Recordando a un gran héroe argentino
Paseos, momentos en familia o con amigos, comidas ricas y descanso. Todas estas opciones caben en un feriado como el de hoy. Pero también está bueno tener presente qué estamos celebrando. Y qué mejor manera de conmemorar el Día de la Bandera que recordar la vida de su creador.
SU CREACIÓN. El El 27 de febrero de 1812 enarboló a orillas del Paraná la bandera argentina
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Su padre, don Domingo Belgrano, fue un comerciante rico. "Como le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época", escribió el prócer en su autobiografía. De chico estudio en el Real Colegio de San Carlos, en Buenos Aires.
Junto con su hermano Francisco viajó a Europa para completar sus estudios. Se recibió como bachiller en leyes y de abogado en 1789. Pero lo que realmente lo sedujo fueron las ideas políticas a las que accedió lejos de la aislada BuenosAires. "En los primeros momentos en que tuve la suerte de encontrar hombres amantes al bien público que me manifestaron sus útiles ideas, se apoderó de mí el deseo de propender cuanto pudiese al provecho general, y adquirir renombre con mis trabajos (...) dirigiéndolos a favor de la patria", escribió al recordar aquellos años.
Volvió a Buenos Aires en 1794 con el cargo de secretario perpetuo del Consulado de Comercio de Buenos Aires. Pero el hombre que se había preparado para las leyes, se empezó a acercar al mundo de la guerra.
Participó de la defensa de la ciudad durante las Invasiones Inglesas y, tras ejercer el cargo de vocal en la Primera Junta de Gobierno en 1810, fue nombrado jefe del Ejército Libertador del Paraguay. Hacia allí marchó.
Cuando el Triunvirato se enteró de la existencia de la bandera le exigió que la eliminara. Pero Belgrano no lo escuchó y la hizo bendecir en Jujuy el 25 de mayo de 1812. En una carta cargada de indignación, le respondió al gobierno centralista de Buenos Aires que había hecho izar el estandarte para exigir "que estas provincias se cuenten como una de las naciones libres del globo".
El 23 de agosto de 1812 fue el último que salió de Jujuy: el pueblo enteró había desmantelado y abandonado la ciudad para seguir a las tropas hasta Tucumán. El objetivo del éxodo fue impedir que los realistas que llegaban desde el norte pudieran abastecerse.
El 27 de febrero de 1812 enarboló a orillas del Paraná la bandera argentina, que él había creado ¿Por qué la hizo celeste y blanca? Hay varias teorías. La más extendida es la que sostiene que se inspiró en el cielo. Pero no es la única: es posible que haya tomado los colores del manto de la Inmaculada Concepción de María, de la cual era devoto. Otra posibilidad es que haya optado por ellos porque eran los colores que distinguían a la dinastía borbónica (que también se había inspirado en el manto de la Virgen).
Belgrano no había nacido con vocación militar, pero la vida lo consagró como uno de los mejores. La batalla que les ganó a los realistas en Tucumán fue fundamental para la causa de la revolución: fue el primer triunfo en el norte y frenó la avanzada realista. Al mando de sus soldados y de patriotas tucumanos y jujeños enfrentó a los españoles en el Campo de las Carreras (en la zona en la que actualmente está la plaza Belgrano, en Barrio Sur).
SU MUERTE. "¡Ay, patria mía!", dijo antes de despedirse.
Como la batalla se había producido el 24 de septiembre, día de la Virgen de La Merced, la procesión había sido postergada. En la jornada fijada para la celebración los fieles marcharon detrás de la imagen de María hasta el lugar en el que se había producido el combate. Allí, Belgrano se acercó a la Virgen y colocó en sus manos el bastón de mando que él llevaba. "La conmoción fue entonces universal: hay ciertas sensaciones que perderían mucho queriéndolas describir", recordó el general José María Paz -que fue testigo del hecho- en sus memorias.
Belgrano murió a las 7 de la mañana del 20 de junio de 1820. Fue amortajado con un hábito dominico, como lo había pedido, y fue sepultado en el templo de Santo Domingo. Sólo un diario hizo mención a su fallecimiento.
