No es sólo plata

 El conflicto por Ganancias revela otras raíces y riesgos para la institucionalidad.

Por Sergio Berensztein



La naturaleza de un conflicto político determina buena parte de su potencial solución. O, en su defecto, de que se profundice el problema. Es más, algunos conflictos permanecen en el tiempo, se convierten en cuestiones de larga duración; puede incluso que no se solucionen nunca. Los menos complejos de todos son los conflictos por cuestiones materiales: es posible, por lo general, encontrar un camino intermedio, partir las diferencias, ponerse de alguna manera de acuerdo. Sobre todo, si se pueden acomodar los costos de ese compromiso a lo largo del tiempo. Hay otros conflictos muchísimo más complicados. Por ejemplo, los que apuntan a las reglas del juego de una sociedad, de una empresa, de una familia, de cualquier relación (incluso, de pareja). Se trata de definir qué cosas se pueden hacer y cuáles no, con qué procedimientos se van a decidir potenciales discusiones, cómo se distribuirán cargas o responsabilidades a lo largo de un período determinado. La definición de reglas constituye un aspecto fundamental de la vida en sociedad. Aquellos grupos que son capaces de definir un conjunto de mecanismos fundamentales para resolver controversias, que pueden acordar reglas del juego clara y estables, tendrán mayores chances de éxito tanto en el plano colectivo como en el individual. En efecto, si esas reglas se respetan y asientan a lo largo del tiempo, permitirán acotar el rango de incertidumbre frente a eventos futuros: todos los actores sabrán que tarde o temprano se aplicarán procedimientos por todos conocidos, con resultados más o menos calculables con antelación.

Finalmente, hay otra clase de conflictos que son muy difíciles de resolver, a menos que se logre conformar una cultura de la aceptación de las diferencias, de valoración de la diversidad, de respeto por las minorías y absoluta protección por los derechos individuales. Las diferencias religiosas, culturales, identitarias y territoriales, entre otras, forman parte de esta última clase de conflictos. Por ejemplo, dos concepciones religiosas antagónicas pueden derivar en enfrentamientos muy violentos (católicos versus protestantes, chiitas versus sunitas, politeísmo versus monoteísmo, etc.). El nacionalismo y las culturas regionales también forman parte de estos fenómenos: un catalán fanático no quiere hablar ni escuchar el castellano. Me pasó alguna vez que tuve la oportunidad de charlar con Pep Guardiola: un placer hablar con él del fútbol y de la vida, apreciar su sensibilidad y su sofisticación para comprender el juego más lindo jamás inventado. En algún punto cometí el error de preguntarle si le gustaría dirigir la selección española. Le cambió el rostro, enfureció la mirada, perdió la objetividad. Se convirtió automáticamente en un guerrillero verbal absolutamente fanatizado. Su identidad catalana le impedía recuperar al ¿verdadero? caballero con el cual venía conversando. En definitiva, los conflictos simbólicos o intangibles son mucho más difíciles de resolver que los otros, los materiales y los que involucran reglas del juego.



¿A qué categoría corresponde el conflicto que parece haberse radicalizado en torno al impuesto a las ganancias? En principio, parece una cuestión de orden material. Y lo es, sin duda: estamos discutiendo de plata. Alícuotas, escalas, nuevas formas de financiar el costo fiscal de las modificaciones al actual régimen, etc. Si esto fuera todo el problema, esta semana deberíamos esperar que los actores políticos y sociales involucrados en las negociaciones llegaran a algún tipo de resolución. El problema es que nuestro sistema político es disfuncional y que se convirtió en una maquinaria fabulosa de destrucción de valor, esperanzas y oportunidades. Y que, al menos hasta ahora, la agenda de transformación institucional desplegada por el Gobierno ha sido, digamos, demasiado tímida, efímera y sin resultado alguno. Tan sólo una discusión superficial sobre el sistema de votación (la mal llamada reforma política, limitada luego solamente al plano electoral, que terminó en una discusión bizantina e insólita respecto de la mera inclusión de un chip en la boleta).

Argentina viene de siete décadas de una decadencia impactante; desde comienzos de siglo, un sistema político frágil e inestable se volvió aún más raquítico y demasiado proclive a los excesos del personalismo caudillista que siempre había predominado en la cultura política criolla. Los últimos doce años experimentamos una regresión al populismo autoritario, con ataques a la libertad de expresión y una experiencia de intervencionismo estatizante que demostró ser muy compleja de remover. Ese sistema político impotente y disfuncional sigue intacto y estas semanas lo hemos visto enredarse en un conjunto de errores autoinfligidos que afectaron a todos sus protagonistas y que, como consecuencia, volvieron una cuestión teóricamente solucionable en un rompecabezas donde ni siquiera están consensuados los costos fiscales de las propuestas en pugna. 



Que quede claro: no es una cuestión de nombres, de personas. Si no modificamos de plano la naturaleza del sistema político (las reglas o mecanismos para resolver conflictos), vamos a persistir en la senda de la decadencia secular en la que está entrampada la Argentina. Cambiemos se propuso ante el electorado como una eventual solución a este recorrido frustrante y pernicioso. Si se siguen ignorando las cuestiones de fondo y sólo se apunta a resolver cuestiones de emergencia, Macri y su gobierno terminarán, más temprano que tarde, alimentando el problema que prometieron reparar.

Sobre todo, porque además de ser un conflicto material y de reglas, esta discusión se convirtió también en una puja simbólica por el poder, por el control de la agenda, por quién tiene el “argumento” más grande. Parecen chicos, con pulsiones por “madrugar” al otro, mostrarle quién es más vivo, quién se sale con la suya, quién paga el costo político y reputacional más elevado. Pierden todos, perdemos todos. Recodémoslo: cuando alcancen algún acuerdo, Argentina seguirá siendo un país estancado, empobrecido e injusto, con un aparato estatal tan enorme como inútil, una carga fiscal tan asfixiante como imposible de financiar. Y con una clase política que, como tal, una vez más, está demostrando estar a la deriva, desenfocada, sin capacidad de consensuar objetivos estratégicos de corto, mediano y largo plazo.

Estamos aún a tiempo de enderezar el rumbo, de comprender que la crisis argentina es demasiado profunda como para tentarse con la dinámica perversa de las peleas personales, con la atracción fatal de la competencia electoral, con el protagonismo individual en medio de la descoordinación colectiva y el egoísmo destructivo, defensivo y soez del sálvense quien pueda. 



