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Vivir en una burbuja: mundos a medida en la aldea global



Ilustración: Pablo Harymbat

Ilustración: Pablo Harymbat.

En las redes y fuera de ellas, las personas se rodean cada vez más de quienes se les parecen; la promesa global de un planeta conectado y diverso contrasta con la realidad de experiencias cada vez más homogéneas, segregación y desigualdad

Por Natalí Schejtman


Uno de los sketchs del programa Saturday Night Live después de la victoria de Trump presenta una utopía: un lugar apartado de Estados Unidos, donde viven los progresistas que aman las librerías de usados, los bares hipsters y pagan con dólares que tienen la cara de Bernie Sanders. Esta especie de emprendimiento inmobiliario/cívico se llama The Bubble (La burbuja) y acepta a "librepensadores...y a nadie más". Finalmente develan que la burbuja es Brooklyn en un domo transparente. En definitiva, no es raro encontrar ahora mismo gente en las principales ciudades costeras de los Estados Unidos que digan, aún en shock, que no conocen a nadie que haya votado a Trump. Lo mismo pasaba con los jóvenes cosmopolitas de Londres: no sabían de nadie que hubiera estado a favor del Brexit, y repetían como un mantra vergonzoso, que al día siguiente del referéndum la principal búsqueda de Google era: ¿qué es la Unión Europea?



Ya en 1972, la crítica de cine del New Yorker Pauline Kael declaró muy ligeramente que conocía solamente a un votante de Nixon y se volvió un calificativo: "Pauline Kaelism" es vivir en una burbuja. Y son varios los que la recordaron este año. Pero SNL supo leer un estado general que excede a Estados Unidos y esta elección en particular: ¿y si la utopía global en realidad está encerrada en un globo? ¿Y si sabemos poco y nada de cómo viven las personas que no son afines a nosotros?
A comienzos del año, el Wall Street Journal tomó un estudio realizado por Facebook y publicado en la revista Science para crear dos muros paralelos con noticias que simulaban ser de un usuario muy liberal y un usuario muy conservador. La divergencia entre ambos era, lógicamente, pasmosa: el usuario "muy conservador" vería noticias sobre veteranos de guerra apoyados por Trump mientras que del lado "muy liberal" habría descripciones de cómo su mandato va a acabar con el progreso.



Mucho se habló sobre los riesgos de una Internet personalizada. En Republica.com, Cass Sustein imaginó las implicancias de la idea del "Daily me" de Nicholas Negroponte: un mundo en el que cada cual seleccionara exactamente las noticias que quería leer y no hubiera nada parecido a un contenido compartido por todos. En definitiva, decía, la idea del "interés general" podría ser una idea del siglo XX que no sobreviviera al XXI. Eli Pariser publicó un libro resonante hace unos años llamado The Filter Bubble, en el que alertaba sobre cómo los filtros -explícitos e implícitos- de la web estaban generando un mundo de conocimiento sesgado. En Estados Unidos, la discusión acerca de cómo los muros de los ciudadanos podían diferir radicalmente gracias, en parte, a su algoritmo, y sesgar a los votantes y cuál era la responsabilidad de la empresa en la propagación de noticias falsas disparó la discusión sobre las burbujas informativas y sus efectos para el buen funcionamiento de la democracia. Pero según Pablo Boczkowski, profesor de la Universidad de Northwestern y codirector del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina en conjunto con la Universidad de San Andrés, la segmentación de las audiencias no es un invento de Facebook: "En realidad, la empezaron los medios tradicionales. Segmentar es una manera excelente de hacer negocio porque se construye un target y se le comunica más eficazmente. Facebook es lo mismo pero a la enésima potencia. Por otro lado, sabe que si estamos más contentos, si leemos más cosas con las que estamos de acuerdo y nos confirman lo que pensamos, los avisos hacen más efecto". Además, menciona un tema fundamental que surge del cruce entre el rol de Facebook en la democracia con la discusión sobre la desigualdad de la sociedad estadounidense: "Toda la histeria que hay con Facebook es en realidad un desplazamiento muy fuerte de cierta bronca y cierta angustia respecto de tendencias sociales que suceden hace mucho tiempo y que estas herramientas sociales ayudan a amplificar".
A su vez, los medios tradicionales también mostraron que viven en su propia burbuja, potenciada por el hecho de que el periodismo hoy sale menos a la calle. La combinación de varios factores hace que el microclima se potencie: "Antes había ciertas instituciones sociales que moderaban ese efecto que tiene rodearse de gente muy afín y parecida a uno mismo -explica Boczkowski-, que se detiene en el aspecto "on demand" de los hábitos contemporáneos: "También, había una cultura mucho menos centrada en la opción y la elección como uno de los valores principales de la vida moderna, una ecuación que une la capacidad de elegir con el empoderamiento y con la democracia".

Desiguales y desconectados




Conocemos los números escandalosos de la desigualdad. En su conocido artículo "Del 1%, por el 1%, para el 1%", el Premio Nobel Joseph Stiglitz describe un estado de situación lapidario: el 1% de los estadounidenses se lleva el 25% del ingreso del país y el 40% de la riqueza. El economista termina su artículo con una visión pragmática: "El 1% superior tiene las mejores casas, las mejores educaciones, los mejores doctores y los mejores estilos de vida, pero hay una cosa que el dinero parece no haber comprado: el entendimiento de que su destino está ligado a cómo vive el otro 99%". La frase resuena particularmente en este momento. Pero la grieta no es solamente económica, sino también de capital social y estilos de vida: en su controvertido libro Coming Apart, el sociólogo conservador Charles Murray desafía a los lectores con un testpara saber cuán grande es su burbuja, con preguntas acerca de datos, consumos y costumbres del norteamericano medio.
Los datos que afirman la reproducción de los grupos sociales son, además, constantes y variopintos. En su libro Pedigree: How elite students get elite jobs, Lauren Rivera estudió los patrones de contratación de las empresas más prestigiosas, como bancos de inversión, estudios jurídicos y consultoras, y descubrió que no solamente reclutan empleados de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, sino que además se van inclinando por los candidatos más privilegiados económicamente. Desmontando la idea de meritocracia al mostrar la asociación entre prestigio y clase social, Thomas Piketty analizó que el ingreso promedio de los padres de los estudiantes de Harvard es equivalente al del 2% más alto de la sociedad, mientras que los del prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París, al del 9%.

Ilustración: Pablo Harymbat
Ilustración: Pablo Harymbat.

El economista Anthony Atkinson suma en sus trabajos otro dato de encapsulamiento cuando dice que después de la Segunda Guerra Mundial, una vez que las mujeres ingresaron más fuertemente en el mundo del trabajo, los varones que ganaban sueldos altos tendían a casarse con mujeres que ganaban sueldos bajos, mientras que desde 1980, los hombres y las mujeres tienden a casarse con personas que ganan igual. En un artículo brillante sobre la influencia de los grupos no-educados en las elecciones de Brexit y de Trump, David Runciman ponía un ejemplo muy claro de cómo la gente ya no se mezcla: "Como dice el cliché: los jefes solían casarse con sus secretarias. Ya no, y no solamente porque hay menos secretarias. Si fuiste a la universidad, preguntate: ¿cuántos de tus amigos no fueron a la universidad? Y entre su amigos, ¿cuántos de los que fueron están casados con alguien que no?".
Si bien cada país vive el tema de la desigualdad de una forma diferente, en la Argentina la educación es un centro neurálgico de progresiva falta de diversidad. "La escuela primaria masiva, laica, gratuita, cuyos principios quedaron condensados en la ley 1420, tuvo en la base esta fuerte intencionalidad política, que fuera un espacio de homogeneización social y de encuentro", explica Sandra Ziegler, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del área de educación de Flacso. Sin embargo, este corte ha variado: "En las últimas dos décadas se ve un pasaje pronunciado de los sectores que pertenecen a los quintiles más altos -y progresivamente otros sectores también- a la educación privada. Esto genera un espacio de mayor homogeneidad en las aulas tanto de las escuelas estatales como privadas". Cabe mencionar, como dice Ziegler, que la creación de nuevas universidades en la provincia de Buenos Aires generó una ampliación en cuanto a la población que accede a la educación superior.
En una línea similar, la investigación de la doctora en Ciencias Sociales y becaria posdoctoral Conicet en el Instituto Gino Germani (UBA) Mercedes Krause aborda las narrativas de las clases medias y populares sobre su vida cotidiana y cómo se la estratificación de clase: "Lo que se ve es que las personas eligen tipos de clubes, de escuelas, de servicios de salud o de salidas de esparcimiento y en esas tipificaciones todo el tiempo opera el sentido común de dónde me ubico yo en relación a la clase social y en contraposición a quiénes. Dónde se sienten cómodos y dónde no: eligen rodearse de gente que perciben como similar a la imagen que tienen de sí mismos."
Mientras que hay un cierto consenso acerca de cómo distintas políticas desregulatorias contribuyeron a la fragmentación del espacio público, esto se combina con una elección por lo conocido. En su libro ¿Por qué preferimos la desigualdad?, François Dubet hace un razonamiento original de por qué las sociedades toleran el tándem del 1% y el 99% del que hablaba Stiglitz: "Todos los que pueden -y que no son necesariamente los más ricos- quieren desarrollar un capital social endógeno, vivir en los mismos barrios, no forzosamente para visitarse y generar una vida barrial, sino por el ambiente, la seguridad y la estética urbana, sin hablar de la sectorización escolar. Los individuos no buscan las desigualdades, pero sus elecciones las engendran". Para el autor, se trata de reconfigurar la idea de solidaridad.

Vidas paralelas

¿Cómo fomentar la empatía entre distintos sectores, si ocurren menos cruces entre ellos? El diseño urbano se vuelve una clave de la posibilidad o no de circulaciones paralelas entre sectores sociales. En el caso estadounidense, la disposición de los votantes de Trump y de Hillary Clinton estaba muy geolocalizada. En el Brexit, lo mismo.
Julián Varas, arquitecto, doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos y director de la maestría en Historia y Cultura de la Arquitectura y la Ciudad de la Universidad Torcuato Di Tella, acuerda con que esta disposición geográfica puede tener un correlato social: "Desde el punto de vista del urbanismo, el fenómeno de la globalización ha significado que las grandes metrópolis hayan comenzado a funcionar en redes cuyas interconexiones culturales y económicas pueden llegar a ser más fuertes que con los suburbios o incluso sectores dentro de la propia ciudad. Dicho de otro modo, la globalización ha traído aparejada una nueva configuración socioespacial en la que pesan más las redes de comunicaciones y las condiciones económicas y culturales que hacen posibles esas comunicaciones, que las proximidades, connacionalidades y otras condiciones territoriales, materiales, o administrativas que sirvieron para explicar el sistema internacional hasta los años 80. En ese sentido es posible que la desconexión que evidencian las redes sociales en Internet sea un reflejo de esa polaridad entre regiones altamente globalizadas y otras que lo están menos."
Varas menciona algunos procesos urbanos que son importantes para entender cómo se distribuye el electorado en Estados Unidos: el "white flight", que se dio a partir de los años 50 e implicó la huida a los suburbios de la población blanca de buen nivel económico y la ocupación del centro por parte de inmigrantes y minorías, y la gentrificación, que consiste en la vuelta de esas clases medias y altas al centro, la revalorización inmobiliaria y la consecuente expulsión de las clases populares, que ya no pueden pagar esos barrios centrales: "La gentrificación se produce en casi todas las grandes ciudades, por eso hay políticas urbanísticas que tienen como fin tratar de mitigar sus efectos negativos. Lo que está por detrás es, por un lado, un problema funcional ya que si no hay vivienda accesible, los empleos que no reciben altos ingresos dejan de atraer gente y se vuelve imposible que algunos rubros fundamentales, como policías, enfermeros, bomberos, ordenanzas, puedan vivir en la ciudad. Por otro lado, la ciudad tiende a volverse socialmente homogénea, lo cual tiene como consecuencia principal el desconocimiento acerca de la diversidad real que tiene la sociedad. Se pierde la posibilidad de expresión de la totalidad social, que a pesar de sus fricciones y conflictos, es necesaria."
La circulación y el consumo de bienes culturales también pueden ser territorios de unión. En su libro Der Klang Der Familie. Berlin, el tecno y la caída del Muro, Sven von Thülen cuenta cómo la escena de la música electrónica en Berlín funcionó como motor de reunificación de los jóvenes de la Berlín oriental y occidental una vez caído el muro. En los años 70, la música disco hizo lo propio para integrar en la pista a los negros y las minorías sexuales. En 2012, la investigadora del Instituto Gino Germani Ana Wortman lideró un equipo que armó una encuesta de consumos culturales en la ciudad de Buenos Aires, donde se vio una fuerte correlación entre frecuencia y elección del consumo cultural -cine, teatro, música- y la clase social: "Hay mucha oferta cultural gratuita que aun así no logra atraer a ciertos públicos de las clases más bajas, que tal vez sienten que no es para ellos. Obviamente ayuda que las cosas sean gratis, pero no es solamente abrir las puertas, sino también convocarlos. En los espacios culturales se observa una ratificación de la brecha. Hay muchos núcleos, muchas comunidades donde se ratifican lazos entre lo conocido, el evento cultural no es un espacio de lo desconocido", explica Wortman. Por otro lado, es interesante conocer los estudios de la teórica Marta Rosler agrupados en Culture Class, en el que, releyendo las ideas de Richard Florida en La clase creativa y otras tantas, traza relaciones complejas y actuales entre el rol de los artistas y "creativos", los circuitos comerciales y los procesos urbanos de desigualdad.
Tal vez haya que buscar en el fútbol un espacio que todavía sobrevive a la fragmentación. Pablo Alabarces, doctor en Sociología y titular del seminario de Cultura Popular en Ciencias de la Comunicación en la UBA, hace algunas salvedades: "Hay un dato que lo refutaría: hoy tenemos un fútbol donde están prohibidos los visitantes. Llamativamente. el Estado argentino ha decidido que no puede administrar la convivencia de estos grupos adentro de una cancha y tomó esta decisión. Más allá de esto, y teniendo en cuenta que no es transversal en términos de género, todavía el fútbol se mantiene como un espacio público transclasista". No sucede lo mismo en otros países. Owen Jones cuenta en su libro Chavs: la demonización de la clase trabajadora,cómo a partir de la tragedia de Hillsborough en 1989, en la que por una avalancha en un estadio de Sheffield murieron 96 personas, los precios de lo que sería la popular escalaron tanto que dejaron afuera a una parte de la población. El fútbol británico se gentrificó.
Pero en la fragmentación, no todos los sectores sociales se escuchan por igual. Y estas elecciones en Estados Unidos mostraron que la idea de mayoría silenciosa sigue estando muy vigente y que es muy difícil generalizar. O, como dice Alabarces, "que 'la gente' no existe".
Juan Germano, director de Isonomía, reconoce que los sondeos están teniendo un mayor nivel de rechazo por parte de la gente a quienes se encuesta. Con respecto a los subrepresentados de la opinión pública, menciona: "Podés tener un problema metodológico, en el sentido de que no los encuestaste, no quisieron responder, no llegaste. Además creo que en los medios hubo un voluntarismo interpretativo gigantesco, de no querer verlo, no querer que esté pasando, como si desde una supuesta superioridad del pensamiento estadounidense el voto a Trump fuera vergonzante. Una persona que no quiere ponerse a discutir se repliega en la comodidad de su metro cuadrado, frente a una sobrerepresentación mediática de los que están en contra de Trump".
En la circulación agrietada de la población, tanto online como offline, juegan varios aspectos: del imperativo moderno de una vida "on demand" a la fuerte desigualdad. Y también, la emergencia de una nueva minoría blanca de clase trabajadora, empobrecida y resentida, que resulta incómoda para ciertas elites y obliga a pensar al "otro" ya no solamente como inmigrante o constitutivo de una minoría racial. Este año instaló discusiones que, tanto como las grietas, son profundas e implican volver a pensar qué es lo que comparten los ciudadanos de un país y cómo seguir viviendo juntos



Zygmunt Bauman “La educación y la cultura son tratadas como mercancías”

Entrevistado por Steven Navarrete Cardona



El sociólogo polaco asegura que las fisuras causadas por las crisis económicas han permitido que los partidos neonazis tomen fuerza. Testigo de primera mano de las transformaciones que experimentó la sociedad europea y cerca de cumplir 90 años, Zygmunt Bauman aún no deja descansar su brazo y su cerebro y continúa escribiendo y reflexionando sobre la realidad sociopolítica mundial.

Para Bauman, uno de los pensadores más importantes de la actualidad por su teorización de la realidad contemporánea bajo el concepto de “modernidad líquida” —que reflexiona, entre otros aspectos, sobre la debilidad de los nexos sociales y emocionales, la incertidumbre sobre el futuro y los cambios que ha traído la globalización al poder del Estado-nación—, señala cómo la cultura, la salud y la educación han sido reducidas a simples mercancías.
Con la crisis económica que atraviesa Europa, ¿es posible la existencia de una “ciudadanía global”?
Es posible, pero no en un futuro cercano. La “ciudadanía” es un concepto que nació y se desarrolló en el curso de la construcción del moderno Estado-nación, promoviendo y estrechando la práctica de la soberanía territorial. Las instituciones políticas diseñadas y establecidas en este proceso fueron creadas para servir al proyecto de la independencia; sin embargo, la globalización ha creado realmente la interdependencia mundial, una realidad en la que las instituciones políticas heredadas y conservadas del Estado-nación no son funcionales.
Entonces, ¿qué sería necesario para conseguir la ciudadanía global?
Para elevar la integración humana desde el nivel de las divisiones nacionales y pasar a una humanidad unificada, dichas instituciones necesitan ser reemplazadas por una red de instituciones alternativas, sobrepasando las limitaciones impuestas por las barreras de los estados territoriales y reduciendo radicalmente su soberanía. La unificación de la humanidad, llamando a la práctica política y pensando en reconocer la globalización ya existente de la interdependencia humana, no podría hacerse a través de la globalización, sino aboliendo la ciudadanía local, separando de esta manera los derechos humanos de la adscripción territorial.
Es un escenario complejo, ningún Estado estaría dispuesto a ceder su soberanía…
Como Benjamin Barber resumió recientemente esta situación: “Por naturaleza demasiado inclinado a la rivalidad y a la exclusión mutua, ellos (los estados-nación) parecen quintaesencialmente indispuestos a la cooperación e incapaces de establecer los bienes comunes a nivel global”. Pero añade: “Hoy en día, aunque es claro que los estados ya no pueden proteger a sus ciudadanos y deben considerar ceder una parte de su declarada soberanía, no hay ninguna alternativa clara, y por lo tanto se niegan a hacerlo”. Personalmente, yo llamo esa situación interregnum, que significa: las viejas formas de hacer las cosas no funcionan por más tiempo, pero las nuevas formas no han sido aún inventadas y puestas en su lugar.
¿Por qué la cultura, el arte y la educación son los sectores que más han sido golpeados en la reducción del gasto público, por parte de los gobiernos de la UE, para salir de la crisis?
La cultura es el mayor capital de la humanidad, el arte, la vanguardia de peregrinación histórica humana explorando nuevas y desconocidas tierras y formas de vida, y la educación que pone a disposición de toda la humanidad sus descubrimientos, han sido, sin embargo, reducidos al estatus de productos en el mercado, comercializados como otras mercancías y, contrario a su naturaleza, medidos por el rasero de los beneficios instantáneos. Invertir en la cultura, las artes y la educación, por muy grandes que sus beneficios puedan ser a futuro, se considera, por tanto, poco aconsejable y un desperdicio a corto plazo. Tal miopía resulta en sacrificar la calidad de vida de las generaciones futuras a los caprichos efímeros y comodidades del presente.


¿Entonces qué sugiere?
La renegociación de nuestra actual forma de relacionarnos con el mundo se hace cada vez más necesaria y urgente en vista de que el planeta, nuestra casa común, se encuentra al borde de la insostenibilidad, gracias al agotamiento progresivo de los recursos del planeta y la creciente impotencia de los instrumentos heredados de la acción colectiva para hacer frente a los problemas que surgen de nuestra cada vez más íntima interdependencia física, social y espiritual.
Hablemos de uno de los efectos del mundo en red. Nuevas formas de control social han sido promovidas durante las últimas décadas, entre ellas cámaras de vigilancia en cada esquina, algo que usted describe en su libro ‘Vigilancia líquida’. ¿La libertad está en riesgo de perderse con esta vigilancia constante?
Día a día aumenta enormemente el contenido de los bancos de datos que son una reminiscencia de los campos minados, erizados de explosivos ocultos de los que sabemos que tienen que explotar, aunque no se puede decir cuándo y dónde. Estos son usados a diario por las compañías comerciales para reforzar su influencia sobre las opciones y el comportamiento de los consumidores. Ellos (los bancos de datos) facilitan enormemente la coacción desde arriba y pueden servir a las agencias políticas con inclinaciones autoritarias e intenciones dictatoriales.
¿Qué es lo más preocupante de la vigilancia contemporánea?
El aspecto más preocupante de la vigilancia contemporánea y la recolección de datos es que se lleva a cabo con nuestra aprobación masiva, entusiasta, despreocupada y alegre. No nos preocupamos por la catástrofe hasta que golpea… Y así que el proceso no es tan manejable y potencialmente controlable, ya que se limitaría, como en el pasado, a tratar el espionaje especializado y a las agencias de vigilancia.
 ¿Cree que en medio de la crisis económica algunos de los partidos declarados neonazis pueden llegar al poder en un escenario de desconcierto como este?
Necesitamos retornar a la raíz de su primera pregunta. Estos dos problemas están íntimamente conectados. La discrepancia entre los instrumentos políticos disponibles y los poderes reales que deciden las posibilidades y perspectivas de nuestras vidas y las de nuestros niños —discrepancia causada y diariamente exacerbada por la globalización sin control y la ajustada interdependencia— provocará que un número creciente de personas busque alternativas al sistema político visiblemente indolente e ineficaz para coordinar las políticas con las preferencias populares y los deseos, fallando espectacularmente en la posibilidad de generar empleo. Los jóvenes son los más afectados, engrosando la mayor franja del número de desempleados, lo cual se suma al impedimento para que participen en los asuntos públicos y del Estado, en la reforma de los mismos.
¿Entonces que está sucediendo con los sistemas democráticos?
La confianza en la capacidad de la democracia está marchitándose, lo que resulta en una situación excepcionalmente fértil para que crezcan las semillas de resentimiento y florezcan sentimientos totalitarios. La complejidad de las causas de la miseria, siendo además desorientadoras e incapaces de mostrarse en principio, el sentido humillante, crece la demanda de “líderes fuertes” capaces de proporcionar fórmulas simples, que ofrecen y prometen soluciones simples, haciendo una oferta tentadora de aliviar a sus seguidores en cambio de su obediencia inflexible, de la carga de la responsabilidad de sus vidas demasiado pesadas para ellos y que carecen de los recursos necesarios para sobrellevarlas.
¿Qué deberían hacer los ciudadanos?
Por desgracia, no hay atajos para una solución radical. En el corto plazo, sólo son posibles paliativos temporales y transitorios. Prevenir catástrofes similares requeriría llamados a repensar y reformar nuestra filosofía de vida y nuestro modo de convivir, de hecho, una especie de revolución cultural, y como ya se ha indicado, el cambio cultural toma tiempo y evade imperativos y gestión. Las raíces de las periódicas crisis económicas, así como la imposibilidad de controlarlos y evitarlas, se encuentran profundamente arraigadas en nuestro modo de ser: la concepción de un crecimiento económico sin fin como remedio universal a todos los males sociales, el hábito de buscar la felicidad a través de comprar (de saquear el mundo en lugar de contribuir al mismo), favorece la competencia sobre la solidaridad, la individualidad sobre el intercambio, y el imparable aumento de la tolerancia a la desigualdad social, que ha llegado a niveles tan altos que hace tiempo era inconcebible que esto ocurriera.

Sobre el Acuerdo con los Fondos Buitres









* Por: Lic. Francisco Barberis Bosch 



Antes de empezar conviene hacer algunas aclaraciones. Primero, donde hay dos economistas hay tres opiniones. Segundo, hay que saber de economía para no ser engañado por los economistas, como decía Joan Robinson, discípula directa de Keynes. Tercero, la economía es (intenta ser, no con demasiado éxito) una ciencia, social, donde los números son importantes, pero mucho más es el cómo se los interpreta. Y acá los juicios de valor juegan, y mucho. Y como son inevitables, lo importante es no tratar de ocultarlos bajo una capa de neutralidad técnica que nunca es tal.
Sí basarse en datos y hechos, y tomar toda la evidencia disponible, no sólo una parte.

¿Que es un fondo buitre? Imagínese un banquero que le cae mal a los banqueros. Un narco con mala fama entre los narcos. Eso es un fondo buitre. Si bien se merecen su propio artículo (y un montón de enfermedades venéreas, para empezar), podemos intentar explicar lo que son en algunos renglones.
 
Los países, para pedir plata prestada, hacen lo que se llama emitir deuda. Emiten bonos de deuda que son papeles que dicen algo así como “le voy a pagar al que tenga este papel, 100 dólares en el 2020, y además le voy a pagar el 8% anual”. Eso por ejemplo es básicamente el Bonar 2020, un bono emitido en octubre de 2015 (sí, la deuda no es nueva, lo nuevo es que se hable de ella).
Ahora entonces, el país arma un bono de esos, imprime un montón y sale a venderlos a ese lugar extraño que es la bolsa de valores. Y si es negocio, la gente con plata los compra, o sea que el país recibe la plata en ese momento, y tiene que pagar el 8% todos los años y además los 100 dólares cuando sea el vencimiento, en este caso en el 2020. O sea, el país se endeudó. Hasta ahí todo bien. Ahora bien, el loco que compró uno de estos bonos, puede quedárselo hasta el 2020 y cobrarlo, o puede jugar al monopoly y tratar de venderlo, si hay muchos intersados en comprarlo y por tanto lo puede vender más caro de lo que lo compró. Y así sucesivamente, el nuevo dueño lo puede comprar y vender, y así se compran y venden los bonos y acciones en la bolsa de valores, acá y en todo el mundo. Obviamente todos quieren comprar barato y vender caro, pero no todos lo consiguen, en fin, eso es otro tema. 

Lo que sí importa es que cuando un país como el nuestro entra en recesión, como hubo desde 1998 hasta la crisis de 2001, los que tienen esos papeles empiezan a desconfiar de que el país pueda pagar los intereses y mucho menos el capital al vencimiento de los bonos, entonces prefieren venderlos cuanto antes para quedarse con la plata y no clavarse con un bono de un pais que puede quebrar. Pero como todos piensan mas o menos lo mismo, todos los que tienen esos bonos quieren venderlos, y nadie quiere comprarlos, entonces bajan mucho de precio. Porque el que compra sólo los compra muy baratos, sino no es negocio, es mucho riesgo digamos.

Ahora bien, hay algunos Fondos de Inversión (el nombre elegante para una sociedad donde alguien administra mucha plata de mucha gente con poca o mucha plata) que se dedican a hacer lo siguiente: cuando un país entra en crisis, y se declara en default (como argentina en 2001), es decir cuando dice que no va a pagar sus deudas, básicamente porque no puede, esos papeles de los que hablábamos pasan a valer casi nada, porque nadie los quiere comprar y todos los quieren vender. Entonces aparecen estos muchachos buitres, y compran por ejemplo por dos dólares un bono que iba a pagar 100 al vencimiento, y se los quedan. Y el país quebrado hace lo que se llaman re-estructuraciones de deuda, como cuando una empresa va a quebrar y hace convocatoria de acreedores, que es llamar a toda la gente a la que le debe plata y decirles “bueno si quiebro no cobran nada, así que mejor arreglemos las deudas, les voy a pagar menos de lo que les debo, y voy a tardar más”. Y la mayoría acepta porque es mejor eso que no cobrar nada.
 
Y la mayoría de los acreedores de la Argentina entró a los dos canjes que se hicieron, por las mismas razones.
 
Pero estaban los buitres, que no se habían clavado con papeles de un país que quebró, sino que esperaron a que el país quiebre y después fueron a comprarlos por dos monedas. Y no entraron a la convocatoria de acreedores, porque eso no es su negocio. Lo que hicieron fue ir a la justicia (de EEUU, porque esos bonos decían que ante un problema había que acudir a esa justicia), para cobrar los 100 que están escritos en el bono, que el país ya dijo que no iba a pagar porque había entrado en crisis. Y que si pagaba, nunca iba a salir de la crisis. Entonces, en resumen, compran por 2 un bono que valía 100, y van a la justicia a exigir los 100. Un negocio redondísimo. Salvando las consideraciones éticas de hacer negocios a costa de las crisis de los países, que cuestan en pobreza, hambre, muertes, etc. Consideraciones que los buitres no hacen, porque los buitres son justamente animales de carroña: se alimentan de los muertos. Y a diferencia de los carroñeros de la naturaleza, éstos no contribuyen en nada al sistema. Al contrario, ponen en peligro hasta al mismo sistema financiero (que no está formado por carmelitas descalzas, que digamos) porque pueden impedir que un país salga de una crisis/recesión y por tanto vuelva a estar en condiciones de pedir prestado y pagar, esenciales para que todo el sistema siga andando. Por eso es tan importante que se trate de impedir esa actividad, que es algo así como un resquicio del sistema, que puede destruirlo. De un sistema que tampoco es una joyita. 
 
Como Windows digamos. Son como un virus en tu Windows. Tratás de sacarlo antes de que rompa la compu, aunque sabés que en realidad deberías dejarte de joder y sacar el windows entero.


 
Ahora que sabemos qué son los fondos buitres, nos vamos acercando al centro de la cuestión. Acordar sí o no, bueno o malo, blanco o negro. Como la vida, la economía está llena de metáforas sin sentido. Así que vamos a intentar prescindir lo más posible de ellas (fuera de joda, algunas sirven, pero muchas se usan para explicar cosas al revés de como son).

¿Para qué sirve el acuerdo? Los que lo defienden, dicen básicamente que para volver a crecer, a traer inversiones extranjeras, poder volver a tomar deuda (barata), y evitar el ajuste (de golpe) o la hiperinflación.

El crecimiento y las inversiones dependen de muchas variables, no de una sola. Lo más importante de todo es que acordar abre la posibilidad de volver a tomar deuda en el exterior (y más barata que ahora, o sea, pagando menos intereses). Entonces resumiendo, y esto no es noticia, hablar de acuerdo con los buitres en realidad es hablar de poder volver a tomar deuda a gran escala. Alrededor de esto giran las discusiones de fondo. 
 
Entonces, cambiando las preguntas: ¿Es malo endeudarse? ¿Es bueno? 
La respuesta fácil sería decir “Es malo. Nos fue bien sin endeudarnos”. Y entonces viene la re-pregunta: “¿Sin endeudarnos”? Mirando algunos datos, oficiales, vemos que la Deuda pública Total entre 2005 (año del canje y el pago al FMI) y 2015 aumentó en algo más de US$ 111.000.000.000 (ciento once mil millones de dólares estadounidenses) -Fuente: Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas de la Nación-. O sea, aumentó un poco más del 86%.
 
Esto no es un ataque al gobierno anterior ni una defensa del actual. Me puedo considerar científicamente neutral, ya que, en términos formales, me fregan los dos.
 
Volviendo, alguien podría decir “pero cambió la composición de la deuda”. Y es verdad, cambiaron plazos, condiciones, tenedores y monedas de parte importante de la deuda. Pero no es lo central de este post, y no contradice el hecho de que la deuda total aumentó hasta casi duplicarse en 10 años. ¿Y por qué no se siente el peso de esa deuda? Porque por suerte la economía también creció, entonces tenemos más capacidad de pagarla y no es un problema grave, como fue en otras épocas. Después hay gente que discute cuánto crecimos realmente, y si la gran quita de la deuda no fue tan grande, pero eso son otros berenjenales en los que no nos vamos a meter en este post.


Entonces, ¿es bueno? La respuesta es “depende”. O más bien, no es ni bueno ni malo, es una herramienta, una opción. ¿Es bueno un destornillador? Si tenés que atornillar algo, seguramente. Si tenés que cortar una madera, no te va a solucionar el problema.
 
Entonces, depende de para qué se endeude uno. Y un país como el nuestro se puede endeudar básicamente para dos cosas: Para pagar gastos (de distinto tipo) que no podría pagar sólo con los ingresos que tiene ahora (igual que uno se endeuda con la tarjeta de crédito porque puede hacer un gasto grande en cuotas pero no todo junto); y para conseguir dólares, que siempre faltan por un problemita que tienen los países sub-desarrollados y que en economía se llama “Restricción Externa”. 
 
La necesidad de endeudarse hoy viene por los dos motivos, pero el más urgente es no tanto el tema de financiar grandes gastos, sino de traer dólares para que el Banco Central no se quede sin reservas, y se puedan seguir importando los insumos que la industria necesita para poder seguir produciendo. Lo más grave del Cepo no fue que no te podías ir de viaje con un montón de dólares, sino que la industria no tenía suficientes dólares para importar maquinarias, materias primas e insumos. Y si la industria se va parando, deja de contratar gente, el desempleo deja de bajar (y puede subir). Y la economía se va frenando, cosa que efectivamente sucedió (ver gráfico).
 
Gráfico 1: Tasas de crecimiento del PBI últimos años.
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC. Nota: PBI en base 2004. *Los datos de 2015 corresponden a los dos primeros trimestres.

Como se ve en el gráfico, por varias razones, post 2011 (año en que se instaura el cepo) se terminan los años de crecimiento a tasas chinas. 
 
Y si no me creen, pueden ver este gráfico prestado de CIFRA-CTA, no exactamente opositores al gobierno anterior, que sin embargo muestra que las mejoras en los niveles de pobreza se hacen más lentos, y se empiezan a revertir en los últimos años:

Gráfico 2: Evolución de la pobreza e indigencia.
Fuente: Cifra-CTA.

Todo este problema de la falta de dólares merece un post aparte, y más que un post, porque hay un montón de investigaciones sobre estos temas, que surgieron de la única corriente de pensamiento económico propiamente latinoamericana: el Estructuralismo.

Por supuesto, endeudarse no es la única manera de conseguir dólares. Las otras maneras principales son las exportaciones (venderle cosas a otros países, y por lo tanto nos pagan con dólares) y las inversiones que vienen de otros países (o sea, que traen dólares para montar una fábrica, por ejemplo). Ahora, para aumentar los dólares que entran por exportaciones hay que exportar más, o que mejore el precio de esas exportaciones. El precio no lo manejamos nosotros, y salvo algunas épocas extraordinarias como los años del boom de la soja, en general siempre los precios de los productos que exportamos empeoran en relación a los precios de los productos que tenemos que importar. Ese es otro conocido y estudiado problemita que se llama problema de los términos del intercambio”.

Después del boom, los precios de los productos primarios bajaron y nunca recuperaron los máximos anteriores. Tampoco es fácil aumentar las cantidades exportadas, porque por un lado ya hay soja hasta en las terrazas, y por otro, se necesita mucha tecnología e innovación para competir con otros países y ganarles mercados, en distinto tipo de productos, industriales por ejemplo.
La otra opción era aumentar la entrada de dólares por eso que se llama Inversión Extranjera Directa (IED). A eso también apunta el gobierno, pero tampoco es una variable que se pueda manejar directamente. De cualquier forma, hay muchísima tela para cortar en cuanto a la inversión extranjera, que tiene ventajas y desventajas. Por ejemplo tiene la ventaja de que no hay que pagar intereses, y de que genera producción, empleo, etc. Pero la desventaja de que después la empresa se lleva sus ganancias (en dólares) al exterior. Y tampoco es lo mismo que se instale una fábrica de Fórmula 1, a que se instale una minera que se lleva recursos y te deja cianuro. Nada es tan simple como parece. Si no, ya seríamos Coruscant. 


Entonces, sí, tarde o temprano (más temprano que tarde) había que resolver el temita de los buitres para tener la posibilidad de volver a conseguir los dólares que no están apareciendo por otro lado. Y no es que lo diga yo solo, en general los que están a cargo del país son los que se preocupan por esos temas. Por eso cuando se empezaron a acabar los dólares del Banco Central (mejor dicho: cuando no entraban suficientes dólares por exportaciones, ni inversiones, ni préstamos, y ese agujero ya no se pudo tapar con dólares del Central, porque se hizo hasta que se empezaron a terminar) empezó el apuro para “volver al mundo”, “cerrar el frente externo”, “salir del default”. Todos sinónimos para esto que estamos discutiendo hoy, volver a tener la posibilidad de pedir prestado afuera y barato.
Si no me creen, vean las fechas de las cosas que les digo:

Gráfico 3: Evolución de las reservas.

Fuente: Elaboración propia en base a BCRA.


Como se desprende del gráfico, se puso el cepo ante una caída de las reservas, que se pudo contener por algún tiempo. Pero después, aún con cepo salían más dólares de los que entraban. A fines de 2012 llega el primer fallo de Griesa, que no era tan importante porque había esperanzas de apelarlo. Mientras tanto las reservas siguieron cayendo, o sea, no nos endeudamos pero nos consumimos los dólares acumulados. Pero como se seguían yendo más rápido de lo que entraban, vinieron en la primera mitad de 2014 los dos acuerdos con esa gente con la que nunca íbamos a acordar: los muchachos del Club de Paris y los de Repsol. Con eso se buscaba volver a conseguir dólares prestados, ni más ni menos. Pero es entonces en junio de 2014 cuando la decisión de la Corte Suprema de EEUU deja firme el fallo de Griesa y se nos cierra esa posibilidad. Nos impide en definitiva terminar de salir del default, o sea dejar de tener el cartelito de país en quiebra y por tanto poder pedir prestado a tasas de interés más bajas, más parecidas a las de nuestros vecinos.

En economía, como en la vida, la suerte también juega. Quizás Pappo debería estár más acá y Griesa más allá.

Pero en fin. Haber arreglado antes, con más reservas (y por tanto menos necesidad de dólares urgentes) hubiese implicado negociar en una posición más fuerte, tener un mejor acuerdo, y ahorrarse años de intereses punitorios que son muy caros. Además de ahorrarnos varios problemas derivados de la falta de dólares, que limitan el crecimiento de la economía, del empleo, etc.

Por otra parte, seguro que el acuerdo logrado fue más caro de lo que podría haber sido. Y seguro que negociamos en una posición más débil aún, porque sacar el cepo implica dejar de controlar la salida de dólares, y que éstos se vayan más rápido. O sea, implica que necesitamos más dólares y con más urgencia que antes. En cambio los buitres pueden esperar, total hacen negocio igual. Otro dato no menor es que pagar en efectivo es algo raro en términos del sistema financiero, (raro por no decir medio una locura) porque el efectivo tiene mucho valor. Así como todos los empresarios tratan de cobrar rápido pero cuando tienen que pagar emiten cheques a 180 días, en las grandes finanzas internacionales pasa lo mismo. Vale más la plata ahora que en el futuro. No es la primera vez que cancelamos una deuda en efectivo, pero eso no significa que esté bien.

Entonces, recapitulando un poco. ¿Había que acordar? Sí, porque había un fallo firme de la justicia. Lo único a discutir era cómo arreglar, pero lo otro ya no tenía vuelta atrás. Si se pudiera desconocer una deuda eternamente, ya tendríamos que haber revisado y dejado de pagar la deuda tomada por la última dictadura. No es que no se hizo por falta de huevos, no se hizo por una simple razón: el costo sería (muchísimo) más grande que el beneficio. ¿Es una cagada? Sí. Pero madurar implica darse cuenta de que a veces tenés que jugar con las cartas que tenés, y no con las que te gustaría.

Ahora bien, ¿Este arreglo es el mejor posible? Seguro que no. ¿Había que arreglar rápido? Sí, bastante.  ¿Es la solución mágica? No, no va a traer mágica ni rápidamente un montón de inversiones, ni un montón de dólares baratísimos. Pero es el comienzo de un camino. En economía los procesos llevan tiempo, para este caso mínimo varios meses, probablemente más de un año para empezar a ver los resultados. Que además dependen de un montón de otras cosas.

De cualquier manera, como habíamos dicho más arriba, lo central no es el acuerdo sí o no. Lo central es que se discuta para qué acordamos. Para poder tomar deuda. Entonces lo central es discutir: ¿para qué nos vamos a endeudar? y ¿cuánto?. Endeudarnos sólo para traer dólares es mirar la mitad del problema. Esos dólares hacen falta, pero lo importante es qué se va a hacer con ellos. ¿Van a financiar ferrocarriles para que baje el costo del transporte de mercaderías y seamos más competitivos en el mundo? ¿Van a financiar rutas y hospitales para que se muera menos gente? ¿Van a financiar obras de energía para que el crecimiento de la industria no implique cortes de luz? ¿Van a financiar una transformación de la estructura productiva para dejar de depender de la soja? ¿Una mejora en la calidad de la educación? ¿Una reforma impositiva que sea progresiva?

O quizás, como pasó otras veces en la historia, ¿van a financiar obras públicas con sobreprecios como las que se destaparon con el escándalo de Petrobras? ¿Gastos corrientes que hay que pagar todos los años, y que cuando no podemos endeudarnos más hay que seguir pagándolos, y además pagar los intereses y las deudas? ¿Viajes baratos de argentinos al exterior, diciendo “deme dos”? ¿Compras de productos chinos baratos porque el dólar está artificialmente barato?

Que volvamos a los noventa o no, depende de muchas cosas, entre ellas, de lo que se haga con los dólares que se consigan. Volver al pasado o avanzar al futuro no depende de un sólo gobierno, depende en última instancia de todos. Y para eso lo mínimo es dar una discusión realista, con datos, respeto, y fundamentos. Nadie nos garantiza el futuro, y sería muy tonto creer en promesas, sean de quien sean. No se desarrollan los pueblos que creen o descreen de las promesas de sus gobernantes.
Se desarrollan los que generan políticas de estado en lugar de parches. Los que discuten, diagraman y ejecutan una estrategia de desarrollo que considera las particularidades de la economía del país, y no los que aplican recetas importadas cuyos resultados ya son conocidos. En esta tarea es que la discusión de los grandes problemas nacionales cobra particular importancia, y además es sana y enriquecedora cuando se hace con fundamentos y respeto. Esperamos que esta contribución al debate sirva para eso.

Fuentes: