Mostrando las entradas con la etiqueta Latinoamerica. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Latinoamerica. Mostrar todas las entradas

Impactos de las empresas transnacionales en los derechos humanos


Luis Hallazi Méndez



El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas emitió los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre las empresas y los derechos humanos en junio del 2011; además decidió establecer un Grupo de Trabajo empresas y derechos humanos, compuesto por cinco expertos independientes elegidos por un periodo de tres años con el mandato de promover la implementación de dichos principios; se estableció también un Foro donde anualmente se discutirían tendencias y desafíos en la implementación de los mismos. Dos de los expertos del Grupo: Michael K. Addo y Dante Pesce están de visita oficial por primera vez en Perú [1], tras una invitación del gobierno peruano.

Sin duda, cada vez es más visible el impacto negativo de las empresas transnacionales sobre los derechos humanos en el mundo entero. El 2005, el Secretario General de las Naciones Unidas, encargó al profesor John Ruggie profundizar al respecto, lo que trajo como resultado en el 2008 el marco de “Proteger, Respetar y Remediar”; sobre estos tres pilares se desarrollan los treinta y un (31) Principios Rectores que rigen este instrumento [2].

El primero está relacionado a la obligación del Estado de proteger los derechos humanos mediante el desarrollo de políticas públicas adecuadas y regulaciones que garanticen derechos fundamentales; el segundo es la responsabilidad empresarial de respetar los derechos humanos lo que significa que las empresas deben actuar con debida diligencia[3] para evitar infringir los derechos de terceros y enfrentar los impactos adversos en los que están involucrados y el tercero es la necesidad de buscar el mayor acceso posible por parte de las víctimas a una remediación efectiva que pueda ser judicial o extrajudicial.

En el Perú ponernos a pensar en base a estos tres pilares: Proteger, Respetar y Remediar,  es simplemente chocarnos con una devastadora realidad. Podemos analizar una gama diversa de casos de cómo es la relación de las empresas con los derechos humanos y evidenciaremos que en su gran mayoría ni el Estado protege, ni las empresas respetan y peor aún, en caso de violaciones de derechos ninguno de los dos remedian a las víctimas.

Remitámonos a la situación actual, donde el Estado los últimos cinco años, tanto en el gobierno de Ollanta Humala como en el actual del presidente Pedro Pablo Kuczynski, ambos, han tenido un política agresiva de promoción de la inversión a través de la creación, modificación y derogación de normas jurídicas que flexibilizan procedimientos para el acceso a tierras o debilitan requisitos ambientales; que finalmente colisionan con el marco de protección de derechos humanos, ejemplo de ello es la Ley 30230 o el Decreto Legislativo 1333 recientemente derogado. Esto evidencia que el Estado está lejos de proteger los derechos humanos, sino al contrario realiza acciones concretas que terminan debilitando estándares mínimos de protección de derechos.

Vayamos al ámbito de las empresas que reunidas en gremios empresariales como es el caso de la CONFIEP han ido generando una opinión pública y presión gubernamental que muchas veces es contraría a los derechos humanos. Un caso concreto fue la resistencia a respetar el derecho humano a la consulta previa en actividades mineras, incidiendo en el Estado para que las poblaciones de comunidades campesinas no sean consultadas bajo la excusa de no ser pueblos indígenas [4]. Esta oposición e incidencia directa y pública también  han estado detrás de los cambios normativos denominados “paquetazos”, donde la CONFIEP ha cumplido un rol predominante en generar una corriente de opinión que no toma en cuenta la debida diligencia en los cambios normativos que promueve.

Por otro lado, hay muchos casos en los cuales habiendo habido violación de derechos por parte de empresas o Estado; estás la mayoría de veces no han reparado a las víctimas, un caso con más de 40 años de contaminación petrolera y sin remediación hasta el día de hoy es el de las comunidades de las cuatro cuencas en Loreto; así como este caso se pueden encontrar diversas violaciones contra el derecho a la tierra y territorio; al derecho a la consulta y el consentimiento previo; a un medio ambiente sano; impactos negativos a la salud de los pueblos indígenas. Esto nos lleva a concluir que los Principios Rectores no consideran de manera explícita los derechos diferenciados de los pueblos indígenas.

Más allá de eso los Principios Rectores son actualmente insuficientes para controlar los impactos que las empresas transnacionales están teniendo sobre los derechos humanos y específicamente sobre los pueblos indígenas. Debemos saber que estos principios no son un instrumento jurídico y por tanto no crean obligaciones legales internacionales para las empresas, de la misma manera los principios son débiles con respecto a las obligaciones del Estado, ya que no están ancladas en tratados internacionales. La aplicación de los principios apelan a la voluntariedad de las empresas y estas a su vez prefieren autoregularse a través de sus códigos de ética. Sin embargo el 2014 el Consejo de Derechos Humanos aprobó la resolución presentada por Ecuador y Sudáfrica que busca iniciar negociaciones a nivel mundial para el establecimiento de un instrumento de cumplimiento obligatorio para que las empresas transnacionales respeten los derechos humanos a escala global, aunque hasta ahora no haya muchas noticias al respecto.  

Lo cierto es que para vigilar el cumplimiento de estos principios, dos de sus miembros del Grupo de Trabajo sobre empresas y derechos humanos, están de visita oficial al Perú, visita que concluyo el 19 de julio, tras 9 días de reunirse con empresas, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil; en este último caso hubo un espacio donde se pudo presentar diversos casos vinculados a vulneraciones de derechos en actividades mineras, de hidrocarburos, agroindustriales, infraestructura, consulta previa, vulneraciones por parte de la empresa a defensores de derechos y violaciones  de los derechos laborales. Para junio del 2018 se espera el informe oficial y final con sus conclusiones y recomendaciones  presentadas ante el Consejo de Derechos Humanos.

Mientras tanto, esperemos que el Grupo de Trabajo sobre empresas y derechos humanos recomiende a las empresas nacionales y transnacionales que sus acciones relacionadas a la incidencia y la gestión de sus intereses (lobbies) no vulnere, ni debilite el marco de protección de derechos humanos. De la misma manera se recomiende al Estado, sea al poder ejecutivo o poder legislativo, que sus acciones legislativas en la promoción de las inversiones privadas y públicas no vulnere, ni debilite el marco de protección del derecho internacional de los derechos humanos.

Notas



[3] La debida diligencia es el proceso comercial mediante el cual las empresas identifican activamente, previenen, mitigan y rinden cuentas sobre como manejan y abordan sus impactos negativos potenciales y actuales sobre los derechos humanos.


Luis Hallazi Méndez es abogado y politólogo, investigador en derechos humanos. luis.hallazi@gmail.com

San Martín de los Andes




Por  Felipe Pigna
Para los que tuvimos la suerte de conocer nuestra hermosa provincia de Mendoza y acercarnos al pie de una de las cordilleras más altas del mundo, la frase “San Martín cruzó los Andes” dejó de ser un versito escolar. Enternece y conmueve pensar en aquellos hombres mal vestidos, mal montados, mal alimentados, pero con todo lo demás muy bien provisto como para encarar semejante hazaña. Y detrás y delante de ellos, un hombre que no dormía pensando en complicarle la vida al enemigo y hacer justicia con la memoria de los que lo habían intentado antes que él.
No lo ganaba la soberbia. Podía confesarle a sus mejores amigos: “lo que no me deja dormir no es la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”.
Había que pensar en todo, en la forma de conservar la comida fresca, sana, proteica y calórica. Entre los aportes del pueblo cuyano, no faltó la sabiduría gastronómica expresada en una preparación llamada “charquicán”, un alimento hecho a base de carne secada al sol, tostada y molida, y condimentada con grasa y ají picante. Bien pisado, el charquicán se transportaba en mochilas que alcanzaban para ocho días. Se preparaba agregándole agua caliente y harina de maíz.
Ante la falta de cantimploras, utilizó los cuernos vacunos para fabricar “chifles”, que resultaron indispensables para la supervivencia en el cruce de la cordillera.
Pocos meses antes de iniciar una de las epopeyas más heroicas que recuerde la historia militar de la humanidad, San Martín impone a sus soldados y oficiales del Código de Honor del Ejército de los Andes, que entre cosas sentenciaba: “La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares. Las penas aquí establecidas y las que se dictasen según la ley serán aplicadas irremisiblemente: sea honrado el que no quiera sufrirlas: la Patria no es abrigadora de crímenes.” 1
A pesar de las enormes dificultades, aquel ejército popular pudo partir hacia Chile a mediados de enero de 1817. Allí iban el pobrerío armado y los esclavos liberados, todos con la misma ilusión.
El médico de la expedición fue James Paroissien, un inglés de ideas liberales radicado en Buenos Aires desde 1803 y que había acriollado su nombre, convirtiéndolo en Diego. Cuando estalló la Revolución, Paroissien ofreció sus servicios al nuevo gobierno y fue designado cirujano en el Ejército Auxiliar del Alto Perú. En 1812 se hizo ciudadano de las Provincias Unidas y el Triunvirato le encargó la jefatura de la fábrica de pólvora de Córdoba. Allí San Martín lo invitó a sumarse a sus planes y Paroissien fue el cirujano mayor del Ejército de los Andes.
A poco de emprender la marcha, San Martín daba cuenta de lo precario del aprovisionamiento de aquel ejército: “Si no puedo reunir las mulas que necesito me voy a pie… sólo los artículos que me faltan son los que me hacen demorar este tiempo. Es menester hacer el último esfuerzo en Chile, pues si ésta la perdemos todo se lo lleva el diablo. El tiempo me falta para todo, el dinero ídem, la salud mala, pero así vamos tirando hasta la tremenda.” 2
San Martín había ordenado que dos divisiones, una al mando del general Miguel Estanislao Soler y la otra dirigida por Bernardo O’Higgins, cruzaran por el paso de Los Patos. Una tercera, bajo las órdenes de Juan Gregorio de Las Heras, debía ir por el paso de Uspallata con la artillería. Otra división ligera, al mando de Juan Manuel Cabot, lo haría desde San Juan por el portezuelo de la Ramada, con el objetivo de tomar la ciudad chilena de Coquimbo. Otra compañía ligera cruzaría desde La Rioja por el paso de Vinchina para ocupar Copiapó. Finalmente, el capitán Ramón Freyre entraría por el Planchón para apoyar a las guerrillas chilenas.
En total eran 5.200 hombres. Llevaban 10.000 mulas, 1.600 caballos, 600 vacas, apenas 900 tiros de fusil y carabina; 2.000 balas de cañón, 2.000 de metralla y 600 granadas.
En varios tramos del cruce, San Martín debió ser trasladado en camilla a causa de sus padecimientos. Su salud era bastante precaria. Padecía de problemas pulmonares –producto de una herida sufrida en 1801 durante una batalla en España–, reuma y úlcera estomacal. A pesar de sus “achaques” siempre estaba dispuesto para la lucha y así se lo hacía saber a sus compañeros: “Estoy bien convencido del honor y patriotismo que adorna a todo oficial del Ejército de los Andes; y como compañero me tomo la libertad de recordarles que de la íntima unión de nuestros sentimientos pende la libertad de la América del Sur. A todos es conocido el estado deplorable de mi salud, pero siempre estaré dispuesto a ayudar con mis cortas luces y mi persona en cualquier situación en que me halle, a mi patria y a mis compañeros.”
Los hombres del ejército libertador tuvieron que soportar grandes cambios de clima. La sensación térmica se agudiza con la altura. De día el sol es muy fuerte y se llega a temperaturas de más de 30 grados; durante la noche, el viento helado, con mínimas de 10 grados bajo cero, puede llevar al congelamiento. Durante la travesía, la altura promedio fue de 3.000 metros, lo que provocó en muchos hombres fuertes dolores de cabeza, vómitos, fatiga e irritación pulmonar.
La orden era que todas las divisiones se reunieran del otro lado de la cordillera entre los días 6 y 8 de febrero de 1817. Con una sincronización matemática, el 8 de febrero por la tarde, en medio de festejos y gritos de “viva la patria” los dos principales contingentes se reunieron del otro lado y fueron liberadas las dos primeras ciudades chilenas: San Antonio y Santa Rosa. Se pudo establecer una zona liberada, base de operaciones desde donde el ejército libertador lanzará el fulminante ataque sobre Chacabuco, el 12 de febrero de 1817.
Sobre el campo de batalla quedaron quinientos españoles muertos. Las fuerzas patriotas sólo tuvieron doce bajas y veinte heridos. Fueron capturados seiscientos prisioneros y centenares de fusiles pasaron a engrosar el parque del ejército libertador.
Cuando San Martín entró en Santiago se enteró de que el gobernador español, Marcó del Pont, había logrado huir. De inmediato le ordenó a uno de sus hombres de confianza, el fraile-capitán José Félix Aldao, que corriera a capturarlo. Era fundamental evitar que Marcó se embarcara hacia Lima.
En la noche del 15 de febrero, Aldao supo por sus informantes que el gobernador prófugo y su comitiva se encontraban cerca de Concepción. Llegó hasta su refugio, lo capturó y lo trasladó detenido hasta la comandancia del ejército libertador. De allí fue enviado a Mendoza y luego a Luján, donde Marcó del Pont morirá el 11 de mayo de 1819.
En su correspondencia San Martín dejó un crudo testimonio del carácter salvaje y genocida de la guerra que hacían los ejércitos españoles contra los americanos. En una carta a lord Macduff, San Martín expresaba: “¡Qué sentimiento de dolor, mi querido amigo, debe despertar en vuestro pecho el destino de estas bellas regiones! Parecería que los españoles estuvieran empecinados en convertirlas en un desierto, tal es el carácter de la guerra que hacen. Ni edades ni sexos escapan al patíbulo.” 3
Al conde de Castlereagh le dice: “Es sabida la conducta que los españoles han guardado con sus colonias: sabido es igual el género de guerra que han adoptado para volverlas a subyugar. Al siglo de la ilustración, cultura y filantropía, estaba reservado el ser testigo de los horrores cometidos por los españoles en la apacible América. Horrores que la humanidad se estremece al considerarlos, y que se emplea con los americanos que tenemos el gran crimen de sostener los derechos de la voluntad general de sus habitantes: en retribución de tal conducta los hijos de este suelo han empleado los medios opuestos.” 4
Con aquellos “medios opuestos” y “el gran crimen de sostener los derechos de la voluntad general”, el Ejército de los Andes, engrosado por los patriotas chilenos, pudo ocupar Santiago. Allí, el 18 de febrero de 1818 se convocó a un Cabildo Abierto que designó a San Martín director supremo. El general argentino rechazó el ofrecimiento y propuso al patriota chileno Bernardo de O’Higgins para ocupar el cargo.
O’Higgins aceptó y a poco de asumir envió esta nota al gobierno de los Estados Unidos, al zar de Rusia y a diversas cortes europeas: “Después de haber sido restaurado el hermoso reino de Chile por las armas de las Provincias Unidas del Río de la Plata, bajo las órdenes del general San Martín, y elevado como he sido por la voluntad de mi pueblo, a la Suprema Dirección del estado, es mi deber anunciar al mundo un nuevo asilo, en estos países, a la industria, a la amistad y a los ciudadanos de todas las naciones del globo. La sabiduría y recursos de la Nación Argentina limítrofe, decidida por nuestra emancipación, dan lugar a un porvenir próspero y feliz en estas regiones.”
El 19 de marzo de 1818 las fuerzas patriotas sufrieron su primera y única derrota, la de Cancha Rayada. Pero el general Las Heras logró salvar parte de las tropas y así purdo reorganizarse un ejército de 5.000 hombres. Los patriotas clamaban por la revancha que llegaría a los pocos días, el 5 de abril, al derrotar definitivamente a las fuerzas enemigas en Maipú.
La victoria fue total y América empezaba a respirar otro aire mientras los tiranos comenzaban a asfixiarse, como lo demuestra este informe del virrey de Nueva Granada: 5 “La fatal derrota que en Maipú han sufrido las tropas del Rey pone a toda la parte sur del continente en consternación y peligro”.
El diario The Times de Londres, al informar sobre la victoria de los criollos en Maipú, se preguntaba “¿Quién es capaz ahora de detener el impulso de la revolución en América?”.
Como bien dice José Luis Busaniche, el triunfo de Maipú entusiasmó a Simón Bolívar y le dio nuevos ánimos para proseguir su campaña: “Bolívar está en un rincón del Orinoco donde la independencia es apenas una esperanza. En agosto llegan algunos diarios ingleses que anuncian la victoria de San Martín en Maipú. Y entonces concibe un proyecto semejante al del paso de los Andes por el héroe del sur: el paso de los Andes venezolanos, remontando el Orinoco, para caer sobre los españoles en Bogotá y seguir si le es posible hasta el Perú, baluarte realista de América. Bolívar escribe al coronel Justo Briceño: ‘Las gacetas inglesas contienen los detalles de la célebre jornada del 5 de abril en las inmediaciones de Santiago. Los españoles, invadidos poderosamente por el sur, deben necesariamente concentrarse y dejar descubiertas las entradas y avenidas del reino en todas direcciones. Estimo, pues, segura la expedición libertadora de la Nueva Granada. El día de América ha llegado’.” 6
A pesar de semejante gloria y las notables repercusiones, los protagonistas del triunfo seguían sus vidas con la misma sencillez. Cuenta Mitre que después de Maipú, el general Antonio González Balcarce fue al Tedeum con camisa prestada y concluye: “¡Grandes tiempos aquellos en que los generales victoriosos no tenían ni camisa!”. 7
Pocos días después de Maipú, San Martín volvió a cruzar la cordillera rumbo a Buenos Aires para solicitar ayuda al Directorio para la última etapa de su campaña libertadora: el ataque marítimo contra el bastión realista de Lima. Obtuvo la promesa de 500.000 pesos, de los que sólo llegarán efectivamente 300.000, ya que como admitía el director supremo Pueyrredón: “Aquí no se conoce que hay revolución ni guerra, y si no fuera por el medio millón que estoy sacando para mandar a ese país, ni los godos se acordarían de Fernando”. 8
Al regresar a Chile, San Martín se enteró de que los triunfos de Las Heras en Curapaligüe y Gavilán no habían logrado evitar que los españoles recibieran desde Lima 3.000 hombres de refuerzo, desembarcados en el puerto de Talcahuano. La guerra contra los realistas proseguiría en el sur de Chile por varios años.
Con la ayuda financiera del gobierno chileno, San Martín armó una escuadra que quedará al mando del marino escocés lord Thomas Cochrane. Cuando se disponía a embarcar a sus tropas para iniciar la campaña al Perú, el Libertador recibió la orden del Directorio de marchar con su ejército contra el Litoral, para combatir a los federales de Santa Fe y Entre Ríos. San Martín se negó a reprimir a sus compatriotas, desobedeció e inició la expedición contra los españoles de Lima.
Referencias:
1 Arturo Capdevila, El pensamiento vivo de San MartínBuenos Aires, Losada, 1945.
2 Carta a Guido del 15 de diciembre de 1816.
3 Carta de San Martín a Lord Macduff, del 9 de septiembre de 1817.
4 Carta de San Martín al conde de Castlereagh, del 11 de abril de 1818.
5 El virreinato de Nueva Granada incluía las actuales repúblicas de Colombia y Venezuela.
6 Busaniche, San Martín Vivo, Buenos Aires, Eudeba, 1962
7 Bartolomé Mitre, Historia de San Martín, Buenos Aires, Eudeba, 1971.
8 Carta de Pueyrredón a Guido fechada el 16 de julio de 1818, en Carlos Guido y Spano, Vindicación histórica. Papeles del brigadier general Guido1817-1820, Buenos Aires, Carlos Casavalle editor, 1882.

Pobreza y desarrollo infantil: más allá de los primeros 1000 días de vida


Por, Sebastián J. Lipina, director de la Unidad de Neurobiología Aplicada (CEMIC-CONICET), Argentina.
  