Vivir en una burbuja: mundos a medida en la aldea global



Ilustración: Pablo Harymbat

Ilustración: Pablo Harymbat.

En las redes y fuera de ellas, las personas se rodean cada vez más de quienes se les parecen; la promesa global de un planeta conectado y diverso contrasta con la realidad de experiencias cada vez más homogéneas, segregación y desigualdad

Por Natalí Schejtman


Uno de los sketchs del programa Saturday Night Live después de la victoria de Trump presenta una utopía: un lugar apartado de Estados Unidos, donde viven los progresistas que aman las librerías de usados, los bares hipsters y pagan con dólares que tienen la cara de Bernie Sanders. Esta especie de emprendimiento inmobiliario/cívico se llama The Bubble (La burbuja) y acepta a "librepensadores...y a nadie más". Finalmente develan que la burbuja es Brooklyn en un domo transparente. En definitiva, no es raro encontrar ahora mismo gente en las principales ciudades costeras de los Estados Unidos que digan, aún en shock, que no conocen a nadie que haya votado a Trump. Lo mismo pasaba con los jóvenes cosmopolitas de Londres: no sabían de nadie que hubiera estado a favor del Brexit, y repetían como un mantra vergonzoso, que al día siguiente del referéndum la principal búsqueda de Google era: ¿qué es la Unión Europea?



Ya en 1972, la crítica de cine del New Yorker Pauline Kael declaró muy ligeramente que conocía solamente a un votante de Nixon y se volvió un calificativo: "Pauline Kaelism" es vivir en una burbuja. Y son varios los que la recordaron este año. Pero SNL supo leer un estado general que excede a Estados Unidos y esta elección en particular: ¿y si la utopía global en realidad está encerrada en un globo? ¿Y si sabemos poco y nada de cómo viven las personas que no son afines a nosotros?
A comienzos del año, el Wall Street Journal tomó un estudio realizado por Facebook y publicado en la revista Science para crear dos muros paralelos con noticias que simulaban ser de un usuario muy liberal y un usuario muy conservador. La divergencia entre ambos era, lógicamente, pasmosa: el usuario "muy conservador" vería noticias sobre veteranos de guerra apoyados por Trump mientras que del lado "muy liberal" habría descripciones de cómo su mandato va a acabar con el progreso.



Mucho se habló sobre los riesgos de una Internet personalizada. En Republica.com, Cass Sustein imaginó las implicancias de la idea del "Daily me" de Nicholas Negroponte: un mundo en el que cada cual seleccionara exactamente las noticias que quería leer y no hubiera nada parecido a un contenido compartido por todos. En definitiva, decía, la idea del "interés general" podría ser una idea del siglo XX que no sobreviviera al XXI. Eli Pariser publicó un libro resonante hace unos años llamado The Filter Bubble, en el que alertaba sobre cómo los filtros -explícitos e implícitos- de la web estaban generando un mundo de conocimiento sesgado. En Estados Unidos, la discusión acerca de cómo los muros de los ciudadanos podían diferir radicalmente gracias, en parte, a su algoritmo, y sesgar a los votantes y cuál era la responsabilidad de la empresa en la propagación de noticias falsas disparó la discusión sobre las burbujas informativas y sus efectos para el buen funcionamiento de la democracia. Pero según Pablo Boczkowski, profesor de la Universidad de Northwestern y codirector del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina en conjunto con la Universidad de San Andrés, la segmentación de las audiencias no es un invento de Facebook: "En realidad, la empezaron los medios tradicionales. Segmentar es una manera excelente de hacer negocio porque se construye un target y se le comunica más eficazmente. Facebook es lo mismo pero a la enésima potencia. Por otro lado, sabe que si estamos más contentos, si leemos más cosas con las que estamos de acuerdo y nos confirman lo que pensamos, los avisos hacen más efecto". Además, menciona un tema fundamental que surge del cruce entre el rol de Facebook en la democracia con la discusión sobre la desigualdad de la sociedad estadounidense: "Toda la histeria que hay con Facebook es en realidad un desplazamiento muy fuerte de cierta bronca y cierta angustia respecto de tendencias sociales que suceden hace mucho tiempo y que estas herramientas sociales ayudan a amplificar".
A su vez, los medios tradicionales también mostraron que viven en su propia burbuja, potenciada por el hecho de que el periodismo hoy sale menos a la calle. La combinación de varios factores hace que el microclima se potencie: "Antes había ciertas instituciones sociales que moderaban ese efecto que tiene rodearse de gente muy afín y parecida a uno mismo -explica Boczkowski-, que se detiene en el aspecto "on demand" de los hábitos contemporáneos: "También, había una cultura mucho menos centrada en la opción y la elección como uno de los valores principales de la vida moderna, una ecuación que une la capacidad de elegir con el empoderamiento y con la democracia".

Desiguales y desconectados




Conocemos los números escandalosos de la desigualdad. En su conocido artículo "Del 1%, por el 1%, para el 1%", el Premio Nobel Joseph Stiglitz describe un estado de situación lapidario: el 1% de los estadounidenses se lleva el 25% del ingreso del país y el 40% de la riqueza. El economista termina su artículo con una visión pragmática: "El 1% superior tiene las mejores casas, las mejores educaciones, los mejores doctores y los mejores estilos de vida, pero hay una cosa que el dinero parece no haber comprado: el entendimiento de que su destino está ligado a cómo vive el otro 99%". La frase resuena particularmente en este momento. Pero la grieta no es solamente económica, sino también de capital social y estilos de vida: en su controvertido libro Coming Apart, el sociólogo conservador Charles Murray desafía a los lectores con un testpara saber cuán grande es su burbuja, con preguntas acerca de datos, consumos y costumbres del norteamericano medio.
Los datos que afirman la reproducción de los grupos sociales son, además, constantes y variopintos. En su libro Pedigree: How elite students get elite jobs, Lauren Rivera estudió los patrones de contratación de las empresas más prestigiosas, como bancos de inversión, estudios jurídicos y consultoras, y descubrió que no solamente reclutan empleados de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, sino que además se van inclinando por los candidatos más privilegiados económicamente. Desmontando la idea de meritocracia al mostrar la asociación entre prestigio y clase social, Thomas Piketty analizó que el ingreso promedio de los padres de los estudiantes de Harvard es equivalente al del 2% más alto de la sociedad, mientras que los del prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París, al del 9%.

