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13 años sin Marita Verón



Hoy se cumplen 13 años desde que Marita Verón fue secuestrada en Tucumán por una red de trata. Caminaba por la calle, rumbo a un hospital; había salido de casa de su madre, Susana Trimarco, donde dormía todavía su hija Micaela, de 3 años. El secuestro y la investigación posterior, iniciada por su padre, Daniel Verón, y continuado por su madre, se convirtió en emblema de la lucha contra la trata en Argentina. En un comunicado, Trimarco reiteró que todavía no está firme la sentencia contra los 10 condenados por la desaparición de Marita. “Desde lo más profundo de mi corazón, espero que este sea el último aniversario sin ella.”
El comunicado de la madre de Marita, que sigue buscando a su hija, repasó los cambios que siguieron a ese 3 de abril de 2002. “Muchas cosas han pasado en este tiempo y la que más duele es su ausencia. Su hija Micaela se convirtió en una mujercita hermosa y brillante. Su papá ya no está en este mundo. El delito de trata tuvo su tipificación legal. Creé la Fundación María de los Angeles para asistir a chicas que vivieron el mismo infierno que Marita”, señaló.
Trimarco recordó que el primer juicio oral culminó en la absolución de los 13 imputados, y que tras la apelación “un nuevo tribunal condenó a 10 de ellos, con entre 10 y 22 años de prisión”.


"Yo cocino cuando vuelva", fueron las últimas palabras que Susana Trimarco escuchó de su hija el 3 de abril de 2002. Desde ese momento, la madre de Marita Verón nunca dejó de buscarla y su pelea, iniciada por el padre de la joven, Daniel Verón, se convirtió en una causa nacional y en un símbolo del combate contra las redes de explotación sexual.

En diálogo con radio América, Trimarco recordó hoy los duros 13 años que debió enfrentar y en los que le arrancaron a su hija de “un día para el otro”. “Logré visualizar el delito y que se logre una una ley sobre trata de personas. Lidiar con jueces corruptos de Tucumán”, afirmó.
La última referencia apuntó al tribunal provincial que falló, en el primer juicio oral sobre la desaparición de Verón, la absolución de todos los sospechosos. Poco tiempo después, tras la apelación de la sentencia, otro cuerpo de magistrados encontró culpables a 10 de los acusados, con penas de entre 10 y 22 años de prisión.
“Muchas veces me quisieron quemar la casa, toda la mafia se puso en contra”, sostuvo Trimarco, y agregó que vive junto a su nieta Micaela, hija de María de los Angeles Verón, “una vida de porquería” por los aprietes y amenazas que recibe.
En este sentido, responsabilizó al Poder Judicial y a la Policía “por estar metidos” en el negocio de la prostitución forzada: “Son unos vagos sin vergüenza que viven del cuerpo de la mujer”.
A través de una carta, Trimarco hizo un repaso sobre lo sucedido en sus 13 años de búsqueda, en la que ratificó su compromiso para encontrar a su hija y dar con los responsables.
Abandonar este camino no es una opción y sé que voy a contar con el apoyo de la gente para lograr estos objetivos. Desde lo más profundo de mi corazón, espero que este sea el último aniversario sin ella".



La carta completa
Han pasado ya 13 años de esa mañana en que me dijo que en un rato nos íbamos a ver.
Muchas cosas pasado en este tiempo y la que más duele es su ausencia. Su hija Micaela se convirtió en una mujercita hermosa y brillante. Su papá ya no está en este mundo.
El delito de trata tuvo su tipificación legal.
Creé la Fundación Maria de los Ángeles para asistir a chicas que vivieron el mismo infierno que Marita.
Se hizo un juicio. Absolvieron escandalosamente a los 13 imputados. Apelamos. Nos dieron la razón. Un nuevo tribunal condenó a 10 de ellos, con entre 10 y 22 años de prisión.
Sin embargo, la sentencia todavía no esta firme.
Por lavado de dinero, otros responsables de lo que le pasó a mi hija están presos.
La legislatura provincial aceptó nuestro pedido de juicio político a los magistrados de la Sala II de Cámara Penal. Una medida cautelar de los jueces Romero Lascano y Piedrabuena frenó el proceso de Jury por su mal desempeño maltratando a víctimas durante el juicio.
Pasaron muchas más cosas. Esta es solo una enumeración de hechos, que están marcados por el dolor, la lucha de una madre y la firme convicción de que a como dé lugar voy a encontrar a Marita y voy a exigir justicia por ella hasta el último de mis días.
Abandonar este camino no es una opción y sé que voy a contar con el apoyo de la gente para lograr estos objetivos. Desde lo mas profundo de mi corazón, espero que este sea el último aniversario sin ella".


La silenciada historia de las veteranas de Malvinas

Por: Juan Pablo Parrilla 
"Mujeres invisibles", la primera investigación sobre las mujeres que participaron de la guerra. 





No sólo fueron madres, abuelas, hermanas, tías, amigas. También hubo protagonistas que fueron silenciadas por la última dictadura militar e invisibilizadas por los sucesivos gobiernos democráticos. Son las mujeres de la guerra de Malvinas, que sufrieron los mismos problemas que los hombres, las pesadillas, el estrés post traumáticos y el ninguneo, y que 33 años después, de a poco, están empezando hablar.

La mayoría fueron enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles. Sólo la Fuerza Aérea había comenzado a incorporarlas en 1980 con el rango de cabo primero. También hubo voluntarias que casi nadie recuerda. Y miembros de la Marina Mercante. Pero todas vivieron los horrores desde adentro: recibieron en el continente y en los buques transformados en hospitales a los soldados heridos, amputados, quemados y psicológicamente agobiados.
Un libro y un proyecto de ley intentan rescatarlas del olvido. El primero se llama Mujeres invisiblesy fue escrito por la cordobesa Alicia Panero, pero no fue publicado en formato papel. El segundo es una iniciativa de la senadora riojana Hilda Aguirre de Soria, que incluye además del reconocimiento a su labor, la consagración del derecho a una pensión vitalicia.

El libro de Panero repasa historias como la de Liliana Collino, la única mujer que está probado que pisó territorio isleño a bordo un Hércules C-130 en el que se transportaban contenedores y heridos, y que en 1986 pidió su baja luego de pedir en reiteradas ocasiones un ascenso que nunca llegóInfobae entrevistó a su autora.
- ¿Qué motivó su investigación?
Yo estoy casada desde hace 30 años con un militar, vivo en una base aérea y no sabía que había veteranas. No hay una política de difusión sobre ellas. El veterano en el inconsciente colectivo es un hombre. La gente cuando escucha la historia de las veteranas no lo puede creer. Cuando salió la ley del Día del Veterano y los Caídos de Malvinas las dejaron afuera del nombre porque no se sabían que había veteranas. Pero aún hoy hay mucha negación de los hombres. Recién las invitaron a desfilar por primera vez el año pasado, en el aniversario del bautismo de fuego de las Fuerzas Armadas, el 1 de mayo.

- ¿Y dónde estuvieron todos estos años?
El Congreso las reconoció cuando se cumplieron los 30 años de la guerra, pero en ese transcurso, la mayoría prefirió no hablar, primero, porque la guerra venía de la dictadura y era como vergonzante; y segundo, nadie les creía, porque nunca se habló de ellas. Además, en general, los que sufren estrés postraumático hablan muchos años después. Por ejemplo, Alicia Reynoso (NdR: una de las trece enfermeras de la Fuerza Aérea que trabajaron en el hospital reubicable en Comodoro Rivadavia), a raíz de un ACV, recién 28 años después de la guerra contó su experiencia en una sesión de terapia. Y hoy sigue dando charlas.
Al margen del silencio de ellas, ¿por qué hubo una decisión del Estado de invisibilizarlas?

Hubo una orden en la dictadura de silenciarlas. El problema es que con la democracia y con todo el avance que hubo en materia de género eso debería haber cambiado esto. En su momento les sugirieron expresamente que no hablen, principalmente, porque ellas vieron las condiciones en las que volvían los soldados.
¿De qué hablaban? ¿Cómo eran los diálogos con los heridos?
Ellas en general no preguntaban qué les había pasado. Sólo los escuchaban. Les contaban del frío, del hambre, de que extrañaban a sus mamás. Y ellas sentían la necesidad de abrigarlos. Las de la Fuerza Aérea, por ejemplo, lo que más recuerdan es que cuando se abrían las puertas de los Hércules y bajaban las camillas, no había un sólo soldado que no pidiera por su madre.
¿Y con los enfermeros varones cómo era la relación?

Entre los hombres el trato era más difícil, no tan íntimo ni desde los sentimientos. Con las enfermeras tenían un trato más humano.
Un dato que llama la atención es la edad de las mujeres. Aunque siempre se habló de los conscriptos, había estudiantes de enfermería de 15, 16 y 17 años.
Si, fue un abuso del Estado el haber usado chiquitas de 15 años para ese trabajo.
La historia de Doris West es particular porque era la única mujer dentro de la tripulación del buque carguero Formosa.
Doris ya estaba acostumbrada, porque tenía 50 años (hoy tiene 84). Además, era un barco civil de la Marina Mercante, no era militar, era más natural el trato. La respetaban mucho porque estaba con jóvenes y ella era más grande. Ella es una de las pocas que cobra una pensión, pero estuvo realmente en la guerra, porque el Formosa estuvo en la costa de las Islas e incluso recibió una bomba de un avión argentino.
El buque transformado en hospital que más enfermeras tuvo fue el Irizar. ¿Cómo fue la historia ahí?

En el Irizar no esperaban mujeres y a las seis que fueron les tuvieron que armar un cuarto de emergencia. Al principio no les hablaba nadie, porque se decía que las mujeres a bordo son mala suerte y, además, no estaban acostumbrados a trabajar con mujeres. Pero después se integraron, sobre todo cuando empezaron a llegar los heridos, porque el trabajo no daba lugar a esas cosas. La experiencia fue muy fuerte para todos, hombres y mujeres, porque no había antecedentes.
Con las mujeres de la Fuerza Aérea se da una paradoja, porque eran las únicas que tenían condición militar, pero en tu libro concluís que fueron las más sufrieron el maltrato de los hombres.
En un traslado de Buenos Aires a Comodoro Rivadavia, el comandante tuvo que llevar a la cabina a cinco mujeres de la Fuerza Aérea, porque no paraban de gritarles cosas machistas y piropos subidos de tono. No querían que estén ahí. También la pasaron mal en el hospital, porque no estaban muy informadas de lo que estaba pasando. Y mientras esperaban a los primeros heridos hacían vida de cuartel. No las tenían bien.
¿Por qué elegiste para contar la historia de la enfermera chilena Griselda Gatica Garrido?
Ella trabajó en el Sanatorio Central de Bahía Blanca, a donde llegaron heridos de las islas y sobrevivientes del hundimiento del General Belgrano. Ella me conmocionó mucho porque hay toda una historia pesada con los chilenos y la guerra. Es cierto que Chile ayudó a los británicos, peroella trata de explicar que no son los pueblos, sino los gobiernos los que hacen la guerra. Aún hoy muchos tienen un odio visceral, sin pensar que allá también vivían en una dictadura. La gente común no tuvo nada que ver en eso. Griselda no tuvo una actitud pro británica e igual se comió insultos por ser chilena. Su historia es terrible desde lo ejemplificador.
¿Qué diferencia había entre las enfermeras británicas y las argentinas?
Las inglesas fueron 30 mujeres que estuvieron en el buque hospital Uganda SS. Si bien eran jóvenes, eran profesionales. En cambio las argentinas recién estaban haciendo la carrera y tuvieron que actuar como recibidas.
¿Las reconocieron?
Sí, inmediatamente, en agosto, cuando regresaron a Londres. Y las condecoraron. Para ellos, todo el que se trasladó a una zona de conflicto tiene derecho a una pensión.
¿Cómo fue el trato de las enfermeras inglesas a los heridos argentinos?

Los argentinos en el Uganda SS no tienen más que buenos recuerdos, más allá de la guerra. Hay uno que estuvo más de dos semanas y contó que no les importaba que sea argentino.
Del lado británico, una figura central es la de la artista Linda Kitson, enviada por el Museo Imperial de Guerra a retratar la guerra. Sin embargo, sus dibujos en general no muestran los horrores del combate. ¿Por qué toma esa decisión?
Hasta ese momento desde el Museo Británico habían enviado hombres a las guerras, que habían estado en el frente con las tropas y habían retratado las cosas más crueles. Linda, en cambio, optó por la vida en los campamentos para dar una visión de la guerra que ella define como "más misericordiosa", por ejemplo, mostrando cómo cambiaba la vida de los civiles.
La historia oficial dice que hay tres isleñas muertas por un bombardeo británico, pero hay otras siete que murieron por las minas. ¿Son recordadas o su historia también fue invisibilizada?
Esas tres civiles sí son recordadas. Hay una placa en el cementerio de San Carlos y aparecen en las placas en Londres que tienen el listado de muertos. Igualmente, no les gusta que las recuerden junto con los militares. Para ellos es más grave y pesada la muerte de civiles. Sin embargo, es un hecho casi desconocido, que para los isleños fue terrible: había una familia, los Fowler, que como su casa era de piedra habían invitado a sus vecinos a refugiarse, y una bomba que cayó sobre su casa mató a tres mujeres.
Los especialistas británicos suelen mencionar a dos mujeres a la hora de hablar de la guerra, la entonces primera ministra Margaret Thatcher y Sarah Jones, la esposa del militar inglés de más alto rango muerto en las islas, Herbert Jones. Sin embargo, ninguna de las dos participó directamente de la guerra.

Es cierto que no estuvieron en la zona de conflicto. Pero Sarah tiene una vida muy dedicada a la guerra, porque es miembro de la Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth y preside la Asociación Familias de Malvinas. Es una mujer que lleva su pérdida con mucha dignidad.
¿Qué opinás del proyecto de la senadora Aguirre de Soria?
Es un tema difícil porque se podrían venir encima los militares que no cobran pensiones. Pero la ley está muy bien redactada: se refiere a las mujeres que estuvieron en contacto con los heridos. Hoy sólo cobran pensiones siete mujeres del Ejército cobran pensiones y algunas de la Marina Mercante que estuvieron embarcadas. No hay un listado, pero yo sólo conozco a cuatro.
¿Por qué crees que todas las enfermeras, aún las que trabajaron en el continente, deberían cobrar una pensión?
Porque la guerra se traslada a donde se atienden a los heridos. Por algo esas enfermeras también tuvieron estrés postraumático. Por ejemplo, hay una que tenía 15 años, que se volvió adicta a las drogas y durante 25 años no habló de la guerra.
¿Hubo algún tipo de reclamo hasta ahora?
Algunas estuvieron peleando por sus derechos, pero no llegaron a nada, ni siquiera podían conseguir el certificado de las tareas que cumplieron.

¿Cuál es la situación de las mujeres en las Fuerzas Armadas hoy?
En general, siguen siendo ignoradas. Es como que están obligados a integrarlas, pero hasta ahí. El año pasado, por ejemplo, las invitaron por primera vez a desfilar, pero unos meses después había un ágape, y no las dejaron entrar.
Mujeres invisibles se puede descargar desde este link.

Desamparados

Por  



El atentado contra la AMIA se ha convertido en un atentado contra la credibilidad de las instituciones fundamentales de la República.
El entramado siniestro de las relaciones entre los servicios de inteligencia y el Gobierno alcanza tal grado de transparencia que la sociedad en su conjunto se siente desamparada, allí donde tiene derecho a sentirse protegida. Hasta los servicios de inteligencia se han fragmentado y enfrentado por iniciativa de este gobierno.
Pocas veces se han hecho tan evidentes el encubrimiento y la mentira que han caído sobre ese atentado que avergüenza a la Nación. Avergüenza no solo porque han pasado más de 2 décadas sin que los culpables hayan sido detenidos y juzgados, sino además porque resulta horrorosamente claro cuánto se ha hecho desde el poder para impedir que se conozca la verdad.
Estamos de duelo, lo estamos todos los argentinos. Poco y nada sabemos con certeza sobre lo que sucedió en 1994. Pero es mucho lo que sentimos y empezamos a saber sobre lo que ha sucedido hasta hoy en términos de encubrimiento y mentira por parte de quienes tenían el deber de aclarar lo que pasó y apaciguar el ánimo colectivo.
La magnitud trágica de lo que sucedió en las últimas horas con el fiscal Alberto Nisman excede las posibilidades de comprensión colectiva
La magnitud trágica de lo que sucedió en las últimas horas con el fiscal Alberto Nisman excede las posibilidades de comprensión colectiva. Unos a otros nos miramos buscando en la reflexión de nuestros semejantes una idea orientadora que nos permita superar la desazón que nos invade.
¿Obrará con justicia la Justicia? ¿Podremos alguna vez confiar en quienes deberían representarnos?
El tiempo dirá si los días volverán a pasar en vano o nos brindarán el reparo que todos necesitamos.

El Gauchito Gil




Antonio Mamerto Gil Nuñez, más conocido como "El Gauchito Gil" o como "Curuzú Gil" (del guaraní curuzú=cruz) es quizás uno de los más importantes representantes de lo que Marta De Paris denomina Santoral Profano Correntino (1988). Desde hace más de cien años tiene vigencia en su provincia, pero en los últimos años ha trascendido primero al litoral en especial Misiones y Formosa y luego al resto del país. Comprobamos la existencia de lugares de culto desde Salta a Ushuaia.

La Historia

Existen diferentes versiones acerca de la época y el motivo de su muerte. Se sabe que fue durante el siglo XIX, algunos sitúan estos hechos en 1890, para otros ocurrieron entre 1840 y 1848. Todos coinciden que su muerte aconteció el 8 de enero, que ocurrió en medio de las constantes luchas fratricidas entre los Liberales (o Celestes) y los Autonomistas (o Colorados), que el Gauchito era inocente y que fue muerto injustamente.
Era oriundo de la zona de Pay-Ubre, hoy Mercedes, Corrientes. Había sido tomado prisionero por el Coronel Zalazar acusado injustamente de desertor y cobarde. Fue trasladado a Mercedes y de allí sería enviado a Goya donde se encontraban los tribunales. Era sabido que los prisioneros que tenían ese destino jamás llegaban a Goya, siempre "habían intentado escapar en el camino, se producía un tiroteo y el preso irremediablemente moría". El pueblo se entera de la prisión de Gil y se moviliza buscando apoyo en el Coronel Velázquez, quien junta una serie de firmas y se presenta ante Zalazar para interceder. Este hace una nota dejando al Gauchito en libertad que fue remitida a Mercedes pero ya había sido llevado hacia los tribunales.

Estampa del Gauchito Gil

Estampita con oración al Gauchito Gil
La tropa integrada por el prisionero, un sargento y tres soldados se detiene en un cruce de caminos. El Gauchito sabía que lo iban a ajusticiar y le dice al sargento: "no me matés porque la orden de perdón viene en camino" a lo que el soldado replica "De esta no te salvás". Antonio Gil le responde que sabía que finalmente lo iban a degollar pero que cuando el regresara a Mercedes le iban a informar que su hijo se estaba muriendo y como él iba a derramar sangre inocente que lo invocara para que él intercediera ante Dios por la vida de su hijo. Era sabido que la sangre de inocentes servía para hacer milagros. El sargento se burló y lo ejecutó.
Con respecto a la forma de morir existen varias versiones:
1) Lo ataron a un poste o un árbol y le dispararon con armas de fuego pero ninguna de esas balas entró en el cuerpo ya que la creencia popular dice que quien lleva el amuleto de San la Muerte no le entran las balas y se supone que el Gauchito era devoto del "Santito". Entonces el sargento ordenó que le colgaran de los pies y allí lo degolló.
2) Murió luego de varios intentos de disparos con armas, porque una bala finalmente entró en el corazón.
3) Fue colgado de un algarrobo, cabeza abajo y luego degollado, porque tenía el poder de hipnotizar a las personas "con sólo mirarlas a los ojos".
La partida volvió a Mercedes y allí el sargento se entera del perdón y, recordando las últimas palabras del Gauchito, se dirigió a su casa donde entera que su pequeño hijo está muy grave, con fiebre altísima y el médico lo había desahuciado. Entonces se arrodilla y le pide al Gauchito que interceda ante Dios para salvar la vida de su hijo. Al llegar la madrugada el milagro se había hecho y el niño se había salvado. Entonces el sargento construyó con sus propias manos una cruz con ramas de ñandubay, la cargó sobre sus hombres y la llevó al lugar donde había matado al gauchito. Colocó la cruz, pidió perdón y agradeció.
La cruz dio el nombre al cruce de caminos y, con el transcurso del tiempo, se convirtió en un lugar de peregrinación.
Santuario al gauchito gil en tafi del valle

Santuario al Gauchito Gil en Tafí del Valle

Leyendas sobre el Gauchito Gil

Se cuentan dos historias acerca del paraje donde se levantó el santuario y del deseo del Gauchito de seguir permaneciendo en ese lugar:
1) Con los años era tanta la cantidad de promesantes que iban a visitar al santo y le encendían velas, que el dueño de la estancia sintió temor que le incendiaran el campo y hace llevar el cuerpo al cementerio local. Dicen que este estanciero era un hombre rico, con una familia sana y bien constituida. Pero desde el momento que decide sacar de allí el oratorio comenzó a tener problemas económicos, muere uno de sus hijos de una extraña enfermedad, la hacienda se enferma y los campos se iban secando. Él mismo cae en cama y los médicos no aciertan con el diagnóstico. Un día una mujer que habían llamado para que lo curara le dice que iba a mejorar cuando volviera a traer el oratorio del Gauchito a su lugar. El estanciero construyó un mausoleo junto con una cruz tallada en fina madera en el sitio donde murió y cedió además un amplio espacio. A partir de ese momento todo mejoró para el dueño del campo. El Gauchito siguió enterrado en el cementerio local pero el lugar de su muerte se convirtió en centro de culto.
2) Algunos hechos sorprendentes comenzaron a suceder cuando se asfaltaba la ruta y los ingenieros decidieron que lo más práctico era trazar una línea recta para acortar distancias a pesar que ésta pasaría por encima del oratorio del Gauchito, y por lo tanto, era necesario moverlo.
Los operarios dijeron que "no era bueno pasar por arriba de tierra sagrada para los correntinos" pero los empresarios ignoraron esa advertencia. Muchos peones se negaron a cumplir la orden y renunciaron. Cuando estaban cerca de la zona en cuestión las máquinas se negaban a avanzar, ni los operarios, ni los mecánicos ni los jefes lograban ponerla en funcionamiento si la dirección era hacia el santuario. Los operarios comenzaron a desertar porque pensaban que todo era obra del Gauchito que se negaba a que lo sacaran de ese lugar. Ante tantas dificultades deciden respetar el recodo y que el camino haga una curva. Se respeta así el Oratorio y los ingenieros piden perdón y protección para la obra.

La imagen del Gauchito Gil

Para algunos era un cuatrero, un gaucho alzado, un fugitivo al que le cargaban todos los hechos delictivos sin resolver. Para otros era "Robin Hood", les robaba a los ricos (en especial a los que se aprovechaban de los paisanos) y les daba a los pobres y ayudaba a quien lo necesitara. Era un gaucho justiciero. Hacía lo que muchos no se atrevían a hacer. Era un vengador de sus desgracias.

El culto al Gauchito Gil. Santuarios principales

El Santuario principal se encuentra en el cruce de las rutas Nº 123 y 119, a 8 km de la ciudad de Mercedes (antigua Pay-Ubre). Desde lejos se observa el centenar de tacuaras con banderas rojas, el mausoleo con las placas de agradecimiento y una enorme cantidad de ofrendas similares a lo que ocurre en el santuario de Vallecito de la Difunta Correa: muletas, vestidos de novia, juguetes, casas hechas en miniatura, autitos. Estampitas del santo con los pedidos escritos detrás o con expresiones de agradecimiento.


El color rojo es el distintivo del Gauchito Gil que se manifiesta en velas y fundamentalmente en cintas con el pedido o agradecimiento escrito. Es costumbre dejar una cinta atada a las miles de cintas que hay, y se retirar otra ya "bendecida" por el santo que se coloca en la muñeca, en el espejo del auto o en algún lugar privilegiado de la casa para que proteja o ayude.

Leyenda
Varios días antes del 8 de enero, fecha del aniversario de su muerte, comienza a congregarse la gente y pasar la noche en carpas. Se improvisan negocios, bailantas la compás del chamamé, kioscos que venden bebidas y recuerdos. Los jinetes se acercan llevando banderas y estandartes en tacuaras para dejar en el lugar, que también se cubre de flores rojas. El cura de Mercedes oficia una Misa por el alma del Gauchito. En el terreno donado por el estanciero se construyó un tinglado donde se acumulan las ofrendas, sitios para encender velas y edificios con baños, duchas, bares y otras comodidades para aquellos que se acercan a orar.



Los otros santuarios del Gauchito Gil se levantan principalmente en el litoral aunque su culto se va extendiendo paulatinamente al resto del país como lo certifican los oratorios que existe en los Valles Calchaquíes, Salta y en Ushuaia, Tierra del Fuego. Sus estampas se reparten en los subtes porteños y se venden en las santerías de Buenos Aires y en los negocios de Luján junto a la Virgen. También se agrega su imagen como ofrenda en los santuarios de otros santos populares como la Difunta Correa. Las cintas rojas con su nombre y el pedido de protección para quien la posea, cuelgan de los espejos de cientos automóviles y son atadas en lugares visibles de los comercios.
Los lugares elegidos son los cruces de caminos, donde se atan en la rama de un árbol o en una tacuara clavada en tierra las cintas rojas. Son lugares de parada obligada de todo viajante. Los ómnibus y los caminantes se detienen un momento a saludar al Gauchito. En la provincia de Formosa, donde existen oratorios muy próximos, los automovilistas tocan su bocina al pasar. Si esto no se hiciese no contaría con la protección del santo en el resto del viaje y podría ocurrirle una desgracia.

Santuario gauchito Gil

Santuario al gauchito Gil en el interior de una vivienda de Curuzú Cuatia (Corrientes, Argentina)
El límite de lo que se le pide al Gauchito lo pone la persona que solicita: salud, dinero, trabajo, amor, en casos que se necesite valor para enfrentar una situación y fundamentalmente protección a los viajeros.

                     Dos gauchos que atraen la veneración popular. 


La imaginación de los argentinos ha consagrado a una legión de gauchos aventureros entre los santos paganos más venerados del país. En el Litoral sobresale el Gauchito Gil, una leyenda correntina.

Cualquier momento es bueno para visitar al Gauchito, la cumbre de cuya devoción se alcanza el 8 de enero, cuando la ciudad de Mercedes recibe a más de 100.000 personas que marchan al santuario, erigido a 8 kilómetros del centro urbano, con la fuerza de los años y la gracia del chamamé.
Miles de placas de agradecimiento son testimonio de la adhesión de vecinos y visitantes lejanos, que se trasladan anualmente al santuario popular.
Hace doce años que Catalina Feliciana González viaja desde Merlo. En su casa tiene pintado un mural del Gauchito y guarda en secreto una relación que se consolida en cada visita.
Elida Avelano tiene 71 años y desde 1947 visita al Gauchito. Hoy recuerda que, antes de construirse la ruta, el santuario se encontraba en pleno monte y la gente llegaba en carreta. Ella es creyente y le reza diariamente a Dios y a María. Pero siempre agrega una frase en sus oraciones para el Gauchito Gil.
"El Gauchito sigue haciendo su obra, aun después de muerto, porque los que trabajamos acá somos todos desocupados", dijo Ofelia de Pardo, vendedora de esculturas y estampitas que incluyen las figuras de la Virgen María y la del santito en la cruz.
Desertor del ejército, el gaucho Antonio Gil era una sombra rebelde que bajaba de los montes para robarles a los ricos y darles a los pobres. Un Robin Hood criollo que, a fuerza de hazañas, se ganó la admiración de la gente de sus pagos.
El campesino fue ultimado en 1878 por fuerzas policiales, pero con el tiempo regresó de las tinieblas en la devoción popular que le ofrendan los correntinos.
El centro del santuario es un simple tinglado de chapa que protege la tumba del difunto, una leve estructura de piedra cubierta de placas que traen los visitantes.
Los negocios del paraje tienen a la vista pelotas de fútbol, cámaras de fotos, radios, facones, mates, bombillas, chorizos, estampitas. Todo dispuesto en amable confusión religiosa que presenta con idéntica cortesía los recuerdos del gaucho santo y los bienes de consumo cotidiano.


Casi lo mismo

El pañuelo y el chiripá son las prendas que viste el correntino en las imágenes consagradas por la piedad popular.
Los fieles encienden velas y tocan la tumba antes de tomar asiento en largos bancos de madera que dan al tinglado un aire de iglesia rural. Cada cual sigue sus oraciones particulares como le viene en gana. Rezan, piden, lloran, ríen. No es raro ver músicos que, bajando de un micro, regalen canciones al santo de sus amores.
Como el conjunto Los Criollos de Salada, formado en 1987 por los hermanos Rodríguez, que siempre se hacen un tiempo en sus giras para viajar a Mercedes y pedirle protección.
Y hay más regalos de quienes vieron sus deseos hacerse realidad. Saben que allá arriba el Gauchito los escuchó. Los deportistas ganadores entregan sus trofeos; los músicos afortunados ceden sus guitarras; los que cambian el auto dejan patentes viejas. Nadie olvida devolver la gracia generosa concedida por voluntad del Gauchito.
A cientos de kilómetros del reino espiritual del gaucho pagano, en los campos de Buenos Aires, se cultiva la devoción a un estanciero del siglo pasado que supo tener seguidores en vida.
Su nombre era Pancho Sierra, estanciero de diversos talentos, entre ellos, la clarividencia y la sanación. Mateando con su hermano en la placidez de su estancia, Pancho no sólo anticipaba la llegada de un paisano en apuros, con un dolor apremiante o un mal incurable, sino que hasta lo sanaba aun antes de que bajara del caballo para explicarle su drama.
El que venía enfermo se iba curado. Era la regla que se cumplía entonces, como se cumple ahora, según los feligreses que responden a su culto. Además de arreglar la salud, Pancho confiere los milagros habituales entre los santos de su raza: consigue novios, cambia autos, compra casas, aprueba exámenes. Si es necesario detiene la lluvia.

Sobre el Gauchito Gil

Nos cuenta Félix Coluccio que el gaucho Antonio Mamerto Gil Núñez, o Antonio Gil, o

Gauchito Gil...
Curuzú Gil tenía a mediados del siglo pasado, una banda que “despojaba de dinero a los ricos para dárselo a los pobres”. La denominación “curuzú” significa cruz.
Se cree que nació en el departamento correntino de Mercedes (antes denominado Pay Ubre), en cuyo cementerio se encuentra su cuerpo; murió un 8 de enero de 1878.

Su mayor trascendencia transcurrió entre 1840 y 1860, época de caudillos y montoneras. Su vida está envuelta en mil enredos, se dice que fue peón explotado que se volvió matrero, también que actuó en la Guerra del Paraguay bajo las órdenes del General Madariaga, y que fue ejecutado por desertor.
Según contaba doña Anabel Miraflores, su madre Estrella Díaz de Miraflores, una rica estanciera, tuvo amoríos con Gil, y a la vez era pretendida por el comisario del pago. Esta situación, más el odio que le tenían los hermanos de la estanciera, hizo que el Curuzú huyera de Pay Ubre y se fuera a alistarse en la Guerra del Paraguay.

Los federales litoraleños, después de la caída de Rosas, se dividieron en Rojos (tradicionales de la divisa punzó o autonomistas) y Celestes (liberales), según cuentan las historias, Gil fue reclutado por los celestes del coronel Juan de la Cruz Salazar, y como el gauchito era netamente colorado, aprovechó un descuido y se dio a la fuga con el mestizo Ramiro Pardo y el criollo Francisco Gonçalvez; compañeros a los que el derrotero convirtió en cuatreros famosos. Sus compinches fueron muertos a tiros de trabuco y el gaucho fue detenido y llevado a Goya. A pesar de la intercesión del Coronel Velázquez, en el camino, fue colgado cabeza abajo desde un algarrobo (en camino a Goya, a unos 8 kilómetros de Mercedes) y degollado. Aparentemente fue colgado de esa forma para evitar los supuestos poderes hipnóticos que tenía y para que no influyera el payé de San la Muerte que tenía colgado al cuello.


Su primer acto milagroso sucedió momentos antes de su muerte. El dijo a su futuro verdugo que una vez que le diera muerte, iba a ir a su casa y encontraría a su hijo muy enfermo, pero que si lo invocaba, sanaría. Una vez decapitado, el comandante llevó la cabeza en sus alforjas a Goya, y el verdugo no dejó el cuerpo a las alimañas, dándole sepultura. Este mismo sargento-verdugo al llegar a su casa vió que sucedía lo que dijo el gauchito, entonces, volvió al lugar de la ejecución y puso una cruz de espinillo (algunos dicen que de ñandubay); al poco tiempo la gente comenzó a visitar el algarrobo y la tumba, dejando ex-votos y velas encendidas.

Los dueños del campo, de apellido Speroni, al ver el peligro que significaban las velas encendidas en el campo, hicieron trasladar la tumba al cementerio de Mercedes… pero al poco tiempo cayó gravemente enfermo con un mal que degeneró en locura, los médicos lo desahuciaron y él, en un momento de lucidez, prometió que si el gauchito lo sacaba de la cruel y desconocida enfermedad, le haría un monumento fúnebre… al momento curó y edificó un pequeño santuario de piedra que aún hoy se puede observar… de allí en más fueron varios lo milagros del gaucho y su culto se expandió por gran parte del territorio argentino. Actualmente compite cabeza a cabeza con otra creencia popular de magnitud: la Difunta Correa.




Tema al Gauchito Gil



La fe se viste de rojo
el ocho de enero:
pañuelo, bandera, vinchas,
en todo el pueblo;
ofrendas para el Gauchito
de los milagros.
Toda la gente
le está rezando
y un acordeón
le está tocando
este cumbión.

Para el niño enfermo,
el desamparado;
para que el abuelo,
que queda olvidado;
por el que trabaja,
el desocupado;
por el que padece,
por el inundado.
Gauchito Gil,
escuchamé;
lo que te pido
concedemé.
Gauchito Gil,
te juro que
para agradecerte
yo volveré.
¡Para vos, Gauchito Gil!
¡Te pido salud, paz y trabajo ¡para toda mi gente!
Para el niño enfermo,
el desamparado;
para que el abuelo,
que queda olvidado;
por el que trabaja,
el desocupado;
por el que padece,
por el inundado.
Gauchito Gil,
escuchamé;
lo que te pido
concedemé.
Gauchito Gil,
te juro que
para agradecerte
yo volveré.