¿Cuántas leyendas griegas son ciertas?


La cultura y las legendas de la antigua Grecia han dejado un extenso y destacado legado en el lenguaje moderno de la educación, la política, la filosofía, el arte y la ciencia

Foto: BBC
La cultura y las legendas de la antigua Grecia han dejado un extenso y destacado legado en el lenguaje moderno de la educación, la política, la filosofía, el arte y la ciencia.
Referencias clásicas continúan apareciendo aunque hagan referencias a sucesos que ocurrieron -o no- hace miles de años.
¿Pero cuál es el origen de algunas de estas ideas?

1. ¿EXISTIÓ UN CABALLO DE TROYA?

La historia del Caballo de Troya es mencionada por primera vez en la Odisea de Homero, una canción épica compuesta a mediados del siglo VIII antes de Cristo, que describe lo ocurrido después de la guerra de Troya, que supuestamente tuvo lugar 500 años antes.
El caballo de Troya. Foto: BBC
Luego de sitiar Troya (la actual Hisarlik en Turquía) durante 10 años sin derrotarla, el ejército griego que acampaba fuera de la ciudad simula abandonar el lugar para regresar a casa, pero antes de irse dejan un inmenso caballo de madera como ofrenda para la diosa Atenea.
Los troyanos, triunfantes, llevan el caballo al interior de la ciudad y cuando la noche cae, guerreros griegos escondidos en su interior salen de la estructura y destruyen Troya.
Evidencia arqueológica indica que Troya fue, sin dudarlo, incendiada; pero el caballo de madera es una fábula muy creativa, quizás inspirada en que las máquinas para sitiar ciudades en la antigüedad eran cubiertas con cuero de caballo mojado para evitar que se prendieran en llamas cuando les cayeran flechas con fuego.

2. HOMERO ES UNO DE LOS GRANDES POETAS DE LAS LEYENDAS GRIEGAS PERO, ¿REALMENTE EXISTIÓ?

No solo es el Caballo de Troya una colorida historia de ficción; la existencia de Homero en sí ha sido puesta en duda.
Generalmente se asume que los grandes relatos épicos que se le atribuyen, la Ilíada y la Odisea, fueron compuestos oralmente, sin la ayuda de la escritura, en algún momento del siglo VIII antes de Cristo, producto de una tradición de juglares que se practicaba desde hacía siglos.
Mientras los antiguos no tenían duda de que Homero había sido un bardo real que compuso esos poemas monumentales, nada se sabe con certeza acerca de él.
Todo lo que sabemos es que, aunque los poemas pudieron haber sido compuestos sin recurrir a la escritura y transmitidos oralmente, en algún momento fueron llevados al papel, porque es así como sobrevivieron.

3. ¿HUBO UN SOLO INVENTOR DEL ALFABETO?

La época a la que se le atribuye la redacción de los poemas épicos de Homero está conectada con las primeras evidencias de la existencia de un alfabeto griego.
Los griegos eran conscientes de que su alfabeto (luego adoptado por los romanos y convertido en el alfabeto occidental) se había originado del alfabeto fenicio, una nación cercana a ellos, en el oriente del Mar Mediterráneo, cuya secuencia comenzaba con las letras "aleph" y "bet".
El hecho de que la adaptación de la creación fenicia fue uniforme en el territorio griego sugiere que hubo una sola persona a cargo del proceso, en lugar de muchos.
La tradición griega llama a esta persona Palamedes, que puede significar también "hombre inteligente de edad avanzada".
También se atribuye a Palamedes el haber inventado la moneda, los juegos de mesa y las cuentas.
Las letras del alfabeto griego se diferenciaron visualmente de sus antecesores fenicios, y se atribuye la forma de las letras griegas al matemático Pitágoras, que vivió en el siglo VI antes de Cristo.

4. ¿INVENTÓ PITÁGORAS EL TEOREMA DE PITÁGORAS O COPIÓ EL TRABAJO DE OTRO?

Existen dudas de si Pitágoras (570-495 AC) fue un matemático en el sentido moderno.
Los alumnos de escuela todavía aprenden "su" teorema sobre el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, pero los babilonios conocían esta ecuación siglos antes de los griegos, y no existe evidencia de que Pitágoras lo haya descubierto o probado.
De hecho, aunque ciertas investigaciones genuinamente matemáticas fueron desarrolladas por seguidores de Pitágoras, la evidencia sugiere que él fue un místico que creía que los números eran la base de todo.
Él entendió, por ejemplo, que un intervalo musical perfecto podría ser expresado con simples indicadores.

5. ¿QUÉ HIZO QUE LOS GRIEGOS INVENTARAN EL DINERO? ¿SU COMERCIO O SU "PSIQUIS"?

Podría ser obvio para nosotros que hayan sido imperativos económicos los que llevaron a la invención del dinero.
Pero los seres humanos comerciaron por cientos de años sin una moneda, y tampoco está probado que la primera economía monetarizada en el mundo haya surgido en la Antigua Grecia para facilitar esas transacciones.
El estudioso de la época clásica, Richard Seaford, ha argumentado que la invención del dinero emergió de las profundidades de la psiquis griega.
Está vinculado a las nociones de intercambio recíproco y el sentido de la obligación que caracterizó a sus sociedades, y refleja además las distinciones filosóficas entre el valor real y el valor intrínseco.
Es, por último, un instrumento político, ya que el Estado debe actuar como garantía del valor monetario.
Los instrumentos y las instituciones financieras -monedas, contratos, bancos, créditos y deudas- habían sido desarrollados en muchas ciudades griegas para el siglo V antes de Cristo, siendo Atenas la principal en esta área.
Pero un estado griego mantuvo un fuerte rechazo a la idea del dinero y se resistió a su utilización: Esparta.

6. ¿CUÁN ESPARTANOS ERAN LOS ESPARTANOS?

El legendario abogado espartano Licurgo decretó que los espartanos sólo podían usar hierro como moneda de cambio, haciendo todo tan engorroso, que incluso una suma menor tenía que ser transportada por una yunta de bueyes.
Esta historia puede ser parte de la idealización de los antiguos espartanos como una sociedad guerrera dedicada solo a la educación militar.
Pero aunque la clásica Esparta no acuñaba sus propias monedas, sí utilizaba plata extranjera y algunos de sus líderes fueron notorios por cobrar sobornos.
Sin embargo, puede ser que hayan sido aprobadas leyes para evitar que los espartanos importaran lujos de otros lugares que amenazaran su conocida resistencia.
Cuando el general y playboy ateniense Alcibíades desertó a Esparta durante la guerra entre estas dos ciudades, a fines del siglo V antes de Cristo, adoptó una dieta magra, duras rutinas de entrenamiento, ropa ordinaria y expresiones lacónicas.
No obstante, eventualmente su carácter apasionado lo terminó llevando a la cama de la esposa del rey espartano, Timaea, dejándola embarazada.
Al final, Alcibíades regresó a su ciudad de origen, de la que había huído ocho años antes para evitar cargos de sacrilegio, entre ellos, haberse burlado de los misterios sagrados de Atenas.

7. ¿CUÁLES ERAN LOS SECRETOS DE LOS MISTERIOSOS CULTOS GRIEGOS?

