Nacional marcharon pacíficamente hacia el liceo de Balboa con la intención de izar la bandera panameña en ese colegio. La policía tenía la orden de detener a los estudiantes una cuadra antes de que llegaran al colegio de Balboa de manera pacífica. Hubo alguna resistencia por parte de los estudiantes, hasta que la policía con mi anuencia permitió que seis representantes de los estudiantes se acercaran a izar la bandera panameña en una zona rodeada por más de 500 ciudadanos estadounidenses. La policía los escoltó de regreso y les recomendó que retornaran a Panamá hacia las 18:10 horas. Los estudiantes abandonaron las cercanías del colegio de Balboa de manera pacífica, pero casi a la mitad de la Zona del Canal comenzaron a cometer actos de vandalismo en contra de propiedades y carros. La policía se abstuvo de hacer arrestos, pero intentó empujar a los estudiantes para que abandonaran la zona. Sin embargo, minutos más tarde, hacia las 18:50 horas todavía permanecían estudiantes destruyendo propiedades; por lo tanto, hacia las 18:58 horas llamé al oficial de turno de Quarry Heights y sugerí que alertara a las tropas para que procedieran a la acción.”
Versión de los panameños
“5:00 p.m.: un grupo de doscientos estudiantes del Instituto Nacional de Panamá, varones y niñas, entran a la Zona del Canal, visitan a las autoridades locales estadounidenses y obtienen permiso para izar la bandera panameña y cantar el Himno Nacional de Panamá al lado del asta colocada frente a la Escuela Superior de Balboa.
5:30 p.m.: en su marcha hacia la Escuela Superior de Balboa, los institutores son detenidos por un grupo de agentes de policía de Balboa. Amistosamente acuerdan que solo una delegación de seis estudiantes llegue hasta la Escuela Superior de Balboa a cumplir la misión para la cual habían recibido autorización.
5:45 p.m.: Mientras sus compañeros los aguardan fuera de su vista a unos doscientos metros de distancia, los seis institutores tratan de cantar el Himno Nacional de Panamá al lado del asta en donde ondea la bandera de los Estados Unidos, rodeada por más de dos mil estudiantes y padres de familia de ese colegio. Los institutores son abucheados, primero, y luego la multitud se lanza sobre ellos, tratan de arrebatarles la bandera, y al no conseguirlo, la desgarran y la pisotean. Cuando los institutores tratan de defenderse con puños y puntapiés, los agentes de policía de la Zona los repelen a toletazos. Con lágrimas de impotencia, los institutores se retiran hasta donde están sus compañeros, perseguidos por los estudiantes zoneítas.
6:00 p.m.: los doscientos estudiantes institutores, perseguidos aún por estudiantes, padres de familia y policías de la Zona del Canal, se repliegan hacia la Avenida Cuatro de Julio y se defienden con piedras de sus perseguidores.
6:30 p.m.: la noticia se extiende inmediatamente a lo largo de la línea limítrofe y centenares de nuevos estudiantes y particulares panameños acuden al rescate de los institutores perseguidos. Ascanio Arosemena, estudiante de la Escuela Profesional es alcanzado por una bala de pistola. Se produce así el primer muerto por la agresión armada de la policía zoneíta.
7:00 p.m.: Decenas de heridos caen bajo las balas de los revólveres y fusiles de la policía zoneíta, reforzada por particulares de ese sector también atacando con armas de fuego.
7:30 p.m.: millares de estudiantes y particulares panameños salen de todos los puntos de la ciudad y se lanzan, portando banderas, por todos los sectores límites con la Zona del Canal. La avalancha de gente es tan poderosa, a pesar de no llevar armas, que la policía de la Zona del Canal es doblegada por el número y pide la ayuda del Ejército de los Estados Unidos.”
Versión del coronel Parker
“La situación se deterioró aún más y hacia las 19:30 horas era aparente que habría dificultades en sacar a la multitud de la Zona del Canal. Se le autorizó a la policía usar gases lacrimógenos y armas de fuego en caso que la situación ameritara. En este mismo momento, se recibieron varios reportes que indicaban que la casa del juez Crowe había sido víctima de la destrucción ya que lanzaron un cóctel conocido como ‘Molotov’. Además, varios autos fueron quemados cerca la lavandería de Ancón y había varios intentos por penetrar en la Zona del Canal. Hice un recorrido en carro en las vecindades del Hotel Tívoli a las 19:45 horas y mi auto recibió varias piedras. En esos momentos, un tumulto que reunía entre 500 o mil personas en la Avenida 4 de julio hacía difícil la labor policial y temíamos porque tanto la vida como la propiedad dentro del canal estaba en jaque. A las 19:59 horas me reporté con el General O’Meara para indicarle que no era capaz de apaciguar los ánimos de los manifestantes y le solicité al General que tomara el mando de la Zona”.
Versión del General O’Meara, jefe del Comando Sur.
Había entre 2,500 y 3,000 manifestantes en el área entre las Avenidas de Ancón y 4 de Julio, algunos de ellos ingresaron a la Zona del Canal y prendieron fuego a un vagón de tren. Automóviles fueron volcados y quemados a lo largo de la Avenida 4 de Julio y hasta pretendían derribar los portones de la Zona del Canal. Se hizo un anuncio por los alto-parlantes donde se le indicaba a la gente que no vivían o trabajaban en la Zona que se retiraran inmediatamente. El comando del Ejército desplegó dos compañías de fusileros en la zona del desastre para limpiarla y sellar la frontera de la Zona del Canal en el lado del Pacífico y los manifestantes comenzaron a retirarse del canal, con la excepción de ataques esporádicos. Se añadieron tres compañías de fusileros.
Como a las 21:00 horas la masa de manifestantes se movilizó hacia el oeste sobre la Avenida 4 de Julio hasta llegar con el límite de la calle Balboa. En esa ruta iniciaron un fuego en casa del juez de distrito Crowe y derribaron partes de los portones. Luego, hacia las 21:50 horas un grupo entró a la Zona del Canal y lanzaron piedras y bombas de fuego a los policías de la Zona del Canal. Ante estos incidentes la policía usó gases lacrimógenos como un intento de detener a los manifestantes y a la vez solicitó apoyo del ejército. Las tropas llegaron al lugar de los incidentes y tomaron el control, dos soldados fueron atacados con piedras en la cara. Las tropas no abrieron fuego, solamente lanzaron gases lacrimógenos
Aproximadamente a las 23:00 horas de la noche, todas las entradas al canal fueron resguardadas por seguridad y patrullas monitoreaban el orden que recién se establecía. A las 24:00 horas dos compañías de paracaidistas y un batallón mecanizado se desplegaron a lo largo de la Avenida 4 de Julio y dos compañías adicionales de fusileros ocuparon posiciones de reserva.
