Martí, el "héroe nacional de Cuba"


José Julián Martí Pérez, el “Héroe Nacional de Cuba”, pensador, periodista y poeta cubano, revolucionario de la independencia contra España, nació en La Habana, un 28 de enero de 1853. Hijo de un valenciano y una canariense, alimentó su espíritu de indignación y lucha tempranamente, tras acompañar a su padre en una visita a la zona de Hanábana, en la provincia de Matanzas, cuando conoció los horrores de la esclavitud.

Excelente estudiante desde muy pequeño, ingresó al bachillerato en 1866, gracias a su querido maestro Rafael María de Mendive, quien le costeó los estudios. Pero pronto, comenzaría quizás la más importante fuente de enseñanzas para Martí: la primera guerra independentista de Cuba, comenzada en octubre de 1868. Martí apenas tenía 15 años y se nutrió entonces de fuertes concepciones emancipadoras, que pudo volcar luego en algunos poemas, como “Abdala” o “Diez de octubre”.



Un año más tarde, un batallón de voluntarios lo detuvo y acusó de escribir una carta dirigida a un conocido, quien se había alistado en el ejército realista, a quien Martí le dedicaba duras palabras. Esto le valió la detención, primera condena a seis años, y posterior perdón de la pena a cambio de la deportación a España.

Llegado a Madrid a comienzos de 1871, Martí se conectó con los ambientes republicanos de España, que pronto iniciarían decisivas luchas para instaurar la Primera República Española. En aquellos años, Martí se licenció en Derecho y Filosofía, antes de regresar a América. México, Estados Unidos y Guatemala fueron algunos de sus próximos destinos. Comenzó a trabajar como periodista y profesor universitario, en tanto conoció a Carmen Zayas Bazán, con quien se casó en 1877. Pronto nacería su hijo Ismaelillo. 

De regreso a Cuba, comenzó a conspirar para lograr la independencia de la isla, previo al inicio de una segunda revuelta anticolonial. Por entonces, mientras trabajaba como pasante de un abogado, Martí asistía a mitines secretos, pronunciaba discursos encendidos y presidía círculos revolucionarios. La “Guerra chiquita”, como se le llamó al segundo importante intento independentista cubano, fracasó rápidamente y José Martí fue nuevamente deportado a España. Pero lograría escapar y pronto llegaría a Estados Unidos, país en que residiría, salvo una estadía de algunos meses en Venezuela, por cinco largos años.


En los años previos al inicio de la tercera y decisiva guerra por la independencia de Cuba, de 1895, Martí escribió numerosos artículos y poemas, muchos de los cuales fueron publicados en periódicos de distintos países americanos, entre ellos, el diario argentino La Nación. En tanto, reinició los preparativos revolucionarios, a sabiendas de que luchaba no sólo por Cuba, sino por una “ancha patria continental”, a la cual acechaba el expansionismo norteamericano. Martí sabía que, mientras Cuba se acercaba a su primera independencia, los países hermanos debían luchar por la segunda.

Martí fue fundador en 1892 del Partido Revolucionario Cubano, que no era precisamente un partido electoral, y de su órgano de difusión Patria y, en contacto con muchos luchadores de las guerras anteriores -como el militar Máximo Gómez-, sentó las bases del nuevo alzamiento popular. El Plan de la Fernandina preparado y financiado por el PRC fracasó al enterarse las autoridades estadounidenses del mismo y prohibir la partida de la flotilla revolucionaria. Pero el proyecto siguió adelante. El ejército mambí, repleto de campesinos macheteros, comenzó finalmente la guerra el 24 de febrero de 1895.
Martí y 400 expedicionarios más llegaron a la isla el 11 de abril, desembarcando en Playita de Cajobabo, al sudeste de Cuba. Designado Mayor General del Ejército Libertador, en sintonía con los otros generales, Gómez y Antonio Maceo, Martí fue alcanzado por tres disparos en un inesperado encuentro con tropas realistas. No pudo presenciar el final de una guerra victoriosa, a la que sin embargo le faltaría -como creía para el resto del continente- una “segunda independencia”.


Fuente: José Martí, Nuestra América, La Habana, Editorial Trópico, 1953.
"La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas."


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