Marcos Aguinis:
“¿Qué le diría Evita a Cristina?: ‘Nena sé original, no te prendas tanto de mi falda’”
POR SUSANA REINOSO
Sesenta y un años después de su muerte, Eva Perón habla con voz propia. O por lo menos la que Marcos Aguinis le ha creado en La furia de Evita, una novela en la que el autor echa luz sobre la vida y la muerte de la mujer más popular del Siglo XX en la Argentina. Aguinis humaniza al mito, a través de un lenguaje construido con palabras gruesas pero también atribuyéndole sinceridad a sus gestos y acciones. Ha pasado apenas un año y medio desde que el autor de El atroz encanto de ser argentinos se debatiera entre la vida y la muerte. Hoy, saludable, Aguinis ha modificado la voz narrativa de su última novela: La furia de Evita está contada por una voz ágil y verosímil de mujer. “Tuve especial cuidado en que la voz narrativa reflejara el estilo de Eva en vida. No fue difícil el relato cargado de energía y juventud. No me sentí forzado. Quizá muchos aspectos de la vida de Eva están profundamente instalados en el inconsciente y resurgieron en el momento de escribir”, dice Aguinis, rodeado de objetos queridos: ranitas de la suerte, partituras clásicas (es pianista y médico), fotos con sus hijos y otros escritores. El hilo conductor de la novela es el viaje de Eva Duarte a Europa, en representación de Perón. En constantes saltos al pasado, el personaje desgrana las páginas muchas veces desgraciadas de su vida. Hechos reales en una historia de ficción han llevado a Aguinis a comprender mejor a la Evita de la Historia gracias a su Evita novelada. Por la novela de Aguinis desfilan personajes del primer peronismo: el canciller Bramuglia y el poderoso Raúl Apold (Subsecretario de Prensa y Difusión) ; el magnate naviero Alberto Dodero, Ricardo Guardo (presidente de la Cámara de Diputados) y su mujer, Lilian Lagomarsino (gran amiga de Evita), su hermano Juan Duarte, su peluquero personal, Julio Alcaraz, su cura de confianza, el jesuita Hernán Benítez… Todos ellos se mezclan con hombres que ayudaron a Evita en su ascenso: Agustín Magaldi, Edmundo Guibourg, el director teatral Joaquín de Vedia y Armando Discépolo.
–¿Por qué un liberal que se supone antiperonista elige a Evita?
–Sorprenden las deformaciones que se han dado en la historia peronista, jerarquizándose distintos personajes por razones oportunistas. Evita es usada de manera llamativa para desplazar a Perón. Es más importante hoy ser evitista que peronista, cuando la propia Eva se dedicó toda su vida a exaltar a Perón. El abuso de Evita está vinculada a elementos poco racionales. En los 70 se decía que “si Evita viviera sería montonera”, cuando ella fue profundamente anticomunista. No diré que me enamoré del personaje, pero sí conseguí cierta empatía, incluso siendo ella tan distinta a mi forma de pensar y de sentir.
–Pensó en algún momento en dejar el personaje?
–Dudé en tomar el personaje, no sólo porque está en las antípodas de mi pensamiento sino porque se ha escrito mucho sobre Eva Perón. También es cierto que un escritor puede darse el lujo de tomar un personaje que no es afín a su forma de pensar. Evita, que es muy distinta a mí, en esta novela es un ser humano, está fuera del espacio del mito, tiene carnadura y humanidad. Así describo sus contradicciones, sus dolores, sus rabias, sus odios, sus claroscuros. Me pareció importante fluctuar entre el tiempo de su miseria extrema y su poder extremo.
–¿La suerte de la Eva Perón real nació de sus desgracias?
–Por lo general atribuimos a la suerte situaciones accidentales cuyo origen es difícil de desentrañar. En la novela hay una interpretación sobre la suerte de Evita, una mujer destinada al fracaso absoluto, quizá al suicidio, pero que de pronto tiene saltos prodigiosos. Se explica que Evita haya creído que las desgracias le abrieron las puertas en la vida.
–Muchos de los personajes que pasan por la novela existieron...
–Los hechos importantes de la vida de Evita son reales, están documentados. Lo novedoso es cómo esos hechos son vistos por ella misma y narrados por su voz. Allí entra la literatura. En el libro, Evita hace una autocrítica, sobre hechos que no han sido buenos para la Argentina y que marcaron el ADN del peronismo.
–¿Cómo se modificó la imagen de Eva Perón que usted tenía?
–Yo era un argentino atado al mito. Todo mito es un retrato en blanco y negro que niega los matices, sin altibajos. Pero luego de la novela, priorizo más al ser humano que fue. Incluso me provoca admiración. Por ejemplo, cuando dice: “Me han comparado con Jesús porque murió a los 33 años, igual que yo. Pero su obra fue realizada en sólo tres. En mi caso, como no soy divina, me llevó apenas el doble”. En verdad hizo una obra sorprendente. He procurado comprenderla. Sobre todo en ese delirio que genera el poder, que despega la realidad.
–Que diría su Evita de ficción de la Cristina real que nos gobierna?
–Se burlaría de Cristina. Con su mirada aguda le diría: “Nena sé original, no te prendas tanto de mi falda. Hacé las cosas por tu lado Yo fui original. Vos sos una imitadora”.
–En 2001 usted me dijo que en el futuro asistiríamos a una decadencia cultural sin precedente.
–Lamento haber tenido esa condición profética. Quisiera equivocarme, pero creo que la Argentina va hacia un enfrentamiento muy grave. Ojalá que esto pueda ser frenado por el peronismo disidente y el sector kirchnerista del gobierno que todavía apuesta por la democracia. Que se le pueda poner fin a este modelo regresivo y venenoso para los argentinos.
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