En el sector atlántico de la Zona, el Consulado Americano fue quemado y el YMCA de Cristóbal fue saqueado. La frontera de la Zona fue asegurada en Cristóbal a las 10:40 p.m.
Versión de los panameños.
“8:00 p.m.: las fuerzas armadas de la Zona del Canal entran en acción con armas pesadas y de largo alcance…El número de heridos y de muertos crece incesantemente y muchos se desangran durante horas antes de que puedan ser recogidos bajo las ráfagas de las ametralladores estadounidenses, que disparan incluso contra las ambulancias que portan la bandera de la Cruz Roja.
9:00 p.m.: El hospital Santo Tomás anuncia que no tiene espacio para más víctimas
10:00 p.m.: El presidente de la República, que ha pedido a las autoridades militares de la Zona del Canal que cese la matanza de panameños indefensos, sin que su petición sea atendida, anuncia que el Gobierno Nacional ha roto relaciones con Estados Unidos.”
Sigue la violencia durante toda la noche y el viernes 10 de enero, tanto en las ciudades de Panamá como en Colón. El ejército norteamericano cierra el puente de las Américas, cancela los accesos a las ciudades terminales y anuncia que va a cortar el suministro de agua potable, suceso que por fortuna no se materializa. Cuatro largos días duran los incidentes durante los cuales se paraliza la región de tránsito, es decir, el centro de la actividad y de la población del país.
Dos versiones que narran los mismos hechos pero con diferente intención, en este relato histórico, reflejan la percepción de la realidad de los dos países involucrados en la difícil y tortuosa historia del canal interoceánico. Paso ahora a la realidad objetiva de la que nadie puede escapar, a las cifras de las víctimas: el saldo de muertos en Panamá y Colón asciende a 21 panameños y cerca de 500 heridos; los norteamericanos registran 4 bajas y más de 100 heridos. También, a la realidad objetiva, se da la mayor crisis política y diplomática de su historia entre Panamá y Estados Unidos y la mayor que esa potencia haya tenido en la América Central desde la creación de la República en 1903. Más que una ruptura diplomática, hecho de por sí gravísimo, se ha producido una fractura y un parto.
Del 9 de enero ha surgido una situación nueva, irremediable. Panamá llega a un punto sin retorno, se ha abierto una etapa definitiva en sus relaciones con Estados Unidos. Ella terminará con lo que han llamado los panameños el “perfeccionamiento de su independencia” cuando logran recuperar su jurisdicción plena en la zona del Canal en 1979 y revierta a su propiedad el Canal de Panamá en 1999. Quedarán así resueltos, en el último tercio del siglo XX, pecados originales de la República que había nacido manca, coja y tuerta gracias a los oprobiosos términos del Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903.
Panamá rompe relaciones diplomáticas con Estados Unidos
Se había consumado la catástrofe y ahora había que reparar el inmenso daño que la irresponsabilidad de las autoridades civiles y militares de la Zona del Canal y parte de su población estadounidense, habían hecho a las relaciones entre los dos países y, más allá, a las relaciones de Estados Unidos con la América Latina. Se produce, los días 10, 11 y 12 de enero, una actividad diplomática frenética. Por un lado, Panamá rompe relaciones diplomáticas con Estados Unidos y lo comunica oficialmente a la embajada norteamericana, en la tarde del día 10, a las 3:51 p.m. Es la primera vez en la historia que un estado de Latinoamérica rompe con Estados Unidos, mientras que la segunda ruptura de relaciones de la potencia del norte con uno de nuestros países la hace Estados Unidos cuando rompe con Cuba.
Panamá actúa inmediatamente en el escenario internacional. Solicita el canciller Galileo Solís, el 10 de enero, una reunión del órgano de Consulta de la Organización de los Estados Americanos para “contener la agresión y mantener la paz y la seguridad del Continente,” y, ese mismo día, demanda que “intervenga la Organización de las Naciones Unidas, a fin de que estos actos de agresión sean considerados por el Consejo de Seguridad” según nota del representante permanente Aquilino Boyd.
Durante la noche del 10 de enero se reúne el Consejo de Seguridad y, después de una emotiva presentación del embajador Boyd y la respuesta del embajador americano Adlai Stevenson, acoge la sugestión del representante del Brasil de hacer un “llamamiento a los Gobiernos de Estados Unidos y de Panamá a fin de que tomen inmediatamente las medidas más convenientes para que cesen el fuego y el derramamiento de sangre,” en clara alusión a la capacidad de daño del más poderoso. Para que no quede duda de eso, en la madrugada del 11 de enero, a las 4:43 a.m., el presidente del Consejo de Seguridad, Renán Castrillo Justiniano, dirige un cable al secretario de Estado, Dean Rusk, conminándolo, de acuerdo a la resolución que se acaba de aprobar, al “cese inmediato de intercambio de disparos y el derramamiento de sangre. Y una solicitud a que los gobiernos respectivos impongan el mayor dominio sobre sus fuerzas militares y protejan a la población civil.” ¡Panamá no tenía fuerzas militares involucradas en los eventos! De manera que el llamado era claramente al responsable del ataque, a Estados Unidos.
El presidente Lyndon Johnson, ocupado más bien en los asuntos del Sudeste de Asia, de Europa y del Medio Oriente, que enfrenta su primera crisis en América Latina, descubre súbitamente que existe Panamá. Su subsecretario de Estado para Latinoamérica, Thomas Mann, afirma el 10 de enero que no había sido “hasta anoche que Washington había estado consciente de la importancia del tema.” Johnson reacciona de inmediato. Sin ningún reparo por el protocolo comienza por llamar al presidente Roberto F. Chiari con quien tiene una conversación telefónica más bien de tanteo y apaciguamiento, en medio de una hora trágica para Panamá. En ella, el presidente Johnson expresa “su profundo pesar por la situación de violencia que se ha desarrollado.” Agradece el llamado de Chiari a los panameños a mantener la calma y se compromete a hacer lo mismo. Insinuando infiltración comunista dice: “debemos estar conscientes, los dos, que hay elementos poco amigables a ambos, que explotarán la situación.”