Si se los cuento, tengo que matarlos.
Los secretos estaban fieramente guardados y severas penas se aplicaban a quien los divulgara o a aquel, como Alcibíades, que los profanara.
Los iniciados debían pasar por ritos de preparación que podían incluir trasvestismo, objetos secretos (quizás falos) y contraseñas.
El objetivo era brindar a los devotos un vistazo de lo que había "del otro lado", así podían regresar a sus vidas bendecidos con el conocimiento de que al morir podrían asegurar la supervivencia de su alma en el Mundo Subterráneo.
En excavaciones se han encontrado tumbas que contenían contraseñas e instrucciones escritas en delgadas láminas de oro como ayuda memoria para los devotos fallecidos.
El principal culto misterioso griego era el de Demeter, diosa de la agricultura, y Dionisio (también conocido como Baco), dios del vino, la alegría y el teatro.

8. ¿QUIÉN FUE EL PRIMERO QUE SE INSPIRÓ EN UNA CRISIS PARA HACER UN DRAMA? ¿CÓMO NACIÓ EL TEATRO?

En el siglo V antes de Cristo, el teatro estaba unido íntimamente al culto de Dionisio, en cuyo teatro -en la cuesta sur de la Acrópolis- se representaban dramas y comedias en un festival anual.
Pero el origen del teatro es un tema muy discutido.
Una tradición habla del actor Tespis parado en un carro e interpretando un drama por primera vez allá por el año 532 antes de Cristo; otra dice que el drama comenzó con coros rituales que gradualmente introdujeron partes para actores.
Aristóteles (384-322 AC) pensaba que los coros en las tragedias eran originalmente canciones rituales entonadas y danzadas en honor a Dionisio, y que las comedias habían nacido de actuaciones procaces que involucraban modelos de falos.
Como una divinidad asociada con cambios de roles y apariciones, Diniosio parece ser la elección ideal de un dios para haber dado origen al teatro.
Pero desde la primera tragedia, "Persas" de Esquilo en 472 antes de Cristo, pocas obras tienen alguna relación con este dios.
La comedia estuvo básicamente dedicada a burlarse de los contemporáneos, incluyendo Sócrates (la sátira más famosa contra este filósofo fue "Nubes" de Aristófanes).

9. ¿QUÉ HIZO QUE SÓCRATES PENSARA QUE PODRÍA SER UN FILÓSOFO?

Sócrates (469-399 AC) pudo haber tenido su cabeza en las nubes y fue retratado en la comedia de Aristófanes como alguien que podía elaborar ideas científicamente absurdas ("¿Cómo mido el salto de una pulga?") con otras socialmente subversivas ("Puedo enseñarle a cualquiera a ganar una discusión, incluso si está equivocado").
Esa imagen no coincide con las principales fuentes biográficas sobre Sócrates, sus pupilos Platón y Xenofón. Ambos lo tratan con gran respeto y lo consideran un guía moral, pero no cuentan mucho de cómo empezó el filósofo.
En realidad, la primera descripción que tenemos de Sócrates, en sus 30s, es de un hombre de acción.
Sirvió en una campaña militar en el norte de Grecia en el 432 A.C. y durante una brutal batalla le salvó la vida a su amado y joven amigo Alcibíades.
Después no volvió a dejar Atenas y pasó su tiempo tratando de que sus compatriotas examinaran su propia vida y sus pensamientos.
Podemos especular con que Sócrates coqueteó con las ciencias y la política en su juventud, hasta que una experiencia de vida o muerte en el campo de batalla lo transformó en un devoto buscador de la sabiduría y la verdad.
Como no escribió nada, las enseñanzas de Sócrates como filósofo nos vienen de los diálogos escritos por su pupilo Platón. Platón tuvo también su pupilo, Aristóteles, que fue tutor de Alejandro, príncipe de Macedonia.

10. ¿FUE ALEJANDRO REALMENTE MAGNO?

Alejandro (356-323 AC) se convirtió en uno de los más grandes generales que el mundo ha visto.
Según fuentes antiguas, sin embargo, su apariencia física no era muy atractiva. Bajo de estatura y fornido, era un gran bebedor de complexión ruda, voz rasposa y un temperamento impulsivo que en una ocasión lo llevó a matar a su compañero de batallas Clito en un ataque de ira.
A medida que pasaron los años, Alejandro se volvió más paranoico y megalómano.
Sin embargo, en 10 breves años, desde sus 20s, forjó un imperio que se extendió desde Egipto hasta India. Nunca derrotado en batalla, utilizó máquinas de guerra innovadoras y tan efectivas como el imaginario Caballo de Troya.
Su éxito militar fue casi milagroso y en los ojos del mundo antiguo, no ajeno a las guerras y las conquistas, se ganó el título de "Magno".

A propósito de Gaza, por Eric Hobsbawm

El historiador marxista Eric Hobsbawn publicó este artículo sobre el conflicto entre Israel y Gaza en el año 2009.
A 5 años de su publicación y a dos años de la muerte de su autor, las palabras del británico de origen judío siguen más vigentes que nunca ante la nueva ofensiva israelí, que ha dejado ya ás de 800 muertos y 5.000 heridos.
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“Durante tres semanas la barbarie ha sido mostrada ante un público universal, que ha observado, juzgado y, con pocas excepciones, rechazado el uso del terror militar por parte Israel contra un millón y medio de habitantes bloqueados desde 2006 en la Franja de Gaza. Nunca antes las justificaciones oficiales de la invasión han quedado tan claramente refutadas como ahora, con la combinación de cámaras y aritmética; ni el lenguaje de las “objetivos militares” con las imágenes ensangrentadas de niños y la quema de escuelas. Trece muertos de un lado, 1.360 de otro: no es difícil establecer dónde está la víctima. No hay mucho más que decir acerca de la terrible operación de Israel en Gaza.
Excepto para aquellos de nosotros que somos judíos. En una larga e insegura historia como pueblo en la diáspora, nuestra reacción natural a los actos públicos ha incluido inevitablemente la pregunta: “¿Es bueno o malo para los judíos?” En este caso, la respuesta es inequívoca: “Malo para los judíos”.
Es claramente malo para los cinco millones y medio de judíos que viven en Israel y los territorios ocupados desde 1967, cuya seguridad se ve amenazada por las acciones militares israelíes que sus gobiernos adopten en Gaza y en Líbano, acciones que demuestran su incapacidad para lograr sus objetivos declarados y que perpetuan e intensifican el aislamiento de Israel en un Oriente Medio hostil. Desde el genocidio o la expulsión masiva de palestinos de lo que queda de su tierra natal no ha habido otro programa práctico que la destrucción del Estado de Israel, y sólo una coexistencia negociada en igualdad de condiciones entre los dos grupos puede proporcionar un futuro estable. Cada nueva aventura militar, como las de Gaza y el Líbano, hará que esa solución más difícil y fortalecerá al ala derecha israelí y a los colonos de Cisjordania, que encabezan el rechazo a la solución negociada.
Al igual que la guerra del Líbano en 2006, Gaza ha oscurecido las perspectivas de futuro para Israel. También ha oscurecido las perspectivas de los nueve millones de judíos que viven en la diáspora. Permítanme que no me ande con rodeos: la crítica de Israel no implica antisemitismo, pero las acciones del gobierno de Israel causan vergüenza entre los judíos y, sobre todo, dan pie al acutal antisemitismo. Desde 1945, los judíos, dentro y fuera de Israel, se han beneficiado enormemente de la mala conciencia de un mundo occidental, que se había negado a la inmigración judía en la década de 1930, unos años antes de que se permitiera o no se opusiera al genocidio. ¿Cuánta de esa mala conciencia, que prácticamente eliminó el antisemitismo en Occidente durante sesenta años y produjo una época dorada para su diáspora, queda en la izquierda hoy?
La acción de Israel en Gaza no es la de un pueblo que es una víctima de la historia, ni siquiera es el “pequeño valiente” Israel de la mitología de 1948-67, con un David derrotando a todos los Goliaths de su entorno. Israel está perdiendo la buena voluntad tan rápidamente como los EE.UU. de George W. Bush, y por razones similares: la ceguera nacionalista y la megalomanía del poder militar. Lo que es bueno para Israel y lo que es bueno para los judíos como pueblo son cosas que están evidentemente vinculadas, pero mientras no haya una respuesta a la cuestión de Palestina no son y no pueden ser idénticas. Y es esencial para judíos que se diga.”
Eric Hobsbwan