Ilustración: Pablo Harymbat
Ilustración: Pablo Harymbat.

El economista Anthony Atkinson suma en sus trabajos otro dato de encapsulamiento cuando dice que después de la Segunda Guerra Mundial, una vez que las mujeres ingresaron más fuertemente en el mundo del trabajo, los varones que ganaban sueldos altos tendían a casarse con mujeres que ganaban sueldos bajos, mientras que desde 1980, los hombres y las mujeres tienden a casarse con personas que ganan igual. En un artículo brillante sobre la influencia de los grupos no-educados en las elecciones de Brexit y de Trump, David Runciman ponía un ejemplo muy claro de cómo la gente ya no se mezcla: "Como dice el cliché: los jefes solían casarse con sus secretarias. Ya no, y no solamente porque hay menos secretarias. Si fuiste a la universidad, preguntate: ¿cuántos de tus amigos no fueron a la universidad? Y entre su amigos, ¿cuántos de los que fueron están casados con alguien que no?".
Si bien cada país vive el tema de la desigualdad de una forma diferente, en la Argentina la educación es un centro neurálgico de progresiva falta de diversidad. "La escuela primaria masiva, laica, gratuita, cuyos principios quedaron condensados en la ley 1420, tuvo en la base esta fuerte intencionalidad política, que fuera un espacio de homogeneización social y de encuentro", explica Sandra Ziegler, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del área de educación de Flacso. Sin embargo, este corte ha variado: "En las últimas dos décadas se ve un pasaje pronunciado de los sectores que pertenecen a los quintiles más altos -y progresivamente otros sectores también- a la educación privada. Esto genera un espacio de mayor homogeneidad en las aulas tanto de las escuelas estatales como privadas". Cabe mencionar, como dice Ziegler, que la creación de nuevas universidades en la provincia de Buenos Aires generó una ampliación en cuanto a la población que accede a la educación superior.
En una línea similar, la investigación de la doctora en Ciencias Sociales y becaria posdoctoral Conicet en el Instituto Gino Germani (UBA) Mercedes Krause aborda las narrativas de las clases medias y populares sobre su vida cotidiana y cómo se la estratificación de clase: "Lo que se ve es que las personas eligen tipos de clubes, de escuelas, de servicios de salud o de salidas de esparcimiento y en esas tipificaciones todo el tiempo opera el sentido común de dónde me ubico yo en relación a la clase social y en contraposición a quiénes. Dónde se sienten cómodos y dónde no: eligen rodearse de gente que perciben como similar a la imagen que tienen de sí mismos."
Mientras que hay un cierto consenso acerca de cómo distintas políticas desregulatorias contribuyeron a la fragmentación del espacio público, esto se combina con una elección por lo conocido. En su libro ¿Por qué preferimos la desigualdad?, François Dubet hace un razonamiento original de por qué las sociedades toleran el tándem del 1% y el 99% del que hablaba Stiglitz: "Todos los que pueden -y que no son necesariamente los más ricos- quieren desarrollar un capital social endógeno, vivir en los mismos barrios, no forzosamente para visitarse y generar una vida barrial, sino por el ambiente, la seguridad y la estética urbana, sin hablar de la sectorización escolar. Los individuos no buscan las desigualdades, pero sus elecciones las engendran". Para el autor, se trata de reconfigurar la idea de solidaridad.