Johnson, hablando ininterrumpidamente, expresa: “Estoy enviando de inmediato a mi representante de confianza, el sub-secretario Thomas Mann, para que nos asista en encontrar una solución.” Chiari interrumpe, en inglés, y dice: “Permítame un momento, señor presidente...le diré lo mismo que pienso decirle al señor Mann. Siento señor presidente, que lo que necesitamos es una revisión completa de todos los tratados que afectan las relaciones entre Panamá y Estados Unidos.” Johnson responde, (siempre a través de traductor): “dígale que primero tenemos que determinar cuáles son las causas de estos disturbios.” Chiari, (a través de traductor): “Fui a Washington en 1961(sic).....y desde esas conversaciones, ni una cosa se ha hecho para aliviar la situación que ha provocado esta violencia.” Johnson añade que “No hay nada que pueda jamás justificar la violencia, deseo ver hacia delante y no hacia atrás...estoy seguro que el presidente Chiari y el secretario Mann pueden intercambiar puntos de vista y nosotros, con cuidado y juiciosamente, consideraremos ambos puntos de vista y llegaremos a un área de acuerdo.”
Envía el presidente Lyndon Johnson, el mismo 10 de enero de 1964, a su hombre de confianza en los asuntos latinoamericanos y exembajador en México, Thomas Mann, con vasta experiencia en la región, como jefe de una poderosa delegación que tratará, personalmente, con el presidente Roberto Chiari y su gobierno, compuesta también por Paul Dugan de la Casa Blanca, Edwin Martin y Robert Manning, del Departamento de Estado y Cyrus R. Vance, secretario de Ejército. La reunión duró 90 minutos tensos, en un salón desde donde, dice Mann, se escuchaba la algarabía de la multitud y las piedras contra las ventanas de vidrio. Acompañaron al presidente Chiari su canciller Galileo Solís y Arturo Morgan Morales, director del Departamento de Relaciones con Estados Unidos. Chiari planteó que no habría propósito de sostener conversaciones hasta que Washington autorizara al grupo para hablar de inmediato de una “revisión estructural” de los Tratados de 1903, 1936 y 1955. De otra manera, él “procedería a romper relaciones y dejarle el problema completo a su sucesor” -cuando la carta rompiendo relaciones había sido ya entregada en la Embajada-. Mann expresó que no contaba con dicha “autorización” y que en estos momentos la “respuesta sería automáticamente negativa, simplemente porque hay cosas políticamente imposibles” pero que elevaría el mensaje al presidente Johnson y al secretario de Estado Rusk. Pidió a Chiari definir lo que entendía por “revisión estructural.” Para Chiari, era “un acuerdo mediante el cual representantes de ambos países se reunirían, sin precondiciones, a negociar un tratado completamente nuevo.”
Mientras tanto, el secretario del Ejército Vance afirma que Estados Unidos continuará desplegando su bandera en los colegios públicos de la Zona del Canal y que, respetando los acuerdos existentes con Panamá, la bandera panameña será desplegada junto con la de ellos en dichos sitios. Es una forma, autoritaria y apropiada de retomar el control que había perdido Robert Fleming de su propia gente y de su propia circunstancia, de hacerse responsable por la administración de la Zona del Canal. El Comunicado de Vance a los zoneítas es duro: reitera el compromiso internacional de los Estados Unidos, solicita la cooperación de los americanos y termina recordándoles de manera tajante que “el nuestro es un ‘gobierno de leyes y no de hombres’. Y esas leyes serán cumplidas.” Añade, el 15 de enero, dieciocho sitios adicionales en la Zona del Canal en los cuales ondearía, junto a la norteamericana, la bandera de Panamá, completándose así veintinueve lugares con el emblema panameño.
Se encuentra Thomas Mann por última vez con el presidente Chiari y el canciller Solís en el Palacio de las Garzas el 13 de enero a las 3:15 de la tarde, antes de partir para Washington y reunirse con el presidente Johnson en la Casa Blanca esa misma noche. Mann califica la reunión con Chiari de solemne y oficiosa, pero amable en todo momento. El presidente Chiari parecía “casi amargo” cuando hablaba de su frustración para llegar a acuerdos en el pasado con Estados Unidos. Recordaba, sin duda, el período de Kennedy que le dejó un enorme resentimiento, una sensación de burla. No quería hablar para nada de una comisión como la de Alto Nivel. Chiari, que manifiesta en todo momento una posición dura, quizás más que el mismo 10 de enero, informó al subsecretario Mann que había decidido retirar el personal diplomático en Washington, y solicitó que Estados Unidos hiciera lo mismo en Panamá. Pide que Estados Unidos evacúe la base de Río Hato por mar en no más de cuatro semanas. Dice que cualquier discusión sobre los tratados actuales era inútil. La condición para restablecer relaciones era “aceptar un nuevo comienzo, considerar los tratados abrogados y sentarse a negociar uno justo tanto para Panamá como para Estados Unidos.” Mann expresó que aceptaba con pesar la decisión del presidente, pero quería que éste tuviese “absolutamente claro que Estados Unidos estaba dispuesto a reanudar la discusión de todos los problemas, incluso aquellos relacionados con el Canal, siempre y cuando no existiese presión o precondiciones para una revisión estructural de los tratados.”
Panamá entierra a sus héroes muertos y prepara su resistencia
En estos momentos y a pesar del desliz de Arnulfo Arias Madrid, el más importante líder político de oposición, que en comunicado del 10 de enero ataca al gobierno por “su incapacidad de mantener el orden y proteger al pueblo,” Panamá ofrece la imagen de una gran unidad nacional y entierra a sus muertos en actos que atraen millares de personas, quince mil en una ocasión. El padre Carlos Pérez Herrera, será el responsable del panegírico el 12 de enero, calificado por los agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de “pieza magistral,” cargada de emoción patriótica pero sin provocaciones. Mientras el obispo Marcos Gregorio MacGrath, considerado por su origen familiar más bien pro-americano, escribe al expresidente Truman, el 10 de enero: “el acto original de desobediencia cívica, no importa lo pequeño que parecía en aquel momento a quienes participaron en él, fue enorme en sus consecuencias y que es peligroso brindarle apoyo,” en clara alusión a los zoneítas y a las autoridades norteamericanas, a los que censura y a quienes atribuye la responsabilidad por los dolorosos sucesos.