Gaza: el genocidio y sus (sin)razones


(Por Atilio A. Boron)

En medio del espanto y del baño de sangre que inunda Gaza se oye una voz, metálica, glacial. Pronuncia un soliloquio similar al que en su obra Enrique VI William Shakespeare puso en boca de Ricardo, un ser deforme, monstruoso, pero aguijoneado por una ambición ilimitada y orgulloso de su villanía: “Soy el espíritu del estado de Israel. Sí, agredo, destruyo y asesino a mansalva: a niños, ancianos, mujeres, hombres. Porque en Gaza todos son terroristas, más allá de sus apariencias. Uno de los jerarcas de la dictadura genocida en la Argentina, el General Ibérico Saint Jean, dijo que ‘Primero vamos a matar a todos los subversivos, después a sus colaboradores; después a los indiferentes y por último a los tímidos’. Nosotros invertimos esa secuencia y comenzamos por la población civil, gente cuyo crimen es vivir en Gaza. En el proceso caerán centenares de inocentes, gente que simplemente trataba de sobrevivir en ese encierro nauseabundo; luego iremos por los tímidos, los indiferentes y después de este brutal y aleccionador escarmiento llegaremos a los colaboradores y los terroristas. Sé muy bien que el rudimentario y escaso armamento de Hamas apenas puede ocasionarnos un rasguño, como lo demuestran las luctuosas estadísticas de nuestros periódicos ataques a las poblaciones palestinas. Sus amenazas de destruir al estado de Israel son bravuconadas sin sentido porque no tienen la menor capacidad de llevarlas a la práctica. Pero nos son de enorme utilidad en la guerra psicológica y en la propaganda: nos sirven para aterrorizar a nuestra propia población y así obtener su consentimiento para el genocidio y nuestra política de ocupación militar de los territorios palestinos. Y también sirven para que Estados Unidos y los países europeos, embarcados en la ‘lucha contra el terrorismo’ nos faciliten todo tipo de armamentos y nos amparen políticamente.

En Gaza no me enfrento a ningún ejército, porque no le hemos permitido que lo tenga. Yo, en cambio, tengo uno de los mejores del mundo, pertrechado con la más sofisticada tecnología bélica que me proporcionan mis protectores: Washington y las viejas potencias coloniales europeas, y la que he podido desarrollar, gracias a ellos, dentro de Israel. Tampoco tienen los palestinos una aviación para vigilar su espacio aéreo, y una flota que custodie su mar y sus playas. Mis drones y helicópteros sobrevuelan Gaza sin temor y disparan sus misiles sin preocuparse por el fuego enemigo, porque no hay fuego enemigo. Hemos perfeccionado, con las nuevas tecnologías bélicas, lo que hizo Hitler en Guernica. Soy amo y señor de vidas y haciendas. Hago lo que quiero: puedo bombardear casas, escuelas, hospitales, lo que se me antoje. Mis poderosos amigos (y, seamos honestos, cómplices de todos mis crímenes) convalidarán cualquier atrocidad que decida perpetrar. Ya lo hicieron antes, en innumerables ocasiones y no sólo con nosotros: lo harán conmigo cuantas veces sea necesario. Su mala conciencia me ayuda: callaron desvergonzadamente durante la Shoá, el sistemático genocidio perpetrado contra los judíos por Hitler ante la vista y paciencia de todo el mundo, desde el Papa Pío XII hasta Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill. Callarán también ante el genocidio que metódicamente y en etapas estoy realizando en Gaza, porque matar palestinos a mansalva es eso, genocidio. Como lo hacía Hitler cuando alguien de su tropa de ocupación era hecho prisionero o matado por los maquís de la resistencia francesa o los partisanos italianos: juntaban a diez o quince personas al azar, que tuvieran la desgracia de pasar por el lugar, y las ametrallaban en el acto, como escarmiento y como didáctica advertencia para que sus vecinos no cooperasen con los patriotas. Nosotros ni siquiera esperamos que maten a uno de los nuestros para hacer lo mismo, y lo hacemos de modo más cobarde. Al menos los nazis veían los rostros de las víctimas cuyas vidas cegarían en un segundo; nosotros no, porque disparamos misiles desde aviones o navíos, o proyectiles desde nuestros tanques. Nos intranquiliza recordar que tanta crueldad, tanto horror, fue en vano. Seis millones de judíos sacrificados en los hornos crematorios y millones más que cayeron por toda Europa no fueron suficientes para evitar la derrota de Hitler. ¿Será diferente esta vez, será que ahora nuestro horror nos abrirá el camino a la victoria.

Eufórica por ver tanta sangre árabe derramada una de mis diputadas se fue de boca, y dijo lo que pienso: que hay que matar a las madres palestinas porque engendran serpientes terroristas. Desgraciadamente no todos en Israel piensan así; hay algunos judíos, románticos incurables, que creen que podemos convivir con los árabes y que la paz no sólo es posible sino necesaria. Nos dicen que eso fue lo que hicimos por siglos. No entienden al mundo de hoy, mortalmente amenazado por el terrorismo islámico, y se dejan llevar por la nostalgia de una época definitivamente superada. No son pocos en Israel los que caen en este equívoco y nos preocupa que sus números estén creciendo. Pero desde el gobierno trabajamos activamente para contrarrestar esa sensiblería pacifista y, para colmo, laica. ¡Laica, en un estado en el que para ser ciudadano se debe ser judío (y tenemos cerca de un 20 % de árabes, que han vivido por siglos en la región y no son ciudadanos) y dónde no existe el matrimonio civil, sólo el religioso! Para combatir estas actitudes contamos con los grandes medios de comunicación (de Israel y los de afuera) y nuestras escuelas le enseñan a nuestros niños a odiar a nuestros indeseables vecinos, una raza despreciable. Para involucrarlos en nuestro esfuerzo militar los invitamos a que escriban mensajes de muerte en los misiles que, poco después, lanzaremos contra ese gentío amontonado en Gaza. Otros niños serán los que caerán muertos por esos misiles amorosamente dedicados por los nuestros. No ignoro que con mis acciones arrojo un asqueroso escupitajo a la gran tradición humanista del pueblo judío, que arranca con los profetas bíblicos, sigue con Moisés, Abraham, Jesucristo y pasa por Avicena, Maimónides, Baruch Spinoza, Sigmund Freud, Albert Einstein, Martin Buber hasta llegar a Erich Fromm, Claude Levy-Strauss, Hannah Arendt y Noam Chomsky. O con extraordinarios judíos que enriquecieron el acervo cultural de la Argentina como León Rozitchner, Juan Gelman, Alberto Szpunberg y Daniel Barenboim, entre tantos otros que sería muy largo nombrar aquí. Pero ese romanticismo ya no cuenta. Dejamos de ser un pueblo perseguido y oprimido; ahora somos opresores y perseguidores.