Había pasado los últimos días en la casa que había sido de sus padres y sumido en la pobreza. Al dictar su testamento, le encargó a su hermano sacerdote que velara por las escuelas que había fundado y que supervisara el pago de sus deudas, un tema que lo mortificó hasta el último día. De tan pobre que estaba le terminó pagando a su médico con un reloj.
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En todo el territorio nacional, la bandera celeste y blanca señala la pertenencia al suelo argentino. Desde chicos, asociamos un conjunto de colores dispuestos de determinada manera con la idea de nación, y sabemos que existe una bandera en particular que nos convoca e identifica.
En la Argentina existen cerca de cincuenta mil escuelas. Algunas son muy distintas entre sí: hay escuelas en las grandes ciudades y en medio del campo, en la selva y en el desierto; algunas reúnen miles de alumnos, mientras que en otras una decena de chicos de distintas edades estudia en la misma aula; muchas dan vacaciones a sus alumnos en verano y otras cierran sus puertas en invierno, durante la temporada de nieve. Más allá de estas diferencias, en todas las escuelas del país, los chicos izan y arrían todos los días la misma bandera.
Más de una vez habrás escuchado en la escuela, en tu casa o de boca de algún adulto que conozcas, que Manuel Belgrano creó la bandera argentina inspirado en los colores del cielo. Sin embargo, esto no fue tan sencillo como parece. La variedad de banderas enarboladas en este territorio desde la llegada de los españoles hasta 1852 refleja las dificultades del proceso de constituir una nación y representarla por medio de un símbolo.
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Bandera blanca y celeste enarbolada por Belgrano el 27 de febrero de 1812 en las barrancas del río Paraná, en Rosario.Hasta ese momento, el único distintivo que llevaban los soldados patriotas para diferenciarse del ejército realista era una escarapela con los colores celeste y blanco. Manuel Belgrano -que estaba en Rosario con la misión de preparar a la tropa para defender los pasos del río Paraná de cualquier ataque realista- pensó que una buena manera de entusiasmar a los soldados era contar con una bandera propia que tuviera los colores de la escarapela. Así surgió la idea de mandar a coser una.
Hay muchas versiones acerca del origen de los colores de la bandera y la escarapela. Celeste y blanca era la cinta que usaba el rey de España cruzándole el pecho, los mismos colores tenían el escudo de la ciudad de Buenos Aires y las cintas repartidas el 25 de mayo. Después de la Revolución de Mayo, toda persona que quería demostrar que estaba a favor de la revolución se colocaba cintas celestes y blancas en algún lugar visible: las damas en el cabello, en los bordes de los rebozos, o en los abanicos; los hombres se las colocaban en los sombreros o en las solapas de los sacos. Cuando la nueva bandera flameó frente al Paraná, Belgrano dijo a los soldados: "Esta será la divisa con que marcharán al combate los defensores de la patria".
También le comunicó al gobierno de Buenos Aires la decisión que había tomado. En una carta expresa: "[...] siendo preciso enarbolar bandera, y no teniendo la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela, espero que sea de la aprobación de V. E.".