Vidas paralelas

¿Cómo fomentar la empatía entre distintos sectores, si ocurren menos cruces entre ellos? El diseño urbano se vuelve una clave de la posibilidad o no de circulaciones paralelas entre sectores sociales. En el caso estadounidense, la disposición de los votantes de Trump y de Hillary Clinton estaba muy geolocalizada. En el Brexit, lo mismo.
Julián Varas, arquitecto, doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos y director de la maestría en Historia y Cultura de la Arquitectura y la Ciudad de la Universidad Torcuato Di Tella, acuerda con que esta disposición geográfica puede tener un correlato social: "Desde el punto de vista del urbanismo, el fenómeno de la globalización ha significado que las grandes metrópolis hayan comenzado a funcionar en redes cuyas interconexiones culturales y económicas pueden llegar a ser más fuertes que con los suburbios o incluso sectores dentro de la propia ciudad. Dicho de otro modo, la globalización ha traído aparejada una nueva configuración socioespacial en la que pesan más las redes de comunicaciones y las condiciones económicas y culturales que hacen posibles esas comunicaciones, que las proximidades, connacionalidades y otras condiciones territoriales, materiales, o administrativas que sirvieron para explicar el sistema internacional hasta los años 80. En ese sentido es posible que la desconexión que evidencian las redes sociales en Internet sea un reflejo de esa polaridad entre regiones altamente globalizadas y otras que lo están menos."
Varas menciona algunos procesos urbanos que son importantes para entender cómo se distribuye el electorado en Estados Unidos: el "white flight", que se dio a partir de los años 50 e implicó la huida a los suburbios de la población blanca de buen nivel económico y la ocupación del centro por parte de inmigrantes y minorías, y la gentrificación, que consiste en la vuelta de esas clases medias y altas al centro, la revalorización inmobiliaria y la consecuente expulsión de las clases populares, que ya no pueden pagar esos barrios centrales: "La gentrificación se produce en casi todas las grandes ciudades, por eso hay políticas urbanísticas que tienen como fin tratar de mitigar sus efectos negativos. Lo que está por detrás es, por un lado, un problema funcional ya que si no hay vivienda accesible, los empleos que no reciben altos ingresos dejan de atraer gente y se vuelve imposible que algunos rubros fundamentales, como policías, enfermeros, bomberos, ordenanzas, puedan vivir en la ciudad. Por otro lado, la ciudad tiende a volverse socialmente homogénea, lo cual tiene como consecuencia principal el desconocimiento acerca de la diversidad real que tiene la sociedad. Se pierde la posibilidad de expresión de la totalidad social, que a pesar de sus fricciones y conflictos, es necesaria."
La circulación y el consumo de bienes culturales también pueden ser territorios de unión. En su libro Der Klang Der Familie. Berlin, el tecno y la caída del Muro, Sven von Thülen cuenta cómo la escena de la música electrónica en Berlín funcionó como motor de reunificación de los jóvenes de la Berlín oriental y occidental una vez caído el muro. En los años 70, la música disco hizo lo propio para integrar en la pista a los negros y las minorías sexuales. En 2012, la investigadora del Instituto Gino Germani Ana Wortman lideró un equipo que armó una encuesta de consumos culturales en la ciudad de Buenos Aires, donde se vio una fuerte correlación entre frecuencia y elección del consumo cultural -cine, teatro, música- y la clase social: "Hay mucha oferta cultural gratuita que aun así no logra atraer a ciertos públicos de las clases más bajas, que tal vez sienten que no es para ellos. Obviamente ayuda que las cosas sean gratis, pero no es solamente abrir las puertas, sino también convocarlos. En los espacios culturales se observa una ratificación de la brecha. Hay muchos núcleos, muchas comunidades donde se ratifican lazos entre lo conocido, el evento cultural no es un espacio de lo desconocido", explica Wortman. Por otro lado, es interesante conocer los estudios de la teórica Marta Rosler agrupados en Culture Class, en el que, releyendo las ideas de Richard Florida en La clase creativa y otras tantas, traza relaciones complejas y actuales entre el rol de los artistas y "creativos", los circuitos comerciales y los procesos urbanos de desigualdad.
Tal vez haya que buscar en el fútbol un espacio que todavía sobrevive a la fragmentación. Pablo Alabarces, doctor en Sociología y titular del seminario de Cultura Popular en Ciencias de la Comunicación en la UBA, hace algunas salvedades: "Hay un dato que lo refutaría: hoy tenemos un fútbol donde están prohibidos los visitantes. Llamativamente. el Estado argentino ha decidido que no puede administrar la convivencia de estos grupos adentro de una cancha y tomó esta decisión. Más allá de esto, y teniendo en cuenta que no es transversal en términos de género, todavía el fútbol se mantiene como un espacio público transclasista". No sucede lo mismo en otros países. Owen Jones cuenta en su libro Chavs: la demonización de la clase trabajadora,cómo a partir de la tragedia de Hillsborough en 1989, en la que por una avalancha en un estadio de Sheffield murieron 96 personas, los precios de lo que sería la popular escalaron tanto que dejaron afuera a una parte de la población. El fútbol británico se gentrificó.
Pero en la fragmentación, no todos los sectores sociales se escuchan por igual. Y estas elecciones en Estados Unidos mostraron que la idea de mayoría silenciosa sigue estando muy vigente y que es muy difícil generalizar. O, como dice Alabarces, "que 'la gente' no existe".
Juan Germano, director de Isonomía, reconoce que los sondeos están teniendo un mayor nivel de rechazo por parte de la gente a quienes se encuesta. Con respecto a los subrepresentados de la opinión pública, menciona: "Podés tener un problema metodológico, en el sentido de que no los encuestaste, no quisieron responder, no llegaste. Además creo que en los medios hubo un voluntarismo interpretativo gigantesco, de no querer verlo, no querer que esté pasando, como si desde una supuesta superioridad del pensamiento estadounidense el voto a Trump fuera vergonzante. Una persona que no quiere ponerse a discutir se repliega en la comodidad de su metro cuadrado, frente a una sobrerepresentación mediática de los que están en contra de Trump".
En la circulación agrietada de la población, tanto online como offline, juegan varios aspectos: del imperativo moderno de una vida "on demand" a la fuerte desigualdad. Y también, la emergencia de una nueva minoría blanca de clase trabajadora, empobrecida y resentida, que resulta incómoda para ciertas elites y obliga a pensar al "otro" ya no solamente como inmigrante o constitutivo de una minoría racial. Este año instaló discusiones que, tanto como las grietas, son profundas e implican volver a pensar qué es lo que comparten los ciudadanos de un país y cómo seguir viviendo juntos



Proyectos en marcha: privatización educativa en la región



"América latina es la región en la que más ha avanzado la educación privada primaria y secundaria en las últimas tres décadas, pero la producción académica sobre las circunstancias políticas y económicas bajo las cuales esto se produjo es muy escasa en el continente", dice Mauro Moschetti, para explicar el lugar vacante que viene a cubrir la investigación en la que actualmente trabaja.
Financiada por Education International y surgida de los hallazgos de un proyecto global sobre el mismo tema, la investigación que comenzó hace unos cuatro meses en colaboración con otros colegas -Clara Fontdevila y Adrián Zancajo- apunta a "establecer una tipología de formas de privatización de la educación" en los países latinoamericanos. En la región, el 20% de los alumnos primarios y un porcentaje similar de los secundarios asisten a escuelas privadas, con países por encima y por debajo de esa media. "Se trata de entender -dice Moschetti- cómo y por qué los países de América latina han promovido la privatización de la educación de manera casi unánime a pesar de sus diferencias culturales, económicas y políticas."



Los primeros hallazgos muestran cinco trayectorias posibles hacia la privatización. "La privatización como parte de una reforma estructural del Estado (Chile), la privatización como reforma incremental (Brasil y Colombia, donde avanza con la complejidad de sus federalismos), la privatización «por default» y con escuelas privadas low-cost (Perú, República Dominicana), la privatización como resultado de alianzas público-privadas históricas (Argentina) y la privatización por vía del desastre (Haití, El Salvador, Guatemala) -describe-. En paralelo trabajamos con dos trayectorias contrapuestas: la no-privatización (Uruguay) y la desprivatización (Bolivia)", agrega.
En esas trayectorias se dibuja una primera distinción importante. "Hay países en los que la privatización se da como resultado de políticas explícitas para abrir el sector educativo a proveedores privados. Pero hay casos más «espontáneos» en los que el Estado juega un rol ambiguo", dice. Es el caso de Perú, que hasta hace 25 años tenía tasas de escolarización muy bajas en comparación con otros países de la región. "Aparecieron entonces proveedores privados de educación de bajo costo: escuelas que trabajaban con docentes sin título habilitante, en infraestructuras edilicias no apropiadas. Este sistema privado irregular aumentó la tasas de escolarización, pero bajo condiciones que el Estado no podía avalar. Entonces, se optó por hacer la vista gorda ante el fenómeno", describe Moschetti. Perú tiene una de las tasas de privatización más veloces del continente: en los últimos 15 años pasó del 20% al 50% de los alumnos en escuelas privadas. En la ciudad de Buenos Aires eso sucede desde hace 30 años.


Mauro Moschetti
Mauro Moschetti.

Nombre: Mauro Moschetti
Edad: 32 años


Perfil: magíster en Políticas Educativas (UTDT), investigador predoctoral de la Universidad Autónoma de Barcelona

Cuando Ernesto Guevara empezó a ser el Che

Myrna Torres, de 87 años, que acaba de visitar el país, conoció en Guatemala a quien en ese momento era “un joven aventurero” y luego sería el símbolo de la Revolución.