Duras palabras y frases se utilizan para calificar lo que estamos haciendo. Criminal cobardía, delito de lesa humanidad, por agredir con armas mortíferas a una población indefensa, día y noche, hora tras hora. Pero, ¿no merece acaso la misma calificación lo que hizo Estados Unidos al arrojar sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki? Y quién se lo reprocha? ¿Terrorismo de Estado? Mejor digamos realpolitik, porque ¿desde cuándo a mis amigos y protectores de Occidente les ha preocupado el Terrorismo de Estado o las violaciones a los Derechos Humanos que cometen ellos mismos, un aliado, o un peón? Apoyaron por décadas a cuantos déspotas y tiranos poblaron esta tierra, siempre que fueran funcionales a sus intereses: a Saddam Hussein, al Sha de Persia, a Mubarak, a Alí, a Mobutu, a Osama Bin Laden, y, en Latinoamérica, a Videla, Pinochet, Geisel, Garrastazú, Stroessner, “Papá Doc” Duvallier, antes a Somoza, Trujillo, Batista y tantísimos más. Asesinaron a centenares de líderes políticos antiimperialistas, y Obama lo sigue haciendo hoy, donde todos los martes decide quién de la lista de enemigos de Estados Unidos que le proporciona la NSA debe ser eliminado con un cohetazo disparado desde un dron o mediante una operación de comandos. ¿Por qué habrían de escandalizarse ante lo que está ocurriendo en Gaza? Además me necesitan como gendarme regional y base de operaciones militares y de espionaje en una región del mundo con tanto petróleo como Medio Oriente, y saben que para cumplir con esa misión no sólo no deben maniatarme sino que es preciso contar con su inquebrantable respaldo, lo que hasta ahora jamás me ha sido negado. Sé también que estoy violando la legalidad internacional, que estoy desobedeciendo la resolución Nº 242, de Noviembre de 1967, del Consejo de Seguridad de la ONU, que por unanimidad me exige retirarme de los territorios ocupados durante la Guerra de los Seis Días de 1967. Incumplí esa resolución durante casi medio siglo, sin tener que enfrentar sanciones de ningún tipo como las que arbitrariamente se le imponen a otros, o las que aplican a Cuba, a Venezuela, a Irán y, antes, a Irak después de la primera guerra del Golfo. ¿Razones de tanta tolerancia? Mis lobbistas en Estados Unidos son poderosísimos y tienen a la Casa Blanca, al Congreso y a la Justicia en un puño. Según Norman Finkelstein (un mal judío, enemigo del estado de Israel) la ‘industria del holocausto’ goza de tal eficacia extorsiva que impide percibir que quienes ahora estamos produciendo un nuevo holocausto somos nosotros, los hijos y nietos de aquellos que lo padecieron bajo los nazis. Por eso pese a que las víctimas mortales en Gaza ya superan los 500 palestinos (contra 25 soldados de nuestro ejército, uno de los cuales fue muerto por error por nuestras propias fuerzas, según informara este lunes 22 de Julio a medio día el New York Times) el presidente Obama hizo un estúpido llamado a evitar que israelíes y palestinos quedasen atrapados en el ‘fuego cruzado’ de este enfrentamiento. ¡Pobre de él si hubiera dicho que aquí no hay ‘fuego cruzado’ ni enfrentamiento alguno sino una masacre indiscriminada de palestinos, una horrible ‘limpieza étnica’ practicada contra una población indefensa! ¡Nuestro lobby lo crucificaría en cuestión de horas! Ahora que nuestras tropas entraron en Gaza tendremos que sufrir algunas bajas, pero la desproporción seguirá siendo enorme.


Claro, no puedo evitar que me califiquen técnicamente como un “estado canalla”, porque así se denominan los que no acatan las resoluciones de la ONU y persisten en cometer crímenes de lesa humanidad. Pero como Estados Unidos y el Reino Unido son violadores seriales de las resoluciones de la ONU, y por lo tanto ‘estados canallas’ también ellos, sus gobiernos han sido invariablemente solidarios con Israel. Más allá de la turbación que por momentos puedan ocasionar estas reflexiones necesitamos completar la tarea iniciada en 1948 y apoderarnos de la totalidad de los territorios palestinos: los iremos desplazando periódicamente, aterrorizándolos, empujándolos fuera de sus tierras ancestrales, convirtiéndolos en eternos ocupantes de infectos campos de refugiados en Jordania, en Siria, en Irak, en Egipto, donde sea. Y si se resisten los aniquilaremos. Podemos hacer eso por nuestra apabullante fuerza militar, el apoyo político de Occidente y la degradación y putrefacción de los corruptos y reaccionarios gobiernos del mundo árabe, que como era previsible (y así nos lo habían asegurado nuestros amigos en Washington y Londres) no les importa en lo más mínimo la suerte de los palestinos. A tal extremo llega nuestra barbarie que inclusive un amigo nuestro, Mario Vargas Llosa, se escandalizó cuando en 2005 visitó Gaza y nos sorprendió con unas críticas de insólita ferocidad. Llegó a decir, por ejemplo, que ‘me pregunto si algún país en el mundo hubiera podido progresar y modernizarse en las condiciones atroces de existencia de la gente de Gaza. Nadie me lo ha contado, no soy víctima de ningún prejuicio contra Israel, un país que siempre defendí … Yo lo he visto con mis propios ojos. Y me he sentido asqueado y sublevado por la miseria atroz, indescriptible, en que languidecen, sin trabajo, sin futuro, sin espacio vital, en las cuevas estrechas e inmundas de los campos de refugiados o en esas ciudades atestadas y cubiertas por las basuras, donde se pasean las ratas a la vista y paciencia de los transeúntes, esas familias palestinas condenadas sólo a vegetar, a esperar que la muerte venga a poner fin a esa existencia sin esperanza, de absoluta inhumanidad, que es la suya. Son esos pobres infelices, niños y viejos y jóvenes, privados ya de todo lo que hace humana la vida, condenados a una agonía tan injusta y tan larval como la de los judíos en los guetos de la Europa nazi, los que ahora están siendo masacrados por los cazas y los tanques de Israel, sin que ello sirva para acercar un milímetro la ansiada paz. Por el contrario, los cadáveres y ríos de sangre de estos días sólo servirán para alejarla y levantar nuevos obstáculos y sembrar más resentimiento y rabia en el camino de la negociación.’ [1]