Niña_Honduras



















Niña hondureña cosechando café. Foto: Pep Companys



El énfasis que en la actualidad se le da a los primeros 1000 días de vida como determinantes para el desarrollo humano durante el resto de la vida, se construyó fundamentalmente en base a tres fuentes de evidencia empírica generadas en el contexto de las ciencias de la salud. Por una parte, disponemos de un estudio realizado en cuatro aldeas rurales en El Oriente (Guatemala) entre los años 1969 y 1977 que involucró a más de dos mil niños y sus madres que estaban en riesgo alimentario por vivir en condiciones de pobreza. Los resultados demostraron que un suplemento nutricional con altos contenidos proteicos y energéticos impactó más en los niños que lo recibieron durante su segundo y tercer año de vida, en comparación con los niños que lo habían recibido en etapas posteriores a su desarrollo. El impacto se verificó tanto en medidas de crecimiento físico, como en otros indicadores de salud, educación, cognición e incluso de productividad económica muchos años más tarde, cuando los niños ya fueron adultos. Otra de las fuentes proviene de un análisis publicado en el año 2010 y realizado en 54 países con ingreso bajo y medio, en el que se verificó una caída de las puntuaciones en la talla de los niños entre su nacimiento y los 23 meses de vida, sin evidencia de deterioro adicional entre los 24 y los 59 meses siguientes. La tercera fuente proviene de diferentes estudios realizados durante varias décadas, que evidencian con claridad la importancia de la prevención de la salud materna durante el período prenatal para prevenir las fallas de crecimiento en sus hijos.
Si sumáramos a esta evidencia la generada por las ciencias del desarrollo contemporáneas, que también sostienen la importancia de la provisión nutricional adecuada desde la concepción y durante los primeros años de desarrollo luego del nacimiento, no hay dudas que los primeros 1000 días de vida son una etapa muy importante en la que es necesario asegurar la alimentación y el cuidado de las madres y sus hijos para proteger el desarrollo adecuado de sus potenciales y oportunidades. Tampoco existen dudas acerca de que las carencias pueden afectar a cualquier niño, sea pobre o rico. No obstante, las condiciones de desigualdad que caracterizan a muchos países del mundo en el momento actual, colocan en una situación de mayor vulnerabilidad y riesgo a aquellos que padecen situación de pobreza.
Al tiempo que esta evidencia fue siendo diseminada y comunicada en diferentes sociedades del mundo, se produjo otro fenómeno que dio origen a nociones acerca del desarrollo humano en condiciones de pobreza que sostienen que los primeros 1000 días son un período crítico durante el cual es necesario realizar los mayores esfuerzos para asegurar alimentación y estimulación para el aprendizaje de los niños, antes de que esta etapa finalice. Tal noción sostiene que luego de que esta supuesta ventana de oportunidad única se cierra, ya no será posible generar cambios en aquello que no haya sido nutrido o estimulado en forma adecuada con anterioridad. Es decir, esta noción sostiene que lo no logrado o lo que haya quedado afectado por pobreza es irreversible, no puede modificarse, sugiriendo una concepción del desarrollo humano en la que hay eventos determinantes centrales sujetos a una dinámica con pocos o ningunos grados de libertad para el cambio
Tales conceptos pueden verificarse en la intervención realizada por diferentes medios, organismos multilaterales e incluso comunidades académicas y de divulgación científica. Por ejemplo, en el año 2013, el encabezamiento de una nota publicada en el sitio web de Smithsonian, una de las organizaciones más prestigiosas en enseñanza y divulgación de la ciencia, afirmaba que: Crecer en la pobreza puede afectar el desarrollo cerebral del niño. Un gran cuerpo de investigaciones muestra que las circunstancias y el estrés crónico de la pobreza interrumpen el desarrollo del cerebro. El prestigioso periódico inglés The Guardian, en el año 2014, publicaba una contribución cuyo título era: La mitad de los niños afganos sufre de daños irreversibles por malnutrición. Y agregaba: La nutrición pobre en los primeros dos años tiene efectos permanentes sobre el crecimiento y el desarrollo. A principios del año 2016, era posible leer lo siguiente en la sección “Nuestras Prioridades” del sitio web de Unicef-China: Los niños son más vulnerables a la pobreza que cualquier otro grupo etario. Ellos experimentan la pobreza de manera diferente a los adultos y otros miembros del hogar, y sus necesidades varían según diferentes edades. Invertir durante los períodos críticos, particularmente en la infancia temprana, es crucial para combatir la pobreza infantil. Los procesos de desarrollo y maduración son sensibles al tiempo, lo cual significa que los efectos de la pobreza infantil son profundos, de larga duración e irreversibles. Por ejemplo, la malnutrición en los primeros años impide el desarrollo esencial de las conexiones cerebrales para el aprendizaje, afectando a la educación y más tarde en la vida, el potencial de ingreso.
En el año 2015, investigadores de nueve centros universitarios norteamericanos publicaron un artículo en la revista científica Nature Neuroscience en el que mostraron nuevas evidencias sobre las influencias de las pobreza infantil en la estructura cerebral y el desempeño cognitivo. Allí afirmaban que no era posible interpretar los resultados en un sentido de determinación irreversible. No obstante, la misma semana la revista Nature (de la misma compañía editorial) publicó una nota periodística titulada La pobreza encoge los cerebros desde el nacimiento.
Hace algunas semanas, el blog Primeros Pasos del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, aportaba un conjunto de consideraciones semejantes sobre el desarrollo infantil temprano: Es en los primeros 3 años de vida que el cerebro humano crece más que en ninguna otra etapa, alcanzando el 80% del tamaño adulto, y es por esto que el aprendizaje se realiza con mayor facilidad que en ningún otro momento. Durante este período, corto pero único, los niños necesitan atención, estímulos e interacciones adecuadas que les permitan desarrollar su mayor potencial a nivel cognitivo y no cognitivo. Algunos déficits en los estímulos adecuados durante la primera infancia se pueden compensar más adelante, pero el costo es tan alto que los daños son frecuentemente, irreversibles.
Estos, y otras tantos ejemplos que podríamos agregar, hacen referencia a los primeros 1000 días de vida como un período crítico o una ventana de oportunidades única para el aprendizaje infantil. Del mismo modo, alertan sobre la irreversibilidad de los efectos de la pobreza sobre el desarrollo cognitivo de los niños y las niñas, cuando se desaprovecha esta oportunidad única y temporalmente limitada. Sin embargo, semejantes afirmaciones no se corresponden con la evidencia empírica generada durante las últimas décadas por las ciencias del desarrollo humano y de la educación. Esta distancia entre un conjunto de nociones erróneas sobre los efectos de la pobreza y la evidencia empírica que nos aporta la investigación científica sobre el tema, exige reflexionar sobre dos cuestiones de gran importancia. La primera, se refiere a qué es lo que la evidencia científica disponible permite afirmar acerca de las influencias que ejerce la pobreza sobre el desarrollo emocional, cognitivo y social de niños, niñas y adolescentes. La segunda, a cómo y por qué se generan, diseminan y sostienen concepciones erróneas.

El impacto de la pobreza sobre el desarrollo infantil

Con respecto a la primera cuestión, la evidencia disponible en psicología y neurociencia del desarrollo permite afirmar que, desde la concepción y durante toda la vida, el sistema nervioso –que contiene al cerebro - se organiza y se modifica en base a la interacción dinámica entre los genes y el ambiente en el que cada individuo desarrolla su existencia. A su vez, estos procesos de desarrollo son modulados por una gran diversidad de mecanismos moleculares, celulares, conductuales, sociales y culturales. Durante tal desarrollo, existen momentos de máxima organización de diferentes funciones cerebrales que se denominan períodos críticos, que no son necesariamente fijos respecto al momento en que ocurren ni a las redes neurales que involucran. Es cierto que, si durante tales períodos críticos se produce una alteración, tanto positiva como negativa, ésta tenderá a ser incorporada de una manera permanente a la función, limitando las oportunidades para reorganizarse. Muchos de estos períodos tienen lugar en momentos tempranos del desarrollo, en particular durante la fase perinatal y en los primeros meses de vida. Pero en el caso de la organización de procesos más complejos como los cognitivos, los emocionales, y las competencias de aprendizaje, tal organización depende de la integración progresiva de diferentes redes neurales, que procesan más de una modalidad de información y que se desarrollan en diferentes momentos durante al menos las dos primeras décadas de vida.
Un ejemplo paradigmático que ha alimentado a la interpretación errónea de los primeros 1000 días de vida como única ventana de oportunidad para el desarrollo cerebral y el aprendizaje, es el de la formación y eliminación de contactos entre neuronas o sinapsis. El tiempo de creación y eliminación de sinapsis en áreas cerebrales vinculadas con el procesamiento sensorial y motor se estima que culmina alrededor de los dos años de vida; mientras que en las áreas frontales ello ocurre no menos de una década y media después del nacimiento. Es decir, no hay un solo período de formación de contactos entre neuronas. Y de ninguna manera es posible sostener que el momento en que se alcanza el número estable de sinapsis en cada área cerebral, implica un cierre de oportunidades para el desarrollo cognitivo y el aprendizaje. Tal como lo demuestra la evidencia de las ciencias de la educación y del desarrollo psicológico desde hace décadas, es posible generar aprendizajes eficientes en diferentes etapas del desarrollo, mucho más allá de los primeros tres años de vida, incluso en poblaciones infantiles que han padecido privaciones materiales y simbólicas. Esto significa que existen varias ventanas de oportunidad para diferentes aspectos del desarrollo emocional, cognitivo y el aprendizaje.
Por otra parte, que el cerebro alcance en sus primeros años el 80% de su tamaño adulto, no significa que su funcionamiento también lo haga. Los aspectos estructurales, como por ejemplo el tamaño, y los funcionales están asociados pero su relación no es necesariamente causal. En síntesis, basar el desarrollo cerebral y cognitivo en un único aspecto - en este caso el período de generación y poda sináptica o el tamaño cerebral - es un error que no toma en cuenta la noción consensuada de las ciencias del desarrollo: éste involucra múltiples componentes a distintos niveles de organización, que están en interacción continua y que son sensibles a diferentes influencias individuales y ambientales en el tiempo, de manera que su organización no responde a un patrón único y de evolución uniforme. De hecho, identificar a través de experimentos un período crítico para el desarrollo emocional y cognitivo, o para el aprendizaje, es una empresa difícil para la investigación neurocientífica porque requiere de estudios que permitan controlar variables moleculares, celulares, cognitivas, conductuales y ambientales, y su evolución conjunta en el tiempo. En el caso de los momentos de organización de funciones emocionales, cognitivas y de aprendizaje, la neurociencia contemporánea las denomina “períodos sensibles”, en lugar de “críticos”. Los períodos sensibles también definen momentos importantes de organización estructural y funcional neural, aunque con dos diferencias importantes respecto a los períodos críticos. Por una parte, el tiempo de su duración es mayor y más difícil de establecer; y por otra, las influencias positivas o negativas que modifiquen la organización de estas funciones, podrían modificarse aunque con mayor esfuerzo que en el caso del desarrollo en contextos adecuados, sin privaciones materiales y simbólicas. Es decir que no habría una tendencia a la irreversibilidad y en consecuencia continuarían abiertas las oportunidades de reorganización plástica y de aprendizaje, aunque con grados menores de libertad y con requerimientos de mayor esfuerzo. De hecho, diferentes intervenciones orientadas a optimizar y maximizar las oportunidades de desarrollo y aprendizaje de niños y adolescentes que viven en condiciones de pobreza, demuestran desde hace décadas que es posible hacerlo utilizando distintas estrategias en laboratorios, hogares, escuelas y comunidades. Por supuesto, no todos los participantes de estas intervenciones logran obtener los mismos resultados, debido a que las diferencias individuales a nivel de la plasticidad neural, la susceptibilidad al ambiente, la respuesta a la co-ocurrencia de múltiples adversidades, la acumulación de riesgos y el tiempo de exposición a las privaciones determinan diferentes respuestas y trayectorias. Precisamente, la ciencia contemporánea del desarrollo incluye dentro de sus objetivos centrales de investigación la identificación de los diferentes mecanismos a través de los cuales ocurren los impactos por pobreza y también los cambios que ocurren como consecuencia de intervenciones orientadas a optimizar el desarrollo infantil.
En síntesis, la importancia de los primeros 1000 días como momento único para el desarrollo humano estaría justificada para algunos de los aspectos propuestos por las ciencias de la salud a través de los estudios nutricionales. Pero su generalización a otros aspectos del desarrollo emocional, cognitivo, social y del aprendizaje no consideran de forma adecuada la complejidad proveniente de la organización de la plasticidad neural durante las dos primeras décadas de vida, ni las oportunidades de cambio por intervención cognitiva, educativa y social. La noción de una determinación temprana de tales aspectos del desarrollo en base a un grupo discreto de determinantes principales – en este caso, las carencias nutricionales y la estimulación para el aprendizaje en los primeros 1000 días - no es posible de sostener, más allá de su potencial atractivo para los abordajes econométricos.

Entre el determinismo y la reversibilidad de los efectos de la pobreza en el desarrollo infantil

En el año 1999, el investigador en nutrición y desarrollo Ernesto Pollit, un referente de esta área de investigación, lo expresó en estos términos:
La noción de períodos críticos tal como se la utiliza en su forma sobrevalorada es cercana a esta idea de determinación. En el contexto específico del estudio de los efectos de la desnutrición temprana, la idea de períodos críticos y la evidencia de laboratorio llevaron a la hipótesis de que la desnutrición de energía y proteína durante los períodos de mayor aceleración del crecimiento cerebral tenía un efecto irreversible. Esta hipótesis llevaba implícita la idea de que la desnutrición era un factor suficiente para producir retardo mental. La idea de determinantes principales y la conceptualización de períodos críticos, así como datos experimentales con modelos animales, llevaban a la conclusión de que en los niños desnutridos la relación entre la deficiencia de macronutrientes y las consecuencias funcionales era mediada por los cambios en la arquitectura cerebral. Gradualmente, varios investigadores comprendieron que la conceptualización de un efecto lineal no conducía a una comprensión cabal de los efectos de la desnutrición entre niños que viven en condiciones de pobreza extrema. Se hizo evidente que la desnutrición tiene un origen multicausal y se reconoció que el problema era demasiado complejo para reducirlo a la medición de un efecto principal.
Más adelante, en el mismo artículo, continuaba de la siguiente forma:
Las probabilidades de que se encuentren problemas de aprendizaje escolar entre niños que nacieron con un peso menor a 2.500 gramos varían en función directa de su nivel económico. Aún en comunidades en condiciones de pobreza absoluta, los factores socioeconómicos predicen la variabilidad del desarrollo mental de niños con una historia de malnutrición temprana. La pobreza es un problema central y es preciso comprender sus mecanismos de influencia. Respecto al estudio de Guatemala, un seguimiento realizado en los años 1988 y 1989 concluyó que incluso cuando la desnutrición ocurra tempranamente, ella no es una condición suficiente para fijar la trayectoria del desarrollo. La corrección de una desviación del desarrollo está determinada en parte por las circunstancias ambientales y por las experiencias individuales. El organismo tiene la capacidad de modificar la dirección de un desarrollo desviado.
En el área de la neurociencia nutricional contemporánea, estas nociones siguen siendo las que forman parte del consenso que sostiene que la idea de determinantes principales da una visión parcial o errónea acerca del impacto que las carencias nutricionales tempranas generan en las trayectorias de desarrollo, habida cuenta de los efectos de diferentes tipos de intervenciones que involucran acciones orientadas a los diferentes aspectos del desarrollo infantil. En tal concepción, el desarrollo humano se modela como un proceso probabilístico multideterminado por factores biológicos, psicológicos y ambientales que moderan su trayectoria durante el ciclo vital. Y tales factores pueden mantener el efecto de adversidades ocurridas durante la infancia, así como también inducir cambios en sentidos positivos. La influencia del contexto en el desarrollo infantil hace que las probabilidades de su trayectoria varíen en función de todos estos componentes y factores en diferentes etapas de la vida.
En síntesis, no es posible afirmar que los primeros dos o tres años de vida sean un período crítico ni mucho menos único para el aprendizaje, ni que las privaciones tempranas generan necesariamente impedimentos irreversibles o la detención del desarrollo. Estas nociones inducen a representar al desarrollo como un fenómeno mucho más fijo y menos dinámico de lo que realmente la evidencia empírica permite sostener, al no considerar adecuadamente los niveles de plasticidad y sensibilidad al cambio, en el contexto de una dinámica compleja que involucra fenómenos no sólo biológicos, sino también sociales y culturales. La sobrevaloración de las nociones erróneas de período crítico e irreversibilidad amerita además un análisis acerca de cuáles son las representaciones que se proponen sostener acerca de la protección de la infancia temprana en diferentes sociedades. En tanto se enfaticen términos como “ingreso” y “productividad” como expectativas del desarrollo normativo, sin tomar en cuenta que la forma de organización social y económica de una comunidad puede o no favorecer la creación de oportunidades de inclusión educativa y laboral más allá de las carencias de los primeros años del desarrollo, entonces se podría estar proponiendo desarrollar una sociedad orientada en forma primordial al consumo y al trabajo que podría excluir a aquellos que no alcancen estos parámetros de logro. Es decir, se acercaría a una propuesta más cercana a la reproducción de desigualdad que a la de construcción de la equidad. En tal sentido, sería importante que medios, organismos multilaterales e instituciones académicas revisaran las afirmaciones que sostienen sobre el desarrollo humano, los períodos críticos y los fenómenos de cambio emocional, cognitivo y social durante el ciclo vital. Reducir las oportunidades del desarrollo a una sobregeneralización de las nociones de período crítico e irreversibilidad, podría implicar la subestimación del valor transformador de los contextos de desarrollo y de los intercambios simbólicos que proponen diferentes sistemas culturales para cuidar y generar oportunidades de aprendizaje e inclusión social de los niños y adolescentes.
Por último, estas consideraciones críticas no deberían ser interpretadas como un cuestionamiento a la motivación y al esfuerzo de todos los sectores que están involucrados con la primera infancia en el mundo actual. En todo caso, se trata de promover foros de discusión y de debate sobre las necesidades de los niños y adolescentes atendiendo a nociones basadas en la evidencia, de manera de mejorar la calidad de la información, las formas de comunicar los hallazgos y el diseño de intervenciones pertinentes para diferentes sistemas culturales. Se trata de generar de forma honesta y productiva la responsabilidad que todos los actores sociales tenemos en la construcción de la igualdad.
  
Sebastián J. Lipina. Psicólogo, Investigador de CONICET (Argentina), Director de la Unidad de Neurobiología Aplicada (UNA, CEMIC-CONICET), Profesor de la Universidad Nacional de San Martin (UNSAM). Autor del libro Pobre Cerebro (Siglo XXI Editores, Buenos Aires).

Para saber más:
"El estrés puede generar cambios en el cerebro". Entrevista a Sebastián Lipina, La Nación, 24/06/2015.
Libro_Lipina

Tres etapas de la visión metrópoli satélite


Claudio Katz


André Gunder Frank fue un conocido intelectual que en los años 60 participó en la gestación de la teoría marxista de la dependencia. Buscó dilucidar las peculiaridades de la relación centro-periferia analizando los orígenes y las características del capitalismo.

Frank adoptó sucesivas visiones centradas en el atraso latinoamericano, la dinámica del sistema mundial y el protagonismo internacional de Asia. En cada abordaje suscitó intensas polémicas por su tendencia a radicalizar la discusión contradiciendo sus planteos previos. Su evolución fue muy ilustrativa de los distintos perfiles que asumió el debate sobre el subdesarrollo.




VARIEDAD DE ENFOQUES

El primer Frank en los años 60 afirmó que América Latina padecía una gravosa apropiación de excedentes por su inserción subordinada en el mercado mundial. Señaló que esas confiscaciones perpetuaban el estancamiento de la región.

Remontó el origen de ese sometimiento a la época colonial y recordó que Iberoamérica se integró en forma dependiente al capitalismo mundial. Por eso quedó encadenada a un circuito que favoreció primero a los centros metropolitanos (España, Portugal) y luego a la potencia dominante (Gran Bretaña).

Con ese presupuesto de capitalismo de larga data, Frank postuló que el subdesarrollo era inherente a un sistema, que operó en forma polarizada desde su nacimiento. Subrayó que el capitalismo era sinónimo de atraso para el pasado, presente y futuro de América Latina (Frank, 1970: 8-24).

A principios de los 70 Frank reformuló su concepción en sintonía con la teoría del sistema mundial, que acababa de emerger como una concepción de peso en las ciencias sociales. Afirmó que la visión de Wallerstein jerarquizaba la problemática global y superaba los estudios parcializados del subdesarrollo.

Con este nuevo enfoque estimó que por sí misma la teoría de la dependencia ya no aportaba alternativas factibles. Resaltó la omnipresencia de la economía mundial y remarcó la obsolescencia del desenvolvimiento nacional autónomo (Frank, 1970: 305-327, 1991:10-62).

En este segundo periodo el pensador germano reafirmó la preeminencia del capitalismo en América desde la colonización, pero desde una perspectiva de economía-mundo. Por eso enmarcó su investigación de la relación metrópoli-satélite en el contexto más general de los ciclos seculares del capitalismo. Este giro lo indujo a reconsiderar todas las conexiones entre el sometimiento de la periferia y el funcionamiento del sistema (Frank, 1979: 54-142).

A principios de los 90 el escritor alemán manifestó una nueva insatisfacción con sus tesis y propuso una tercera concepción centrada en la gravitación del continente asiático. Cuestionó la escasa relevancia asignada a esa región y rescató la antigua supremacía global de Oriente (Frank, 2009: 115-130).

Con esta nueva óptica polemizó con las concepciones que subrayaban la centralidad europea en la gestación del capitalismo. Estimó que Occidente sólo usurpó transitoriamente una primacía de China que volvía a emerger a fin del siglo XX.

De esa caracterización dedujo también la existencia de una temporalidad milenaria del capitalismo. Reinterpretó a este sistema como un régimen con fundamentos mercantiles, continuidades cíclicas, pilares asiáticos y orígenes inmemoriales (Frank, 2009: 110-115).

En este último modelo introdujo cambios en los protagonistas del esquema metrópoli-satélite. China quedó ubicada en la cúspide, India en un rol intermedio y Europa en un papel subordinado. En las tres etapas de su evolución Frank mantuvo preocupaciones semejantes, pero sus cambiantes definiciones generaron fuertes cuestionamientos.



CONTROVERSIAS SOBRE LA COLONIZACIÓN

Frank fundamentó su teoría inicial del subdesarrollo en el carácter capitalista de América Latina desde la colonización. Estimó que una conquista liderada por el sector comercial de la península ibérica generó desde el siglo XVI producciones reguladas por el mercado y orientadas hacia la exportación (Frank, 1970: 31-39, 167-168). Retomó la visión de los historiadores (Bagu, 1977: 62-64, 75-86), que resaltaban la precocidad de la acumulación en una economía abierta.

También polemizó con los teóricos de la colonización feudal y suscribió las miradas de los autores que señalaban la carencia de auto-suficiencia rural, la primacía del desarrollo urbano y la prioridad exportadora en la utilización del trabajo forzado (Peña, 2012: 69-70). Por eso convalidó las descripciones del encomendero, el latifundista y el plantador como artífices del capitalismo comercial.

Frank cuestionó la presentación del sistema colonial como una economía de subsistencia. Rechazó las tesis de los pensadores que contraponían la introducción inglesa de gérmenes de capitalismo, con la transmisión española de taras medievales (Mariátegui, 1984: 13-16, 50-64).

Discrepó, además, con los historiadores que interpretaban la preeminencia de formas de explotación serviles o esclavistas como evidencias de feudalismo (Puiggrós, 1965). Objetó frontalmente los estudios que observaban indicios de ese sistema en el peso del latifundio o la gravitación de la renta (Fernández; Ocampo, 1974). Su mirada subrayó en forma categórica la supremacía del mercado y la inversión desde la llegada de Cristóbal Colón (Frank, 1965).

Este enfoque sintonizó con la visión de Sweezy en una controversia análoga sobre el pasaje del feudalismo al capitalismo en Europa. En ese caso se discutían las fuerzas motrices del nuevo sistema y no los protagonistas de la colonización de ultramar. Pero el contenido del debate era semejante.

Sweezy estimaba que el comercio a distancia y el auge urbano determinaron el declive del feudalismo en el Viejo Continente, al obligar a la nobleza a compensar sus pérdidas con mayor explotación de los campesinos (Sweezy, 1974: 15-34, 114-120). Esa presión generó escasez de mano de obra rural, acentuó la huida de los siervos hacia las ciudades y transformó la renta de productos en dinero. Los mismos mercados que para Sweezy debilitaron a la nobleza, fueron determinantes para Frank de la configuración inicial de América Latina.

Esa caracterización fue rechazada por Dobb, que atribuyó la transición de Europa al capitalismo a la erosión de las estructuras agrarias desafiadas por las rebeliones campesinas. Estimó que el feudalismo fue internamente corroído por ese conflicto (Dobb, 1974: 12, 52-55).

Otros autores cuestionaron la presentación de ese sistema como un modo de producción estable y divorciado de la vida urbana. Subrayaron la incidencia de las crisis endógenas, que forzaron el aumento de los tributos y acentuaron la competencia entre los nobles. Ilustraron cómo ese proceso alumbró una capa de campesinos ricos, que empleó trabajo asalariado e inauguró la agricultura capitalista (Hilton, 1974: 123-135).

En los debates europeos y latinoamericanos se indagaron dos polos del mismo proceso, que generó desarrollo en una región y atraso en otra. Las controversias buscaban esclarecer por qué razón el capitalismo despuntó en Inglaterra y condujo al estancamiento dependiente de América Latina.




RESPUESTAS MÁS ELABORADAS


La profundización del análisis historiográfico modificó a fines de los 70 los términos de la discusión. Varios estudiosos incorporaron el concepto de formación económico-social para indagar amalgamas de modos producción, con distinto grado de preeminencia de un sistema sobre otro (Anderson, 1985: 74-76).

Esa noción sustituyó las interpretaciones puramente económicas por evaluaciones más abarcadoras de los procesos sociales (Aricó, 2012: 134-179). Se clarificó la forma específica que asumió el feudalismo y el capitalismo en cada época y región, observando las formas mixturadas de sistemas dominantes y secundarios.

Con este abordaje se priorizó el estudió del abrupto corte que introdujo la colonización en los regímenes pre-colombinos (Cardoso, 1973). La destrucción de esas civilizaciones dio lugar a un sistema colonial asentado en el trabajo servil, que proveían las estructuras sobrevivientes del universo indígena. Las comunidades más desarrolladas quedaron sometidas a esa prestación y las más atrasadas fueron exterminadas (Vitale, 1984).

La corona, la iglesia y los conquistadores asociaron a la aristocracia indígena al cobro de tributos, la gestión rotativa de trabajo y el traslado masivo de la población. Esta simbiosis fue tan ajena al feudalismo hispánico como al capitalismo comercial. No generó el escenario homogéneo concebido por los intérpretes de ambas variantes de la colonización.

El trabajo forzado en las haciendas fue muy distinto a la servidumbre feudal e impidió la gestación de la pequeña propiedad agro-capitalista. Las mismas singularidades prevalecieron en otros modelos económicos de la era colonial (Cardoso, Pérez Brignoli, 1979: T I, 177-178, 186-192, 212-222).

En las zonas de plantación se generalizó la esclavitud para cultivar azúcar, cacao o algodón. Esta combinación de modalidades laborales coercitivas para satisfacer la demanda mercantil europea fue otra peculiaridad del hemisferio.

En el tercer esquema de economía de frontera prevaleció el usufructo de las rentas ganaderas. Tampoco esa variante se amoldó a la tosca clasificación de feudalismo versus capitalismo.

El análisis de estas haciendas, plantaciones y latifundios tomó en cuenta el mercado mundial jerarquizado por Frank, pero con otro razonamiento. En lugar de puras exacciones externas propició la indagación de relaciones de propiedad y formas de explotación del trabajo (Cardoso, Pérez Brignoli, 1979: T II, 9-14).

Esta mirada ilustró cómo América Latina se integró al comercio internacional con una amplia variedad de relaciones pre-capitalistas. No prevaleció la esclavitud usual (por la entrega de tierras para garantizar la auto-alimentación), tampoco el siervo feudal (por la persistencia de comunidades indígenas) y menos aún el minoritario o excepcional trabajo asalariado.

La visión “pan-capitalista” de Frank ignoró estas combinaciones. Señaló correctamente que América Latina quedó enlazada al capitalismo naciente, pero desconoció que esa conexión se consumó a través de estructuras esclavistas, serviles y oligárquicas.

Estas formaciones quedaron a su vez articuladas con tipos de producción secundarios (campesinos o patriarcales), en esferas pre-monetarias y agriculturas pre-capitalistas. De esta variedad emergió el subdesarrollo desigual que caracterizó al capitalismo dependiente del siglo XIX (Cueva, 1982).



CAPITALISMO COMERCIAL

En este primer periodo de su evolución intelectual, Frank no ofreció respuestas satisfactorias a las críticas que suscitó su teoría del capitalismo comercial. Supuso que ya regía en América Latina un sistema económico que recién despuntaba en Europa. Definió al modo de producción por el grado de extensión del intercambio olvidando la centralidad del trabajo, que en América Latina involucraba distintas modalidades laborales coercitivas.

Los teóricos de la colonización feudal señalaron estos problemas, pero supusieron un simple traslado a Latinoamérica de los sistemas productivos europeos. Desconocieron que esas formaciones no eran simplemente exportables. Su asentamiento dependía de condiciones locales muy diferentes a las imperantes en el Viejo Mundo.

En América prevaleció el virreinato y no las soberanías fragmentadas del feudalismo. No se verificó el señorío, la fidelidad a cambio de protección, la reconfiguración territorial a partir de alianzas parentales o los típicos conflictos entre nobles y siervos. Los errores de Frank no se corregían forzando la presentación de la conquista como un emprendimiento feudal.

Los autores que estudiaron las formaciones económico-sociales evitaron esos equívocos. Indagaron el origen del capitalismo y la colonización en la esfera productiva, resaltaron las contradicciones internas de los modos de producción y asignaron una gravitación definitoria a la lucha de clases. Esa mirada confirmó que la presencia del capital comercial era compatible con varios sistemas sociales y no singularizaba al capitalismo (Laclau, 1973).

Frank soslayó estos problemas y jerarquizó la esfera de la circulación en desmedro de la producción. Por eso su modelo sólo registró expropiaciones de excedentes a través de circuitos comerciales y movimientos monetarios.

El esquema metrópoli-satélite concebía, además, una relación mecánica del devenir latinoamericano con los procesos externos. Prestaba poca atención a lo ocurrido en las estructuras internas y en los intercambios locales de la economía colonial (Assadourian, 1973).

Ese universo agrario tenía alta incidencia en una región con abundancia de tierras y carencia de mejoras productivas. Las transformaciones rurales -que en Europa anticiparon el surgimiento del capitalismo- no se registraron en ningún punto de Iberoamérica.

Con una óptica de puras continuidades capitalistas Frank no percibió ese contraste. Tampoco observó la incidencia de los grandes cambios políticos generados por las guerras de la Independencia.

Su enfoque tendía a resaltar sucesiones de un mismo subdesarrollo, sin registrar la diferencia que separa la formación a la maduración del capitalismo. Mientras que el debate sobre la colonización correspondía al primer periodo, las modalidades contemporáneas de la dependencia debían ser conceptualizadas a partir del siglo XIX.

Frank notó que la conquista de América fue un momento clave de la constitución del mercado mundial, pero identificó ese acontecimiento con la vigencia plena del capitalismo. Omitió el largo proceso de transición que enlazó la des-acumulación originaria padecida por América, con la acumulación de capital protagonizada por Europa (Vitale, 1992: cap 4, 6). En su modelo de metrópolis-satélites esa diversidad de etapas quedó disuelta en totalidades indistintas.

Este abordaje fue consecuencia de la primacía otorgada a los componentes exógeno-comerciales frente a los elementos endógeno-agrarios. Frank formuló todas sus explicaciones del subdesarrollo en términos de exacción colonial. Subrayó el gran impacto del pillaje, que ciertamente devastó al Nuevo Mundo para nutrir las reservas de la acumulación europea.

Pero al observar sólo este costado, olvidó que el curso contrapuesto de ambas regiones quedó definido por procesos más estructurales de prosperidad y estancamiento agrícola. Ese efecto de largo plazo tuvo enorme impacto en la consolidación de las estructuras rurales pre-capitalistas (Cardoso, Pérez Brignoli, 1979: T I, 100-102).

La carencia de farmers o arrendatarios fue determinante del subdesarrollo latinoamericano. Esa adversidad se recreó en el siglo XIX con la disolución de las plantaciones esclavistas, que fueron sucedidas por latifundios rodeados de economías campesinas con baja productividad.

El mismo proceso se verificó en la concentración de propiedades y en la supresión de comunidades que acompañaron a la remodelación de las haciendas. En las zonas de frontera, el acaparamiento de territorios por parte de oligarquías parasitarias fue más acelerado.

El modelo de capitalismo comercial de cinco siglos no permitía notar cómo ese atraso agrario afectó el surgimiento ulterior de la industrialización.



SIMPLIFICACIONES POLÍTICAS

Frank enfatizó la naturaleza capitalista de la gestación latinoamericana para demostrar el agotamiento de un sistema con cinco siglos de historia. Subrayó esa madurez con la intención de remarcar la necesidad inmediata del socialismo. Por eso rechazó la tesis de la colonización feudal y objetó las demoras en la acción revolucionaria, que eran justificadas por la persistencia de rasgos pre-capitalistas.

La teoría de la colonización capitalista fue expuesta para criticar la estrategia del socialismo por etapas. Esa motivación indujo a demostrar la antigua raíz capitalista del subdesarrollo dependiente. Con ese diagnóstico se postuló, además, la inconveniencia de alianzas con la burguesía nacional.

Esos planteos apuntalaban las críticas a la propuesta de transitar por la prolongada etapa democrático-burguesa que auspiciaban los partidos comunistas. Ese mismo propósito perseguía el gran número de estudios sobre plantaciones, haciendas y latifundios que floreció durante esa época.

El primer Frank se ubicó en el espacio de la izquierda revolucionaria. Pero ese posicionamiento no requería argumentos remontados a la era colonial. La temporalidad de una transición socialista contemporánea no dependía del carácter asumido por la colonización. Ese curso era el mismo con raíces feudales o capitalistas de la conquista hispano-portuguesa. El pensador alemán buscó respuestas a los problemas del siglo XX en lo acontecido cuatro centurias antes.

Con esa mirada ignoró la diferencia cualitativa entre interrogantes políticos e historiográficos. El debate sobre las posibilidades socialistas abiertas por la revolución cubana difería de la controversia sobre lo ocurrido con la llegada de Colon. Tampoco la constatación del comportamiento conservador de las burguesías nacionales requería evaluar lo sucedido en el siglo XVI.

Frank sobredimensionó la polémica estableciendo una familiaridad directa entre feudalistas históricos y etapistas políticos. No registró que varios teóricos comunistas (como el chileno Teitelbaum o el brasileño Caio Prado) defendían la tesis de la colonización capitalista, suscribiendo las estrategias políticas de sus organizaciones.

