“Yo recogí las banderas de mis hijos”


NORITA, NORA CORTIÑAS, TITULAR DE MADRES DE PLAZA DE MAYO LINEA FUNDADORA




Pequeña e inquieta, sencilla y sonriente, Norita habla de política, militancia y música. Orgullosa, muestra el estudio de radio que lleva su nombre, ubicado en el edificio de la organización Servicio, Paz y Justicia, presidida por Adolfo Pérez Esquivel. En una de las paredes, revestidas con paneles acústicos, se encuentra su imagen junto a un retrato del Subcomandante Marcos. Nacida hace 83 años, en el barrio porteño de Monserrat, la titular de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora vio cómo su vida cambió de forma definitiva el 15 de abril de 1977, cuando su hijo Carlos Gustavo Cortiñas fue secuestrado por la dictadura militar y nada más se supo de él. Pronto, el dolor devino fortaleza, voluntad de acción y afán colectivo de transformación. Su pañuelo blanco, como el de tantas madres, se convirtió en un símbolo de la página más triste del pasado y en un ejemplo inspirador de coraje, esperanza y dignidad. Muchos años después, el cineasta Miguel Mirra, decidió documentar esta historia y dirigió Norita, Nora Cortiñas, testimonio fiel de esa vida militante, que se estrenará mañana en el cine Gaumont.
El largometraje gira en torno de dos entrevistas realizadas a la protagonista, quien revela detalles de su juventud, de su familia y de sus hijos. En un relato conmovedor, Nora habla de la militancia social de Gustavo y de la búsqueda desesperada que emprende junto a las otras Madres de la Plaza. La cámara, testigo de esa trayectoria política coherente, de ayer, de hoy y de siempre, registra las primeras marchas alrededor de la Pirámide de Mayo, las manifestaciones actuales, su visita a Haití y hasta su apoyo solidario a la comunidad Qom y a su líder Félix Díaz. Un homenaje que toma posición y, como define Mirra, con justas palabras: “un documental para la alegría”.
–¿Cómo surgió el proyecto de Norita...?
Miguel Mirra: –Mi anterior documental fue sobre Darío Santillán, y desde ese momento surgió la idea de relatar historias de vida. Un día, hablando con Susana Moreira, mi compañera de vida y andanzas cinematográficas, con quien siempre encaro proyectos, se me ocurrió hacer este documental. Me dije: “si algún día nos falta Nora, lo vamos a lamentar, así que tenemos que hacerlo ya”. Con Nora nos conocemos desde hace mucho; para mí es una referente y un ejemplo de coherencia y de perseverancia.
–¿Por qué es necesario contar su vida?
M. M.: –Porque es un ejemplo que nos trae el pasado y que nos trae el futuro, para problematizarlo. Norita tiene una perspectiva de futuro y está viva para contarlo. Lo que a mí más me interesó no fue que contara el pasado, porque ya es bastante conocido, sino que nos hablara de lo que viene, de lo que esperamos, de lo que podemos y debemos ser. Uno la escucha, la ve, aquí y allá, en diferentes lugares; donde hay una lucha o una situación que necesita apoyo y solidaridad, ahí está. La idea del documental no era solamente que hablara de su vida, que también es importante porque hay cosas que no se conocen, sino que hablara de su presente, de lo que piensa, de lo que siente, más allá de la lucha por la aparición con vida o el reclamo para que se abran los archivos. Nora tiene un presente, que no se ha quedado en el pasado y que siempre está hablando del futuro. Por otro lado, no se había hecho hasta el momento ningún documental sobre su vida.
–En el documental cobra una fuerza notable el testimonio de la protagonista.
M. M.: –Fue una decisión consciente de que fuera Nora quien contara su vida, porque nadie podía hacerlo mejor que ella. Por otra parte, querer realizar un documental apologético de Norita, para ensalzar su figura, y poner gente que hable bien de ella, no tenía ningún sentido. En otros casos, cuando uno cuenta la vida de alguien que ya no está, sí es necesario recurrir a otros testimonios que te hablen de esa persona, pero en este caso no. Hice dos entrevistas, una exclusiva para esta película y otra que ya había hecho y de la cual se había exhibido una parte en el documental que filmé sobre Adolfo Pérez Esquivel.
Nora Cortiñas: –Yo me resistía al principio a que se hiciera un documental sobre mi historia, pero viví dos experiencias que me hicieron cambiar de opinión. En una oportunidad, viajé a un acto en Paraná, donde se realizó un homenaje a Amanda Mayor, una de las Madres que había fallecido. En ese acto, sus hijos pusieron un video que habían realizado sobre ella y me pareció interesante el testimonio. Luego, vi la película Sol de Noche, que sirvió para el juicio por la Noche del apagón, en Ledesma. Los testimonios que se recogieron sirvieron para que se revelara lo que había sucedido esa noche. Después de esto, ya acepté, sin dudar, la idea de Miguel. Todo lo que sale en el documental es verdad, no hay nada inventado, no hay ficción. De todas formas, mi lucha, desde que salí a la calle, fue y es colectiva. Pienso que cada Madre tendría que tener su testimonio porque así no van a poder tergiversar la historia. “Todo está guardado en la memoria”, como dice la canción de León Gieco. Mi deseo es que este documental sirva como testimonio para seguir reclamando verdad, memoria y justicia.
–¿Cómo se sigue después del dolor que significó la desaparición de su hijo, para luchar y seguir con el reclamo de justicia por los derechos humanos de ayer y de hoy?

N.C.: –Yo he recogido las banderas de lucha de mis hijos. Marcelo, mi otro hijo, no fue militante social, pero tiene los mismos ideales que tuvo Gustavo, ideales que surgen de una vida familiar sencilla y de los deseos de tener el país que soñaron antes muchos miles de hombres y mujeres. Hoy seguimos esa lucha para que la Argentina tenga el estado de bienestar que tuvo en algún momento y que la gente pueda vivir feliz; para que no veamos chicos y familias enteras durmiendo en la calle, que tienen hambre y viven situaciones de necesidad extremas. Es el amor a mis hijos y mi familia lo que pudo sostener mi lucha, durante años, de la mañana a la noche. Es el amor que ellos dejaron, como hicieron Darío (Santillán) y Maxi (Kosteki), que eran dos jóvenes que levantaron también esas mismas banderas.

Jordi Borja: "Como está el mundo, tender al conservadurismo es catastrófico"

El urbanista catalán sostiene que el derecho a la vivienda, pero sin acceso a la movilidad, al trabajo y a la centralidad, no es suficiente para formar ciudadanos.



       “Aurora urbana”. La resistencia social debe ser escuchada por los políticos, dice Borja.


Viajero incansable, el catalán Jordi Borja es un habitué de Buenos Aires. Llega aquí periódicamente por conferencias, amistades o presentaciones de libros. El último, Ciudades, una ecuación imposible,(Editorial Café de las ciudades), es una compilación de ensayos de varios autores que abordan el tema en el que Borja es referencia. Su voz, su mirada de urbanista de formación comunista, cobra más fuerza ahora frente a la crisis europea. Los movimientos sociales que encabezan la resistencia en el viejo mundo, los indignados, tienen entre sus proclamas temas que Borja engloba en el derecho a la ciudad. Aunque sea esa una ecuación imposible: compatibilizar competitividad económica, cohesión social, sostenibilidad ambiental, gobiernos democráticos y participación ciudadana. Borja va en sus textos y también en esta charla del “crepúsculo” a la “aurora urbana”, de los signos negativos representados por esta crisis a unas tendencias positivas evidenciadas por fin en una resistencia social.
¿Los gobiernos atienden más a los especuladores inmobiliarios, a la burguesía financiera, y mucho menos a las necesidades sociales de la gente?
En el caso español, que ha sido absolutamente escandaloso, junto al de los Estados Unidos, muchas autoridades veían como estupendo el hecho de que se construyeran muchísimas viviendas. Decían que indicaba desarrollo, crecimiento, empleo, flujos de dinero. En 2009, el Banco Mundial recomendaba que se desregularan todas las trabas urbanísticas y fiscales para que hubiese más construcción. El resultado ha sido una crisis financiera, social, de territorio, con barrios y ciudades abandonados y a medio hacer. Significó una regresión social y económica muy importante.
Con millones de damnificados y unos pocos beneficiados, jamás castigados…
El problema de esta crisis es que ha desarrollado una mentalidad especulativa en distintos sectores de la sociedad. No es que toda la gente haya jugado a esto. Pero existía la idea, mítica, de que tener suelo, ladrillos, viviendas, departamentos, era poseer bienes que sólo podían aumentar de precio. España, entre 1997 y 2007, edificó más viviendas y metros cuadrados que Reino Unidos, Francia y Alemania juntos. Cuando cayó la demanda, cayó la actividad económica, subió el desempleo, y empezó a haber gente que ya no podía pagar sus créditos. Los bancos entraron en crisis, y desahuciados, le exigieron a la gente que les entregara las viviendas, pero como ahora valían menos, salieron a cobrar las deudas al valor que tenían antes. No tienen cómo cobrar. La gente que no tiene crédito ni empleo, pero hacen constar esas deudas y equilibran sus balances. Es una economía ficticia.
¿Han sido cómplices o débiles los gobiernos para que esto ocurriera?
Si se han normado tasas de interés muy bajas para las hipotecas, si no controlan a los bancos, si no tienen políticas para aprovechar las plusvalías urbanas, si permitieron operaciones especulativas sin demanda solvente, si el planeamiento ha facilitado este tipo de urbanizaciones, ha habido complicidad de los gobiernos locales y nacionales.
¿Es un fenómeno global? ¿Podría decir que ocurre lo mismo en América latina?
Yo diría que en América latina ocurre con menos intensidad pero con más diferenciación social. Aquí se multiplican los barrios cerrados mucho más que en Europa. Es una negación de la ciudad. Además, hay mucha más marginalidad e informalidad urbana.
Hubo que esperar al colapso actual para que apareciera algún tipo de resistencia a esta segregación evidente.
En el lenguaje más político, un análisis de esta realidad debería haber ido acompañado de una explosión social. Habría que colgar a los banqueros de los árboles, ocupar las viviendas vacías. Ahora hay una reacción, pero frente a temas muy puntuales. Falta la unificación de esos reclamos, una agenda común. Pero hay cosas interesantes. En España se extiende una plataforma de desahuciados. Pero los partidos políticos tienen un papel nulo en la resistencia. Y los sindicatos hacen muy poco. Un tema unificador es el derecho a la ciudad, concebido como la suma de derechos: a la vivienda, a la movilidad, a la salud, a la educación, al mismo estatus jurídico, la creación de espacios que reconozcan el conflicto, un ámbito de negociación entre estos movimientos y los gobiernos locales. Ha sido una conquista social e intelectual de la última década. Antes, los que hablábamos del derecho a la ciudad no éramos escuchados. Nos decían que lo que importaba era el derecho a la vivienda. Y respondíamos que el derecho a la vivienda sin derecho a la movilidad, al trabajo, a la centralidad, no es suficiente para formar ciudadanos.
¿Al urbanismo se le reconoce ahora un papel político que antes se le negaba?
El urbanismo es política. Exagerando un poco se puede decir que el urbanismo es de izquierda y que la especulación es de derecha. Porque el urbanismo es una disciplina que nació con dos objetivos: practicar una ordenación del territorio que ofrezca bienes y servicios por igual o mayores para los que tienen menos ingresos, pues el urbanismo debe ser un reductor de las desigualdades sociales, y, en segundo lugar, tener una visión de transformación urbana. Hacer una ciudad mejor para todos. En cambio, las políticas que se han practicado han reducido la calidad de vida de gran parte de la población.
Ahora, estos nuevos movimientos sociales, a diferencia de los setentistas por ejemplo, han incorporado varios de los postulados que nacen del urbanismo.
Es cierto, cada vez más.
Si los partidos políticos no interpretan esta situación, ¿corren riesgo de desaparecer?
Yo no creo que los partidos vayan a desaparecer. Pero en Europa hay un gran descrédito. Ahora, mientras haya una democracia de tipo representativa, si desaparecen unos partidos aparecerán otros. El problema está en las insuficiencias de la democracia representativa. Es terriblemente conservadora. Así, los partidos tienden a parecerse mucho, no toman riesgos ni posiciones extremas, un poco porque los ciudadanos aunque estén descontentos no quieren complicarse la vida. El ciudadano actúa con miedo, se pregunta a dónde irá a parar.
Todo esto ha determinado que la izquierda europea esté prácticamente muerta…
En Francia, en Alemania, en Inglaterra la izquierda existe, pero se ha desplazado hacia el centro, busca apoyo en los sectores medios, y deja afuera a los más pobres o a los jóvenes. En un caso tan obvio como el de Grecia, que necesitaba un cambio, hubo una campaña de medios de comunicación, de grupos económicos, de organismo europeos diciendo que no voten a la izquierda porque significará el caos. El caos ya lo tienen. Ya les habían hecho todos los recortes. Y lo que decía Syriza (la coalición de izquierda griega), era muy parecido a lo que hizo Kirchner acá, una moratoria de la deuda.
Que no era un programa revolucionario.
Claro que no. Pero era una manera de decir que no se aceptaría un empobrecimiento general de la población. Viendo esta campaña tremenda que hubo en Grecia digo que la democracia representativa no es suficiente. Ahora estamos en un tiempo de cambio, y los partidos políticos, los políticos, tienen que escuchar a los movimientos sociales. Así como está el mundo, tender al conservadurismo es catastrófico.
Podríamos decir entonces que hemos avanzado en la crítica sobre la realidad política, social y económica, pero no en la acción…
Es una buena síntesis. Hay análisis crítico de la realidad, hay resistencias sociales dispersas, falta una unificación política alternativa.
¿Cuáles son los factores esperanzadores?
Que cada vez hay más resistencia. En España hay una eclosión. Incluso con el independentismo catalán, que en gran parte es una respuesta a la crisis social y económica que afecta a los jóvenes. Ya que este estado no los escucha, en uno catalán, tal vez podamos tener un poco más de influencia.
¿Y eso tiene algún asidero?
No estoy muy seguro. Pero mientras haya la hipótesis de que no se pueden cambiar las cosas porque el estado español lo impide, en Cataluña se seguirán confundiendo derecha e izquierda. Yo no soy independentista, pero me parece una reacción bastante lógica pedir una solución confederada en España. Pero existe tal cerrazón mental y política por parte del PSOE y el PP, que lo veo muy difícil.