Pero nada de lo que diga Vargas Llosa, y tantos otros, nos hará mella: somos el pueblo elegido por Dios (aunque los ilusos estadounidenses también creen en eso), una raza superior y los árabes son una pestilencia que debe ser removida de la faz de la tierra. Por eso construimos ese gigantesco muro en Cisjordania, peor aún del que erigieran en Berlín y que fuera apropiadamente caracterizado como el ‘muro de la infamia’. Nuestros lobbies han sido muy eficaces en invisibilizar esta monstruosidad y nadie habla de nuestro ‘muro de la infamia’. Reconozco que nuestra traición a los ideales del judaísmo nos inquieta. No era esto lo que querían los padres fundadores. Nos hemos convertido en una máquina de usurpación y despojo colonial que ya no guarda ninguna relación con nuestra venerable tradición cultural. Algunos dicen que Israel es al judaísmo como Hitler lo era al cristianismo. Por eso es que a veces nuestro sueño se perturba y las muertes y sufrimientos que hemos causado durante tantos años –y que para ser sinceros, comenzaron mucho antes de que naciera Hamas- nos acosan como el fantasma de Hamlet. Pero retrocedemos horrorizados ante la posibilidad de una paz que no queremos porque perderíamos los territorios arrebatados durante tantos años, envalentonaríamos a la turbamulta árabe que nos rodea y le haríamos perder miles de millones de dólares a nuestros amigos del complejo militar-industrial estadounidense, que es el verdadero poder en ese país, y a sus socios israelíes que también lucran con este estado de hostilidades permanentes. Por eso seguiremos en esta guerra hasta el final, aun a riesgo de que esta actitud pueda desencadenar un cataclismo universal. El horror padecido bajo el nazismo justifica todo lo que estamos haciendo.”
[1] Mario Vargas Llosa, “Morir en Gaza”, El País (Madrid), 11 Enero 2009, en:http://elpais.com/diario/2009/01/11/opinion/1231628411_850215.html


Del modelo Auschwitz al modelo Gaza

Raúl Zibechi



En poco menos de una semana Israel desencadenó sobre la Franja de Gaza una lluvia de bombas que han matado ya a más de 200 personas, 80 por ciento de ellas civiles y una quinta parte niños.
 
La excusa para los ataques son los misilazos que del otro lado lanzan los milicianos de Hamas sobre Israel, que acaban de causar la primera víctima mortal en Israel. Pero la disparidad no es sólo en cuanto a víctimas: Gaza es un menguado territorio de poco más de 350 quilómetros cuadrados que vive bajo el acoso sistemático de la potencia militar de la zona. Cada tanto, sobre su millón y medio de habitantes caen las bombas, según una repetida lógica de larga data, ante la indiferencia de las potencias occidentales, que por menos de eso ya estarían preparando una “intervención militar humanitaria” para frenar al agresor. Al final de la Segunda Guerra Mundial, señala el filósofo español Santiago Alba Rico, se produjeron en Europa varios acontecimientos que marcaron la historia posterior. El primero, dice, es que durante los procesos de Nuremberg se registra el rechazo del abominable “modelo Auschwitz”, signado por “la deshumanización y exterminio horizontal del otro”; pero antes la principal potencia vencedora, Estados Unidos, había impuesto “la legalización de facto de los bombardeos aéreos” sobre población civil.
 
El “modelo Hiroshima” se vuelve entonces aceptable y “la deshumanización y exterminio vertical del otro se asume como rutinaria o como no penalizable” (1).  El bombardeo a Dresde, semanas antes de la rendición de Alemania, en marzo de 1945, en el que las fuerzas aéreas estadounidense y británica provocaron la muerte de entre 25 y 35 mil personas, es considerado por Donald Bloxham, editor del Journal of Holocaust Education, como un “crimen de guerra”. Apenas derrotados los nazis, Francia bombardeaba Argelia y Siria, provocando masacres sin que los capitostes del nuevo orden mundial emitieran la menor protesta.
 
Los bombardeos aéreos desde entonces han sido cosa común, incluyendo el horror de Vietnam. “Ahora mismo los drones estadounidenses bombardean Pakistán o Yemen, los aviones de Bashar al Assad a su propio pueblo y los F-16 de Israel a los palestinos de Gaza. Todos esos bombardeos nos impresionan tanto como una tormenta de verano y, desde luego, mucho menos que una cuchillada en el metro”, remata Alba Rico.
 
Si de Gaza se trata, los ataques aéreos contra ese territorio palestino tienen una larga historia, con su secuela de miles de muertos, entre ellos cientos de niños, que representan entre el 25 y el 30 por ciento de las víctimas.
 
El periodista y analista británico Robert Fisk, especialista en los conflictos de Oriente Medio, reproduce en una columna que publicó esta semana en el diario The Independent de Londres un diálogo a propósito de los bombardeos de 2008 que mataron a más de 1.400 palestinos: “‘¿Y si Dublín fuera atacada con cohetes?’, preguntó entonces el embajador israelí. Pero en la década de 1970 la ciudad británica de Crossmaglen, en Irlanda del Norte, fue atacada con cohetes por la república de Irlanda, y sin embargo la Real Fuerza Aérea no bombardeó Dublín en venganza ni mató mujeres y niños irlandeses”.
 
El periodista israelí Gideon Levy insiste en que para Israel no se trata de combatir el terrorismo sino de matar árabes: “Desde la primera guerra del Líbano, hace más de 30 años, matar a los árabes se convirtió en el principal medio de la estrategia israelí. El ejército israelí ya no pelea contra otros ejércitos, el objetivo principal es la población civil” (Haaretz, domingo 13). Prueba de ello es la utilización de armas prohibidas en los bombardeos. “Doctores y personal médico han encontrado en los cuerpos de fallecidos o heridos restos de armas de destrucción masiva ilegales para el derecho internacional”, aseguran médicos desde el hospital Shifa, de Gaza. El cardiólogo noruego Erik Fosse, que lleva años trabajando en la Franja, dijo a la prensa que Israel estaría empleando armas que provocan cáncer. “Los médicos apuntan que podría tratarse de los denominados explosivos de metal inerte denso (dime, por su sigla en inglés), un arma de tipo experimental cuyo radio de acción es relativamente pequeño, pero cuya explosión resulta extremadamente potente” (Russia Today, lunes 13).
 
En contra de lo que asegura la propaganda israelí, los bombardeos no son una respuesta a los ataques de Hamas sino un cálculo político para bloquear cambios en la región, una obsesión del establishment de ese país: impedir la reconciliación entre Hamas y Fatah y evitar la toma de distancia de la Unión Europea respecto de Estados Unidos. Para cumplir sus objetivos políticos, los dirigentes israelíes no dudan en perpetrar masacres cada vez que lo consideran oportuno. Al hacerlo revelan un estilo “claramente fascista”, apunta el israelí Uri Avnery. Avnery es una de las personalidades israelíes más destacadas. A sus 90 años no pronuncia la palabra “fascista” a la ligera, menos aun tratándose de un judío. Repasando una realidad que le duele, llega al fondo del problema: al revés de lo que debería ser, su país es “un ejército dotado de Estado”, dice.
 
Nota
 
1.     (1) Alba Rico no lo menciona, pero antes de la Segunda Guerra Mundial –probablemente como ensayo para el futuro–, durante la guerra civil española, la aviación nazi había lanzado operaciones de “exterminio vertical” de población civil en zonas resistentes del País Vasco, como en Guernica.
 
Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es colaborador de ALAI. 

Compañeros Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola

El 4 de julio de 1976 fueron hallados en La Cueva de los Leones, maniatados, con signos evidentes de torturas y acribillados a balazos, los cuerpos de los compañeros Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola. El 30 de junio, habían sido secuestrados en sus hogares, frente a sus familias, consumándose así uno de los actos más atroces que tuvo como matriz ideológica el nefasto accionar de la familia Massot y su principal arma de exterminio: el diario La Nueva Provincia.
Heinrich y Loyola, obreros gráficos del diario y dirigentes del Sindicato de Artes Gráficas formaron parte de una generación que luchó por reconquistar derechos arrebatados a los trabajadores. Su militancia gremial se vio reflejada en el trabajo cotidiano desarrollado en los talleres de la empresa monopólica donde el reconocimiento de sus compañeros y el enfrentamiento a las medidas patronales preocupaban al clan Massot.