Ese esquematismo no fue compartido por los teóricos marxistas de la dependencia, que rechazaron la equiparación de la situación colonial con el contexto posterior (Marini, 1973:19-20). Cuestionaron la exageración del rol del comercio y la presentación de una economía capitalista desde la cuna latinoamericana (Dos Santos, 1978: 303-304, 336-337).

En la plenitud de estas controversias Frank declaró que abandonaba el debate historiográfico y la propia teoría de la dependencia. Con esa declaración cerró la primera etapa de su pensamiento.



EL GIRO HACIA LA ECONOMÍA-MUNDO

El teórico alemán inició su nuevo período estimando que el dependentismo flaqueaba por carencia de horizontes mundiales. Proclamó el agotamiento de esa concepción y la consiguiente necesidad de superarla con una visión más abarcadora del marco global. Encontró esa mirada en la teoría del sistema mundial, que en cierta medida extendía y radicalizaba su enfoque precedente.

Existían varias áreas de afinidad entre Wallerstein y Frank. La visión de la economía-mundo presenta una caracterización del capitalismo histórico muy semejante al capitalismo comercial. Considera que ese sistema se forjó al mercantilizar la actividad productiva con mecanismos globales de competencia, expansión de mercados y desplazamiento de firmas ineficientes.

Wallerstein coincidió explícitamente con el diagnóstico de colonización capitalista de América Latina expuesta por Frank (Wallerstein, 1984: 204-216). Postuló que luego de emerger en Europa, ese régimen ya operaba a escala global cuando Colon arribó al Nuevo Mundo. La incorporación de ese hemisferio consolidó el sistema mundial y anticipó su absorción de otras áreas del planeta (Wallerstein, 1988: 1-8).

Los dos pensadores convergieron, además, en estimar que la trayectoria seguida por las periferias siempre estuvo determinada por el mercado mundial. Describieron desenvolvimientos históricos centrados en el impacto de las fuerzas mundiales. Señalaron que en cada etapa del sistema esas tendencias externas definieron el status de las potencias vencedoras y de las economías subdesarrolladas (Katz, 2016).

Los parentescos se extendieron a otras esferas, pero la coincidencia historiográfica fue clave para la confluencia del modelo metrópoli-satélite con el sistema mundial. Wallerstein aportó nuevos argumentos a la teoría del capitalismo comercial y situó el debate sobre la colonización en un terreno más conceptual.

Este abordaje suscitó nuevas polémicas sobre el origen del capitalismo en tres terrenos poco explorados en la controversia anterior: la significación del trabajo asalariado, la duración de las transiciones y el papel de los sujetos. En esos terrenos Wallerstein desenvolvió las mismas pistas analíticas sugeridas por Frank.

DEBATES SOBRE EL PROLETARIADO

Al igual que Frank, Wallerstein tomó partido a favor de Sweezy contra Dobb en la jerarquización del comercio sobre el agro, como principal fuerza motriz del capitalismo. Pero a diferencia de Sweezy cuestionó la relevancia del trabajo asalariado en ese proceso.

El teórico del sistema mundial rechazó la preeminencia de esa modalidad laboral, señalando que ese rasgo no era determinante de una economía-mundo ensamblada en forma comercial y regida por la maximización del beneficio (Wallerstein, 1984: 180-201, 2005: cap 1).

Al presentar al capitalismo como un régimen de coordinación de mercados, Wallerstein entendió que las plantaciones esclavistas y las haciendas serviles no desmentían la vigencia de ese sistema.

Brenner objetó esta caracterización recordando que el capitalismo surgió de una acumulación originaria, que alumbró una clase explotadora asentada en la extracción de plusvalía. Retomó los argumentos de Dobb y señaló que sólo en ciertas condiciones y países, el comercio contribuyó a disolver las viejas relaciones sociales. Cuando consolidó el poder de los nobles (Europa Oriental) afianzó las estructuras pre-capitalistas y generó una segunda servidumbre (Brenner, 1977, 1988: 39-44, 381-386).

A diferencia de Sweezy -que observaba al comercio como la fuerza originadora de un régimen capitalista asentado en la extracción de plusvalía- Wallerstein negó la relevancia del proletariado como dato constitutivo de ese sistema. Afirmó que los “marxistas ortodoxos” sobredimensionaban ese factor, convirtiendo la estructura fabril en el único determinante del despunte capitalista.

Atribuyó esa postura a razonamientos atados al marco nacional y señaló que el capitalismo extrae plusvalía de una amplia variedad de explotados, sin discriminar su status de obreros, siervos o esclavos. Destacó que la economía-mundo funciona mediante el control que ejercen los capitalistas de esa sujeción (Wallerstein, 2005: cap 11, 2011).

Pero este enfoque no esclareció cuáles son las diferencias que separan al capitalismo de los modos de producción que lo precedieron. Esta distinción surge de la existencia de una plusvalía generada específicamente por los trabajadores asalariados. Sólo la reinversión de ese excedente apropiado por la burguesía alimenta la acumulación.

La gravitación del trabajo asalariado radica en que sólo el capitalismo introduce una forma de coerción económica, que no se asienta en explícitas coacciones forzosas. El trabajo libre de los asalariados es lo que tipifica el sometimiento contemporáneo a la tiranía del mercado.

Esta peculiaridad es incluso resaltada por los autores que coinciden con Wallerstein en la conveniencia de extender la caracterización del capitalismo, más allá del status de los explotados y la modalidad que asume el plus-trabajo (Amin, 2008: 198- 200).



LARGAS TRANSICIONES

Frank estimaba que el capitalismo vigente en el siglo XVI definió el tipo de colonización predominante en América Latina. Wallerstein amplió esa mirada, destacando que este sistema debía ser concebido como una totalidad mundial desde su inicio. Consideró que no existen razones para suponer que se gestó en largos periodos de maduración (Wallerstein, 1984: 8-10, 43). Pero no aportó justificaciones de ese postulado de abruptos saltos de un régimen a otro.

Sus críticos observaron que confundió -como Frank- el origen con la formación del capitalismo. Colocó en un mismo paquete dos estadios diferentes, al no diferenciar el nacimiento en el agro del desenvolvimiento en la industria. Wood señaló que en la primera etapa (siglo XVI-XVII) prevaleció la actividad primaria y en la segunda (desde el siglo XVIII) los procesos fabriles.

Esta distinción destaca, además, que la fase inicial no involucró la generalización del trabajo asalariado, sino tan sólo la preeminencia de nuevas reglas de coerción mercantil. Esas normas implicaron presión competitiva, maximización del beneficio y compulsión a reinvertir los excedentes para mejorar la productividad.

De esa forma se generaron condiciones para un debut del capitalismo, que no entrañó la plena utilización de obreros cobrando salarios. La masificación de esa modalidad laboral fue un resultado y no un anticipo del capitalismo (Wood, 2002: 36-37).

Este abordaje contribuye a superar las discusiones sobre la colonización de América, sólo centradas en dirimir la primacía del trabajo asalariado o servil. Lo determinante en la gestación del capitalismo en el agro fue la generalización de normas de competencia y ganancias y no la masificación de la explotación obrera.

Esta distinción entre el surgimiento y la consolidación del sistema facilita el registro del largo proceso de transición omitido por el enfoque de Frank-Wallerstein. Como señaló Mandel, ese pasaje incluyó en Europa fases de acumulación primitiva y corriente, con gravitaciones diferenciadas de la expropiación campesina y el pillaje colonial (Mandel, 1969: 71-74, 1971: 153-171).

Esa prolongada transición implicó la articulación del mercado mundial en torno a diversos procesos nacionales, que combinaron formas capitalistas, semicapitalistas y pre-capitalistas. El intercambio global ordenó esa variedad de relaciones híbridas.

Es cierto que la dimensión internacional del capitalismo fue descollante, pero tan sólo como referente de distintos procesos nacionales de acumulación (Mandel, 1977, 1978: cap 2). No sustituyó ese protagonismo, ni eliminó la presencia de formaciones económico-sociales con componentes pre-capitalistas.

Esta mirada permite otra visión de la relación centro-periferia. Parte de la economía mundial sin forzar la existencia de un sistema global desde el siglo XVI. Define etapas en contraposición al puro continuismo de Wallerstein y resalta diferencias entre las periferias, contra el invariante esquema de metrópolis- satélites de Frank.

En lugar de una simple primacía del capitalismo en la generación del subdesarrollo, describe las amalgamas de formas atrasadas y avanzadas, aplicando un razonamiento de desarrollo desigual y combinado (Wolf, 1983: 38; Trimberger, 1979).

Mandel reconoció la incidencia del colonialismo, sin otorgarle una determinación absoluta en el surgimiento del capitalismo. Destacó que el capitalismo, tuvo un origen nacional condicionado por los dictados del mercado mundial, pero sólo alcanzó una conformación internacional completa en la era contemporánea.

EL SUJETO OMITIDO

Frank nunca explicó la ausencia de sujetos sociales en su presentación de la historia latinoamericana. Wallerstein introdujo parcialmente esos actores, pero sostuvo que en el pasado los sectores populares no podían torcer el rumbo de la economía-mundo. Con distintos fundamentos ambos enfoques prescindieron de la lucha de clases.

En cambio otros historiadores buscaron conceptualizar el impacto de esas confrontaciones sociales sobre el surgimiento del capitalismo. Especialmente Brenner describió cómo influyeron los conflictos entre campesinos y nobles en debut. No retrató un proceso lineal de mayor disolución del feudalismo frente a batallas sociales más intensas (o victoriosas) de los oprimidos, sino un curso pleno de corolarios inesperados (o indeseados).

Ese enfoque consideró que el capitalismo despuntó en Inglaterra por la peculiar combinación de colapso de la servidumbre, consolidación de la gran propiedad y extensión del arrendamiento. Esa mixtura generó una estructura de nobles, contratistas burgueses y asalariados, que impulsó la productividad agraria y el comienzo de la industrialización.

Un estado menos sólido que el imperante en España o Francia, pero más unificado y con mayor capacidad para eliminar las soberanías de los nobles, propició una amplia red de caminos y mercados. Pero lo determinante fue la resistencia campesina.

Esas revueltas no impidieron el afianzamiento de la gran propiedad, pero obligaron a los señores a recurrir al arrendamiento y al cobro de rentas monetarias. Ambos procesos facilitaron la aparición de un próspero capitalismo rural (Wood, 2002: 50-55).

Brenner contrastó este modelo agrario con Francia, dónde la resistencia de los campesinos impuso una gran división de la propiedad. Esa fragmentación consolidó un modelo de subsistencia y baja productividad. La alianza del estado absolutista con los agricultores para limitar el poder los nobles, reforzó adicionalmente el retardo del capitalismo e incubó la mayor revolución de la época. La lucha de clases obstruyó en Francia el proceso de acumulación que incentivó en Inglaterra (Brenner, 1988: 62-81).

Esos conflictos también determinaron la descapitalización de Europa Oriental, con el resurgimiento de la servidumbre para exportar alimentos a Occidente. La nobleza reforzó el cobro de rentas a los campesinos, que no contaron con el legado de triunfos obtenidos por sus pares de Prusia Occidental, durante las grandes guerras del siglo XV-XVI.