En Panamá se crean espontáneamente varios comités de defensa de la soberanía con toda la gama de opiniones políticas, desde las más extremas hasta las más moderadas.*** El primero se instala en Penonomé la misma noche del 9 de enero, lo preside el profesor Ricardo Arturo Ríos Torres, posteriormente se establece otro en la capital, dirigido por el Dr. Jorge Illueca. Diversos grupos actúan con saludable preocupación patriótica. Unos piden el rompimiento de relaciones diplomáticas y otros, la denuncia de los tratados vigentes y la nacionalización del canal. El municipio de Panamá convoca el 16 y 17 de enero un Cabildo abierto con la asistencia de cuarenta y nueve municipios del país que adoptan un duro comunicado en el que también apoyan al presidente Chiari. Se agitan en Panamá toda clase de fuerzas políticas y sociales, unidas, en esta ocasión, por una sola religión: la defensa de la soberanía y los derechos del país que se considera agredido. Los más osados como la diputada Thelma King, encabeza una manifestación de más de mil personas para exigir armas a la Guardia Nacional; su comandante, Bolívar Vallarino, ordena al comandante de la guarnición de Tocumen deshacer dicha marcha. La fuerza armada panameña se abstiene de participar abiertamente en la gesta de enero de 1964, ahorrándole así, a Panamá, una invasión mucho más cruenta y un conflicto interno de proporciones inimaginables. Un grupo de 41prominentes empresarios que se consideraban amigos de Estados Unidos envía el 24 de febrero una carta abierta a los “oficiales y pueblos de los Estados Unidos” en la que denuncian la situación y abogan por la concertación de un nuevo tratado.
Sin embargo, la unidad nacional parece ser aparente y pasajera. La situación política es inestable y tensa, extremadamente volátil. Los partidos opositores, tanto el Panameñista como los de la Alianza de Oposición sacan comunicados el 16 de enero en los que critican al gobierno de Chiari por su inconsistencia. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos informan que fuerzas arnulfistas han llegado a un acuerdo con el partido comunista para realizar acciones conjuntas en contra del gobierno y dar un golpe en la noche del 13 de enero incendiando el Hotel Tívoli, atrayendo a la Guardia Nacional al límite de la Zona del Canal, facilitando acciones contra el Palacio Presidencial, pero los militares americanos se mantienen en comunicación con el coronel Bolívar Vallarino para evitar cualquier exceso. El general Andrew P. O’Meara dice que actuaría, si una situación como ésta se diese, en ayuda y a solicitud de la Guardia Nacional, ya sea en apoyo de Chiari, o si cae, de alguien más o del mismo Vallarino. Usaríamos la menor fuerza posible y mantendríamos a Washington informado consultando al máximo dentro de lo posible, afirma. Concluye diciendo que no actuaríamos “si Arnulfo, aunque sea una figura tan poco atractiva, toma la iniciativa sin los comunistas.” La situación parece tan crítica que esa misma noche el presidente Johnson dice categóricamente en reunión en el salón de Gabinete de la Casa Blanca, con sus secretarios de Defensa y de Estado y con el jefe de la Agencia Central de Inteligencia, que “nosotros no podemos permitir a Arias y los comunistas tomarse Panamá. Informaremos inmediatamente al general O’Meara,” cosa que hizo el secretario MacNamara. O’Meara dice que informó a los comunistas panameños del entorno del presidente Chiari que conocía sus planes, con la intención de desarmarlos y que así sucedió. Hoy podríamos preguntarnos si todo esto no fue un montaje para justificar el uso excesivo de violencia por parte de las fuerzas militares estadounidenses. Es hora de encontrar una solución pacífica al grave problema, mediante la ayuda de la comunidad internacional, comenzando por la Organización de Estados
Americanos.
La mediación de la OEA
Estados Unidos teme que Panamá, que no puede impedir el funcionamiento de la vía interoceánica ni por la fuerza ni por su inestabilidad interna, se lance en una cruzada internacional en las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, muy molesta para ellos. Las gestiones diplomáticas de intermediación entre los dos gobiernos en conflicto se intensifican con la designación y veloz llegada de la Comisión Interamericana de Paz. En efecto, el mismo 10 de enero queda nombrada dicha comisión por el embajador Juan Bautista de Lavalle, presidente del Consejo de la OEA, que es integrada por Argentina, Colombia, República Dominicana y Venezuela, además de Chile que sustituye a Estados Unidos, parte en el conflicto. La preside el venezolano Enrique Tejera París. El embajador chileno Manuel Trucco preside un Comité que hará todos los esfuerzos para lograr un éxito inmediato. Viajan los representantes de la OEA a Panamá y comienzan a reunirse enseguida con representantes de los dos gobiernos: Thomas Mann y Galileo Solís, al principio. Cesan de inmediato las reuniones bilaterales entre Panamá y Estados Unidos que molestaban grandemente a los diplomáticos latinoamericanos que veían así su acción obstaculizada. Ellos trabajan activamente para lograr un acuerdo y al cabo de pocos días la Comisión Interamericana de Paz emite un comunicado en la madrugada del 15 de enero que dice: “Las partes han aceptado restablecer relaciones diplomáticas lo más pronto posible y en consecuencia, han acordado iniciar discusiones 30 días después de restablecidas las relaciones diplomáticas, mediante representantes que tendrán suficiente autoridad para discutir, sin limitaciones, todos los temas existentes de cualquier naturaleza que puedan afectar las relaciones entre Panamá y los Estados Unidos.” Inmediatamente el presidente Roberto Chiari se dirige al país para reiterar que “prometí a la nación que no reanudaríamos relaciones diplomáticas con los Estados Unidos hasta que ese país aceptase iniciar negociaciones para la redacción de un nuevo tratado, y esta promesa, ha sido obtenida a través de la mediación de la Comisión Interamericana de Paz…las negociaciones a iniciarse...tendrán el propósito de sustituir los tratados existentes por un nuevo tratado que eliminará para siempre las causas que nos han traído tanto dolor…De esta posición no me retractaré por un solo momento.”