Myrna Torres, de 87 años, que acaba de visitar el país, conoció en Guatemala a quien en ese momento era “un joven aventurero” y luego sería el símbolo de la Revolución.Myrna Torres, de 87 años, que acaba de visitar el país, conoció en Guatemala a quien en ese momento era “un joven aventurero” y luego sería el símbolo de la Revolución.
El Che llegó a Guatemala el 24 de diciembre 1954  en compañía de Gualo García, un estudiante platense al que conoció en Guayaquil y que lo había convencido de viajar a Guatemala para atestiguar de primera mano la experiencia inusitada de un presidente centroamericano, Jacobo Arbenz, elegido democráticamente, que se había atrevido a incautar tierras incultas de la American Fruit Co. norteamericana, “dueña” de gran parte del comercio de frutas en Centroamérica. Guevara aprobó la propuesta y se separó  de su hasta allí compañero, Calica  Ferrer, quien siguió el camino prefijado hacia Venezuela.

Meses antes, el Che había regresado a Argentina para rendir las últimas materias de la carrera de médico, decidido a ocuparse de los enfermos de lepra. Ese había sido el motivo de su primer viaje en compañía de Alberto Granado, llevado al cine por Walter Salles en Diarios de motocicleta, cuando recorrieron varios leprosarios sudamericanos.
Ya en Guatemala, cuenta Myrna Torres, adonde llegaron luego de variadas peripecias, los dos jóvenes aventureros argentinos (eso es lo que era entonces el futuro Che) tres días después de llegados, el 27, fecha que la Torres recuerda con indisimulable emoción, concurrieron al Infop, Instituto de Fomento de la Productividad, con una carta de recomendación para su director, el licenciado Núñez Aguilar, quien había estudiado en Argentina.

Recibidos con amabilidad, fueron encargados a una economista peruana exiliada en Guatemala, Hilda Gadea, militante del Apra de Haya de la Torre, enfrentado con el siniestro dictador Odría. Gadea les hizo conocer el funcionamiento de la institución y fue presentándoles a varios de sus integrantes.

Es aquí cuando entra en escena Myrna Torres, quien acaba de pasear por Buenos Aires sus gallardos ochenta y siete años, lúcida, ágil y memoriosa. En el Infop su tarea era ocuparse de la producción del chicle, un árbol emparentado con el caucho, del que se extraía una materia gomosa que se usaba para los chewingum como los Chiclets Adams y que luego fuera reemplazado por sustancias sintéticas.

Cuando el Che la saludó con su amplia y cautivante sonrisa, la impresión de Myrna fue positiva. A ello la predisponía la simpatía por lo argentino que, según ella, era común en una Guatemala, que se deleitaba con las películas de Libertad Lamarque y de Mirtha Legrand, cuyos alumnos estudiaban en los manuales Kapelusz y leían la revista Billiken mientras sus padres escuchaban a Gardel.

Hilda Gadea, que luego sería la primera esposa del Che, y Myrna Torres fueron los ángeles protectores de ese joven inquieto y con ganas de conocer y saber que con frecuencia padecía crisis asmáticas que  le impedían asistir a las fiestas y reuniones en las que Myrna e Hilda lo presentaban a su círculo de amigas y amigos.

Milagro. Guatemala era entonces un milagro democrático en medio de crueles tiranías centroamericanas. Depuesto el temible Jorge Ubico en 1944 por la reacción popular, en Guatemala fue elegido Juan José Arévalo, un político y educador formado en la Universidad de Tucumán, quien se definía como un socialista espiritual, pero a quien la derecha no tardó en calificar de “comunista” por su interés en mejorar la condición de los humildes de su patria.
Luego sería el turno de Jacobo Arbenz, también elegido democráticamente, quien es hoy recordado como “el soldado del pueblo”. Militar que participó de la revolución de 1944, de ideas progresistas, que estimuló la educación y la cultura. No extrañó entonces que Guatemala atrajera a perseguidos y desterrados, sobre todo centroamericanos, que alimentaban apasionantes tertulias intelectuales y políticas en las que el Che participaba y abrevaba. La historia la recuerda como una época de oro, una “primavera”.

El Che se hizo habitué de la casa de Myrna pues gustaba de conversar y discutir con su padre, Edelberto Torres, un respetado intelectual nicaragüense que había buscado sosiego fuera de su patria, sojuzgada por Anastasio Somoza.
“Una noche cayeron varios cubanos escapados de la fracasada toma del cuartel del Bayamo”, cuenta Myrna y recuerda sus nombres sin vacilar:  Ñico López, Armando Arancibia,  Antonio “Bigotes” López, Mario Dalmau.
Ese asalto había sido simultáneo con el del cuartel de Moncada, dirigido personalmente por Fidel Castro, ambos fracasados. Fue ése el momento en que el Che conoció a los primeros cubanos, que lo impresionaron grandemente por su entusiasmo revolucionario y la admiración que profesaban a un tal Fidel Castro.

Con su natural efusividad, contaban anécdotas de su lucha contra el ejército de Fulgencio Batista, el dictador cubano, imitando los ruidos de la balacera. Entonces, ríe Myrna, Ernesto les decía con su habitual sarcasmo: “Cuenten otra de vaqueros porque ésa ya la conocemos”.

Quien más le llamó la atención fue Ñico López, del que se hizo muy amigo. Hoy una refinería petrolera lleva su nombre por decisión del años más tarde ministro de Economía del gobierno cubano en homenaje a su amigo muerto en el desembarco del Granma.

El relato de Myrna está festoneado de sabrosas anécdotas como la de que, apremiados por la miseria, el Che y Ñico se asociaron para aprovechar la veneración de los guatemaltecos por el Cristo de Esquipulas: le pusieron marco y lucecitas y se lanzaron a vender su imagen por calles y parques. Sin éxito porque, según bromearía Ñico, su amigo argentino era muy poco convincente. “La paradoja –relata Myrna– es que los golpistas que desalojaron a la democracia guatemalteca portaban como estandarte al Cristo de Esquipulas”.

