Sin venganza pero sin tregua

El “Nunca más”. Carta de compromiso para un nuevo país, el informe ha servido en estas tres décadas como modelo ejemplar en varios procesos de esclarecimiento histórico de asesinatos masivos en todo el mundo.

POR BEATRIZ SARLO



A lo largo de los años, algunos libros importan también a quienes no los leyeron. Esta fortuna han tenido el Facundo de Sarmiento, laHistoria de San Martín de Mitre, El juicio del siglo de Joaquín V. González, el monumental ensayo de Martínez Estrada Muerte y transfiguración de Martín Fierro , muy probablemente Indios, ejércitos y fronteras de David Viñas o la Excursión a los indios ranqueles de Mansilla. Se los impugnará, se los considerará parciales o incompletos, se criticará sus puntos de vista, pero son indestructibles. Escribo esos títulos. Quizá la enumeración ya origine diferencias, porque podrían ser otros. Pero ciertos libros delimitan un espacio antes no percibido, describen la escena de un drama que era necesario poner de manifiesto; presentan personajes heroicos o miserables y los oponen en un juego de ideas y de pasiones. Esos libros son una parte esencial de la forma en que se piensa y se discute el pasado.
No pueden pasarse por alto. Tienen la rara potencia de ser originales porque abren una cuestión y trazan las líneas de un debate. Son tan polémicos o tan persuasivos que obligan a establecer una posición sobre el tema del que se ocupan: el caudillismo, la emancipación colonial, un gran poema nacional y popular, los crímenes que acompañan la construcción de una nación, la sensibilidad y la inteligencia con que se mira lo que hasta ese momento no había sido visto.
El Nunca más es uno de esos libros. El informe de la Conadep fue entregado a Alfonsín el 20 de septiembre de 1984. Desde entonces, se han impreso más de medio millón de ejemplares y serían varios centenares de miles los difundidos en distintos soportes. Antes de su publicación en 1985, todo era una masa confusa e inclasificable. Las organizaciones de derechos humanos habían trabajado contra la adversidad, en un aislamiento sólo atenuado por minorías locales o apoyos internacionales, en soledad y desacreditadas por una dictadura ciega sobre su presente y su desenlace, que creía lejano.
Se conocían algunas de las historias o centenares de ellas, pero flotaban en estado de dispersión, en los registros de las organizaciones de derechos humanos y, probablemente, en los archivos de los represores que hasta hoy permanecen secretos e inaccesibles. Muchos sabíamos una parte y lo que sabíamos nos bastaba para la condena moral. Pero cuando apareció el Nunca más , supimos que esa parte se organizaba en una reconstrucción del pasado inmediato; que los fragmentos ya no estarían más esparcidos al azar de lo que sabían las organizaciones y los militantes sino que quedaban, para siempre, establecidos en un escrito. Durante estos treinta años se agregaron nuevos hechos. Y probablemente los juicios todavía abiertos sigan trayendo sus pruebas. La historia nunca cierra su cantera de datos.
Pero en 1984, la primera edición del Nunca más fue el salto entre las experiencias dispersas y la estructura más firme donde podían empezar a encontrar su sistema. La particularidad es que, a diferencia de las obras mencionadas al comienzo, el Nunca más es un texto colectivo, sobre el que se hipotetizan redactores: el abogado y dramaturgo Gerardo Taratuto (muerto en 2005) es mencionado como el posible organizador de la masa de datos. Sin embargo, integrantes de la Conadep aseguran que él lo negaba. No es casual esta incógnita autoral en un libro cuyo prólogo ni siquiera lleva firma. La ausencia del nombre de autor es una señal más de que la afrenta fue a todos, incluso a aquellos que no quisieran reconocerla: un crimen de lesa humanidad, que los militares tampoco firmaban. El Nunca más tiene como autor un colectivo: la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas, porque fue el cuerpo mismo de la nación el que recibió la herida de los crímenes investigados.
Topografía del terror
“La Conadep no buscó desaparecidos. Buscó desaparecedores. Definir el objeto de una investigación es el primer paso. Cuando me incorporé había aparecido un número considerable de anónimos enviados a los familiares con noticias falsas de que el desaparecido/a estaba en tal o cual lugar”, repite Graciela Fernández Meijide, para que yo termine de entender qué campo minado recorrieron los miembros, los auxiliares y los testigos mismos. Y sigue: “Les pedí que frenaran de correr de un lado a otro en su búsqueda. Los Servicios, tan pronto como se dieron cuenta de que ya no salíamos corriendo, pararon los anónimos. Entonces sucedió lo que ya dije y escribí, pero no sé si es sabido: lo nuevo y trascendente fue la presentación espontánea de sobrevivientes con muchos de los cuales inspeccionamos alrededor de 50 campos. Fueron los que hicieron posible la acumulación de prueba que terminó siendo contundente y permitió enjuiciar a las Juntas”.