El discurso de Chiari causó consternación en Washington y en la Comisión Interamericana de Paz. Fue visto como un cambio que contradecía el comunicado acordado el día anterior. Trucco se reúne con Chiari y le pregunta sobre sus cambios en sus declaraciones públicas. Chiari califica su posición de “paradójica”. No habría relaciones sin garantías de un nuevo tratado, con el riesgo de terminar sin garantías ni tratado. Chiari ofrece hacer aclaración sobre su discurso. Trucco intenta disuadir a Chiari de llevar el caso a la Organización de Estados Americanos. Sostiene que es difícil determinar quién es “agresor” y en particular si el acusado es Estados Unidos. Panamá simplemente no tendrá los votos para lograrlo. Tenía razón en este punto como fue comprobado por la historia. Sostiene que la Comisión Interamericana de Paz es la mejor opción para Panamá. Trucco presenta a Chiari el 14 de enero el borrador del comunicado que la Comisión Interamericana de Paz habría de emitir llamando a los países a restablecer relaciones diplomáticas. Chiari quiso cambiar “discusiones por negociaciones” e incluir “obviamente los problemas resultantes de la existencia del Canal de Panamá.” La palabra negociación fue utilizada en la parte expositiva de la declaración. Estados Unidos rehusó que fuese utilizada en la parte resolutiva y en la versión en inglés, y se oponía porque “negociar para los panameños significa la seguridad de un nuevo tratado.” Por su lado el mismo presidente Johnson, molesto con la “condenada Comisión Interamericana de Paz” como la llamaba, rehusó firmemente utilizar el término “negociación.” Chiari quería una declaración conjunta Panamá-Estados Unidos; Trucco pensó que esto demoraría y veía a Chiari como “políticamente enfermo.” Había que actuar, pensaba, en 48 horas. Chiari acepta el texto bajo presión de todas partes y en particular de la oposición; finalmente decide llevar el caso a la Organización de Estados Americanos. El resultado es que le tomará dos meses más durante los cuales se acentúa el desgaste de su gobierno para lograr, esencialmente, lo que se proponía en esta ocasión.
Retomemos el hilo del relato y regresemos al 20 de enero de 1964 cuando Miguel Moreno Almengor, exministro de Relaciones Exteriores, abogado y candidato presidencial de un partido de oposición al gobierno y “considerado de línea dura,” es designado embajador ante la Organización de Estados Americanos en reemplazo de Guillermo Augusto Arango que es despedido por presiones de los nacionalistas panameños el 17 de enero. Dice Moreno que será “enérgico y duro en sus demandas a favor de Panamá.” Parte enseguida a Washington y se reúne con el embajador Ellsworth Bunker, su homólogo norteamericano en la OEA, con el propósito de encontrar una solución diplomática a la crisis. Acto seguido, el 25 de enero, el presidente Chiari, con el aviso de sus principales consejeros, decide cancelar dichas conversaciones y pasar a acciones de presión más firmes. El 29 de enero el presidente Johnson siente que no hay posibilidad de acuerdo, aunque lo desea, porque en realidad no tienen los norteamericanos muy claro lo que quieren y pueden hacer. Dudan en la Casa Blanca sobre la conveniencia de declarar que están dispuestos a romper el tratado y comenzar con una hoja en blanco, pero esa decisión exige más consultas con los líderes del Congreso. Sienten que las conversaciones pueden romperse ese día en Panamá, como sucedió. Con el total apoyo del presidente Chiari, el embajador Moreno comienza por reiterar ese mismo día su solicitud de convocar una reunión urgente de los ministros de Relaciones Exteriores del Continente para considerar la adopción de medidas para asegurar el mantenimiento de la paz y lograr que el gobierno de Estados Unidos pagara indemnización por daños y perjuicios a Panamá. Luego manifiesta Miguel Moreno su intención de presentar acusación formal contra Estados Unidos, hecho que sucedió en discurso pronunciado el 31 de enero de 1964 en la sesión extraordinaria de Consejo de la Organización de los Estados Americanos. Allí invoca el Tratado de Río (TIAR) que habría sido violado por la potencia del norte al atacar militarmente a Panamá.
El resultado final de todos los esfuerzos diplomáticos y de la posición de Panamá es que ambas partes se mantienen ahora, nuevamente, como al principio, en punto cero. Roberto Chiari sostiene que rompió relaciones diplomáticas por considerarlo una acción justa y digna y no por presiones. Cree que solo cuando el Tratado de 1903 sea reemplazado mediante negociaciones francas y directas las relaciones entre Estados Unidos y Panamá tomarán la dirección que deben como naciones libres. Piensa que la abrogación de la Convención del Canal Ístmico es clave en la solución del asunto.
A fines de enero un asistente de la Casa Blanca, Paul Dugan y George Ball, subsecretario de Estado, reconocen que “el problema verdadero es que el Departamento de Estado nunca ha desarrollado una política para Panamá.” Solo tienen las vagas directrices del presidente Kennedy pero ningún plan para enfrentar situaciones de crisis y decisiones como las que deben tomar. En Panamá sucede algo semejante. Solo se tiene la voluntad de abrogar el Tratado de 1903 y sus enmiendas, pero no se sabe aún y no se sabrá, durante largo tiempo, con qué reemplazarlo.
Durante los dos meses siguientes la situación económica y social comienza a deteriorarse seriamente en Panamá. La actividad económica decae, los visitantes extranjeros evitan más bien el país y los hombres de negocios comienzan a preocuparse de verdad. La economía panameña sufrió “el impacto de la llamada crisis de enero de 1964, en que se produjo una contracción de la inversión en el sector de la construcción y una corrida de depósitos de extranjeros,” además de la disminución de las ventas de bienes y servicios a la Zona del Canal. Esta economía, que crecía a un ritmo de 8% anual, se estanca totalmente durante los primeros cuatro meses de 1964. En todas las capas de la sociedad se siente un fermento social peligroso que afecta la situación política. Por otra parte, las fuerzas de oposición no parecen haber abandonado enteramente sus aspiraciones de ocupar el vacío que el gobierno no pueda llenar. Hay, también, inquietud en el estamento militar de la Guardia Nacional. El tiempo corre y no se ve luz en el horizonte. Después de haber pasado la marea nacionalista con su intensa carga emotiva del 9 de enero, el presidente Chiari se enfrenta a presiones crecientes de todas partes. El gobierno de Estados Unidos, por su lado, también ha forjado planes de mediano y largo plazo en los que la normalización de las relaciones con Panamá es parte indispensable.