Decisivo. Quizá lo más decisivo de esta etapa formativa para nuestro compatriota fue que en Guatemala comprobó dolorosamente la violencia de la que es capaz el capitalismo cuando sus intereses son amenazados. Aquí, el detallado relato de Myrna permite corregir  una versión largamente difundida y repetida: no fueron los “marines”  los que desembarcaron en la costa este sino una fuerza mercenaria de guatemaltecos, nicaragüenses, salvadoreños y otras naciones,  reclutados, entrenados y armados  por la CIA y apoyados por aviones norteamericanos. 

Se entiende entonces la repetición de esa estrategia exitosa en Guatemala pero que falló estruendosamente en Playa Girón. 

¿Pero cuál fue la razón para una reacción tan violenta del gobierno norteamericano? Los ojos de la Torres se encienden: se debió a que Arbenz se incautó de tierras ociosas de la United Fruit Co.  Hacía poco tiempo que Mossadegh había nacionalizado el petróleo iraní y y era claro que no había tolerancia para otro hecho similar. Los países vecinos, tiranizados por Somoza, Trujillo, Pérez Jiménez, colaboraron con la invasión.
El Decreto 900 puso en marcha una reforma agraria que favoreció a 318 mil familias, en su mayoría indígenas, es decir a medio millón de personas en una población de no más de 3 millones. La mitad de los favorecidos recibieron créditos agrícolas. Eso fue demasiado.

Puede deducirse que fue entonces cuando el futuro Che decidió que a la violencia del capitalismo sólo cabía oponerle la violencia popular. Y no es cierto que fuese violento  caracterológicamente. Por el contrario, en su infancia era un pibe coinciliador y generoso. La derrota sin combatir  de la democracia guatemalteca fue una marca indeleble en su decisión de luchar por la justicia social en Latinoamérica.  

Otro aspecto decisivo de la etapa guatemalteca es que es allí donde el Che se adoctrina de las ideas marxistas. Lo que cuenta Myrna es sorprendente: “Su maestro fue un profesor norteamericano, Harold White, ex profesor de la Universidad de Colorado, quien vivía en Guatemala. No sólo asistió a sus clases y compartió encuentros personales sino que además tradujo un libro de las ideas marxistas de White junto con la Gadea”. Seguramente fue un baño ideológico.

En ese camino de transformación de aventurero a revolucionario frecuentó la Alianza de la Juventud Democrática, rama juvenil del Partido Guatemalteco del Trabajo, como se denominaba el Partido Comunista, a quienes se unió cuando llegó el momento de defender al gobierno de Arbenz del golpe que desembocó en otra dictadura, esta vez del coronel Castillo Armas, presidente títere al servicio de los intereses norteamericanos. 
Aquí surge una objeción de Myrna a la difundida versión de que Arbenz no se animó a entregar las armas que jóvenes y obreros reclamaban para defender la democracia. Ello le fue muy cuestionado al presidente amenazado, y algunos lo tacharon de cobarde. El mismo Che, entre decepcionado e indignado, escribió: “En tren de morir, prefiero hacerlo como Sandino y no como Azaña”. El primero fue un gran revolucionario nicaragüense, quien prefirió morir luchando, y el segundo, un presidente de la República española, quien se rindió mansamente ante los franquistas. Pero según Myrna, dichas armas no existieron pues, compradas en Checoslovaquia, el barco que las traía, el Alphem, fue desviado al puerto Barrios, que la United Fruit detentaba en suelo guatemalteco, lo que hizo que nunca llegaran a destino. No hubo entonces armas para repartir.

Otra difundida falsedad que Myrna se encarga de corregir es que el Che nunca ocupó algún cargo en el gobierno de Arbenz como asesor de algún tipo. Ambos se conocieron recién años después, cuando el Che estaba en el gobierno cubano y Arbenz, en el llano.

Otra  anécdota muy interesante que revela la Torres es que el Che aprendió a usar un arma de guerra en Guatemala. Durante el golpe se le asignó una guardia nocturna y se le entregó una ametralladora. Fue un nicaragüense, y Myrna recuerda su nombre, Rodolfo Romero, quien le enseñó a usarla.
Luego vendría la represión, que no ahorró torturas ni muertos. Los cuerpos de algunos opositores fueron arrojados al océano desde aviones para hacerlos desaparecer, una estrategia que la dictadura argentina, años después, replicó y multiplicó. El padre de Myrna e Hilda fueron a prisión. El Che, como muchos opositores en peligro, se asiló en la embajada argentina, donde el embajador Torres Gispena lo destinó al garaje junto con doce comunistas militantes. Cuando un avión enviado solidariamente por Perón recogió a todos los asilados para llevarlos a la Argentina, Guevara rechazó la posibilidad y partió hacia México.

*Escritor.


Pacho O’Donnell

Mi pueblo Languidece, bajo las emisiones gaseosas.


Los pobladores de Ingeniero White, evidencian los recuerdos del 20 de agosto del 2000, como un hito que develo por completo los incidentes por un gracias a la cámara de video de Claudio Herrera; quien puedo registrar la magnitud del escape de cloro de Solvay Indupa, y sus imágenes ilustraron e ilustran las crónicas.
Por otro lado, esto llevo a demostrar que las acciones y niveles  de seguridad de las empresas del complejo petroquímico, dejaban mucho que desear, con respecto a su slogan de buenos vecinos, comprometidos con la seguridad o más habitual por estos días, "la responsabilidad social empresaria".   
Por aquellos días, la participación y compromiso ciudadano, lograron la realización de asambleas popular en distintos salones de instituciones Whitenses; y resolviéndose la inmediata realización de medidas, que determinaron los cortes de la avenida 18 de julio y San Martín. También, se venció en individualismo se conformaron agrupaciones en defensa de la calidad de vida, la salud, y el ambiente;  que lograron maximizar los reclamos, clausurar la empresa en cuestión, iniciar una exhaustiva investigación por intermedio de auditores extranjeros.
Asimismo se exigió el reconocimiento de la falta de controles al sector industrial por los organismos provinciales, y la ausencia de acciones en materia de seguridad, por los funcionarios de Solvay Indupa, en base a la reducción del personal de control, que se  reemplazo por personal tercerizado, solo en días hábiles de la semana.  
De aquellos días, nos queda en grato recuerdo, que predomino en viento, "que si Dios como dicen es Argentino; aquellos días merodeaba por Ingeniero White". Por estos días, a modo de balance, podemos decir que algo se avanzo, con entes descentralizado dedicados al control ambiental, existencias de normas nacionales, provinciales y ordenanzas sobre la conciencia en la preservación del ambiente, la calidad de vida y los estándares de salud física y psíquica.
Las tareas pendientes son la consolidación de ámbito de participación y decisión en  acciones que beneficien a la población de Ingeniero White, mediante la implementación de partidas presupuestarias dedicas íntegramente a la elevar los niveles de calidad de cada una de los whitenses; establecer rigurosos control sobre las instalaciones industriales; jerarquización de los entes de salud municipal; e implementar los medidas de protección para las poblaciones cercanas.
Los pobladores de Ingeniero White, somos los más afectados por el progreso tecnológico, por falta de controles a los incidentes industriales, y por escasa "responsabilidad  social empresaria", que únicamente se declama o en su defecto solo esta direccionada, para algunos sectores de la sociedad.
Rogamos que sigan los buenos vientos, y que se eviten los efectos sobre los ciudadanos.