La Argentina planteaba una incógnita desconocida hasta entonces, encontrar a los “desaparecedores”, responsables de un hecho monstruoso: la completa anulación física del cuerpo de quien había sido asesinado, el aniquilamiento de la prueba del crimen. Para despejar esa incógnita, muchos debieron llevar a la Conadep sus recuerdos, definir en qué momento, en qué lugar, en qué circunstancias, a manos de quiénes un hombre o una mujer vivos se habían convertido en cadáveres y, luego, se habían evaporado, enterrado, hundido. Buscar desaparecedores era encontrar también una pista sobre el cuerpo del delito: los instrumentos de tortura, los lugares cuyas paredes conservaban las marcas del encierro, las huellas materiales de los calabozos improvisados en casas, casinos militares, sótanos, oficinas, patios, huecos, covachas, sótanos, escaleras, cuchas y pozos.
El cuerpo del delito es una dimensión siniestra del Nunca más . El lector se va enterando de cómo alguien permanecía atado a un elástico de alambre, a una argolla hundida en un muro, al tirante de un techo; de qué modo dormía acurrucado, sobre orines y detritos, en los pisos de cemento o de baldosas. Los sobrevivientes atesoraron durante años (los transcurridos entre el momento cuando cayeron y el momento en que se salvaron de la muerte) las descripciones de esos escenarios: una topografía del terror, como se llama en Berlín al cuartel destruido de las SS y la Gestapo, donde sólo quedan algunos nichos que fueron escenario de tortura. Lugares que producen angustia al sólo tratar de imaginar la disposición espacial de aquello que se rescató en relatos que repiten uniformemente la monotonía del Mal.
Nunca más , como un gran tratado espacial, logró esas primeras reconstrucciones, trabajó en la memoria de quienes habían estado desaparecidos pero salvaron la vida. La palabra “memoria” no tiene aquí el vastísimo significado que ha ido recibiendo en estos treinta años, sino uno más restringido y material: hacer memoria de un lugar que se había recorrido con los ojos vendados, o bajo condiciones de extrema tensión y miedo extremo. Traer al presente un espacio que fue el alojamiento material del delito. Los testigos delNunca más vuelven al lugar del crimen, escuchan el ruido de una calle o una autopista cercana, cuentan los peldaños de una escalera. Recuperar ese espacio en el que sufrieron implicaba darle mayor prueba de realidad al sufrimiento, pero también corroborar la dimensión del delito en su propia escena.
Etnografía del terror
La otra dimensión fundadora del Nunca más es lo que podría llamarse su costado etnográfico: los usos y costumbres de los terroristas de Estado en ejercicio de la represión. Los detalles de cómo llegaban a una casa, cómo pateaban las puertas, cómo golpeaban a sus futuros prisioneros con la culata de un arma, en qué autos los trasladaban, cuáles eran las amenazas que proferían, cómo arrebataban objetos o personas, con qué les vendaban los ojos o encapuchaban a sus víctimas; cómo los tiraban en una celda, qué les decían a las embarazadas, cuáles eran las amenazas proferidas en la tortura, qué instrumentos usaban para causar dolores insoportables, qué resistencias encontraban, qué hacían frente a un desmayo, cómo ingresaban los médicos para reanimar a alguien que todavía podía rendir algo en un interrogatorio; qué prometían o con qué amenazaban.

Todas estas costumbres terroristas son trasmitidas en un estilo plano. No es necesario el énfasis para relatar aquello que era enfático en su propia desmesura. Los usos y costumbres de los torturadores y los asesinos también informan sobre el placer de dominar a los cuerpos quebrados y la cólera que producen los resistentes. Se especializan en los desvanecimientos y los desmayos, gozan en esos momentos últimos en que un torturado está perdiendo el sentido, pero también tienen la cautela de no matar antes de tiempo, de no dejar de picanear antes de que la resistencia física llega a su final. Los relatos de los sobrevivientes combinan la repetición, porque finalmente los métodos no son infinitos, con el suspenso: ¿Cuándo se detendrá todo esto? ¿Se detendrá antes de la muerte? ¿Vendrá la muerte para detenerlo?
Nunca más da cuenta de esa monotonía y también de ese suspenso: son los dos vectores que permiten imaginar lo que sucedía en los escenarios del terrorismo de estado.
“Los equipos de la Conadep salen a la calle”, recuerda Fernández Meijide. Antes de empezar la tarea no se tenía idea de cuántos habían sido los centros de detención. Durante el trabajo se visitaron 50 centros clandestinos. En el Nunca más están los planos y algunas fotos. Los que estuvieron allí y sobrevivieron reconocen los desniveles del piso, las marcas en las paredes que ellos mismos hicieron, los rincones donde fueron obligados a acurrucarse como animalitos, sucios, orinados, desnudos, cubiertos por trapos. Y los cadáveres apilados. Copio un párrafo de un informe redactado en 1980 por empleados de la morgue judicial de Córdoba: “…en las salas donde se encontraban los cadáveres, algunos de ellos llevaban más de 30 días de permanecer en depósito sin ningún tipo de refrigeración, una nube de moscas y el piso cubierto por una capa de aproximadamente diez centímetros y medio de gusanos y larvas, los que retirábamos en baldes cargándolos con palas”. Una etnografía de la muerte, que comienza con el asesinato, pero que debe rastrearse en su rasgo más significativo más allá, en el tratamiento de los cuerpos, privados no sólo de la vida sino de la dignidad de una materia que fue humana. Cartografía y etnografía del terrorismo de estado.
Nueve meses
Magdalena Ruiz Guiñazú, a quien le pregunto mientras escribo, confirma que los empleados del Ministerio del Interior no aguantaron los terribles relatos que contenían las denuncias. Es así que fueron reemplazados por gente de los organismos de derechos humanos. Por eso, monseñor De Nevares propuso que Graciela Fernández Meijide fuera secretaria de la Conadep. Estaba curtida en esos horrores. Fueron nueve largos meses: “un parto”, dice Ruiz Guiñazú. Fernández Meijide hoy da una idea de las reglas que se impusieron: “Rechacé informes si estaban llenos de adjetivaciones y opiniones políticas. Las indicaciones fueron que había que hacer un informe ajustado a los testimonios y denuncias. Para tomar la denuncia sobre el nombre de un presunto represor exigíamos que estuviera mencionado tres veces. Para evitar venganzas o represalias personales”.

El impulso ético y político de la Conadep representó lo mejor que había quedado en pie después de la dictadura. Representó incluso a quienes, en el Congreso o en algunas organizaciones, se opusieron a que fuera esa forma, la de una Comisión de notables, la que llevara adelante la primera gran investigación de los crímenes más extendidos y cruentos de nuestra historia.
Sin venganza y sin tregua, la Conadep llegó en un tiempo asombrosamente breve a redactar su informe. Todavía no había pasado un año del decreto de Alfonsín que creó la comisión investigadora, contradiciendo la voluntad de algunos organismos de derechos humanos y de muchos políticos, incluso de su propio partido.
En el año 2006, la Secretaría de Derechos Humanos agregó un prólogo, refutando la teoría de los “dos demonios”, que muchos juzgaron inscripta en el primero de 1984. Inútil pretensión la de cerrar un debate para siempre mediante una lectura oficial. El Nunca más ha dejado de ser un informe y cada prólogo pasado o futuro traerá una nueva interpretación. Somos el pueblo del Nunca más , tanto como el del Facundo . En ambos está la Argentina que fue.

Beatriz Sarlo es ensayista y crítica cultural; autora de La ciudad vista, La audacia y el cálculo y Viajes. De la Amazonia a las Malvinas.

El calentamiento global y la guerra: dos crisis mundiales íntimamente ligadas





Algunas horas después de que 400.000 personas participaran en la mayor marcha por el clima de la historia, Estados Unidos comenzó a bombardear Siria y así inició otra guerra. El Pentágono afirma que los objetivos eran instalaciones militares del Estado Islámico en Siria e Irak, además de un nuevo grupo terrorista, Khorasan. El Presidente Barack Obama está iniciando una nueva guerra, mientras no hace nada para combatir el cambio climático, que empeora cada día. El mundo atraviesa dos crisis que están íntimamente ligadas: el calentamiento global y las guerras. Existen soluciones a ambos problemas, pero lanzar bombas no es una de ellas.
 
“En las guerras de hoy, mueren muchos más civiles que soldados; se siembran las semillas de conflictos futuros, las economías se destruyen; las sociedades civiles se parten en pedazos, se acumulan refugiados y los niños quedan marcados de por vida.” Este fue parte del discurso pronunciado en diciembre de 2009 por el Premio Nobel de la Paz de ese año, el Presidente Barack Obama. Cinco años más tarde, sus declaraciones se parecen a las noticias que recibimos a diario. El grupo pacifista PinkCode está exhortando al Presidente Obama a que devuelva el Premio Nobel.


 
En el mismo discurso, Obama afirmó: “El mundo debe unirse para hacerle frente al cambio climático. Hay pocos científicos que no estén de acuerdo en que si no hacemos algo, enfrentaremos más sequías, hambruna y desplazamientos masivos que alimentarán más conflictos durante décadas”. Obama también sostuvo: “Por este motivo, no son sólo los científicos y activistas los que proponen medidas prontas y enérgicas; también lo hacen los líderes militares de mi país y otros que comprenden que nuestra seguridad común está en juego”.
 
De hecho, el Pentágono considera desde hace tiempo que el cambio climático es una gran amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. En su Examen Cuatrienal de Defensa de 2014, el Pentágono observó que los diversos efectos del cambio climático “empeorarán otros problemas en el extranjero como la pobreza, la degradación ambiental, la inestabilidad política y las tensiones sociales. Estas condiciones pueden dar lugar a la actividad terrorista y a otras formas de violencia”.
 

Entonces, cabe preguntarse: ¿por qué no abordar la amenaza del cambio climático cuando aún estamos a tiempo? Asad Rehman de la federación ambientalista Amigos de la Tierra Internacional, quien viajó a Nueva York para participar en la Marcha por el clima, me dijo: “Si podemos conseguir los billones [de dólares] que conseguimos para financiar conflictos, ya sea que se trate de una invasión en Irak o Afganistán o ahora para el conflicto en Siria, estoy seguro de que podemos conseguir los fondos necesarios para lograr la transformación que se requiere hacer para brindar energía limpia y renovable a las 1.200 millones de personas que carecen de ella”.
 
Asad Rehman es un firme opositor del enorme gasto militar. Durante años fue activista contra la guerra y considera que hay un fuerte vínculo entre la guerra y el calentamiento global. “El petróleo ha sido una maldición para la gente de Medio Oriente, ha sido un presagio de los conflictos y de la violencia; de la destrucción de civilizaciones antiguas y de las vidas de millones de personas”.

 
Medea Benjamin, cofundadora de Code Pink, coincide con Rehman. Benjamin participó en la histórica Marcha por el clima y se sumó a otros miles de manifestantes al día siguiente para participar en la acción “Inundemos Wall Street” (Flood Wall Street), en la que 100 personas fueron arrestadas. Antes de ir a la Casa Blanca a protestar contra el bombardeo en Siria, Medea me dijo: “El petróleo es la base de la política exterior de Estados Unidos en Medio Oriente. Si no fuera por el petróleo de Irak, Estados Unidos nunca hubiera invadido ese país”.
 
El martes, más de cien líderes mundiales, junto con representantes del sector industrial, participaron en una cumbre no vinculante sobre el clima. La cumbre fue convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, con la esperanza de que daría el impulso necesario para las negociaciones formales sobre el cambio climático que procuran lograr un compromiso vinculante de los países del mundo para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el aumento mundial de la temperatura a 2 grados Celsius. Se considera que un aumento de la temperatura de 2 grados es el límite máximo de aumento que el planeta, tal como lo conocemos, puede soportar.
 
Mientras las negociaciones sobre el clima no tienen mucho éxito ni atención mediática, el ataque del Presidente Obama contra el Estado Islámico y otros grupos considerados amenazas terroristas dominó la sesión de la Asamblea General de la ONU y fue el tema principal de una sesión especial del Consejo de Seguridad presidida por Obama. Al reflexionar sobre el futuro del movimiento mundial para combatir el cambio climático, Asad Rehman dijo: “Creo que los que participaron en la manifestación sin duda salieron de allí con más entusiasmo y con una mayor convicción de que el poder está en nuestras manos y no en ese edificio en Nueva York, no en la cumbre de la ONU”.

 
Antes de la invasión de Irak en 2003, el General estadounidense Anthony Zinni estimó que solo se podría tener éxito si se enviaba una fuerza de 400.000 soldados. Donald Rumsfeld envío menos de la mitad de soldados y bromeó al respecto: “Se va a la guerra con el ejército que se tiene, no con el ejército que se quisiera tener”. Fueron 400.000 las personas que asistieron a la marcha por el clima el domingo en Nueva York…un ejército de esperanza para un futuro sustentable.
 

 
# Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
 

Cambio climático y capitalismo



Los refugiados políticos en el mundo son 12 millones, pero los desplazados por consecuencias del cambio climático son 25 y pueden llegar a ser 200 en 2050 según el informe Cambio Ambiental y Escenarios de Migración Forzada elaborado por siete universidades.

Africanos de Sudán, Eritrea, Somalia y Etiopía emigran a Arabia Saudí, por Yemen, huyendo del avance de la desertización de sus países. La lluvia en Senegal ha disminuido un 50% en los últimos veinte años, han desaparecido tierras de cultivo y la gente emigra a Europa en cayuco. En Mozambique huyen miles de desplazados por inundaciones. Mucha gente emigra de Bangladesh, donde también sube el nivel del mar, y por destructoras inundaciones cada vez frecuentes. Del archipiélago Tuvalu en el Pacífico emigran a Nueva Zelanda por la misma razón, la subida del nivel del mar. En China hay migraciones por el avance de la desertización. En la región andina de Ecuador disminuyen las lluvias y eso provoca más emigración a Europa. En Murcia y Almería de España avanza la desertización con grandes sequías…

La aplastante evidencia de los efectos del cambio climático no parece mover a los gobiernos a tomar medidas que reduzcan la emisión de gases de efecto invernadero. Pero la ciudadanía y las organizaciones de la sociedad civil sí son conscientes del grave problema. Por eso hubo hace unos días una multitudinaria movilización ciudadana global para exigir medidas contra el cambio climático. Millones de personas se manifestaron en 2.808 ciudades de todo el mundo para presionar a la Cumbre del Clima en Nueva York, ciudad en la que se movilizaron más de 300.000 personas.

Según el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de la ONU (GIECC) el cambio climático será causa de la desaparición de medios de sustento en zonas costeras y pequeños estados insulares por tempestades, inundaciones y subida del nivel del mar; riesgos graves para la salud y desaparición de medios de sustento de grupos urbanos por inundaciones en el interior; destrucción de infraestructuras y servicios vitales como agua, electricidad, instalaciones sanitarias por fenómenos meteorológicos extremos; más mortandad y enfermedades en períodos de calor extremo y más hambre por destrucción de sistemas de alimentación; pérdida de recursos y sustento en zonas rurales por severa reducción del agua potable y de riego; pérdida de bienes y servicios en comunidades costeras y de pescadores en los trópicos y en el Ártico…

¿Se puede contener el aumento de temperatura global y el consecuente cambio climático? Sí, si se toman medidas, pero pronto, según el GIECC. Entre otras, transformaciones tecnológicas profundas y cambios en la conducta individual y colectiva para sustituir el consumismo por el consumo responsable. Para frenar el aumento de la temperatura de la Tierra a 2º C como máximo es imprescindible reducir la emisión de gases de efecto invernadero de un 40% a 70 %, según zonas, respecto a la emisión total de 2010. Más allá de 2º C, las consecuencias son catastróficas.

Desde la revolución industrial, la emisión de gases de efecto invernadero ha aumentado sin cesar. Esos gases alcanzaron un nuevo máximo en 2013, según reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial. La concentración de dióxido de carbono, principal responsable del calentamiento global, aumentó en 396 partes por millón en 2013; el mayor aumento anual en 30 años. No aprendemos, pero el cambio climático es cuestión de vida o muerte: continuar la historia de la humanidad o desaparecer. Como desaparecieron los dinosaurios.

Según escribe Florent Marcelleci “para evitar un aumento de temperatura de más de 2º (acordado en la cumbre de Copenhague de 2009), el PIB mundial tendría que disminuir más de un 3% anual; 77% entre hoy y 2050”. Y el economista francés Michel Husson, citado por Marcelleci, plantea un dilema: crecimiento y consecuencias climáticas desastrosas o reducir el PIB y recesión con duras consecuencias sociales. ¿Es así? Los analistas estadounidenses Fred Magdoff y John Bellamy Foster, sostienen que el dilema se da en el capitalismo, porque el capitalismo necesita crecimiento y el crecimiento lleva al desastre climático. Y lo de la sostenibilidad en un sistema que se mueve por los beneficios es el sueño de una noche de verano. Pero si sustituimos el capitalismo, como condición necesaria, es posible una civilización ecológica sin desigualdad. Ardua y dura tarea, sin duda, pero ¿hay otra opción?

Encuentro Mundial de Movimientos Populares.

El Papa Francisco cambia los interlocutores de la Iglesia.



Es la primera vez en la historia de la Iglesia que un Papa convoca a líderes de movimientos sociales para un encuentro de tres días. No se trata de una simple audiencia protocolar, como la que monitereé en 1980 en São Paulo, al llevar un grupo de sindicalistas, entre los cuales estaban Lula y Olívio Dutra, para un encuentro con Juan Pablo II, en la capilla del colegio Santo Américo.

Por Frei Betto
Líderes de movimientos populares de varios países tendrán un encuentro con el Papa Francisco en los próximos días 27, 28 y 29 de octubre, en Roma. De Brasil estarán presentes Joáo Pedro Stédile, por el MST y la Vía Campesina, además de representantes de la Central de Movimientos Populares, Levante Popular de Juventud, Coordinación Nacional de Entidades Negras, Central Única de los Trabajadores, Movimientos de Mujeres Campesinas y un indígena del Pueblo Terena.
La carta de invitación está firmada por Stédile y por Juan Grabois, que representa al Movimientos de los Trabajadores Excluídos y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, de Argentina.
El evento es una derivación del simposio Las emergencias de los excluídos, realizado en diciembre de 2013, en el Vaticano, donde Stédile y Grabois participaron.
Denominado Encuentro Mundial de Movimientos Populares, contará además con la participación de 30 obispos “de distintas religiones”, que mantienen fuertes vínculos con el trabajo social y los movimientos populares.
El evento es resultado de la articulación del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, presidido por el cardenal ganés Peter Turkson, con diversas organizaciones populares. Tiene como objetivos analizar el pensamento social de Francisco; elaborar una sínteses de a visión de los movimentos populares en torno a las causa de la creciente desigualdad social y del aumento de la exclusión en el mundo; proponer alternativas populares para “enfrentar los problemas que el capitalismo financeiro y las transnacionales imponen a los pobres, con la perspectiva de construir una sociedad global con justicia social, a partir de la realidad de los trabajadores excluídos”, según expresa la invitación. En resumen, se trata de “discutir la relación de los movimientos populares con la iglesia y cómo avanzar en ese sentido”.
Entre los paneles y talleres previstos se destacan: “Exclusión social y desigualdad”, “Desigualdad social a la luz del documento Alegría del evangelio”, “Doctrina social de la iglesia”, “Medio ambiente y cambios climáticos”, “Movimientos por la paz” y “Articulación de la Iglesia y los Movimientos Populares”.
Es la primera vez en la historia de la Iglesia que un Papa convoca a líderes de movimientos sociales para un encuentro de tres días. No se trata de una simple audiencia protocolar, como la que monitereé en 1980 en São Paulo, al llevar un grupo de sindicalistas, entre los cuales estaban Lula y Olívio Dutra, para un encuentro con Juan Pablo II, en la capillo del colegio Santo Américo.
Hay algo inédito en esa iniciativa: anteriormente los Papas, para debatir la coyuntura internacional, convocaban banqueros, empresarios, hombres de negocio. Francisco, coherente con su opción por los pobres, quiere escuchar a aquellos que los representan, lo cual es un cambio significativo en las características de los interlocutores de la Iglesia Católica.
En su documento Alegría del evangelio (noviembre 2013), Francisco considera el capitalismo intrínsecamente injusto: “En tanto no se elimina la exclusión y la desigualdad dentro de la sociedad y entre los diversos pueblos será imposible erradicar la violencia. Ésto no sucede sólo porque la desigualdad social provoca la reacción violenta de quienes son excluídos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto desde su raíz.

6 de septiembre de 1930 - Crónica de un golpe anunciado


El golpe que el 6 de septiembre de 1930 derrocaría al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen venía siendo anunciado mucho antes de que Leopoldo Lugones exaltara “la hora de la espada”. En ese discurso el prestigioso poeta llamaría al Ejército —“esa última aristocracia”— a tomar las riendas, y la conspiración sentaría precedentes que lamentablemente iban a hacer escuela en la Argentina. Los golpistas del futuro aprendieron en el 30 que la cosa debía empezar con el desprestigio del gobierno y el sistema a través de una activa campaña de prensa; asimismo, lograr la adhesión y el auxilio económico de los grandes capitales nacionales y extranjeros a cambio de entregarles el manejo de la economía; rebajar los sueldos y pedir sacrificios a los asalariados que luego se traducirían en una hipotética prosperidad; las arengas debían ser fascistas pero el Ministerio de Economía sería entregado a un empresario o gerente liberal al que no le molestaran mucho los discursos y las actitudes autoritarias, a un liberal al que lo tuvieran sin cuidado el respeto a los derechos humanos y todos aquellos derechos impulsados justamente por el liberalismo. Para que quede claro, un “liberal” argentino, en los términos de la genial definición de Alberdi: “Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte”. 1
También había que prometerle al pueblo orden y seguridad, y al asumir era importante meter miedo. Prohibir la actividad política y sindical; intervenir las provincias y las universidades; decretar la pena de muerte; detener, torturar y asesinar a los opositores y al mismo tiempo hacer una declaración de profunda fe católica y de pertenencia al mundo occidental y cristiano; dejar en suspenso la duración del gobierno militar (incluso, si se quiere, se lo puede llamar provisional) y, finalmente, en pago de tantos sacrificios, en nombre de la patria y la honestidad, hacer los más sucios y descarados negociados.



Cómo construir un dictador

Los que conocían bien a Uriburu fueron testigos de cómo aquel revolucionario de 1890 devino ultraconservador con el paso de los años: poco después de que Yrigoyen, su viejo correligionario, ganara las elecciones por segunda vez, decidió pasar a retiro y también a conspirar contra la democracia. El general tenía quién le escribiera, allí estaban los nacionalistas católicos Julio y Rodolfo Irazusta, que publicaban el semanario
 La Nueva República, una influyente tribuna desde la que se fogoneaba un cambio en el orden institucional. Julio Irazusta inauguró una frase que, lamentablemente para sus herederos, no registró como propia, ya que sería usada hasta el cansancio durante el resto del siglo XX, e incluso hasta comienzos del siglo XXI, por algún comunicador social en aquella hora clave de la crisis del 2001: “hay que sacar las tropas a la calle”. En 1928, festejando el primer cumpleaños de aquel periódico, el general Uriburu se comprometió públicamente a encabezar un movimiento de renovación espiritual y política.
A partir de entonces comenzaron a producirse selectas reuniones de civiles y militares en los elegantes salones del Círculo de Armas. Allí iban sin demasiado disimulo gente como Federico Pinedo, Leopoldo Melo, Antonio Santamarina y representantes de los generales Justo y Uriburu.


Los líderes visibles del golpe de Estado en marcha eran los generales José Félix Uriburu 2 y Agustín Pedro Justo 3, que si bien coincidían en la metodología golpista para derrocar a Yrigoyen, mantenían importantes diferencias a la hora de ejercer el poder. Mientras Uriburu pretendía hacer una profunda reforma constitucional que terminara con el régimen democrático y el sistema de partidos y, así, implantar un régimen de representación corporativa, Justo planteaba el modelo de gobierno provisional que convocara a elecciones en un tiempo prudencial; prefería restablecer el clásico sistema de partidos con las restricciones que los dueños del poder creyeran convenientes, o sea, una democracia de ficción y fraudulenta. Esto llevó a que Justo permaneciera en un segundo plano durante los preparativos del golpe de Estado programado para el 6 de septiembre de 1930, pero no dejó de presionar a Uriburu a través de sus oficiales para introducir sus puntos de vista.
No pocos oficiales y suboficiales se sumaron al golpe sin medir las consecuencias, sin tomar conciencia cabal del error gravísimo que estaban cometiendo. Entre ellos, Juan Domingo Perón, que al respecto comentaba lo siguiente: “Yo recuerdo que el presidente Yrigoyen fue el primer presidente argentino que defendió al pueblo, el primero que enfrentó a las fuerzas extranjeras y nacionales de la oligarquía para defender a su pueblo. Y lo he visto caer ignominiosamente por la calumnia y los rumores. Yo, en esa época, era un joven y estaba contra Yrigoyen, porque hasta mí habían llegado los rumores, porque no había nadie que los desmintiera y dijera la verdad”. 4


Perón advierte a la distancia la trascendencia del hecho y su influencia en el futuro político argentino. “Nosotros sobrellevamos el peso de un error tremendo. Nosotros contribuimos a reabrir, en 1930, en el país, la era de los cuartelazos victoriosos. El año 1930, para salvar al país del desorden y del desgobierno no necesitamos sacar las tropas a los cuarteles y enseñar al Ejército el peligroso camino de los golpes de Estado. Pudimos, dentro de la ley, resolver la crisis. No lo hicimos, apartándonos de las grandes enseñanzas de los próceres conservadores, por precipitación, por incontinencia partidaria, por olvido de la experiencia histórica, por sensualidad de poder. Y ahora está sufriendo el país las consecuencias de aquel precedente funesto”. 5 Finalmente, en su autobiografía, recopilada por Enrique Pavón Pereyra,
Perón concluye: “El 6 de setiembre, terminó bruscamente la experiencia radical que había sido promovida por la ley del sufragio universal y por la intención participativa. Ese día histórico es el comienzo de una nueva e tapa en la cual el gobierno será dirigido por las huestes de la oligarquía conservadora donde muchos de los que participaron y contribuyeron al éxito del golpe lo hicieron sin saber exactamente quién se movía detrás de ellos. La proclamación de la ley marcial desde el 8 de septiembre de 1930 hasta junio del 31 puso en evidencia que había triunfado la línea del nacionalismo oligárquico”. 6
(…)
El golpe del 6 de septiembre de 1930 significó para la tradicional elite terrateniente exportadora la recuperación, no del poder real, que nunca había perdido, sino del control del aparato del Estado. Quedaba además demostrado que el radicalismo, por su origen de clase y por sus enormes contradicciones internas, no había podido o no había querido conformar ni impulsar sectores económicos dinámicos modernos que pudieran disputarle el poder al tradicional sector terrateniente. El golpe terminó también con la alianza que había comenzado en la Revolución de 1890 entre una parte de aquella elite y los sectores medios, que en un principio apoyaran el golpe del 30 porque pensaban que los incluía entre los beneficiarios del asalto al poder y las arcas públicas; sin embargo, pronto se dieron por enterados en carne propia, como ocurriría con todos los golpes de Estado posteriores, que les agradecían los servicios prestados, pero que no estaban invitados a la fiesta. La elite volvió a tener la posibilidad de marginar políticamente —como antes de la sanción de la Ley Sáenz Peña— a los sectores sociales que venía marginando social y económicamente desde siempre. La vuelta al fraude electoral alejaba a las mayorías populares de la posibilidad de decidir sus destinos; la sociedad se preparaba para los grandes cambios que se avecinarían a mediados de los años 40. Pero para eso faltaba mucho tiempo, mucho sufrimiento y mucha lucha. Estaba comenzando una década claramente infame.


1 Alberdi, Juan Bautista, Escritos póstumos, tomo X, Buenos Aires, Editorial Cruz, 1890.
2 José Félix Uriburu (1868-1932) nació en Salta. Participó en la Revolución de 1890 del lado de los cívicos. Pero en 1905 reprimió la intentona revolucionaria radical. Fue director de la Escuela Superior de Guerra y observador y agregado militar en Europa. En 1914 fue elegido diputado al Congreso Nacional. Durante la presidencia de Alvear fue nombrado inspector general del Ejército y miembro del Consejo Supremo de Guerra.
3 Agustín Pedro Justo (1876-1943) nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Además de militar fue ingeniero civil recibido en la UBA. Fue profesor y luego director del Colegio Militar. Alvear lo designó como ministro de Guerra.
4 En Félix Luna, Yrigoyen, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985.
5 En Roberto Etchepareborda, Yrigoyen, tomos I y IIBuenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983.
6 Pavón Pereyra, Enrique, Yo Perón, Buenos Aires, MILSA, 1993.