Después de la reunión del Consejo Extraordinario de la Organización de Estados Americanos del 31 de enero de 1964, ante la cual Panamá reitera en duros términos su acusación de agresión contra los Estados Unidos, agresión que sostiene su representante no ha cesado, y la respuesta, más bien moderada, del embajador Ellsworth Bunker de Estados Unidos, se producen otros acontecimientos que ofrecen alguna leve luz de esperanza. Siguen las gestiones en el marco de la OEA cuyo Consejo adopta, en su reunión del 7 de febrero, una Resolución para crear una Comisión General integrada por todos sus miembros que debía investigar las acusaciones de Panamá y “auxiliar a los países involucrados en su búsqueda de una solución justa.” Dicha Comisión, compuesta por los representantes de Paraguay, Brasil, México, Uruguay y Costa Rica llega a Panamá el 10 de febrero y se reúne con las principales autoridades de Panamá y de Estados Unidos en la Zona del Canal. En su empeño, “la Comisión tropezó con un escollo entonces insalvable y que había hecho fracasar a la anterior Comisión Interamericana de Paz, a saber: mientras Panamá insistía en abrir negociaciones con el objetivo de encontrar las soluciones factibles, Estados Unidos se aferraba a admitir únicamente discusiones.” El resultado será más bien nulo y habrá que esperar un mes para que se reanuden las conversaciones en el seno de la OEA y se llegue a un acuerdo formal.
Por esos tiempos, en Estados Unidos una encuesta Gallup reveló que solo 9% de los americanos que conocían la crisis favorecían concesiones. Johnson enfrentaba presiones como la del líder de la minoría republicana en el Senado, Everett Dirksen quien decía que “estamos en una posición asombrosa teniendo un país con la tercera parte de la población de Chicago golpeándonos.” Otros le “urgían una respuesta fuerte a los panameños, incluyendo la toma de tierras adicionales -en Panamá - para fortalecer la defensa del canal.” A pesar de todo este entorno de línea dura que propone una posición rígida y hasta una solución violenta al presidente Johnson como la de Dirksen y el congresista Daniel Flood, en el gobierno de Estados Unidos algunas voces muy influyentes toman el partido contrario.
El senador Mike Mansfield, líder de la mayoría en el Senado, propugna una solución que haga comprender a su propia burocracia que el interés nacional de su país es el paso libre de problemas por la vía acuática y no salvaguardar los privilegios anacrónicos de los zoneítas al menor costo posible. Propone dejar claro que el presidente de los Estados Unidos de América no trata de usar argucias en “términos de discutir o de negociar; que si los cambios son deseables…estamos preparados en todo tiempo para sentarnos a discutir, negociar y acordar en bases mutuamente aceptables.”
El senador Fulbrigth, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, critica abiertamente al presidente Johnson por un manejo poco diplomático de la crisis. Adlai Stevenson, embajador de Estados Unidos en las Naciones Unidas, también reclama al presidente Johnson, en visita que le hizo a la Casa Blanca el 20 de febrero, por demorar innecesariamente la solución del asunto de Panamá. Johnson, muy molesto le responde que son los panameños los que retrasan todo, que a ellos les dijo, haciendo alusión a la conversación telefónica que tuvo con el presidente Chiari, “treinta minutos después que sucedió -la crisis de Panamá- que estaría contento de discutir cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier tiempo que afectaba nuestra relación. Punto…Si uso la palabra “tratado” o “negociar” tendré una guerra” para lograr la ratificación de cualquier tratado. Se burla el presidente Johnson del embajador Stevenson ante McGeorge Bundy, por su interés de resolver con prontitud el conflicto con Panamá. Reitera Adlai Stevenson su solicitud y llega a la Casa Blanca el 26 de febrero a proponerle al presidente Johnson un lenguaje a utilizar en la renegociación de los tratados sobre el Canal de Panamá. El presidente Johnson, que no tiene mucho aprecio por Stevenson, le dice que no tendría “veinte votos -en el Senado se entiende- para ningún tratado que sustancialmente cambiara el presente.” Le advierte el embajador Stevenson que el tema está afectando la relación con los latinoamericanos y que si no se resuelve estarán metiéndose más profundamente en un problema. Lyndon Johnson, disgustado, le dice que los culpables son los panameños; que ellos fueron los que echaron a su embajador de Panamá.
Los norteamericanos sienten que marzo es la fecha límite que tiene el presidente Chiari para reanudar las relaciones diplomáticas y llegar a algún arreglo que por lo menos le haga salvar cara. La situación panameña continúa degradándose y el gobierno comienza a perder el apoyo de los hombres de negocios y de los obreros, a causa de la fuerte desaceleración de la economía. La estrella ascendente es Arnulfo Arias a quien los trabajadores ven como un mago que puede resolver los problemas, mientras que las fuerzas que presionan al gobierno para mantenerse firme son los asesores izquierdistas de línea dura, líderes estudiantiles y comunistas, además de, posiblemente, Miguel Moreno y Aquilino Boyd. Piensa un diplomático norteamericano que “Moreno y Boyd fueron dejados en libertad por Chiari para ver cuán lejos podían ir para presionar a los Estados Unidos a aceptar sus posiciones. Este sondeo chochó contra una pared de piedra…que produjo una parálisis que solo puede ser rota por un retroceso de Chiari en sus posiciones.” A pesar de los azares de las predicciones políticas, dice Sterling Cottrell, del Departamento de Estado, que “en este momento, creo que el balance de fuerzas aquí indica que Chiari se acomodará y restaurará las relaciones este mes. Si no, puede caerse.” Chiari no se caerá y acordará reanudar relaciones mediante un comunicado de la Comisión General del Consejo de la OEA el 15 de marzo de 1964.
La Declaración conjunta Moreno-Bunker
Para llegar a la célebre Declaración Conjunta Moreno-Bunker de 3 de abril de 1964 habrá que superar, todavía, un malentendido diplomático de forma que ocultaba un asunto de fondo: la voluntad de Panamá de negociar un tratado enteramente nuevo que eliminara las causas de conflicto creadas por la Convención del Canal Ístmico de 1903 y sus enmiendas y por su ejecución, lo que permitió la creación a perpetuidad de un enclave colonial en el centro del istmo panameño. Mientras que esa era la posición de Panamá, la potencia americana no había decidido sobre eso aún y no lo decidirá hasta fines de 1964. En otras palabras, Panamá quería abrogar el Tratado de 1903 y los Estados Unidos cuanto más revisarlo.
En el gobierno de Estados Unidos hay opiniones encontradas. El Órgano Ejecutivo no quiere aún negociar la revisión de los tratados existentes y, menos aún, su abrogación. Pero también hay, en otros círculos políticos elevados, opiniones contrarias. Por ejemplo, el importante senador William Fulbrigth criticaba acerbamente a la Casa Blanca por prolongar la disputa. Afirma, tanto en el Senado el 15 de marzo de 1964, como en artículo de prensa, que debe terminar el debate sobre si las estipulaciones del tratado son para “negociar” o para “discutir,” si al final se tendrá que negociar una revisión de los tratados. El presidente Johnson, molesto, dice a McGeorge Bundy que el senador es impredecible y recuerda que el presidente Truman una vez le llamó, con ironía, “half bright.”