Mi pueblo Languidece, bajo las emisiones gaseosas.


Los pobladores de Ingeniero White, evidencian los recuerdos del 20 de agosto del 2000, como un hito que develo por completo los incidentes por un gracias a la cámara de video de Claudio Herrera; quien puedo registrar la magnitud del escape de cloro de Solvay Indupa, y sus imágenes ilustraron e ilustran las crónicas.
Por otro lado, esto llevo a demostrar que las acciones y niveles  de seguridad de las empresas del complejo petroquímico, dejaban mucho que desear, con respecto a su slogan de buenos vecinos, comprometidos con la seguridad o más habitual por estos días, "la responsabilidad social empresaria".   
Por aquellos días, la participación y compromiso ciudadano, lograron la realización de asambleas popular en distintos salones de instituciones Whitenses; y resolviéndose la inmediata realización de medidas, que determinaron los cortes de la avenida 18 de julio y San Martín. También, se venció en individualismo se conformaron agrupaciones en defensa de la calidad de vida, la salud, y el ambiente;  que lograron maximizar los reclamos, clausurar la empresa en cuestión, iniciar una exhaustiva investigación por intermedio de auditores extranjeros.
Asimismo se exigió el reconocimiento de la falta de controles al sector industrial por los organismos provinciales, y la ausencia de acciones en materia de seguridad, por los funcionarios de Solvay Indupa, en base a la reducción del personal de control, que se  reemplazo por personal tercerizado, solo en días hábiles de la semana.  
De aquellos días, nos queda en grato recuerdo, que predomino en viento, "que si Dios como dicen es Argentino; aquellos días merodeaba por Ingeniero White". Por estos días, a modo de balance, podemos decir que algo se avanzo, con entes descentralizado dedicados al control ambiental, existencias de normas nacionales, provinciales y ordenanzas sobre la conciencia en la preservación del ambiente, la calidad de vida y los estándares de salud física y psíquica.
Las tareas pendientes son la consolidación de ámbito de participación y decisión en  acciones que beneficien a la población de Ingeniero White, mediante la implementación de partidas presupuestarias dedicas íntegramente a la elevar los niveles de calidad de cada una de los whitenses; establecer rigurosos control sobre las instalaciones industriales; jerarquización de los entes de salud municipal; e implementar los medidas de protección para las poblaciones cercanas.
Los pobladores de Ingeniero White, somos los más afectados por el progreso tecnológico, por falta de controles a los incidentes industriales, y por escasa "responsabilidad  social empresaria", que únicamente se declama o en su defecto solo esta direccionada, para algunos sectores de la sociedad.
Rogamos que sigan los buenos vientos, y que se eviten los efectos sobre los ciudadanos.

50 aniversario del derrocamiento de Arturo Illia, 28 de junio de 1966

Arturo Illia abandona la Casa de Gobierno, el 28 de junio de 1966, tras ser derrocado
Arturo Illia abandona la Casa de Gobierno, el 28 de junio de 1966, tras ser derrocado. Foto: DyN / Archivo


Hacia junio de 1966, el comodoro retirado Juan José Güiraldes, director de la revistaConfirmado y sobrino de Ricardo Güiraldes, decía: “Si para salvar…la constitución, un nuevo gobierno debe negarla de inmediato, habrá que optar”. Era la confirmación de que el golpe estaba en marcha, tanto que finalizaba su nota advirtiendo: “…creo que sólo un milagro salva a este gobierno”.
Sólo tres años atrás, el 7 de julio de 1963, Arturo Illia había sido electo presidente de la Nación. El contexto de debilidad del sistema institucional quedaba al descubierto con la humorada popular, que se jactaba de que el país contaba con tres presidentes: Illia, electo; Guido, interino; y Frondizi (depuesto en 1962), el constitucional. Las elecciones de 1963 marcaban también la debilidad del sistema partidario: una atomización de fuerzas había dado apenas un 25% de los votos para la fórmula ganadora.
El gobierno de Illia, “custodiado” por las Fuerzas Armadas, tuvo un rumbo errático, imposibilitado –por su debilidad intrínseca (una escasa cantidad de votos y una negativa  a conformar alianzas)- de consolidar siquiera aquellas medidas que congeniaban con el anhelo popular, como la anulación de los contratos petroleros, la ley de medicamentos y cierta inicial reactivación económica.


Un contexto político y social en creciente ebullición caracterizado por el fenomenal Plan de Lucha de la CGT, la aparición de la guerrilla guevarista en Salta, el crecimiento electoral de las fuerzas peronistas en 1965 y su posible triunfo en 1967 y el enojo de militares con una política exterior que, por caso, los subordinaba a la comandancia brasilera en la intervención de Santo Domingo, contribuyó a crear un clima adverso para el gobierno y alimentaba las imágenes públicas que identificaban la gestión de Illia con la lentitud, la inoperancia y el anacronismo.
Así, cuando a partir de un primer año positivo, la situación económica comenzó a desbarrancar y se presentaron hacia 1966 los signos de una franca recesión, las críticas comenzaron a arreciar y -salvo algunos sectores radicales, otros pequeños partidos y buena parte de los medios universitarios-, una mayoría popular y la casi totalidad de las organizaciones sociales creían necesario un golpe. Un nuevo derrocamiento del maltrecho orden constitucional estaba cantado, pero aun así, Illia estaba convencido de que aquello no era factible. La voluntad intentaba sobreponerse a la cruda realidad.
El 28 de junio de 1966, el gobierno de Illia cayó –según se ha dicho- como una fruta madura. El general Julio Alsogaray, de grandes contactos con la diplomacia norteamericana, desalojó personalmente al presidente de la Casa Rosada, tras un tenso careo en los despachos. Apenas alguna manifestación en Córdoba intentó detener lo inminente. Illia no era el hombre fuerte que buscaban los sectores del poder, alguien que pudiera encarar una profunda transformación. Detrás suyo había emergido el general Juan Carlos Onganía.
Semanas después del golpe, desde la revista Extra, el periodista Mariano Grondona alegaba: “Detrás de Onganía queda la nada. (...) Onganía hace rato que probó su eficiencia. La de su autoridad. La del mando. Si organizó el Ejército (...) ¿por qué no puede encauzar el país? Puede y debe. Lo hará”. Tres años más tarde, también Onganía saldría eyectado de la Casa Rosada.
En un nuevo aniversario del derrocamiento de un presidente electo por el voto popular, recordamos la escena que tuvo lugar en el despacho de la Casa Rosada, cuando Illia enfrentó, prácticamente en soledad, el desalojo militar.
FuenteInédito, 21 de junio de 1967; en Marcelo Cavarozzi, Autoritarismo y democracia, Buenos Aires, Editorial Eudeba, 2004, págs. 153-155.