Por los derechos 


Miguel Ángel Loyola y Enrique Heinrich eran trabajadores del diario La Nueva Provincia. Trabajaban como estereotipista y maquinista en el diario La Nueva Provincia.
Ambos estaban en la conducción del gremio de Artes Gráficas y defendían los derechos de los trabajadores a mejores condiciones laborales. Habían conseguido muchos derechos denegados durante años a los trabajadores de esa empresa.

Fueron secuestrados de sus casas entre la noche del 30 de junio y la madrugada del 1 de julio de 1976.

Enrique Heinrich tenía 31 años, esposa y cinco hijos. El mayor, de 9 años. 

Miguel Ángel Loyola tenía 28 años, esposa y una hija en camino.

Fueron secuestrados en sus domicilios frente a testigos. Ninguno de los dos apareció con vida.
En la Cueva de los Leones los encontraron el día 4 de julio, sus cuerpos estaban con signos de tortura y con más de 50 tiros.



Miguel Ángel Loyola y Enrique Heinrich fueron quienes durante largos años encararon las acciones para que los trabajadores de La Nueva Provincia llegaran a gozar de derechos que desde la patronal se les eran negados. Una lucha ardua que llevaron a cabo en épocas previas al golpe de estado con tantos otros compañeros del sindicato como es el caso de Jorge Molina que durante todos estos años, después de los asesinatos, se ocupó de que sus nombres y luchas no se perdieran en el olvido. Prueba y ejemplo de esto son las dos calles que en Millamapu llevan sus nombres.






Homenaje a Manuel Belgrano

Recordando a un gran héroe argentino


Paseos, momentos en familia o con amigos, comidas ricas y descanso. Todas estas opciones caben en un feriado como el de hoy. Pero también está bueno tener presente qué estamos celebrando. Y qué mejor manera de conmemorar el Día de la Bandera que recordar la vida de su creador. 


Hoy un día especial
SU CREACIÓN. El El 27 de febrero de 1812 enarboló a orillas del Paraná la bandera argentina



Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Su padre, don Domingo Belgrano, fue un comerciante rico. "Como le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época", escribió el prócer en su autobiografía. De chico estudio en el Real Colegio de San Carlos, en Buenos Aires. 

Junto con su hermano Francisco viajó a Europa para completar sus estudios. Se recibió como bachiller en leyes y de abogado en 1789. Pero lo que realmente lo sedujo fueron las ideas políticas a las que accedió lejos de la aislada BuenosAires. "En los primeros momentos en que tuve la suerte de encontrar hombres amantes al bien público que me manifestaron sus útiles ideas, se apoderó de mí el deseo de propender cuanto pudiese al provecho general, y adquirir renombre con mis trabajos (...) dirigiéndolos a favor de la patria", escribió al recordar aquellos años. 

Volvió a Buenos Aires en 1794 con el cargo de secretario perpetuo del Consulado de Comercio de Buenos Aires. Pero el hombre que se había preparado para las leyes, se empezó a acercar al mundo de la guerra. 

Participó de la defensa de la ciudad durante las Invasiones Inglesas y, tras ejercer el cargo de vocal en la Primera Junta de Gobierno en 1810, fue nombrado jefe del Ejército Libertador del Paraguay. Hacia allí marchó. 

Cuando el Triunvirato se enteró de la existencia de la bandera le exigió que la eliminara. Pero Belgrano no lo escuchó y la hizo bendecir en Jujuy el 25 de mayo de 1812. En una carta cargada de indignación, le respondió al gobierno centralista de Buenos Aires que había hecho izar el estandarte para exigir "que estas provincias se cuenten como una de las naciones libres del globo".

El 23 de agosto de 1812 fue el último que salió de Jujuy: el pueblo enteró había desmantelado y abandonado la ciudad para seguir a las tropas hasta Tucumán. El objetivo del éxodo fue impedir que los realistas que llegaban desde el norte pudieran abastecerse. 

El 27 de febrero de 1812 enarboló a orillas del Paraná la bandera argentina, que él había creado ¿Por qué la hizo celeste y blanca? Hay varias teorías. La más extendida es la que sostiene que se inspiró en el cielo. Pero no es la única: es posible que haya tomado los colores del manto de la Inmaculada Concepción de María, de la cual era devoto. Otra posibilidad es que haya optado por ellos porque eran los colores que distinguían a la dinastía borbónica (que también se había inspirado en el manto de la Virgen). 

Belgrano no había nacido con vocación militar, pero la vida lo consagró como uno de los mejores. La batalla que les ganó a los realistas en Tucumán fue fundamental para la causa de la revolución: fue el primer triunfo en el norte y frenó la avanzada realista. Al mando de sus soldados y de patriotas tucumanos y jujeños enfrentó a los españoles en el Campo de las Carreras (en la zona en la que actualmente está la plaza Belgrano, en Barrio Sur). 


belgrano
SU MUERTE. "¡Ay, patria mía!", dijo antes de despedirse. 


Como la batalla se había producido el 24 de septiembre, día de la Virgen de La Merced, la procesión había sido postergada. En la jornada fijada para la celebración los fieles marcharon detrás de la imagen de María hasta el lugar en el que se había producido el combate. Allí, Belgrano se acercó a la Virgen y colocó en sus manos el bastón de mando que él llevaba. "La conmoción fue entonces universal: hay ciertas sensaciones que perderían mucho queriéndolas describir", recordó el general José María Paz -que fue testigo del hecho- en sus memorias. 

Belgrano murió a las 7 de la mañana del 20 de junio de 1820. Fue amortajado con un hábito dominico, como lo había pedido, y fue sepultado en el templo de Santo Domingo. Sólo un diario hizo mención a su fallecimiento. 

Había pasado los últimos días en la casa que había sido de sus padres y sumido en la pobreza. Al dictar su testamento, le encargó a su hermano sacerdote que velara por las escuelas que había fundado y que supervisara el pago de sus deudas, un tema que lo mortificó hasta el último día. De tan pobre que estaba le terminó pagando a su médico con un reloj. 

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patria



Cuadro
En todo el territorio nacional, la bandera celeste y blanca señala la pertenencia al suelo argentino. Desde chicos, asociamos un conjunto de colores dispuestos de determinada manera con la idea de nación, y sabemos que existe una bandera en particular que nos convoca e identifica.


En la Argentina existen cerca de cincuenta mil escuelas. Algunas son muy distintas entre sí: hay escuelas en las grandes ciudades y en medio del campo, en la selva y en el desierto; algunas reúnen miles de alumnos, mientras que en otras una decena de chicos de distintas edades estudia en la misma aula; muchas dan vacaciones a sus alumnos en verano y otras cierran sus puertas en invierno, durante la temporada de nieve. Más allá de estas diferencias, en todas las escuelas del país, los chicos izan y arrían todos los días la misma bandera.




  • Una larga historia

Más de una vez habrás escuchado en la escuela, en tu casa o de boca de algún adulto que conozcas, que Manuel Belgrano creó la bandera argentina inspirado en los colores del cielo. Sin embargo, esto no fue tan sencillo como parece. La variedad de banderas enarboladas en este territorio desde la llegada de los españoles hasta 1852 refleja las dificultades del proceso de constituir una nación y representarla por medio de un símbolo.