Se llega después de grandes esfuerzos semánticos a un comunicado de la Delegación de la Comisión General del Consejo de la Organización de Estados Americanos el 15 de marzo de 1964 que dice así: “Los Gobiernos de la República de Panamá y de los Estados Unidos de América han convenido en restablecer relaciones diplomáticas a la brevedad posible para procurar la pronta eliminación de las causas de conflicto relativas al Canal de Panamá y para tratar de resolver otros problemas existentes entre ellos, sin limitaciones o precondiciones de ninguna especie.
En consecuencia, dentro de los 30 días siguientes al restablecimiento de relaciones diplomáticas, ambos gobiernos nombrarán Embajadores Especiales con poderes suficientes para llevar a cabo discusiones y negociaciones con el objeto de llegar a un convenio justo y equitativo que elimine las antedichas causas de conflicto y resuelva los demás problemas referidos. Cualesquiera convenios que resulten estarán sujetos a los procedimientos constitucionales de cada país.” Aquí sí se manifiesta, más directamente, la renegociación de los tratados sobre el Canal de Panamá, aunque no se especifique, de manera taxativa, que se abrogan. Queda aún la posibilidad de que sólo se trate de una revisión de los pactos existentes, lo cual ya es un gran adelanto en relación con la posición adoptada por la administración Kennedy.
Panamá, inmediatamente, canta victoria. El presidente Chiari, presionado por todas partes, toma sus deseos por realidades y se apresura a declarar, en comunicado al país del 15 de marzo al medio día, su interpretación más favorable de los dos párrafos acordados. Sin embargo, el presidente Johnson, que parece haber estado bastante involucrado en el acuerdo, le sale al paso, el mismo 16 de marzo y declara, en la sede de la Organización de Estados Americanos en ceremonia para celebrar el tercer aniversario de la Alianza para el Progreso, que “informes de prensa indican que el Gobierno de Panamá siente que el lenguaje que ha estado bajo consideración por muchos días compromete a los Estados Unidos a rehacer y revisar el tratado de 1903. Nosotros no hemos hecho tal compromiso y no pensamos hacerlo antes de que las relaciones diplomáticas se hayan restablecido y a menos que un arreglo justo y satisfactorio se acuerde.” Más claro no canta un gallo dirían en Panamá en donde la confusión es total. Primero, insiste el gobierno panameño en considerar que “el texto de la Declaración Conjunta era claro y preciso,” mientras que el norteamericano lo interpretaba de otra forma. Pero después de intensas conversaciones, el presidente Johnson, el 21 de marzo, hará una Declaración solemne en la que después de reconocer la larga historia de apoyo de Panamá a los Estados Unidos y de que no hay malicia ni odio en los reclamos de Panamá concluye diciendo que “estamos preparados para revisar cada tema que nos divide y cada problema que el Gobierno Panameño quiere plantear.” Agrega que tan pronto como el gobierno panameño lo invite, nuestro embajador irá y también designaré un representante especial. “El llegará con toda la autoridad para discutir cada dificultad. Estará encargado de la responsabilidad de encontrar una solución que reconozca los justos reclamos de Panamá y proteja los intereses de todas las naciones americanas en el canal”. No ha añadido aquí nada sustancial a lo que hubiese dicho anteriormente. No hay nada que los comprometa a renegociar enteramente los tratados existentes, lo cual ha sido su posición original, aunque en la Declaración Conjunta del 15 de marzo sí hubiese pactado renegociarlos aunque no abrogarlos. Al presidente Chiari, con el agua al cuello, no le queda más remedio que aceptar y el 24 de marzo le dice al país que está satisfecho y de acuerdo con el presidente Johnson para concluir que “mientras nuestros dos países están buscando un acuerdo y los procedimientos constitucionales para ejecutarlo, es obvio que cada uno estará cumpliendo con sus deberes y obligaciones para no obstaculizar el funcionamiento del canal,” en lo que se piensa es clara alusión a un nuevo tratado, en realidad la mejor forma que se encontró para salir del atolladero, sin que todavía hablemos, de manera explícita, de liquidación de los convenios existentes.
Sin embargo, la declaración de Chiari todavía despierta suspicacias, entre los asistentes de Johnson. Le plantean al presidente de Estados Unidos tres caminos para actuar: no aceptar la declaración de Chiari puesto que para él implica un nuevo tratado; regresar al acuerdo en la OEA que no menciona el canal directamente; o decidir una pronta reasunción de relaciones de facto. Lyndon Johnson, que siempre ha sentido una simpatía especial por Latinoamérica y su gente y que en realidad personalmente no era antipanameño, desea salir del asunto lo antes posible. Coincide así con la opinión conciliadora de sus colaboradores más cercanos: el secretario de Estado Dean Rusk, el subsecretario Thomas Mann, el embajador Bunker lo mismo que su Asesor de Seguridad Nacional McGeorge Bundy. Igualmente, se le proponen tres modelos de notas diplomáticas para anunciar su decisión a Panamá y todos están de acuerdo con el texto más moderado.
El 3 de abril se firma el acuerdo entre los representantes de la República de Panamá y de los Estados Unidos de América, Miguel Moreno y Ellsworth Bunker, bajo el marco de la OEA, que recoge la sustancia y casi todo el texto del proyecto de acuerdo del 15 de ese mes y que obliga a: “Restablecer relaciones diplomáticas. Designar sin demora Embajadores Especiales con poderes suficientes para procurar la pronta eliminación de las causas de conflicto entre los dos países, sin limitaciones ni precondiciones de ninguna clase. En consecuencia, los Embajadores designados iniciarán de inmediato los procedimientos necesarios con el objeto de llegar a un convenio justo y equitativo que estaría sujeto a los procedimientos constitucionales de cada país.”
Ese mismo día el presidente Johnson recibe en la Casa Blanca a líderes del Congreso para celebrar una reunión del Consejo Nacional de Seguridad y, también, el fin de una molestia. Los representantes y senadores lo felicitan y hasta algunos manifiestan simpatía por Panamá. Viene, en medio de la sesión, el coup de théâtre: Johnson llama por teléfono a Chiari. Sostienen una conversación muy cordial con intérprete. El presidente de Estados Unidos le anuncia que ha nombrado a Robert Anderson, ex secretario del Tesoro de Eisenhower, como representante especial y que va a proponer a Jack Vaughn, jefe del Cuerpo de Paz para Latinoamérica, como embajador en Panamá en donde ha estado mucho entre 1952 y 1960. Roberto Chiari, aliviado, se muestra muy complacido y nombra a Miguel Moreno Almengor, su embajador en la OEA, también ante el gobierno de los Estados Unidos de América.
Entre abril y septiembre de 1964 transcurren seis meses, los últimos de la presidencia de Roberto F. Chiari, durante los cuales se dan los primeros pasos en las difíciles negociaciones entre la República de Panamá y los Estados Unidos de América para llegar a un convenio justo y equitativo que elimine las causas de conflicto relativas al Canal de Panamá. Objetivo más vago y subjetivo no pudo acordarse. Encarrilar una negociación de esta magnitud entre dos países, al enfrentar pronto un cambio de administración presidencial, planteaba problemas particulares y delicados para la contraparte más afectada, la panameña. De todos modos y contra toda prudencia, el presidente Chiari se embarca en unas negociaciones que en realidad comenzarán en el mes de junio, con una perspectiva muy limitada de éxito durante un tiempo igualmente limitado, frente a un cambio significativo de presidente y del equipo de política exterior en Panamá y frente a la elección presidencial en Estados Unidos.
Se inician las negociaciones sobre el Canal de Panamá
El primer acto de la negociación, por parte de Panamá, es el nombramiento el 23 de abril de 1964 deJorge Illueca, que había presidido el Comité pro Rescate de la Soberanía durante los sucesos de enero, como embajador especial con el carácter de plenipotenciario, quien parte a Washington el 3 de mayo. Era, en consecuencia, el representante especial que se comprometieron ambos gobiernos en el acto del 3 de abril a nombrar con cierta premura. Su contraparte, Robert B. Anderson, ya había sido designado por el presidente Johnson al momento de conversar por teléfono, ese mismo 3 de abril, con Roberto F. Chiari. Anderson llega a Panamá el 29 de abril para presentar sus cartas credenciales al presidente Chiari. Hasta aquí todo parece conforme a los acuerdos. La sola piedra en el camino en las conversaciones bajo la administración Chiari -la menor por cierto porque la otra alternativa era Arnulfo Arias Madrid, candidato de oposición que pierde las elecciones- se presenta, antes de haberse celebrado ninguna reunión, cuando en Panamá se elige, el domingo 10 de mayo, a Marco Robles Méndez, como nuevo presidente de la República. Es bien conocido que en Panamá, durante el período comprendido entre la elección y la toma de posesión, resulta imprudente tomar ninguna decisión importante, por parte del jefe del Ejecutivo, que no tenga la plena aquiescencia del presidente electo. ¿Estuvo el presidente Robles de acuerdo enteramente con las últimas decisiones del presidente saliente? Lo que sucedió después nos inclina a la duda. No será sino hasta el 22 de julio que alguien de alto rango en el gobierno de Roberto Chiari, precisamente su sobrino Ricardo Chiari de León, viceministro de Relaciones Exteriores, manifieste al jefe de la Oficina de Panamá del Departamento de Estado, su creencia que el representante especial de Panamá, que dice “ha madurado,” continuará en la negociación, aunque no pueda afirmarlo completamente. Pero dos semanas antes el ministro consejero de Panamá en Washington, Arturo Morgan Morales, sostiene lo contrario ante un funcionario del Departamento de Estado al confesar que el representante especial tenía sus días contados. Mientras que en abril, aún en el gobierno del presidente Chiari se objetaba esta selección. El 7 de ese mes César Quintero, representante panameño en las Naciones Unidas, califica de “desafortunado” el nombramiento de Illueca en conversación con su colega Adlai Stevenson. Desde el Frente Patriótico habían surgido diferencias entre los dos líderes.
Bajo esta incertidumbre por parte de Estados Unidos y de Panamá hay que reconocerlo, tiene lugar, el 12 de junio, la primera reunión de las negociaciones en la ciudad de Nueva York, en donde Jorge Illueca abrirá una oficina en el Rockefeller Center, sede también de la oficina jurídica de su homólogo Anderson. Se reúne el nuevo embajador especial panameño, solo, con el equipo americano completo, con Robert B. Anderson y otros dos embajadores que, ya lo veremos, tendrán autoridad y fuerza para negociar, Robert Newbegin y Sterling J. Cottrell. Allí, solamente acuerdan asuntos de procedimiento: que cada parte sometería a consideración de la otra cuanto tuviera a bien para eliminar las causas de conflicto entre ellas y llegar a un convenio justo y equitativo; que los embajadores especiales se reunirían con la frecuencia que fuera necesario; que a medida que acordaran algo lo someterían a sus respectivos jefes de Estado, para su aprobación; y que celebrarían reuniones formales para tratar el conjunto de acuerdos concertados en las reuniones informales y redactarlos para someterlos a los trámites constitucionales pertinentes. Todo razonable y normal; puramente formal.
Por su parte en Panamá y antes de partir a Estados Unidos a sus primeras reuniones de negociación, el embajador Illueca, jurista con sólida formación académica en Panamá y Estados Unidos, político de experiencia, fundador del Frente Patriótico de la Juventud en 1945, “inteligente, talentoso y muy buen orador” que ya se había fogueado en jornadas nacionalistas, se acerca a otros grupos. Se encuentra con los empresarios reunidos en el centro del capitalismo panameño, la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá, bajo la presidencia de Roberto Eisenmann, para ampliar el ámbito de su representación y de su base política nacional. Pero la hará falta a Illueca contar con seguridades de estabilidad de mediano y largo plazo y con un verdadero equipo negociador. Le hará falta, sobre todo, contar con una posición más institucional del gobierno panameño; con una instrucción coherente, clara y suficientemente consultada.
Otras reuniones tendrán lugar en Nueva York y en Washington, hasta que el 3 de julio de 1964 el embajador Illueca informa al ministro Solís acerca de la posición de Estados Unidos: al tiempo que muestran una actitud reservada sobre la terminación del tratado de 1903, desean una opción para construir un canal a nivel del mar por Panamá, y que las negociaciones traten sobre el canal a esclusas y uno nuevo a nivel del mar. De allí en adelante se hará un esfuerzo para concluir por lo menos un acuerdo de puntos fundamentales. Ya ha transcurrido casi un mes y no se ha hecho de parte y parte más que tantear al adversario planteando algunos puntos fundamentales de carácter muy general.
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