En la ciudad de Buenos Aires, siendo las 5.20 horas del día 28 de junio de 1966, en el despacho del Excelentísimo Señor presidente de la Nación Argentina, doctor Arturo U. Illia, se encuentran reunidos acompañando al Primer Magistrado ministros, secretarios de Estado, secretarios de la presidencia, subsecretarios, edecanes del señor presidente, legisladores, familiares y amigos.
El señor presidente de la República se encuentra firmando un documento, mientras que un colaborador aguarda a su lado para hacerse dedicar una fotografía. En ese instante irrumpe en el despacho un general de la Nación, precedido por el jefe de la Casa Militar, brigadier Rodolfo Pío Otero, una persona civil y algunas otras con uniforme militar. El mencionado general se ubica sobre el lado izquierdo del señor presidente y pretende arrebatar una fotografía que el doctor Illia se apresta a firmar…
El presidente de la República impide con gesto enérgico semejante actitud, produciéndose entonces el siguiente diálogo:
General: ¡Deje eso! ¡Permítame…!
Varias voces: ¡No interrumpa al señor presidente!
Presidente: ¡Cállese! ¡Esto es mucho más importante que lo que ustedes acaban de hacer a la República! ¡Yo no lo reconozco! ¿Quién es usted?
General: Soy el general Alsogaray.
Presidente: ¡Espérese! Estoy atendiendo a un ciudadano. ¿Cuál es su nombre, amigo?
Colaborador: Miguel Ángel López, jefe de la secretaría privada del doctor Caeiro, señor presidente.
Presidente: Este muchacho es mucho más que usted, es un ciudadano digno y noble. ¿Qué es lo que quiere?
General: Vengo a cumplir órdenes del comandante en jefe.
Presidente: El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo; mi autoridad emana de esa Constitución, que nosotros hemos cumplido y que usted ha jurado cumplir. A lo sumo usted es un general sublevado que engaña a sus soldados y se aprovecha de la juventud que no quiere ni siente esto.
General: En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho. La escolta de granaderos lo acompañará.
Presidente: Usted no representa a las Fuerzas Armadas. Sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted, además, es un usurpador que se vale de las fuerzas de los cañones y de los soldados de la Constitución para desatar la fuerza contra el pueblo. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos que, como los bandidos, aparecen de madrugada.
General: Señor pres… Dr. Illia…
Varias voces: ¡Señor presidente! ¡Señor presiente!
General: Con el fin de evitar actos de violencia le invito nuevamente a que haga abandono de la Casa.
Presidente: ¿De qué violencia me habla? La violencia la acaban de desatar ustedes en la República. Ustedes provocan la violencia, yo he predicado en todo el país la paz y la concordia entre los argentinos; he asegurado la libertad y ustedes no han querido hacerse eco de mi prédica. Ustedes no tienen nada que ver con el Ejército de San Martín y Belgrano, le han causado muchos males a la Patria y se los seguirán causando con estos actos. El país les recriminará siempre esta usurpación, y hasta dudo que sus propias conciencias puedan explicar lo hecho.
Persona de civil: ¡Hable por usted y no por mí!
Presidente: Y usted, ¿quién es, señor…?
Persona de civil: ¡Soy el coronel Perlinger!
Presidente: ¡Yo hablo en nombre de la Patria! ¡No estoy aquí para ocuparme de intereses personales, sino elegido por el pueblo para trabajar por él, por la grandeza del país y la defensa de la ley y de la Constitución Nacional! ¡Ustedes se escudan cómodamente en la fuerza de los cañones! ¡Usted, general, es un cobarde, que mano a mano no sería capaz de ejecutar semejante atropello!
General: Usted está llevando las cosas a un terreno que entiendo no corresponde.
Dr. Edelmiro Solari Yrigoyen: ¡Los que somos hijos y nietos de militares nos avergonzamos de su actitud!
Presidente: Con este proceder quitan ustedes a la juventud y al futuro de la República la paz, la legalidad, el bienestar…
General: Doctor Illia, le garantizamos su traslado a la residencia de Olivos. Su integridad física está asegurada.
Presidente: ¡Mi bienestar personal no me interesa! ¡Me quedo trabajando aquí, en el lugar que me indican la ley y mi deber! ¡Como comandante en Jefe le ordeno que se retire!
General: ¡Recibo órdenes de las Fuerzas Armadas!
Presidente: ¡El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo! ¡Ustedes son insurrectos! ¡Retírense!...
Perlinger: Señor Illia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo de las personas que aquí se encuentran. Usted puede quedarse, los demás serán desalojados por la fuerza…
Presidente: Yo sé que su conciencia le va a reprochar lo que está haciendo. (Dirigiéndose a la tropa policial.) A muchos de ustedes les dará vergüenza cumplir las órdenes que les imparten estos indignos, que ni siquiera son sus jefes. Algún día tendrán que contar a sus hijos estos momentos. Sentirán vergüenza. Ahora, como en la otra tiranía, cuando nos venían a buscar a nuestras casas también de madrugada, se da el mismo argumento de entonces para cometer aquellos atropellos: ¡cumplimos órdenes!
Perlinger: ¡Usaremos la fuerza!
Presidente: ¡Es lo único que tienen!
Perlinger (dando órdenes): ¡Dos oficiales a custodiar al doctor Illia! ¡Los demás, avancen y desalojen el salón!
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