La misma gravitación de la lucha social se corroboró en el Nuevo Mundo. La resistencia de los pobladores a cualquier forma de coerción extraeconómica, favoreció inicialmente en las 13 colonias de Estados Unidos, la introducción de una producción ajena a las reglas del mercado.

Los colonos aprovechaban la facilidad para obtener las tierras que expropiaban a las tribus indígenas. Cuando las compañías comerciales, los bancos y las elites forzaron la compra de terrenos y el endeudamiento para la siembra, se impuso el pasaje a una agricultura capitalista (Post, 2011: 67-84, 98-103). El desenlace de la lucha social definió también aquí la modalidad de gestación del capitalismo.

En todos los casos esa batalla determinó capacidades diferenciadas de la aristocracia para adaptarse a la nueva época. No hubo automática aceleración del capitalismo en función de la pujanza o pasividad de los oprimidos, sino una amplia variedad de escenarios con resultados contingentes.

Los complejos efectos de la confrontación social sobre la intensidad de la acumulación, que Brenner indagó para el origen del capitalismo fueron también considerados por Mandel en su teoría de las ondas largas. Relacionó distintos cursos de prosperidad y estancamiento con el desenlace de la lucha de clases. Incluso en Cueva pueden rastrearse algunas conexiones del mismo tipo, en su explicación de las especificidades del capitalismo latinoamericano durante el siglo XIX.

En los tres casos la introducción de los sujetos en la historia no apuntó sólo a clarificar las singularidades del desarrollo capitalista. También buscó evaluar la incidencia de esa acción sobre las tradiciones de emancipación popular. El enfoque de Wallerstein-Frank ofrece poco espacio para esta problemática.



POLÉMICAS SOBRE ORIENTE

En los años 90 Frank quedó impactado por un nuevo acontecimiento: el crecimiento del Sudeste Asiático y la impetuosa expansión de China. Al estudiar ese despegue, encontró causas históricas que chocaban con la primacía asignada a Europa por la teoría del sistema mundial. Consideró que esa centralidad había correspondido siempre a Oriente y que el liderazgo internacional del Viejo Continente apareció sólo en el siglo XIX, durante un transitorio estancamiento de China.

Frank afirmó que en las centurias precedentes, las famosas especias reflejaban la mayor productividad de Asia. Estimó que Europa sólo pudo tomar una ventaja intermediando con el oro y la plata obtenidos en América, pero no logró revertir el carácter subordinado de su proceso de acumulación. Señaló que los pequeños países de Occidente (Portugal, Holanda, Inglaterra) nunca llegaron a ejercer la dominación mundial.

El pensador germano polemizó con los mitos de la excepcionalidad europea, resaltando el carácter ficticio de sus pilares en el Renacimiento y la tradición griega. También consideró que esas falacias tendían a diluirse a fines del siglo XX, ante el resurgimiento asiático y el agotamiento de la usurpación occidental (Frank, 2009: 114-120).

Este viraje intelectual disgustó a sus colegas, que expusieron varias objeciones a la primacía de Oriente en el surgimiento del sistema mundo. Wallerstein subrayó la incongruencia de postular una superioridad estructural de Asia durante largos e imprecisos lapsos, aceptando al mismo tiempo el éxito de Europa sobre su rival en el siglo XIX. Afirmó que todo el razonamiento de Frank se desplomaba a la hora de explicar cómo pudo el Viejo Continente lograr esa repentina ventaja (Wallerstein, 2006-07: 1-14).

Arrighi recurrió a una refutación semejante. Señaló que Frank no aclaraba de qué manera, un relegado continente europeo pudo en 1800 desplazar a China de la conducción económica mundial (Arrighi, 2006: 1-18).

Amin fue más categórico. Cuestionó la revisión de la historia propuesta por Frank, subrayando la total inexistencia de indicios de hegemonía china. Señaló que un milenario periodo pre-capitalista de sociedades tributarias centrales y periféricas fue sucedido -durante el ascenso del capitalismo- por una relativa paridad entre Europa y China, que se zanjó a favor del primer contendiente.

Esa ventaja obedeció a la singular existencia de un sistema feudal manejado por nobles, que extraían directamente sus rentas de los campesinos, en contraposición al modelo de grandes burocracias estatales predominantes en Oriente.

La flexibilidad de un régimen privatizado de nobleza facilitó una acumulación originaria, que se mantuvo bloqueada en Asia. China preservó un retraso perdurable frente a Europa y su desarrollo previo sólo le permitió escapar del status colonial, que afectó al resto de la periferia durante el cenit de la expansión occidental (Amin, 2006: 5-22).

En contraposición a la preponderancia sustancial de China que imaginó Frank, Amin postuló el nacimiento precoz del capitalismo en Europa. Señaló que ese debut fue consecuencia de la fragilidad periférica de esa región, frente a las sociedades más avanzadas de India, China o el imperio otomano. Las prerrogativas políticas de los nobles y la descentralización generada por el primitivismo de esa formación, aceleraron los procesos de acumulación en el Viejo Continente (Amin, 2008: 198-213).

PROBLEMAS DEL “ASIA-CENTRISMO”

Frank justificó su tesis de la primacía oriental, señalando que China mantuvo durante la mayor parte de su historia una balanza comercial superavitaria y un flujo positivo del movimiento de dinero. Recordó la conversión del país en sumidero final de la plata circulante en otras economías y presentó esa captación de metálico como una prueba incontrastable de la supremacía oriental (Frank, 2009: 108-111).

Wallerstein objetó empíricamente este argumento señalando que el acervo de plata per cápita siempre fue superior en Europa. Cuestionó, además, el uso de ese indicador como parámetro de superioridad económica. Recordó que los dependentistas siempre subrayaron que el déficit comercial de Inglaterra con el resto del mundo, no contradecía su primacía colonial (Wallerstein, 2006-07).

Señaló, además, que un posicionamiento hegemónico no se verifica sólo en índices comerciales o financieros. Recordó especialmente que el viejo consenso sobre el rol dominante de Occidente expresaba abrumadoras evidencias y no simples mistificaciones.

Pero también observó que Frank no aportaba ningún dato de superioridad china en el terreno de la productividad industrial. Sólo evaluaba el destino de los recursos monetarios circulantes en largos períodos de la historia.

En esta caracterización de un liderazgo exclusivamente basado en la absorción de excedentes monetarios o superávits comerciales se corrobora el defecto “circulacionista”, que reiteradamente subrayaron los críticos del primero y segundo Frank.

La escasa relevancia que el teórico alemán asignó a las dimensiones productivas, se extiende a un registro de ventajas chinas sólo asentadas en flujos de intercambio y movimientos de capitales. Frank adoptó una nueva óptica “sino-centrista”, pero continuó privilegiando la esfera del comercio o las finanzas para evaluar las hegemonías mundiales.

La misma continuidad de problemas se verifica en el “externalismo” de un razonamiento que privilegia las transferencias de recursos, desconsiderando los procesos endógenos. En el libro Reorient del teórico alemán hay una total omisión de la esfera geopolítica y militar. No analiza la competencia que en ese terreno enfrentó a China con las potencias europeas. La prescindencia de los sujetos también indica que el tercer Frank mantuvo el determinismo estructuralista de sus primeros trabajos.



CAPITALISMO IGNORADO

Frank respondió duramente a los cuestionamientos de sus correligionarios. Señaló que no percibían la primacía histórica de China por su atadura a viejas nociones de capitalismo. Estimó que la búsqueda de singularidades de ese sistema era una obsesión heredada de Marx. Propuso revisar ese legado destacando que el capitalismo siempre existió entremezclado con otras modalidades productivas (Frank, (2005b).

Pero más allá de esa generalidad no aportó pistas para esclarecer cómo debía ser encarada la reformulación del capitalismo. Sólo aludió a su vigencia desde tiempos lejanos y a su identificación con el mercado.

Wallerstein observó en esta reconsideración un retorno a las viejas ingenuidades del economista liberal. Amin interpretó el viraje como una recaída en vulgaridades neoclásicas de eternidad capitalista. Ciertamente Frank perdió la brújula al buscar una centralidad perdurable de China en el sistema mundial. Olvidó los principios básicos de caracterización del capitalismo.

También aquí extremó su rechazo previo a definir ese modo de producción en función de la explotación del trabajo asalariado. Nunca aceptó que el capitalismo es un régimen de competencia por beneficios surgidos de la extracción de plusvalía. Las erróneas definiciones anteriores centradas en el comercio se transformaron en una negación de la transitoriedad histórica de ese sistema.

Este equivoco se consumó extendiendo la espacialidad del capitalismo. El tercer Frank ya no concibió un sistema-mundo alumbrado por Europa, que sucede y destrona a los imperios-mundo de otras regiones. Postuló la vigencia milenaria de una sola estructura global encabezada por China.

Como resulta difícil corroborar ese liderazgo, el teórico alemán disolvió la propia existencia del capitalismo, presentando a ese sistema como un simple dato perdurable y subyacente.

La errónea dimensión planetaria que Frank asignó al capitalismo desde un origen indescifrable, puso también de relieve los inconvenientes de razonar ese nacimiento en términos mundiales.

Arrighi recurrió a un calificativo irónico (“globo-lógico”) para objetar la exagerada utilización de criterios internacionales. Pero subrayó un problema que se extiende a la propia teoría del sistema mundial. En el superholismo de Frank aparecen muchas dificultades de la “tiranía de la totalidad” que impera en ese abordaje.

La disolución del capitalismo que apareció en el último Frank complementa la primacía supra-temporal de China. Pero al remontar el nacimiento de ese sistema a una fecha indefinida se diluyen sus singularidades. En ese retrato milenario del capitalismo son inhallables los mecanismos de gestación del trabajo asalariado.

Los problemas de un sistema mundial surgido en 1500 en el norte de Europa (Wallerstein) o en 1200 en las ciudades italianas (Arrighi), se transformaron con la primacía china en un dilema sin solución. Ese inconveniente es otra consecuencia de razonar con patrones comercial­es y mundiales los procesos nacionales de acumulación.

Frank proyecta hacia atrás todos los rasgos contemporáneos del capitalismo. Por eso recae en supuestos de eternidad del sistema. Supone que a principios del milenio pasado ya se registraban las características actuales de este régimen. Con este abordaje no hay forma de entender las especificidades y mutaciones del capitalismo.

INFLUENCIAS CONTEMPORÁNEAS

El tercer Frank mantuvo la vehemencia polémica de sus trabajos anteriores. Rechazó la teoría del sistema mundial que había absorbido contra el dependentismo, cuestionando la “vanidad euro-centrista” de esa visión y su empeño en postular la primacía del Viejo Continente desde 1500 (Frank, 2009: 130-136).

Sus críticos se burlaron del uso de ese calificativo, recordando que el propio Frank atribuyó a Europa un inexplicable poder para dominar súbitamente a China en el siglo XIX. En realidad no fue muy sensato acusar de euro-centrista a Wallerstein, que ha sido un acérrimo objetor de la identificación liberal del Viejo Continente con el progreso o la civilización (Wallerstein, 2004: cap 23).

Más desubicado fue ubicar a Amin en ese casillero. El economista egipcio ha polemizado reiteradamente con todas las creencias de supremacía occidental. Demostró que se inspiran en falsos supuestos de ventajas milenarias de Europa, olvidando que el capitalismo surgió en esa región por el retraso (y no la luminosidad) de una formación tributaria (Amin 2008: 198-213).

A lo sumo se podría afirmar que la prédica euro-centrista aparece en el rescate del modelo comercial smithiano, que atribuye al Viejo Continente excepcionales habilidades para el intercambio y la consiguiente gestación del capitalismo (Wood, 2002: 21-33).

Pero un cuestionamiento de ese tipo afectaría al propio Frank, que siempre privilegió la esfera de la circulación. En realidad, el euro-centrismo es un ingrediente del pensamiento liberal tan ajeno al marxismo como a la visión sistémica.

Frank disparó críticas al euro-centrismo para realzar el protagonismo asiático, sin notar su simétrico deslizamiento hacia el enaltecimiento del mundo oriental.

Su interpretación de la gravitación milenaria de China tuvo igualmente una llamativa influencia. Especialmente Arrighi reformuló esa tesis como una contraposición de senderos de desarrollo. Contrastó el modelo económico defensivo de Oriente con la estrategia imperial expansiva de Occidente y retomó ideas de Frank para explicar las ventajas del esquema mercantil-cooperativo de China (Arrighi, 2007: cap 3, 8 y 11).

El teórico germano inauguró en la izquierda, la secuencia de miradas favorables al rumbo seguido por el gigante asiático. Pero ese enfoque exige asumir también los supuestos de eternidad o continuidad cíclica del capitalismo, que adoptó el tercer Frank.



SIN RESPUESTA A LA DEPENDENCIA

El economista alemán interpretó el ascenso económico de Oriente como un acontecimiento de gran relevancia. Esa conclusión coronó la revisión de la problemática del subdesarrollo que inició con la revalorización de la expansión de Sudeste Asiático. Primero estimó que ese crecimiento afectaba seriamente a la teoría de la dependencia y luego corroboró esa impresión con sus caracterizaciones de China.

En esta exploración conceptual Frank no logró encontrar una reformulación satisfactoria de la dinámica centro-periferia. Transitó por sinuosos caminos de vacilaciones y preguntas sin respuestas. El traspié inicial de ese recorrido fue su distanciamiento del dependentismo, cuestionando la atadura de esa concepción a los razonamientos en términos nacionales.

Al objetar la “quimera” de un crecimiento autónomo dentro del sistema capitalista mundial, el teórico alemán se enredó en inconsistentes objeciones (Frank, 1973, 1991: 61). Olvidó que la teoría marxista de la dependencia nunca concibió, ni propuso un desenvolvimiento del capitalismo en la periferia. Tampoco identificó la denominada “desconexión” con ese proyecto. Esa estrategia era el objetivo de otras corrientes como la CEPAL o los Partidos Comunistas.

El esquema metrópoli-satélite del primer Frank contenía varias unilateralidades pero definía relaciones de dependencia. El segundo Frank disolvió esas conexiones en el mundialismo extremo y el tercer Frank diluyó ese entramado en el “asiacentrismo”. Este recorrido acompañó sus caracterizaciones sucesivas del capitalismo en términos comerciales, mundiales y seculares.

De estos enfoques emergieron cambiantes observaciones de la relación centro-periferia. Frank ratificó la persistencia de la dependencia a la luz de la degradación padecida por la economía latinoamericana en los años 80-90. Pero también remarcó la ausencia de propuestas para resolver el problema. Con cierta amargura se limitó a señalar que “no pudimos acabar con la dependencia” (Frank, 2005a).

Sus escritos atrajeron muchos lectores cautivados por el tono irreverente de sus exposiciones (Ouriques, 2005) y por el cambiante itinerario de su trayectoria (Martins, 2009). Pero con ese cúmulo de contradicciones, Frank aportó ideas significativas a los debates sobre el subdesarrollo. Su etapa dependentista suscitó tantas polémicas, que terminó concentrando todos los dardos del anti-dependentismo. En nuestro próximo texto analizaremos esos cuestionamientos.


RESUMEN

Frank indagó la relación centro-periferia con distintas visiones del capitalismo. Subrayó primero la perpetuación del subdesarrollo latinoamericano, luego la polarización de la economía-mundo gestada en Europa y finalmente la centralidad de Oriente en un sistema milenario.

Resaltó el carácter capitalista de la colonización para destacar la primacía del mercado mundial. Pero enfatizó el rol del intercambio sin tomar en cuenta las formas de explotación y el atraso del agro. Con erróneos argumentos historiográficos impugnó acertadamente las alianzas con la burguesía nacional.

Posteriormente reconsideró la dependencia desde la teoría del sistema mundial, sin aceptar la relevancia del trabajo asalariado en la definición del capitalismo. No tuvo en cuenta el cimiento nacional, la prolongada gestación de ese sistema y el impacto de la lucha de clase sobre la acumulación.

Finalmente reivindicó la centralidad histórica de Asia con argumentos comerciales y monetarios. Postuló el origen remoto del capitalismo y su identificación con el mercado. Con críticas al euro-centrismo propició el redescubrimiento contemporáneo de China. No ofreció respuestas a la dependencia pero enriqueció el debate sobre el subdesarrollo.



REFERENCIAS

-Amin, Samir (2006). La historia comprendida como ciclo eterno, Revista Mundo Siglo XXI, n 5, verano, México.

-Amin, Samir (2008). Modernité, religion et démocratie, Critique de l´eurocentrisme, Parangon, Lyon.

-Anderson, Perry (1985), Teoría, política e historia. Un debate con E.P. Thompson, Siglo XXI, Madrid.

-Aricó, José (2012). Nueve lecciones sobre economía y política en el marxismo, El Colegio, México.

-Arrighi, Giovanni (2006). El mundo según André Gunder Frank, Revista Mundo Siglo XXI, n 6, otoño.

-Arrighi, Giovanni (2007). Adam Smith en Pekín, Akal, Madrid.

-Assadourian, Carlos Sempat (1973). Modos de producción, capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Modos de Producción en América Latina, Siglo XXI, Buenos Aires.

-Bagu, Sergio (1977). Feudalismo, capitalismo, subdesarrollo, Akal, Madrid.

-Brenner, Robert (1977). The Origins of Capitalist Development, A Critique of Neo-Smithian Marxism, New Left Review, I/104, July-August.

-Brenner, Robert (1988). Estructura de clases agraria y desarrollo económico en Europa Preindustrial, El debate Brenner, Crítica, Barcelona.

-Cardoso, Ciro F. S, (1973). Sobre los modos de producción coloniales den América, Assadourian, C. S. Modos de Producción en América Latina, Siglo XXI, Buenos Aires.

-Cardoso, Ciro; F. S, Pérez Brignoli, Héctor (1979). Historia económica de América Latina, T I y II. Crítica, Barcelona.

-Cueva, Agustín (1982). Cultura, Clase y Nación, Cuadernos Políticos, no 20, ERA, México.

-Dobb, Maurice (1974). Prefacio, Respuesta, Nuevo Comentario, La transición del feudalismo al capitalismo. Ediciones La Cruz del Sur, Buenos Aires.

-Dos Santos, Theotonio (1978). Imperialismo y dependencia, ERA, México.

-Fernández Raúl A; Ocampo José F (1974). “The Latin American Revolution: A theory of imperialism, not dependence”, Latin American Perspectives, Vol. 1, No. 1, Spring.

-Frank, André Gunder (1965). ¿Con qué modos de producción convierte la gallina maíz en huevos de oro?, Gallo Ilustrado-El Día, México.

-Frank, André Gunder (1970) Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Siglo XXI, Buenos Aires.

-Frank André, Gunder (1973). De la dependencia a la acumulación. Problemas del Desarrollo n 13, enero, México.

-Frank, André Gunder (1979). La crisis mundial, Burguesa, Barcelona.

-Frank, André Gunder (1991). El subdesarrollo del desarrollo. Nueva Sociedad, Caracas.

-Frank André Gunder (2005a). Celso Furtado y la teoría de la dependencia, Revista Memoria, enero.

-Frank, André Gunder (2005b) Responses to ReOrient Reviews, www.rrojasdatabank.info.

-Frank, André Gunder (2009). ReOriente Economía global en la Era Asiática, C y E, Año I Nº 2, Primer Semestre 2009, bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/secret/

-Hilton, Rodney, (1974). Comentario, La transición del feudalismo al capitalismo. Ediciones La Cruz el Sur, Buenos Aires.

-Katz, Claudio (2016). La teoría de la dependencia y el sistema mundo. www.lahaine,

-Laclau, Ernesto (1973). Feudalismo y capitalismo en América Latina, Assadourian, C Modos de Producción en América Latina, Siglo XXI, Buenos Aires.

-Mandel, Mandel (1969). Traite d'Economie marxiste, T II, Maspero, Paris.

-Mandel, Ernest (1971). Ensayos sobre el neocapitalismo. México, ERA.

-Mandel Ernest (1977), Comentario, Clases sociales y crisis política en América Latina, Siglo XXI, México.

-Mandel, Ernest (1978). El capitalismo tardío, ERA, México.

-Mariátegui, José Carlos (1984). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana Biblioteca Amauta, Lima.

-Marini, Ruy Mauro (1973). Dialéctica de la dependencia, ERA, México.

-Martins, Carlos Eduardo (2009). André Gunder Frank: el intelectual insurgente, C y E Año I Nº 2 Primer Semestre, bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/secret

-Ouriques, Nildo (2005), André G Frank: A genial trajectoria de um intellectual antiacadémico, Instituto de Estudos Latinoamericanos, UFSC, 07.06, www.iela.ufsc.br

-Peña, Miliciades (2012). Historia del pueblo argentino, Emecé, Buenos Aires.

-Post, Charles, (2011). The American Road to Capitalism, Brill, Boston.

-Puiggrós, Rodolfo (1965). Los modos de producción en Iberoamérica, Gallo Ilustrado-El Día, México.

-Sweezy, Paul (1974). Comentario crítico, Contra-réplica, La transición del feudalismo al capitalismo. Ediciones La Cruz del Sur, Buenos Aires.

-Trimberger, Ellen Kay (1979) World systems analysis, the problem of unequal development, Theory and Society.

-Vitale, Luis (1984). Modos de producción y formaciones sociales en América Latina, www.mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio

-Vitale, Luis (1992). Introducción a una teoría de la historia para América Latina, Planeta, Buenos Aires.

-Wallerstein, Immanuel (1984). El moderno sistema mundial, Volumen II, Siglo XXI, México.

-Wallerstein, Immanuel (1988). El capitalismo histórico, Siglo XXI, México.

-Wallerstein, Immanuel, (2004).Capitalismo histórico y movimientos anti-sistémicos: un análisis de sistemas –mundo, Akal, Madrid.

-Wallerstein, Inmanuel (2005). Análisis de sistemas-mundo, una introducción, Siglo XXI, México.

-Wallerstein, Immanuel, (2006-07). Frank demuestra el milagro europeo, Revista Mundo Siglo XXI, n 7, invierno.

-Wallerstein, Immanuel, (2011). The Modern World-System IV: University of California Press.

-Wolf, Eric (1983). Europa y la gente sin historia, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

-Wood, Ellen Meiksins (2002). The origin of capitalism, Verso, London.



Claudio Katz
Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz