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Esas jóvenes hijas de puta

Por ARTURO PÉREZ-REVERTE


Supongo que a muchos se les habrá olvidado ya, si es que se enteraron. Por eso voy a hacer de aguafiestas, y recordarlo. Entre otras cosas, y más a menudo que muchas, el ser humano es cruel y es cobarde. Pero, por razones de conveniencia, tiene memoria flaca y sólo se acuerda de su propia crueldad y su cobardía cuando le interesa. Quizá debido a eso, la palabra remordimiento es de las menos complacientes que el hombre conoce, cuando la conoce. De las menos compatibles con su egoísmo y su bajeza moral. Por eso es la que menos consulta en el diccionario. La que menos utiliza. La que menos pronuncia.
Hace dos años, Carla Díaz Magnien, una adolescente desesperada, acosada de manera infame por dos compañeras de clase, se suicidó tirándose por un acantilado en Gijón. Y hace ahora unas semanas, un juez condenó a las dos acosadoras a la estúpida pena -no por estupidez del juez, que ahí no me meto, sino de las leyes vigentes en este disparatado país- de cuatro meses de trabajos socioeducativos. Ésas son todas las plumas que ambas pájaras dejan en este episodio. Detrás, una chica muerta, una familia destrozada, una madre enloquecida por el dolor y la injusticia, y unos vecinos, colegio y sociedad que, como de costumbre, tras las condolencias de oficio, dejan atrás el asunto y siguen tranquilos su vida.
Pero hagan el favor. Vuelvan ustedes atrás y piensen. Imaginen. Una chiquilla de catorce años, antipática para algunas compañeras, a la que insultaban a diario utilizando su estrabismo -«Carla, topacio, un ojo para acá y otro para el espacio»-, a la que alguna vez obligaron a refugiarse en los baños para escapar de agresiones, a la que llamaban bollera, a la que amenazaban con esa falta de piedad que ciertos hijos e hijas de la grandísima puta, a la espera de madurar en esplendorosos adultos, desarrollan ya desde bien jovencitos. Desde niños. Que se lo pregunten, si no, a los miles de homosexuales que todavía, pese al buen rollo que todos tenemos ahora, o decimos tener, aún sufren desprecio y acoso en el colegio. O a los gorditos, a los torpes, a los tímidos, a los cuatro ojos que no tienen los medios o la entereza de hacerse respetar a hostia limpia. Y a eso, claro, a la crueldad de las que oficiaron de verdugos, añadamos la actitud miserable del resto: la cobardía, el lavarse las manos. La indiferencia de los compañeros de clase, testigos del acoso pero dejando -anuncio de los muy miserables ciudadanos que serán en el futuro- que las cosas siguieran su curso. El silencio de los borregos, o las borregas, que nunca consideran la tragedia asunto suyo, a menos que les toque a ellos. Y el colegio, claro. Esos dignos profesores, resultado directo de la sociedad disparatada en la que vivimos, cuya escarmentada vocación consiste en pasar inadvertidos, no meterse en problemas con los padres y cobrar a fin de mes. Los que vieron lo que ocurría y miraron a otro lado, argumentando lo de siempre: «Son cosas de crías». Líos de niñas. Y mientras, Carla, pidiendo a su hermana mayor que la acompañara a la puerta del colegio. La pobre. Para protegerla.
Faltaba, claro, el Gólgota de las redes sociales. El territorio donde toda vileza, toda ruindad, tiene su asiento impune. Allí, la crucifixión de Carla fue completa. Insultos, calumnias, coro de divertidos tuiteros que, como tiburones, acudieron al olor de la sangre. Más bromas, más mofas. Más ojos bizcos, más bollera. Y los que sabían, y los que no saben, que son la mayor parte, pero se lo pasan de cine con la masacre, riendo a costa del asunto. La habitual risa de las ratas. Hasta que, incapaz de soportarlo, con el mundo encima, tal como puede caerte cuando tienes catorce años, Carla no pudo más, caminó hasta el borde de un acantilado y se arrojó por él.
Ignoro cómo fue la reacción posterior en su colegio. Imagino, como siempre, a las compis de clase abrazadas entre lágrimas como en las series de televisión, cosa que les encanta, haciéndose fotos con los móviles mientras pondrían mensajitos en plan Carla no te olvidamos, y muñequitos de peluche, y velas encendidas y flores, y todas esas gilipolleces con las que despedimos, barato, a los infelices a quienes suelen despachar nuestra cobardía, envidia, incompetencia, crueldad, desidia o estupidez. Pero, en fin. Ya que hay sentencia de por medio, espero que, con ella en la mano, la madre de Carla le saque ahora, por vía judicial, los tuétanos a ese colegio miserable que fue cómplice pasivo de la canallada cometida con su hija. Porque al final, ni escozores ni arrepentimientos ni gaitas en vinagre. En este mundo de mierda, lo único que de verdad duele, de verdad castiga, de verdad remuerde, es que te saquen la pasta.  
Montserrat Magnien, madre de Carla, posa junto a una pantalla de ordenador con la imagen de su hija Carla, a la que besa su hermana.

El lunes le llamaban «bizca». El martes tocaba aguantar lo de «bollera». Hubo miércoles en que fue bautizada con las aguas fecales del baño. Jueves con rima: «Topacio, un ojo para aquí y otro para el espacio». Viernes en los que la hoja entera se le volvía un borrón: «No toques eso. Lo ha tocado ella».
Carla y su calendario escolar. Carla y la vida como en suspenso a los 14 años. Carla y una sola asignatura: la de llegar entera al fin de semana.
Hasta que el 11 de abril de 2013 se levantó de la cama, salió de casa, caminó en dirección contraria al colegio, recorrió la bahía por la playa de San Lorenzo de Gijón, subió a un alto junto al Cantábrico, hizo flop y desapareció.
Se lanzó desde el acantilado de La Providencia. El cuerpo sin vida fue hallado en el mar a media tarde. Un año después de su suicidio, la Justicia no trae más que una espuma de vuelta. ¿Por qué se mató Carla?
-Eso. ¿Por qué se mató Carla?
«La llamaban bollera, bizca, le arrojaban agua de los baños. No entendía por qué se metían con ella si nunca les había hecho nada»
-¿Que por qué? Nadie está haciendo nada para saber lo que pasó. Mi hija no es una niña que estuviera mal; hicieron que estuviera mal. La mató el acoso diario, la persecución, lo que le decían, lo que le hacían... Era el monitodel colegio. Hasta que no pudo más.
No pudo más Carla Díaz, la hija. No puede más Montserrat Magnien, la madre.
Aunque la Fiscalía de Menores de Oviedo sobreseyó el caso por falta de pruebas a finales de enero, la familia va a pedir esta semana que se reabra a la luz de las nuevas evidencias. Carla y aquel 2º de ESO.
EL MUNDO ha tenido acceso al atestado policial, a los testimonios de las menores que fueron a declarar a comisaría, a documentación interna del colegio Santo Ángel de la Guarda donde estudiaba y a los mensajes que se intercambiaron sus compañeras en las redes sociales que frecuentaba la niña en los días posteriores a su muerte.
El resultado de esta orografía es un mapa donde todas las pistas conducen al mismo lugar: la historia de una muerte encerrada en un cofre que hoy abrimos.
Estaba en las redes sociales.
«Carla se suicidó por tu culpa».
«...todo el SAG [Santo Ángel de la Guarda] se metía con ella».
«Yo sí, me metí con ella, le pegué, nos pegamos, pero, y? fui la única persona acaso? Creo que no, eh, hay mucha gente más que ahora no da la cara, que hizo lo mismo, incluso peor que yo».
«Cuando no puedes más, cuando ya estás harta, cuando piensas que el mundo está en contra de ti, cuando ves todo de mala manera, cuando te sientes mal, cuando están día tras día insultándote, riéndose de ti, haciéndote bullying o burla... puedes llegar a estos extremos».
«Esa pobre niña lo único que quería era vivir tranquila, lo consiguió? No pq? Pq a muchos jilipollas que hay sueltos por Gijón les pareció gracioso reírse de ella, o pegarla según el día que tuviesen».
«Carla da penina [días antes de la muerte], ya ni insulta ni na».
Estaba en el testimonio que una alumna realizó en la comisaría.
«La menor indica que a raíz de hacerse pública su condición de bisexual (...) comenzaron a meterse con ella, llegando a insultarla con frases tipo: bollera, virola [bizca] y otras frases similares, e incluso en una ocasión le arrojaron agua procedente de los baños. (...) Ella no entendía por qué estas personas se metían con ella si nunca les había hecho nada».
«Me dijo que se iba a suicidar [la noche previa al deceso] porque todo el mundo se reía de ella en el colegio por su problema de estrabismo».
«Me dijo que se iba a suicidar porque todo el mundo se reía de ella en el colegio por su problema de estrabismo»
Estaba en un acta que levantó el centro el 18 de febrero de 2013.
«Alumna: Carla Díaz. Temas tratados: problema de acoso escolar [señala el nombre de tres menores]. Medidas a adoptar: vigilar tema de acoso de más alumnas de 2ºB».
Estaba en un mensaje escrito entre visillos por una adolescente que sabe mucho y calla más.
«Elimina lo de la guaja q se suicidó q la poli anda detrás de eso, q vino a mi tutoría y están por las webs y todo, no contestes. Un beso. L».
¿Por qué se mató Carla?
(...)
Buscando la respuesta exacta regresamos a aquellos días, a aquella concertina de tres uves dobles, a aquella chica que corre.
Carla es cariñosa, hiperactiva, la vemos en el sofá pidiéndole a su madre que le compre una mascota, madrugando como suele, tomándose su tiempo para desayunar, sentada encima de Montse. O en su habitación, escuchando a Pablo Alborán, cantando por lo bajo. Porque la niña tiene su estribillo: de mayor quiere ser médico.
Es otoño de 2012, el curso ha empezado hace unas semanas, aparentemente es un día al uso, suena el teléfono y una madre avisa -ahora lo sabemos- del comienzo de algo que lo cambiará todo.
«No lo supe por el colegio. Lo supe por la madre de otra niña. Le pregunté a Carla que por qué se había hecho esos cortes. Una vez, otra. Un día, otro. No me decía nada».
Todo empezó con las autolesiones de Carla, el primer síntoma de que el curso se escribiría torcido, la prueba del nueve de que algo no iba. En las muñecas. Los cortes se los hacía en las muñecas, aprovechando la cuchilla que le quitaba a los sacapuntas, y luego ocultaba las marcas bajo las pulseras.
Así que aquel principio de curso 2012/2013 empezó en la escuela y siguió por los psicólogos. Arrancó con un saco de notables a la espalda y continuó con siete suspensos. Comenzó con la profesora pasando lista y concluyó con un asiento vacío.
«Yo sí, me metí con ella, le pegué ¿Fui la única? Creo que no, eh. Hay mucha gente que hizo lo mismo, incluso peor que yo»
«A partir de los cortes no la dejábamos un minuto sola, la llevábamos al colegio y la íbamos a buscar. Empezó a saltarse clases, a bajar el rendimiento. Sabía que pasaba algo en clase, pero no sabía el qué. Luego supe lo que fueron esos dos años para ella: la insultaron, le hicieron daño, la persiguieron, vi un vídeo en el que aparecen unas crías riéndose diciendo que le pegaban porque les salía de los cojones. Crearon un muñeco virtual muy feo, bizco, y le pusieron de nombre Carla, el monito Carla... Es muy duro saber que estaba pasando esto y nadie hizo nada».
Estamos a tres días del suicidio y su madre ya tiene los impresos para cambiar a la hija pequeña de centro.
Estamos a dos días del suicidio y hay compañeros que refieren una persecución.
Estamos a un día del suicidio y Carla le dice a una amiga que ya no la verá más, que no aguanta otra noche; que ha dejado unas notas en la blackberry para su madre, explicándole todo; que le manda el pin de la tarjeta y la contraseña del móvil; y le da un código que significaprovidencia.
Estamos en el día de su muerte. Cuando la encontraron en el acantilado, estaba sin su chaqueta negra de corazones blancos.
(...)
Gijón amaneció y sufrió una sacudida con aquello. El Juzgado de Instrucción número 3 de la ciudad investigó de oficio lo ocurrido, descartó el homicidio y acabó dando traslado del caso a la Fiscalía de Menores de Oviedo, que descartó el acoso escolar sin ni tan siquiera llevar a cabo ninguna de las diligencias probatorias solicitadas en la denuncia de la madre. En efecto. No se llamó a testificar a las cinco menores sospechosas de bullying. No se libró un oficio para bucear en las cuentas que la menor tenía en las redes sociales Tuenti, Facebook, Twitter y Ask.fm. No se hizo el volcado del portátil de Carla, que aún yace bajo custodia a la espera de que alguien ordene que se mire allí dentro.
Un año después, la familia pedirá esta semana al fiscal que reabra la causa. Así lo harán los abogados Leticia de la Hoz y Luis Manuel Fernández, que aportan decenas de mensajes nuevos y un montón de silencios viejos.
«Con su decreto de archivo, el fiscal ha impedido a la familia ejercer la acusación particular y, con ello, le ha privado de su derecho a investigar la verdad de lo sucedido», señala la letrada. «Parece ser que insultar, vejar y agredir de manera continuada a una menor no tiene relevancia penal».
El caso es que hoy todo son ausencias que nadie explica. En La Providencia Carla hizo flop y desapareció.
Y con ella más.
Desapareció una de las cinco acosadoras señaladas por la acusación: la niña fue trasladada a un colegio de Gerona a los tres días del suicidio, abandonando el curso a medias.
Desapareció la Blackberry con las notas para la madre: si bien el forense concluyó que la niña falleció en torno a las 11.00 horas, hay registrada actividad postmortem en su línea de WhatsApp a las 12.20.
Ahora la madre sabe que, el día en que cumplió los 14, recibió una felicitación como una bomba racimo: «Feliz cumpleaños, bollera». Y así todo.
La letra urgente de Carla -párvula, destartalada, redonda- está en una hoja de apuntes escolares que nos acerca Montse. Con mimo, como si fuera un incunable, quizás la única llamada de socorro manuscrita de la víctima.
«¿Qué te pasa?», le escribe una compañera en plena clase, y le pasa la nota.
«Me están amenazando», contesta Carla, y se la devuelve.
El profesor ha debido de pillarlas. En mayúsculas, con bolígrafo rojo, al pie de la hoja, le advierte a la madre: «Mira a lo que se dedica tu hija en clase».

«La obligaron a matarse»

El acoso escolar afecta al 4% de los niños de Primaria y al 8% de los de Secundaria. En los últimos años ha crecido más entre las chicas que entre los chicos. Hay especialistas que dicen que elbullying está detrás de la mitad de los suicidios entre menores. Y toda esta bola de nieve crece con el alud de la redes sociales... El trazo somero es cosa de la Asociación Contra el Acoso Escolar, cuya presidenta, Encarna García, anuncia que su colectivo estudia denunciar por prevaricación a Jorge Fernández, fiscal de Menores de Oviedo. «Hicieron con Carla lo mismo que con Jokin. La obligaron a matarse. Es terrible», afirma. «El fiscal cerró el asunto sin investigar las pruebas que pidió la madre: mirar en internet para ver si había acoso, tomar testimonio de las niñas. Ahora sabemos esto». En España, el acoso escolar no está tipificado como un delito, sino que se encuadra dentro del artículo 173.1 del Código Penal, referido al delito contra la integridad moral. En la práctica es muy complicado lograr una condena contra un menor. De lograrse, suele terminar con trabajos en beneficios de la comunidad. Al hilo de la incidencia de la esfera digital, el primer ministro británico, David Cameron, señaló públicamente a Ask.fm: en tan sólo un año, cinco menores acabaron suicidándose después de ser hostigados por esta red social. Carla la conocía. Tenía una cuenta abierta. Allí ella era un muñeco feo y bizco que habían creado los demás. Y al que habían bautizado con su nombre. / P. SIMÓN

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Ismael: Crónica de una muerte reiterada

Ismael Sosa (24) desapareció el sábado 24 y lo encontraron ahogado en el embalse de Río Tercero, Córdoba. Se investiga si la muerte es accidental o si se trata de un homicidio

Ismael Sosa, de 24 años, fue encontrado sin vida en el embalse de Río Tercero luego de una intensa búsqueda de cinco días por parte de familiares y amigos. Según reporta el diario Día a Día, la fiscalía de Córdoba se lo confirmó a la familia: "Sí, es él. Nos acaban de informar", explicó Marcela, una de las tías del joven. Fiama, hermana del joven, le dijo a La Voz del Interior que el cuerpo hallado sin vida era de su hermano.
Ahora, la Justicia tratará de reconstruir lo sucedido en los días que estuvo desaparecido. Uno de los interrogantes que deberá develar la investigación es si Ismael murió de forma accidental o si hubo intervención de terceros.
Oriundo de Merlo, el sábado pasado pretendía asistir al recital que ofreció la banda de rock La Renga en Villa Rumipal, Córdoba. Sin embargo –según denunciaron sus familiares y amigos– fue visto por última vez durante el primer control antes del comienzo del concierto y desde ahí no saben qué pasó con él.
De acuerdo con el relato, por razones que aún se desconocen, la policía comenzó a reprimir a parte de las miles de personas que se encontraban en el acceso al predio y fue en ese momento cuando los acompañantes de Ismael perdieron su rastro.
Según relató la madre, Nancy Sosa, la novia, con quien fue al recital, salió a pedir ayuda cuando no lo encontraba. Recorrió las comisarías y hospitales pero no se registró en ese día ningún detenido ni herido con las características de Ismael.

Crónica de una muerte reiterada



Ismael Sosa tenía 24 años. Se lo llevó la policía el sábado último, mientras el recital de La Renga comenzaba en Villa Rumipal, durante los cacheos previos, cerca de las 21 hs. Ese “cachondeo” siniestro que tanto les gusta a los policías y eventuales agentes de seguridad. Esa ceremonia ritual represiva en la que el abuso de poder está permitido, casi legitimado.

por Facundo Di Cuollo

Fue con la novia al recital, Ismael. Ella pasó el control y siguió adelante, empujada por la vorágine previa y la masa de gente enajenada. Ismael se quedó atrás, tal vez quejándose porque algún policía lo tocó de más, o lo verdugueó impertinentemente, como para no perder la costumbre.

Cuando ella se dio vuelta, Ismael ya no estaba. Había desaparecido. Como en la oscuridad de nuestro pasado reciente, casi. Podemos saber que algunos transeúntes preguntaron a los agentes de seguridad adónde lo llevaban a Ismael, ya ensangrentado y notablemente golpeado. “Lo llevamos a curarse”, habría respondido algún oficial, víctima de un sadismo infinito.

Otra chica que por ahí pasaba, entre tantas, tampoco había superado el “control” de la puerta. “Andate porque se están llevando gente, acá”, le advirtieron, mientras empezaba a quejarse. “Mirá, pendejo, que el lago es grande”, amenazaron a otro detenido eventual, como una declaración de principios en los horrores de un presente cercano.

Había gendarmes, también. Muchos. Por las dudas, al final del recital, cuando paradójicamente la tensión había disminuido, la policía de infantería ya “pegaba de a cuatro” y disparaba balas de goma. Se calcula que hubo entre 15 y 20 detenidos. Algunos fueron liberados, otros aún continúan en cautiverio legal, y algunos desaparecieron. Como Ismael, quien curiosamente fue encontrado, días después, muerto en el lago de Embalse Río Tercero.

La misma noche de su desaparición, Victoria, su novia, salió a buscarlo. Recorrió comisarias y hospitales. (Lo buscó tanto que hasta perdió el micro de vuelta hacia Buenos Aires, que finalmente partió sin ella, a las cinco de la mañana del domingo).

Pero nada. A Ismael se lo había tragado la tierra. O el agua.

Su hermano Facundo también viajó desde Buenos Aires, desde el Oeste, a buscarlo. A averiguar sobre su paradero. Se apersonó en la Comisaría de Río Tercero. No le quisieron tomar declaración. Cuando preguntó “por qué lo retuvieron”, le esquivaron la pregunta. Se comportaban raro. Como si tuvieran algo que esconder, tal vez.

Durante las horas subsiguientes a la búsqueda de Ismael, Facundo fue perseguido, “cargoseado” correspondientemente por la policía en territorio cordobés. Operación de rutina.

Finalmente, el jueves, la familia de Ismael Sosa fue notificada por la Fiscalía de Río Tercero. Habían encontrado un cuerpo.

El cuerpo de Ismael, “el rockero de la bicicleta”. Un cuerpo joven que lleva, hoy, las cicatrices, los golpes y los ultrajes de un aparato policial represivo hasta el paroxismo, amparado (por acción u omisión) por el Estado y el sistema judicial.

Los nombres pasan, las víctimas se actualizan. La Historia oscura se repite, periódica, incansable, como la condena de Sísifo que se proyecta una y otra vez sobre nuestra rebeldía joven.

Quizá sea hora, entonces, de una vez por todas, de empezar a cambiar la Historia.


Vulnerables: adolescentes que crecen a la intemperie

El asesinato de Lola Chomnalez, sumado a una lista que no deja de crecer, mostró una cara del desamparo en el que viven muchos adolescentes, que son hoy víctimas de delitos, de violencia y del negocio narco, pero también del desempleo, el trabajo precario, el embarazo precoz y la desatención adulta. Cómo es una sociedad que no protege su futuro.




Por Fernanda Sández  

Seis por día. Seis. Uno cada cuatro horas, en una clepsidra siniestra que sólo deja caer cuerpos jóvenes. La mitad muere en accidentes, y los otros a causa de agresiones, según consigna el Ministerio de Salud. Tienen, apenas, entre 15 y 24 años. La edad de expandirse, abrirse y florecer. Pero también el tiempo oscuro de los más terribles accidentes del alma, del encuentro con todo eso que habita más allá de territorio conocido de la niñez. Lástima que al verlos tan hermosos, tan ellos, tan invencibles, los adultos solemos terminar creyendo que realmente lo pueden todo. Y no. Son cualquier cosa menos fuertes.
El asesinato de Lola Chomnalez, hace unos quince días -que se suma a muchos otros casos recientes (de Candela a Melina, de Araceli a Ángeles)- dejó en dramática evidencia el estado de desamparo en el que viven muchos adole escentes y jóvenes en la Argentina. No sólo son víctimas de delitos y de violencia intrafamiliar con más frecuencia, y están mucho más expuestos al negocio de la droga y a los embarazos tempranos, sino que también tienen empleos precarios y están desempleados en mucha mayor proporción que los adultos. ¿Qué dice este estado de intemperie de una sociedad que desatiende a los que se preparan para ser su futuro?
Ellos salen, todos a la vez, de los hogares más diversos, de historias muy distintas. Y una vez en la calle descubren que el mundo es una cosa fascinante y horrenda, todo al mismo tiempo. Algunos, para animársele, toman. Mucho, y cada vez más temprano. Hoy, la edad de inicio en el alcohol cayó a los 13 años, y la mitad de los alumnos secundarios dice haber bebido en el último mes. Los datos son de una encuesta nacional organizada por la Sedronar, que acercó otro resultado inquietante: en una década, de 2001 a 2011, y en un clima social cuasi barilochense en el que divertirse y emborracharse se volvieron sinónimos, el consumo creció 113%.
"Yo los veo todos los fines de semana por acá, cuando salen del boliche. Y son un peligro porque si no venís atento, los pisás. Fijate ahí, esa piba. ¿La ves?", pregunta el taxista que circula en plena madrugada de viernes en el aura de Aeroparque. Y cómo no verla: la chica, subida a unas plataformas imposibles, embutida en un short de lentejuelas, camina a los tumbos por la avenida Obligado. Ni con maquillaje da más de 15 años. Sus amigas la corren, la paran, la abrazan. Se ríen. Y algo en la escena -mejor dicho: toda la escena- se vuelve irreal. El amanecer, el mareo y esa media docena de chicas flacas como hilos caminando a lo zombi en una avenida temible. ¿Las ven? ¿Alguien las ve? Porque a veces sólo se notan cuando ya es demasiado tarde. Cuando pasan a formar parte de la lista siniestra de 21 adolescentes asesinadas por año en el país, según datos de la ONG La Casa del Encuentro. O cuando se convierten -ellas y ellos, porque la fragilidad no entiende de género ni de nada- en el 25% de quienes se quitan la vida. La intemperie también es esto: que, según datos de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), uno de cada cuatro suicidas argentinos no tiene ni 20 años.

TOMARSE LA VIDA

Si bien el caso de Lola Chomnalez acaparó la atención de los medios, la cuenta es otra. Y dice que seis días antes de su desaparición en Valizas se esfumó otra chica de 13 en Mar de Ajó, y otra más de 14 en Merlo, y otra más de 14 el día de Navidad, en Azul. Las hubo antes y después de Lola, sólo que sin tanto tachún mediático y hermanadas en la misma condición de blancos móviles.
Según explica Sergio Balardini, experto en juventud de Flacso, "si hoy la juventud está, como se dice, «en crisis», o si hay una crisis o varias, son de la sociedad en tanto tal y luego se refleja en las generaciones más jóvenes. Por caso, los adultos no parecen tener un norte claro. Hay una mayor horizontalidad del vínculo y han pasado del verticalismo autoritario a una horizontalidad indiferenciada a la que le cuesta construir autoridad legítima (y necesaria). Porque las funciones asociadas a los roles adultos son diferentes (proyección, provisión, protección, transmisión), y deben poder inscribirse y sostenerse", precisa.
Sin embargo, aquí estamos. Con mamás separadas que se cruzan en el boliche con sus hijas adolescentes, papás que disputan a brazo partido el mando de la Play y, al mismo tiempo, chicos y chicas engañosamente "grandes". "Los vemos con esos cuerpos enormes sin recordar que tienen cabeza y corazón de chicos", apunta Laura Orsi, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). "Son seres con todas las fragilidades del crecimiento, a los que tendemos a ver como adultos. Por ejemplo: hoy las «previas» se organizan en las casas porque para muchos papás «es mejor que tomen acá en lugar de salir a emborracharse por ahí». Pero eso es aplicar la teoría del mal menor, en vez de actuar como adultos y pensar que un chico no tiene que tomar en ningún lado", recalca.
Pero ahí afuera está el mundo, y sus terrores, y también ahí (a la mano, más fácil de conseguir que el agua) el trago del valor. Y del extravío, como descubrió Martina, de 16, el día en que su mejor amigo terminó internado. "Ella nunca se interesó por tomar, pero después de haber visto esto creo que le quedó claro que la «jodita» esa de emborracharse puede terminar muy mal", comenta su mamá. Pero a menudo no es el alcohol en sí mismo el problema, sino todo lo que arrasa a su paso. "¿Y qué querés, si me tomé como quince fernets?", fue como "justificó" un joven el desastre que lo tuvo por protagonista y que terminó en el asesinato de una remisera de 71 años. Desde la Asociación de Víctimas de Violación (Avivi), también emparentan el "tomar hasta morir" con la explosión de pedidos de auxilio de cada fin de semana. "Los viernes y sábados se concentra el 80% de las llamadas pidiendo ayuda o asistencia por violaciones. En su mayoría, las víctimas son chicas violentadas sexualmente en fiestas y por grupos de varones", precisó Andrés Bonicalzi, el abogado de la organización.

TEOREMA DE LA FRAGILIDAD

A Martín, de 17 años, lo asaltaron hace dos semanas en pleno centro de Caballito, cuando paseaba con dos amigos. Un hombre macizo lo inmovilizó con una llave de judo y obligó a todos a entregar sus celulares, y cincuenta pesos. A Juliana, de 16, le robaron en Calzada y del más sutil de los modos: la dejaron sin futuro ni educación. Ahí está todavía, en su casa, cuidando a sus hermanitos más chicos y a Alma, su beba de cinco meses, para que su madre pueda salir a trabajar por horas y traer la comida para los cinco.
Juliana es lo que la estadística entiende por "ni-ni" (ni trabaja ni estudia), pero eso no significa que no haga nada ni -según "Inclusión de los jóvenes en la provincia de Buenos Aires", un informe del Cippec- que sea la única en esa situación. Siete de cada diez "ni-ni" bonaerenses son mujeres, madres (41%) y pobres (62%). ¿Qué significa esto? Que -más allá de que los jóvenes saqueados de futuro sean multitud- las respuestas generadas desde el Estado son insuficientes por no ver el fenómeno en toda su complejidad.
En el caso de Juliana, más allá de una beca para poder estudiar, necesitaría alguien que cuide de los tres chicos mientras ella va a la escuela. Y eso sólo para comenzar porque, como bien explica Daniel Arroyo, ex ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, "faltan guarderías y lugares de cuidado, pero también quien quiera contratar a estas chicas que están fuera de todo. Pensemos que el momento de sociabilidad lo da la escuela, que con sus horarios y exigencias instala un método que luego se traslada al trabajo, a la pareja, a la vida. Los jóvenes excluidos carecen de eso y ése es el problema principal. Hay que reconstruir un método que antes aportaban la familia y la escuela, porque ya estamos en la cuarta generación que no trabaja y eso ya cierra un ciclo. Los pibes que hoy no tienen empleo y que no vieron trabajar ni a padres ni a abuelos, ya tienen hijos. Y ya ni siquiera tienen recuerdo familiar de algo mejor. Se ha perdido la idea de cómo eran las cosas cuando iban bien. Y eso, para la sociedad, es gravísimo", alerta.
Y eso por no mencionar muchas otras situaciones que deben enfrentar los jóvenes aun cuando no sean "ni-ni". Por ejemplo, el informe del Cippec revela que 35% de ellos son pobres, que conseguir trabajo les cuesta más que a los adultos, que cuando consiguen trabajo suele ser una changa (52% de ellos tiene un empleo informal) y que muchas veces ni trabajando logran salir de pobres, porque 1 de cada 4 cobra un salario inferior al mínimo. Evidentemente, la intemperie a la que están sometidos los Sub 29 va mucho más allá de los accidentes, el suicidio y los consumos problemáticos, y desborda sobre territorios tan centrales como la educación (según datos de la Unesco, sólo el 44% de los chicos completa el secundario en tiempo y forma), el trabajo, el acceso a la vivienda y, claro, la sexualidad.
Juliana también sabe de eso: fue mamá a los 16 en un país en que cada día nacen 322 bebés de mamás menores de edad. Niñas a cargo de niños, algo que pone entre paréntesis no sólo el futuro personal de cada una de ellas y sus hijos, sino que también abre dudas acerca de nuestro destino como país. Porque, como bien se señala el documento antes citado, "los jóvenes constituyen uno de los principales activos de nuestra sociedad. Serán ellos, los adultos del mañana, quienes sostendrán (no sólo económicamente) nuestro futuro. La forma en la que los jóvenes se conviertan en adultos determinará en gran parte las características que ese futuro tendrá".

PROFUNDAMENTE SUPERFICIAL

-No entiendo.
-Ay, doctor, es fácil: usted me hace la lipo de caderas y de panza a mí. Y con lo que saca de ahí, le rellena el busto a ella, que se quiere hacer las lolas. ¿Entiende?
La mujer sonreía y parpadeaba azul. El hombre -un reconocido cirujano plástico, con años de profesión- sencillamente no podía creer lo que le estaba pasando. Pero ésa es, de todas, la anécdota que mejor recuerda porque en ese absurdo "2 x 1" que le planteaba aquella mujer de 50 años había también toda una mirada sobre su propia hija, sobre cómo "debía ser" ese cuerpo de quinceañera y hasta sobre la relación que las unía. "Parecían dos amigas buscando operarse juntas. Le expliqué a la mujer que el cuerpo de su hija estaba en pleno cambio, pero que, además, una operación como ésa sencillamente no existía. Se fue enojada", recuerda hoy el doctor.
Sin embargo, en estricto off, muchos colegas suyos reconocen que esa situación de madres e hijas yendo a ver al plástico como quien sale de compras de infrecuente no tiene nada. Nadie quiere envejecer, pero es más que eso: nadie parece querer, tampoco, ocupar el lugar de los adultos. Nadie quiere ser quien marque el límite, el ordenamiento, el "hasta acá". Para Graciela Moreschi, psiquiatra y autora de Adolescentes eternos (Paidós), "todo está invertido. Desde hace tiempo, la juventud está y ocupa un lugar de poder. Se ha instalado una «paidocracia» y una de sus consecuencias es que los chicos crecen absolutamente desprotegidos, porque no tienen techo ni límites. Los padres creen que «se las saben todas» y les atribuyen una madurez que no tienen. Así, muchos se ven «obligados» a tener una vida sexual para la que no están preparados ni desean realmente, pero que responde a la estimulación erótica a la que son permanentemente sometidos".
"El 31 de diciembre, en la plaza de Tandil, avanzaron quince contra uno de quince años. Lo acuchillaron, lo mandaron al hospital. Eso es lo que más me preocupa: la violencia vuelta moda, una violencia entre pares que no tiene que ver con lo delincuencial, sino con lo tribal: te pegamos porque sos «cheto», te damos una paliza porque sos «negro». El alcohol y las drogas tienen, creo, mucho que ver con estas explosiones donde se pierde cualquier límite, donde nadie le dice a nadie que pare", dice Ivy Cángaro, madre de Camilo, de 17 años, quien justamente se mudó a esa ciudad en parte para escapar de la violencia porteña.
Según los especialistas, en cada gesto adolescente hay un mensaje cifrado. Algo así como un código secreto en donde suele viajar un pedido vestido de paliza, de borrachera, de tajos en la piel, de coma etílico. Alcanza con hablar con los médicos de cualquier guardia para saber que los casos se repiten y ya han dejado, por eso mismo, de ser "noticia". Pero si las "previas" arrancan en las casas, sin que ningún adulto venga a incordiar con preguntas, ¿a qué tanto asombro? Si en uno de los colegios más prestigiosos de Buenos Aires se organizan "fiestas de la pepa" -pepa es como se le llama a las pastillas psicotrópicas- y hasta se las promociona mediante grupos de Facebook, ¿de qué nos sorprendemos? Los chicos -carne de cañón de los asaltos, de "la jarra loca", de las mil y una formas de la soledad- salen en taparrabos a un mundo que pincha. Y nadie (ni los adultos ni el Estado) está ahí para acercarles herramientas ni para oficiar de escudo. Van, como las chicas de la Costanera, solas y haciendo eses en plena madrugada. Demasiado grandes para ser chicos. Demasiado chicos para ser grandes.

Ser libres cada 25 de mayo...



El 25 de mayo, está íntimamente relacionado con las luchas por la libertad, por la independencia, por los derechos de los hombres y mujeres de este continente.
A partir de las invasiones inglesas en, 1806 y 1807, los criollos habían aprendido que España no tenía el poder suficiente para dominar y proteger sus colonias. Por otra parte habían comenzado a formar regimientos armados para evitar el avance invasor.
Otro hecho sustantivo, fue la avanzada de Napoleón sobre el Reino de España y la consecuente prisión de Fernando VII.
En 1809, la acción revolucionaria americana se inicia en Chuquisaca (ayer Alto Perú, hoy Bolivia) con el llamado “Primer Grito Libertario de América”. Es cierto que previo hubo muchos gritos, en particular de los pueblos originarios como la rebelión de Tupac Amarú. Sin embargo la revuelta liderada por Juan Antonio Álvarez de Arenales ha sabido nutrirse de esas luchas previas y alcanzar el fuego revolucionario con la expulsión del presidente de la Real Audiencia, el español Ramón García Pizarro.
Un año después, 1810, el calor del fuego iniciado en Chuquisaca prendió en la cuenca del Río de la Plata, en el puerto de Santa María de los Buenos Ayres. Los revolucionarios, agrupados en el cabildo de esta ciudad, protagonizan lo que se llama la “Revolución de Mayo”. Los patriotas levantan la bandera de la unidad americana ante el dominio extranjero. Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli y tantos otros son las voces revolucionarias que 204 años después aún resuenan.
Un pueblo que se une y se organiza puede conseguir lo que quiere...


Como los patriotas de aquel 25 de Mayo,  conocedores de la realidad y de las problemáticas sociales... ¿No será éste un buen momento para que, imitando a los forjadores de nuestra Patria, tomemos la posta y comencemos a luchar por lo que consideramos justo?

Y retomando las palabras de Mariano Moreno “...El pueblo no debe contentarse con que seamos justos, sino que debe tratar de que lo seamos ferozmente. Por que defender lo de todos es defender lo nuestro...”


En nuestras manos se encuentra la posibilidad de seguir haciendo de esta ciudad y de este país, un lugar con acervo histórico y cultural.
Nuestro deseo, que el trabajo, la salud, la educación y la justicia sean un derecho y una realidad para todos.

Sólo el esfuerzo en conjunto permitirá construir el país que todos merecemos en donde todos los ciudadano  puedan sentir en sus vidas el amplio sentido de la dignidad.




El complejo de Edipo de acuerdo con Freud



El complejo de Edipo: A los cinco años, de acuerdo con Freud, la búsqueda de satisfacción, sobre todo, sobre el progenitor de sexo contrario, pero también de acuerdo con las características de la sexualidad, con el progenitor del mismo sexo, superado por la hostilidad hacia este y hacia otros rivales, determina la aparición del complejo de Edipo

El niño en esta época busca contactos corporales o caricias, se masturba o elabora fantasías de hacer lo que los mayores, o de intervenir en la concepción o en el nacimiento de un niño. Aumentan, sublimado, el interés por otras personas, su curiosidad intelectual, sus tendencias a la acción, por ejemplo, la de separar a los padres monopolizando el objeto de amor, y aparecen, cuando el complejo de Edipo se ha establecido, temores en forma de pavores o de miedo a animales u objetos, la enuresis o arranques de cólera. 

El complejo de Edipo llega un momento que entra en estado de liquidación. En el varón, la hostilidad hacia el padre rival y el interés sexual por la madre por un lado, conjuntamente con el amor hacia el padre, producen penalidades y hacen que el niño espere ser castigado con la castración. Es el momento en que surge y se establece el complejo de castración, fuente muy importante de fantasías de castigo que, también, no satisfechas, pueden provocar síntomas neuróticos. En plena etapa de liquidación del complejo de Edipo, el niño se identifica con el padre, cuya imagen incorpora. La agresividad contra el rival se vuelve contra sí. Se establece o se promueve la existencia del superyó. Trata de ser como el padre cuya imagen ha incorporado. Las tendencias del complejo de Edipo se subliman. Existe una pérdida de interés por el falo, por falta de madurez o por falta de comprensión de su significado.


Respecto a las fantasías el castigo, y como ejemplo de ello podemos mencionar los casos de enfermos orgánicos que se quejan con exceso utilizando su dolor real para aplacar la culpabilidad inconsciente o el de ciertos neuróticos de la vida civil que se sienten mejor ante los rigores o las disciplinas de la vida militar.

En el caso de la niña, hay similitudes pero hay también diferencias. En lo que respecta a la sexualidad infantil femenina, hay también fantasías inconscientes bisexuales y ambivalentes; hay fenómenos de desplazamiento y de sublimación; se recorren las mismas etapas oral y anal; hay un placer de la succión del seno materno y hay un amor inicial hacia la madre, exactamente igual que en el varón, pero en determinado momento la niña descubre la carencia del falo como el que tiene el varón. El clítoris en realidad es pequeño. Imagina que ha sido mutilada, lo que explica después en la vida adulta el horror, por mecanismo de sublimación, a las hemorragias o a las heridas aun mínimas. Atribuye su mutilación a la madre, y resuelve su situación de ambivalencia sexual eligiendo al padre como objeto de amor por envidia o por deseo del pene que no posee.

Después de estos procesos, surge en ambos sexos un período de latencia, en que los intereses sexuales se adormecen y se produce el desengaño de las experiencias sexuales que determina una fase de autoerotismo y luego fenómenos de masturbación. En la pubertad, vuelven a aparecer los intereses del sexo, la búsqueda de un objeto de satisfacción y, previa una fijación fugaz en los padres nuevamente, liquidada por el tabú del incesto, resulta: en el hombre, el mantenimiento del interés fálico y en la mujer el dejar de considerar el clítoris como un órgano de placer al advertir que también la vagina lo es, el adquirir conocimiento de su función femenina, el renunciamiento al clítoris y la conformidad con su papel pasivo, salvo en el caso de una fuerte existencia de “la envidia del pene” y el surgimiento de un resentimiento por el hecho de ser mujer. 



En el curso de toda esta evolución pueden producirse los fenómenos de la fijación y de la regresión. Un motivo traumático cualquiera puede fijar la libido en cualquier etapa y cualquier frustración en etapas siguientes hacer que la libido sufra una regresión, hasta reposar en el punto de fijación que sería la etapa fálica para ciertas manifestaciones histéricas o la etapa anal para los obsesivo.