Bandera
Bandera blanca y celeste enarbolada por Belgrano el 27 de febrero de 1812 en las barrancas del río Paraná, en Rosario.Hasta ese momento, el único distintivo que llevaban los soldados patriotas para diferenciarse del ejército realista era una escarapela con los colores celeste y blanco. Manuel Belgrano -que estaba en Rosario con la misión de preparar a la tropa para defender los pasos del río Paraná de cualquier ataque realista- pensó que una buena manera de entusiasmar a los soldados era contar con una bandera propia que tuviera los colores de la escarapela. Así surgió la idea de mandar a coser una.
Hay muchas versiones acerca del origen de los colores de la bandera y la escarapela. Celeste y blanca era la cinta que usaba el rey de España cruzándole el pecho, los mismos colores tenían el escudo de la ciudad de Buenos Aires y las cintas repartidas el 25 de mayo. Después de la Revolución de Mayo, toda persona que quería demostrar que estaba a favor de la revolución se colocaba cintas celestes y blancas en algún lugar visible: las damas en el cabello, en los bordes de los rebozos, o en los abanicos; los hombres se las colocaban en los sombreros o en las solapas de los sacos.
Cuando la nueva bandera flameó frente al Paraná, Belgrano dijo a los soldados: "Esta será la divisa con que marcharán al combate los defensores de la patria".

También le comunicó al gobierno de Buenos Aires la decisión que había tomado. En una carta expresa: "[...] siendo preciso enarbolar bandera, y no teniendo la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela, espero que sea de la aprobación de V. E.".
Pero como todavía no se había declarado por escrito la independencia, el gobierno consideró poco prudente la actitud de Belgrano. En una circular fechada el 3 de marzo de 1812, le respondieron: "Ha dispuesto el Triunvirato que Vuestra Señoría, Manuel Belgrano, sujete sus acciones a las decisiones de este gobierno y haga pasar por un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste, que la oculte disimuladamente y la reemplace con la que se le envía, que es la roja y amarilla que hasta ahora se usa en la Fortaleza, [...], y procure en adelante no anticiparse a las decisiones del gobierno en materia de tanta importancia".

Bandera
Bandera aprobada por el Congreso de Tucumán en 1816. Una de las tareas que tuvo el Congreso de Tucumán después de declarar la independencia fue acordar cuál sería la insignia que reemplazaría a la bandera española. Así decía el decreto expedido por el Congreso el 25 de julio de 1816: "Las Provincias Unidas, después de la declaración solemne de su independencia, tomarán como peculiar distintivo la bandera celeste y blanca".
Bandera
Bandera de color azul y blanco, adoptada en Buenos Aires en 1818 por el director supremo Juan Martín de Pueyrredón. Las franjas de los extremos son de un azul más intenso que el celeste original. Esta modificación se debe a una consulta realizada a expertos en heráldica, la disciplina que se ocupa de estudiar los colores que deben llevar las banderas y los escudos. Los expertos rechazaron el celeste y determinaron que el color correspondiente debía ser un azul más oscuro.
Bandera
Bandera de color azul y blanco, adoptada en Buenos Aires en 1818 por el director supremo Juan Martín de Pueyrredón. Al igual que la que usamos actualmente, llevaba como distintivo militar un sol en el centro. Las franjas de los extremos son de un azul más intenso que el celeste original. Esta modificación se debe a una consulta realizada a expertos en heráldica, la disciplina que se ocupa de estudiar los colores que deben llevar las banderas y los escudos. Los expertos rechazaron el celeste y determinaron que el color correspondiente debía ser un azul más oscuro.



Bandera
Bandera usada en Buenos Aires durante los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, desde 1829 hasta 1832 y desde 1835 hasta 1852. El color rojo era el símbolo federal.
Bandera
Bandera usada en Buenos Aires durante los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, desde 1829 hasta 1832 y desde 1835 hasta 1852. El color rojo era el símbolo federal.


Bandera
Bandera que se volvió a colocar en el fuerte de Buenos Aires en 1852, una vez que el gobierno de Rosas cayó como consecuencia de la batalla de Caseros. Durante la secesión de Buenos Aires (1852-1861), los dos gobiernos -el de la Confederación y el de Buenos Aires- utilizaron la misma bandera.
Cuadro
Enarbolamiento de la primera bandera argentina por el general Manuel Belgrano, 27 de febrero de 1812. Reproducción de un cuadro (reconstrucción histórica). Archivo General de la Nación, Departamento de documentos fotográficos, República Argentina.

De puño y letra



Empiezo a escribir sobre mi vida con el objeto de que esto sea útil a mis paisanos... y también con el de ponerme a cubierto de la maledicencia, porque el único premio a que aspiro por todos mis trabajos es conservar el buen nombre que desde mis tiernos años logré en Europa.Como muchos intelectuales de su época, Manuel Belgrano dedicaba gran parte de su tiempo a la lectura y a la escritura. Leyendo estos escritos podrás conocer sus pensamientos y opiniones.

Nací en Buenos Aires. Mi padre, don Domingo Belgrano, provenía de Italia, y mi madre, doña María Josefa González Casero, era natural de Buenos Aires.
Mi padre era comerciante. Durante el tiempo del monopolio adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época. Por lo tanto, me envió a España para seguir la carrera de Leyes.
Confieso que tuve mi mejor aplicación en el estudio de los idiomas, la economía política y el derecho público.
Allí conocí hombres ilustres y comencé a dirigir mis intereses a favor de la patria...

Adaptado de Manuel Belgrano, Autobiografía y otras páginas, Serie del siglo y medio, Buenos Aires, Eudeba, 1966.

Resulta fundamental crear escuelas gratuitas. A través de ellas se les podría inspirar a los hombres el amor al trabajo, pues en un pueblo donde éste no reine decae el comercio y toma su lugar la miseria.

Igualmente se deben fundar escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñará la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etcétera, y principalmente a inspirarles el amor al trabajo para separarlas de la ociosidad.
Adaptado de Manuel Belgrano, Autobiografía y otras páginas, op. cit.



Reglamento para los pueblos de Misiones:

Todos los naturales son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode.
Los declaro iguales a los españoles que nacimos en el suelo de América. Los habilito para todos los empleos civiles, políticos, militares y eclesiásticos.
Adaptado de Manuel Belgrano, Reglamento para los naturales de Misiones, campamento de Tacuarí, 30 de diciembre de 1810.



Todo depende y resulta del cultivo de las tierras. Sin él no hay materias primeras para las artes, la industria y el comercio...


Adaptado de Manuel Belgrano, Autobiografía y otras páginas, op. cit.



¡La bandera!... ¡Hay que esconder la bandera!

Era el mes de abril de 1815. Habíamos llegado a casa después de asistir al acto en la Plaza Mayor, donde se había cambiado la bandera española por la celeste y blanca.


Mientras que se acomodaba el rebozo, Clementina dejó deslizar un comentario acerca de la bandera que despertó mi curiosidad...


-Parece ser que la primera bandera que mandó a hacer don Manuel no era como la que tenemos ahora...
-¿Ah, no? ¿Y cómo era, Clementina?
-Asegún cuenta el Ñato Paredes, era toda blanca con una franja celeste en el medio...
-¿Y él cómo sabe esas cosas?
-¡Uhhh! Él sabe...; ¡lo siguió a Belgrano a todas las campañas! Lo que pasa es que al Ñato nadie le cree, porque siempre tiene olor a vino. Pero yo lo conozco de antes. Cuando me cuenta alguna historia...¡lo miro fiiijo a lo' ojo!, y ahicito nomá' ya me doy cuenta si me va a decir la verdá' o me va a hacer el cuento. Entonce' me pongo seria y le digo: "Negro Paredes, ¡no le irás a mentir a una de tu raza!" Si baja la mirada es porque se trata de una picardía... Y esto de los colores de la primera bandera me lo contó él, y le juro, niña, que no mentía.

Las cosas, según el Ñato, sucedieron así...-Parece ser que la primera bandera que mandó a hacer don Manuel no era como la que tenemos ahora...
-¿Ah, no? ¿Y cómo era, Clementina?
-Asegún cuenta el Ñato Paredes, era toda blanca con una franja celeste en el medio...
-¿Y él cómo sabe esas cosas?
-¡Uhhh! Él sabe...; ¡lo siguió a Belgrano a todas las campañas! Lo que pasa es que al Ñato nadie le cree, porque siempre tiene olor a vino. Pero yo lo conozco de antes. Cuando me cuenta alguna historia...¡lo miro fiiijo a lo' ojo!, y ahicito nomá' ya me doy cuenta si me va a decir la verdá' o me va a hacer el cuento. Entonce' me pongo seria y le digo: "Negro Paredes, ¡no le irás a mentir a una de tu raza!" Si baja la mirada es porque se trata de una picardía... Y esto de los colores de la primera bandera me lo contó él, y le juro, niña, que no mentía.

Era febrero del año '12. Andaba Belgrano con el ejército, allá por la villa de Rosario, custodiando el río Paraná, pa' que no pasaran los godos...
La tropa estaba de capa caída. Y no era pa' menos; sus compañeros, en el Alto Perú, habían sido derrota'os por los españoles. Quedaba abierto el camino pa' que los ejércitos realistas entraran a Salta, después a Tucumán y de ahí, por qué no, a la misma Buenos Aires.
¡La Revolución estaba en peligro! ¡Todos sabían que allá en el norte los españoles eran fuertes!
¿Qué se podía hacer pa' entusiasmarlos un poco?
Y, mientras pensaba, don Manuel se dio cuenta que ni siquiera tenían una bandera.
"¡Eso, una bandera, una bandera que sea nuestra!", gritó. Y sin perder tiempo, la mandó a coser blanca y celeste.
-¿Y por qué eligió esos colores, Clementina?
-Y..., eran colores que usaban los que estaban a favor de la Revolución. Poquito a poco se fueron haciendo populares... Un día una cintita en la solapa, otro día un moñito en el pelo de las niñas, después escarapelas pa' que los soldados se pusieran en los gorros... Y así hasta que le fuimos tomando cariño a esos colores.
Bueno, como le decía, mandó a coser la bandera y también escribió una carta al gobierno de Buenos Aires, contándole, orgulloso, lo que había hecho.
¡No quiera saber cómo se pusieron cuando se enteraron! ¡Se les pararon los pelos de punta!
"¡Pero qué barbaridad, pero cómo se le ocurre, pero qué es esto de enarbolar una bandera sin consultar!", vociferaban.
"¡Estas cosas hay que discutirlas bien primero!", decía otro.
"¡Urgente!", gritó uno, "¡un correo al Rosario avisándole a Belgrano que guarde esa bandera!"
Pero quiso el destino que el general no se enterara. ¡Bueh!, el destino o un caballo medio lento. La cosa fue que cuando el mensaje llegó, don Manuel jhacía raaato! que se había marchao pa' hacerse cargo del ejército del Norte..., contento con la bandera.
En mayo del año '12 andaba por Jujuy. Se acercaba el aniversario de la Revolución. Pa' festejarlo, tuvo la idea de reunir a toda la tropa en la plaza y saludar con unos cañonazos a la nueva bandera de la Patria.
Volvió a informar al gobierno.
"Pero... ¡otra vez! ¡Pero qué desorden! ¡Pero qué desobediencia!", decían en Buenos Aires.
Y vueeelta el correo, ahora pa' Jujuy, con la orden de guardar esa bandera. Y esta vez Belgrano se enteró. Apenao, fue a ver a su amigo, Juan de Dios Aranivar, que era un cura de aquellos pagos, pa' ver si le daba algún consuelo...
Después de un rato de conversaciones, le entregó las banderas al padre Juan y se marchó otra vez al campamento.
El cura esperó que se hiciera bien de noche. Aprovechó la intensa lluvia y se lanzó por la callecita pa' ir al establo a buscar un caballo.
Cargó las alforjas con algunas herramientas...Un buen martillo, unos clavos, algunos fierros con punta y..., ¡a todo galope por el camino!
Debajo de la sotana, atadas con una cinta, iban las dos banderas camino a su escondite...
¿Qué se tenía entre manos el padre Juan?
Se dirigía a Titiri, un pueblecito cercano, pues ya tenía un plan en su cabeza pa' esconder esas banderas.
Habrá llegado a Titiri pasada la medianoche. ¡No había un alma por las calles! Ató el caballo a un poste y enfiló por el caminito. ¿Adónde iba el padre Juan? Su destino era la capilla del pueblo...
Empujó con fuerza la gruesa puerta de madera... y entró sigilosamente. Todo estaba oscuro y en silencio. Sólo de vez en cuando el terrible rugido de un trueno estremecía la noche.
El padre Juan recorrió a tientas la capilla para asegurarse de que no había nadie. Prendió una vela y fijó sus ojos en cada uno de los muebles y adornos que había en el lugar... De pronto, su mirada se detuvo en unos cuadros de santa Teresa.
Eran lo suficientemente grandes, y los marcos parecían resistentes. Despacito, despacito, comenzó a sacar las herramientas.
Mientras tanto, en la calle, unos soldados hacían la ronda nocturna como todos los días. Venían charlando de temas militares cuando, al pasar por la puerta de la capilla, oyeron ruidos extraños.
Miraron por una de las ventanitas, pero la oscuridad de la noche y la fuerte lluvia no les dejó ver nada.
Desde adentro, unos golpes parecidos a martillazos seguían sonando.
Apuraron el paso y fueron hasta la puerta. La empujaron y se abrió. En ese mismo momento, un rayo de esos que pocas veces se ven iluminó enterita la capilla.
Uno de los soldados creyó ver un bulto que se movía. "¡Alto! ¡Quién vivel", gritó. Nadie contestó.
Vuelta a gritar, esta vez mucho más fuerte: "¡Alto! ¡Quién vive!" Pero nada...
De pronto, una ráfaga cerró con fuerza la puerta de la capilla.
Los soldados dieron la voz de alarma y enseguidita vino una patrulla. Prendieron todas las velas, revisaron todito' lo' rincones, pero no encontraron nada de nada.
Mientras tanto, a lo lejos, el caballo del padre Juan galopaba a toda velocidá' pa' alejarse de Titiri...
-Pero, ¿y las banderas? ¿Dónde escondió las banderas, tiíta?
-Eso no lo sabe nadie, mi niña. Hasta el día de hoy las primeras banderas de la Patria y sus colores siguen siendo un misterio...




Diana González

En: Zelmanovich, P. y otras, Efemérides, entre el mito y la historia, Buenos Aires, Paidós, 1994.