Pero como todavía no se había declarado por escrito la independencia, el gobierno consideró poco prudente la actitud de Belgrano. En una circular fechada el 3 de marzo de 1812, le respondieron: "Ha dispuesto el Triunvirato que Vuestra Señoría, Manuel Belgrano, sujete sus acciones a las decisiones de este gobierno y haga pasar por un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste, que la oculte disimuladamente y la reemplace con la que se le envía, que es la roja y amarilla que hasta ahora se usa en la Fortaleza, [...], y procure en adelante no anticiparse a las decisiones del gobierno en materia de tanta importancia". |
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Bandera aprobada por el Congreso de Tucumán en 1816. Una de las tareas que tuvo el Congreso de Tucumán después de declarar la independencia fue acordar cuál sería la insignia que reemplazaría a la bandera española. Así decía el decreto expedido por el Congreso el 25 de julio de 1816: "Las Provincias Unidas, después de la declaración solemne de su independencia, tomarán como peculiar distintivo la bandera celeste y blanca". |
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Bandera de color azul y blanco, adoptada en Buenos Aires en 1818 por el director supremo Juan Martín de Pueyrredón. Las franjas de los extremos son de un azul más intenso que el celeste original. Esta modificación se debe a una consulta realizada a expertos en heráldica, la disciplina que se ocupa de estudiar los colores que deben llevar las banderas y los escudos. Los expertos rechazaron el celeste y determinaron que el color correspondiente debía ser un azul más oscuro. |
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Bandera de color azul y blanco, adoptada en Buenos Aires en 1818 por el director supremo Juan Martín de Pueyrredón. Al igual que la que usamos actualmente, llevaba como distintivo militar un sol en el centro. Las franjas de los extremos son de un azul más intenso que el celeste original. Esta modificación se debe a una consulta realizada a expertos en heráldica, la disciplina que se ocupa de estudiar los colores que deben llevar las banderas y los escudos. Los expertos rechazaron el celeste y determinaron que el color correspondiente debía ser un azul más oscuro. |
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Bandera usada en Buenos Aires durante los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, desde 1829 hasta 1832 y desde 1835 hasta 1852. El color rojo era el símbolo federal. |
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Bandera usada en Buenos Aires durante los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, desde 1829 hasta 1832 y desde 1835 hasta 1852. El color rojo era el símbolo federal. |
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Bandera que se volvió a colocar en el fuerte de Buenos Aires en 1852, una vez que el gobierno de Rosas cayó como consecuencia de la batalla de Caseros. Durante la secesión de Buenos Aires (1852-1861), los dos gobiernos -el de la Confederación y el de Buenos Aires- utilizaron la misma bandera. |
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Enarbolamiento de la primera bandera argentina por el general Manuel Belgrano, 27 de febrero de 1812. Reproducción de un cuadro (reconstrucción histórica). Archivo General de la Nación, Departamento de documentos fotográficos, República Argentina. |
De puño y letra
Empiezo a escribir sobre mi vida con el objeto de que esto sea útil a mis paisanos... y también con el de ponerme a cubierto de la maledicencia, porque el único premio a que aspiro por todos mis trabajos es conservar el buen nombre que desde mis tiernos años logré en Europa.Como muchos intelectuales de su época, Manuel Belgrano dedicaba gran parte de su tiempo a la lectura y a la escritura. Leyendo estos escritos podrás conocer sus pensamientos y opiniones.
Nací en Buenos Aires. Mi padre, don Domingo Belgrano, provenía de Italia, y mi madre, doña María Josefa González Casero, era natural de Buenos Aires.
Mi padre era comerciante. Durante el tiempo del monopolio adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época. Por lo tanto, me envió a España para seguir la carrera de Leyes.
Confieso que tuve mi mejor aplicación en el estudio de los idiomas, la economía política y el derecho público.
Allí conocí hombres ilustres y comencé a dirigir mis intereses a favor de la patria...
Adaptado de Manuel Belgrano, Autobiografía y otras páginas, Serie del siglo y medio, Buenos Aires, Eudeba, 1966.
Resulta fundamental crear escuelas gratuitas. A través de ellas se les podría inspirar a los hombres el amor al trabajo, pues en un pueblo donde éste no reine decae el comercio y toma su lugar la miseria.
Igualmente se deben fundar escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñará la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etcétera, y principalmente a inspirarles el amor al trabajo para separarlas de la ociosidad.
Adaptado de Manuel Belgrano, Autobiografía y otras páginas, op. cit.
Reglamento para los pueblos de Misiones:
Todos los naturales son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode.
Los declaro iguales a los españoles que nacimos en el suelo de América. Los habilito para todos los empleos civiles, políticos, militares y eclesiásticos.
Adaptado de Manuel Belgrano, Reglamento para los naturales de Misiones, campamento de Tacuarí, 30 de diciembre de 1810.
Todo depende y resulta del cultivo de las tierras. Sin él no hay materias primeras para las artes, la industria y el comercio...
Adaptado de Manuel Belgrano, Autobiografía y otras páginas, op. cit.
¡La bandera!... ¡Hay que esconder la bandera!
Era el mes de abril de 1815. Habíamos llegado a casa después de asistir al acto en la Plaza Mayor, donde se había cambiado la bandera española por la celeste y blanca.
Mientras que se acomodaba el rebozo, Clementina dejó deslizar un comentario acerca de la bandera que despertó mi curiosidad...
-Parece ser que la primera bandera que mandó a hacer don Manuel no era como la que tenemos ahora...
-¿Ah, no? ¿Y cómo era, Clementina?
-Asegún cuenta el Ñato Paredes, era toda blanca con una franja celeste en el medio...
-¿Y él cómo sabe esas cosas?
-¡Uhhh! Él sabe...; ¡lo siguió a Belgrano a todas las campañas! Lo que pasa es que al Ñato nadie le cree, porque siempre tiene olor a vino. Pero yo lo conozco de antes. Cuando me cuenta alguna historia...¡lo miro fiiijo a lo' ojo!, y ahicito nomá' ya me doy cuenta si me va a decir la verdá' o me va a hacer el cuento. Entonce' me pongo seria y le digo: "Negro Paredes, ¡no le irás a mentir a una de tu raza!" Si baja la mirada es porque se trata de una picardía... Y esto de los colores de la primera bandera me lo contó él, y le juro, niña, que no mentía.
Las cosas, según el Ñato, sucedieron así...-Parece ser que la primera bandera que mandó a hacer don Manuel no era como la que tenemos ahora...
-¿Ah, no? ¿Y cómo era, Clementina?
-Asegún cuenta el Ñato Paredes, era toda blanca con una franja celeste en el medio...
-¿Y él cómo sabe esas cosas?
-¡Uhhh! Él sabe...; ¡lo siguió a Belgrano a todas las campañas! Lo que pasa es que al Ñato nadie le cree, porque siempre tiene olor a vino. Pero yo lo conozco de antes. Cuando me cuenta alguna historia...¡lo miro fiiijo a lo' ojo!, y ahicito nomá' ya me doy cuenta si me va a decir la verdá' o me va a hacer el cuento. Entonce' me pongo seria y le digo: "Negro Paredes, ¡no le irás a mentir a una de tu raza!" Si baja la mirada es porque se trata de una picardía... Y esto de los colores de la primera bandera me lo contó él, y le juro, niña, que no mentía.
Era febrero del año '12. Andaba Belgrano con el ejército, allá por la villa de Rosario, custodiando el río Paraná, pa' que no pasaran los godos...
La tropa estaba de capa caída. Y no era pa' menos; sus compañeros, en el Alto Perú, habían sido derrota'os por los españoles. Quedaba abierto el camino pa' que los ejércitos realistas entraran a Salta, después a Tucumán y de ahí, por qué no, a la misma Buenos Aires.
¡La Revolución estaba en peligro! ¡Todos sabían que allá en el norte los españoles eran fuertes!
¿Qué se podía hacer pa' entusiasmarlos un poco?
Y, mientras pensaba, don Manuel se dio cuenta que ni siquiera tenían una bandera.
"¡Eso, una bandera, una bandera que sea nuestra!", gritó. Y sin perder tiempo, la mandó a coser blanca y celeste.
-¿Y por qué eligió esos colores, Clementina?
-Y..., eran colores que usaban los que estaban a favor de la Revolución. Poquito a poco se fueron haciendo populares... Un día una cintita en la solapa, otro día un moñito en el pelo de las niñas, después escarapelas pa' que los soldados se pusieran en los gorros... Y así hasta que le fuimos tomando cariño a esos colores.
Bueno, como le decía, mandó a coser la bandera y también escribió una carta al gobierno de Buenos Aires, contándole, orgulloso, lo que había hecho.
¡No quiera saber cómo se pusieron cuando se enteraron! ¡Se les pararon los pelos de punta!
"¡Pero qué barbaridad, pero cómo se le ocurre, pero qué es esto de enarbolar una bandera sin consultar!", vociferaban.
"¡Estas cosas hay que discutirlas bien primero!", decía otro.
"¡Urgente!", gritó uno, "¡un correo al Rosario avisándole a Belgrano que guarde esa bandera!"
Pero quiso el destino que el general no se enterara. ¡Bueh!, el destino o un caballo medio lento. La cosa fue que cuando el mensaje llegó, don Manuel jhacía raaato! que se había marchao pa' hacerse cargo del ejército del Norte..., contento con la bandera.
En mayo del año '12 andaba por Jujuy. Se acercaba el aniversario de la Revolución. Pa' festejarlo, tuvo la idea de reunir a toda la tropa en la plaza y saludar con unos cañonazos a la nueva bandera de la Patria.
Volvió a informar al gobierno.
"Pero... ¡otra vez! ¡Pero qué desorden! ¡Pero qué desobediencia!", decían en Buenos Aires.
Y vueeelta el correo, ahora pa' Jujuy, con la orden de guardar esa bandera. Y esta vez Belgrano se enteró. Apenao, fue a ver a su amigo, Juan de Dios Aranivar, que era un cura de aquellos pagos, pa' ver si le daba algún consuelo...
Después de un rato de conversaciones, le entregó las banderas al padre Juan y se marchó otra vez al campamento.
El cura esperó que se hiciera bien de noche. Aprovechó la intensa lluvia y se lanzó por la callecita pa' ir al establo a buscar un caballo.
Cargó las alforjas con algunas herramientas...Un buen martillo, unos clavos, algunos fierros con punta y..., ¡a todo galope por el camino!
Debajo de la sotana, atadas con una cinta, iban las dos banderas camino a su escondite...
¿Qué se tenía entre manos el padre Juan?
Se dirigía a Titiri, un pueblecito cercano, pues ya tenía un plan en su cabeza pa' esconder esas banderas.
Habrá llegado a Titiri pasada la medianoche. ¡No había un alma por las calles! Ató el caballo a un poste y enfiló por el caminito. ¿Adónde iba el padre Juan? Su destino era la capilla del pueblo...
Empujó con fuerza la gruesa puerta de madera... y entró sigilosamente. Todo estaba oscuro y en silencio. Sólo de vez en cuando el terrible rugido de un trueno estremecía la noche.
El padre Juan recorrió a tientas la capilla para asegurarse de que no había nadie. Prendió una vela y fijó sus ojos en cada uno de los muebles y adornos que había en el lugar... De pronto, su mirada se detuvo en unos cuadros de santa Teresa.
Eran lo suficientemente grandes, y los marcos parecían resistentes. Despacito, despacito, comenzó a sacar las herramientas.
Mientras tanto, en la calle, unos soldados hacían la ronda nocturna como todos los días. Venían charlando de temas militares cuando, al pasar por la puerta de la capilla, oyeron ruidos extraños.
Miraron por una de las ventanitas, pero la oscuridad de la noche y la fuerte lluvia no les dejó ver nada.
Desde adentro, unos golpes parecidos a martillazos seguían sonando.
Apuraron el paso y fueron hasta la puerta. La empujaron y se abrió. En ese mismo momento, un rayo de esos que pocas veces se ven iluminó enterita la capilla.
Uno de los soldados creyó ver un bulto que se movía. "¡Alto! ¡Quién vivel", gritó. Nadie contestó.
Vuelta a gritar, esta vez mucho más fuerte: "¡Alto! ¡Quién vive!" Pero nada...
De pronto, una ráfaga cerró con fuerza la puerta de la capilla.
Los soldados dieron la voz de alarma y enseguidita vino una patrulla. Prendieron todas las velas, revisaron todito' lo' rincones, pero no encontraron nada de nada.
Mientras tanto, a lo lejos, el caballo del padre Juan galopaba a toda velocidá' pa' alejarse de Titiri...
-Pero, ¿y las banderas? ¿Dónde escondió las banderas, tiíta?
-Eso no lo sabe nadie, mi niña. Hasta el día de hoy las primeras banderas de la Patria y sus colores siguen siendo un misterio...
Diana González
En: Zelmanovich, P. y otras, Efemérides, entre el mito y la historia, Buenos Aires, Paidós, 1994.