Por Carolina
Mantegari
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Como narradores y poetas, Humberto Costantini y
Mario Benedetti mantienen ámbitos comunes de pertenencia. Por la reconocida
maestría en el coloquialismo urbano. Por cierto realismo tradicional, aún
rescatable. Sobre todo por el fenómeno unificador, entre la obra literaria y
la ciudad.
Montevideo, para Benedetti. Buenos Aires, para
Costantini.
Ambos maestros también interpelaron el mero acto
de reír. Benedetti lo hizo en “¿De qué se ríe?”.
Es una “Letra de Emergencia” transformada, con
astucia, en canción. Fue magistralmente interpretada por Nacha Guevara.
Por su parte, Costantini interpela la risa
burlona, en el dramático monólogo “¿De qué te reís?”. Adquirió el formato del
cuento impecable, en primera persona. Ver “Una vieja historia de caminantes”
(CEDAL).
Por suerte, los extintos Costantini y Benedetti
nada tienen que ver con el vivo Amado Boudou. Ni desde el punto de vista
vital, ni -menos- ideológico. Salvo que, a la distancia, desde la estética
parecieran interpelarlo. Al verlo reírse tanto, respetuosamente Benedetti
podría preguntarle.
“Señor vicepresidente, ¿de qué se ríe?”.
En confianza, canchero, conocedor de personajes
semejantes, Costantini podría preguntarle:
“¿De qué te reís?”.
Agregaría, acaso, el adjetivo descalificador.
Como aquel que le estampó Ergueta a Erdossain, en la novela de Roberto Arlt.
Sonatina
¿De qué, y de quién, se ríe Boudou?
Es la gran pregunta. La sociedad aún reclama la
respuesta.
Al contrario de la princesa de Rubén Darío, en la
“Sonatina” de Boudou, “El Descuidista está contento”.
“¿Qué tendrá El Descuidista?”.
Se lo puede ver radiante en el Salón Blanco. En
cualquier acto televisado, con o sin cadena.
Al lado, en general, de Nuestra César. La
Protectora. Siempre cerca. Sin perderle nunca el hilo sisal de la mirada.
Ella es: “La que te puso, no te olvides, yo te
elegí”.
Se lo aclaró durante la explicable rabieta. Por
lengua larga. Después de tildarlo “El Concheto de Puerto Madero”.
Aunque, cuando todo termine, si salen bien del
presente verso, ambos serán consorcistas del mismo edificio.
En la Sonatina, El Descuidista depende totalmente
de Nuestra César.
No está a tiro de decreto pero está a tiro de
mirada. Basta con el olimpismo del gesto. Para que deje de reír.
Pero Nuestra César instruyó a los bonzos de la
escudería cristinista. Para que salieran, aunque de mala gana, a defenderlo.
Con convicción profesional. Con la fuerza del argumento equivocadamente
inapelable.
“Hoy vienen por Amado y mañana vienen por mí”.
La recomposición
¿Se ríe, acaso, El Descuidista, porque zafó?
¿Salió del paso?
¿O se ríe con tranquilidad porque sabe que es un
hombre naturalmente dotado por la suerte?
Al Pasadiscos de Sobremonte, en la vida, le fue
bien. Veneración y felicitaciones. Ejemplo para inspirar a los inquietos
atorrantes del suburbio.
Ríe, contagiosamente, el señor vicepresidente,
porque logró torcer la tendencia decisoria. Aludía a la recetada “Línea
Máximo”. Compartida, según nuestras fuentes, por Zanini.
El recurso pragmático de pedir una licencia.
“¿Me van a dejar caer?, ¿a mí? ¿por esto?”,
cuenta la Garganta que soltó El Descuidista.
No reía cuando, según las fuentes, soltó el
mensaje doliente.
“Si me dejan caer yo…”.
Triunfó, providencialmente, la sensatez. Dejarlo
caer podía representar un imprevisto moral.
Entonces El Descuidista heroicamente se pudo
recomponer. Costó. Fue al frente. Se batió solo.
Por lo tanto merece reírse. Porque le salió a la
perfección aquel monólogo desastroso, que se tergiversó como “conferencia de
prensa”, ante periodistas de látex.
Cuando deslizó delaciones ponderables.
Describían, explícitamente, el estado de patológica excepción espiritual que
se apoderó de la república corroída. Dormida, indignada y en banda.
Con un jefe de fiscales que todos creían
históricamente intachable. Pero que, en el relato de El Descuidista, mantiene
un estudio prestigioso, de donde pretendían anexarlo. Incorporarlo a la
cartera de clientes. Ayudarlo porque “era nuevito”.
Con un presidente de la Bolsa de Comercio,
siempre listo para aplaudir en el Salón Blanco, que le ofrecía amablemente la
changa de hacer “un número”.
Con un Juez Federal que, en principio, “quería
ayudar”. Después de componer un denso tratado sobre el Holocausto, el jurista
iba a ser arrojado a las fieras, como cualquier cristiano medieval. Por la
inveterada traición de diez mensajitos de texto.
Si se le pregunta cuánto costó, desde el punto de
vista ético, iluminar los mensajitos, el señor vicepresidente, con seguridad,
va a volver a reírse.
Eficiente Cooperativa de Crédito de 25 de Mayo.
La impunidad
Probablemente El Descuidista se ríe porque se
cree totalmente invulnerable. Intocablemente impune.
Ríe porque se la puso hasta a los senadores de la
oposición. Pero se ríe sobre todo porque Pichetto -pobrecito- tuvo que salir
a batirse, por su honor.
Por el honor en el que nadie, en el bloque, cree.
Ríe El Descuidista, con infinita alegría, porque
se la puso al “duhaldismo residual” de La Boldt.
Y porque se la puso también a la prensa
hegemónica, a “la mafia de Magnetto”. Y hasta se la puso al “astrólogo” del
Asís Digital.
Como tiene a Nuestra César de su lado, se nos ríe
en la cara porque lo hizo volar al doctor Righi.
En su decadencia, Righi pasó, de ser expulsado
por Perón, a caer en desgracia por El Descuidista. Para sucederlo, acaso, por
un fan. Otro de los subyugados por la magia de la guitarrita. Con el pelo al
viento que cautivó a Durán Barba, que tanto influye en Nuestra César.
Se ríe con ganas Boudou porque, a aquel Juez
Federal de los mensajitos, lo despacharon para otras causas. Para que
aprenda.
Sólo le falta hacerse al Fiscal. Pero según
nuestras fuentes ya está por caer. Nadie más va a cometer la osada infamia de
investigarlo.
Se comprende finalmente que El Descuidista tenga
multiplicadas razones, después de todo, para reírse. Porque los billetes de
cien pesos ya se cocinan en las parrillas de Ciccone.
A través de Vandenbroele, de Nariga y The Old
Fund, El Descuidista puede -si aún no dominar el mundo- llevarse a la
Argentina por delante. A los panzazos y las carcajadas.
Se ríe El Descuidista porque está eufórico,
optimista y pleno, envidiablemente feliz. Sin importarle el hartazgo que
crecientemente genera. Junto a Nuestra César. La arrastra. Pobre.
El señor vicepresidente se ríe porque es un vivo.
En la sociedad de los giles que quieren ser vivos.
Ríe porque es el auténtico ganador. Debiera
provocar la masiva admiración de los perdedores.
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Mario Benedetti
¿De qué se ríe?
(Seré curioso)
En una exacta foto del diario señor ministro del imposible vi en pleno gozo y en plena euforia y en plena risa su rostro simple seré curioso señor ministro de qué se ríe de qué se ríe de su ventana se ve la playa pero se ignoran los cantegriles tienen sus hijos ojos de mando pero otros tienen mirada triste aquí en la calle suceden cosas que ni siquiera pueden decirse los estudiantes y los obreros ponen los puntos sobre las íes por eso digo señor ministro de qué se ríe de qué se ríe usté conoce mejor que nadie la ley amarga de estos países ustedes duros con nuestra gente por qué con otros son tan serviles cómo traicionan el patrimonio mientras el gringo nos cobra el triple cómo traicionan usté y los otros los adulones y los seniles por eso digo señor ministro de qué se ríe de qué se ríe aquí en la calle sus guardias matan y los que mueren son gente humilde y los que quedan llorando de rabia seguro piensan en el desquite allá en la celda sus hombres hacen sufrir al hombre y eso no sirve después de todo usté es el palo mayor de un barco que se va a pique seré curioso señor ministro de qué se ríe de qué se ríe.
Nacha Guevara - De
que se ríe
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¿De qué se ríe, Boudou?
Discurso Diputada Nacional María Virginia Linares
Discurso
Diputada Nacional María Virginia Linares
6ª REUNIÓN - Sesión Especial
Miércoles 2 de mayo de 2012
Expediente 29-S-12 por el cual se declara de
utilidad pública y sujeto a expropiación el 51% del patrimonio de la empresa
Yacimiento Petrolíferos Fiscales Sociedad Anónima - YPF S.A.
Orden del Día 288.
Sr. Presidente (Domínguez).- Tiene
la palabra la señora diputada por Buenos Aires.
Sra. Linares.- Señor
presidente: antes de que me pida que redondee, solicito la inserción de mi
discurso en el Diario de Sesiones.
Sin
perjuicio de ello, quiero señalar que es verdad lo que hoy se ha dicho en el
sentido de que éste es un día histórico, pero puede serlo para bien o para mal.
De todas formas, uno entendería que es un día histórico para bien, en caso de
que el Congreso hoy esté dando el primer paso para recuperar la soberanía
energética perdida en la República Argentina. Sin embargo, este sería un mal
día histórico si expropiáramos esta parte de YPF para obtener dividendos con el
objetivo de destinar las divisas a fines que nada tienen que ver con la
explotación de este tipo de recursos, aunque esta cuestión ya corresponderá al
gobierno nacional.
La
recuperación de la soberanía nacional sobre nuestros recursos naturales y el
autoabastecimiento energético que permita superar la crisis en la que se
encuentra el sector, resultan una tarea prioritaria y urgente en la Argentina.
Para
ello debemos revisar todas las concesiones y derogar el esquema jurídico
vigente. Sólo de esa manera el Estado nacional podrá retomar el control de la
política hidrocarburífera que nunca debió perder.
Debemos poner fin a un sistema perverso que permite que las empresas
privatizadas sigan transfiriendo enormes ganancias a sus países de origen para
sus colocaciones financieras sobre la base de la depredación de nuestros
recursos naturales. Además, debemos auditar y controlar el 70 por ciento de la
extracción y producción, que no controla YPF y sigue en manos privadas.
Para
esto, y como paso previo, es preciso realizar una auditoría integral de todas
las áreas hidrocarburíferas revirtiendo las concesiones en las que se verifique
subexplotación. Por cierto, nadie conoce estas reservas, ni siquiera el propio
gobierno nacional, siendo que las empresas extraen los recursos mediante
una simple declaración jurada, es decir, sin ningún tipo de control estatal.
Es
verdad que Repsol llevó a cabo una feroz política extractiva, una
sobreexplotación a corto plazo. No se invirtió para reponer las reservas, y por
lo tanto, se produjo una caída brutal de éstas. Estamos hablando de un 32 por
ciento de reservas de petróleo y de un 23 por ciento de reservas de gas. Así,
se obligó a la Argentina a importar combustible, sobre todo fuel oil, gasoil y
gas, a través de los buques regasificadores. Bien sabemos los bahienses que,
junto con Escobar, estamos recibiendo alrededor de ochenta buques puestos de
manera compulsiva, que desde el punto de vista de la seguridad dejan mucho que
desear.
¿Nadie controló el vaciamiento de esta empresa? ¿Quiénes son los responsables
de no haber controlado?
Entendemos que también debemos discutir una estrategia de gestión que asuma una
nueva empresa, un rol del Estado nacional y de los gobiernos provinciales en el
mercado energético, así como también de los organismos de control y el
Parlamento.
Queremos que la participación de las regalías sea plena para todas las
provincias. Hoy, algunos diputados por Buenos Aires nos dijeron que el 65 por
ciento del crudo se destina a esa provincia, con el impacto ambiental que ello
produce.
Para
concluir, deseo señalar que la recuperación de la soberanía energética no
alcanza con la expropiación del 51 por ciento de la empresa. Por ello, es
necesaria la reinversión de las futuras ganancias a los fines de diversificar
la matriz energética, a través de energías alternativas renovables y no
contaminantes, como aquí se dijo. Asimismo, deben ser ampliadas las redes de
gas natural al 40 por ciento de los argentinos que no tienen. Estamos hablando
de 15 millones de habitantes del NOA y fundamentalmente del NEA, que en un
ciento por ciento carecen de gas natural.
Creemos que estamos frente a la oportunidad de saldar una deuda histórica.
Nosotros no privatizamos ni vaciamos YPF, y queremos volver a una YPF estatal. (Aplausos.)
Odio a los indiferentes
Uno de los pensadores marxistas que aportó más
modernidad a sus análisis fue el italiano Antonio Gramsci. Encarcelado por
Mussolini murió en un hospital penitenciario el 27 de abril de 1937, uno de sus
textos de juventud, escrito en 1917.
“Odio a los indiferentes. Creo que
vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de
ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son
bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de
la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera
pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar.
Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta
desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre
todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la
promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso
al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La
masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que
todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al
que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al
indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente,
pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi
voluntad, habría pasado lo que ha pasado?
Odio a los indiferentes también por
esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada
uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone
diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en
el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de
no compartir con ellos mis lágrimas.
Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la
consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que
los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita
sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la
fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando
desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista.
Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes”.
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