Esas jóvenes hijas de puta

Por ARTURO PÉREZ-REVERTE


Supongo que a muchos se les habrá olvidado ya, si es que se enteraron. Por eso voy a hacer de aguafiestas, y recordarlo. Entre otras cosas, y más a menudo que muchas, el ser humano es cruel y es cobarde. Pero, por razones de conveniencia, tiene memoria flaca y sólo se acuerda de su propia crueldad y su cobardía cuando le interesa. Quizá debido a eso, la palabra remordimiento es de las menos complacientes que el hombre conoce, cuando la conoce. De las menos compatibles con su egoísmo y su bajeza moral. Por eso es la que menos consulta en el diccionario. La que menos utiliza. La que menos pronuncia.
Hace dos años, Carla Díaz Magnien, una adolescente desesperada, acosada de manera infame por dos compañeras de clase, se suicidó tirándose por un acantilado en Gijón. Y hace ahora unas semanas, un juez condenó a las dos acosadoras a la estúpida pena -no por estupidez del juez, que ahí no me meto, sino de las leyes vigentes en este disparatado país- de cuatro meses de trabajos socioeducativos. Ésas son todas las plumas que ambas pájaras dejan en este episodio. Detrás, una chica muerta, una familia destrozada, una madre enloquecida por el dolor y la injusticia, y unos vecinos, colegio y sociedad que, como de costumbre, tras las condolencias de oficio, dejan atrás el asunto y siguen tranquilos su vida.
Pero hagan el favor. Vuelvan ustedes atrás y piensen. Imaginen. Una chiquilla de catorce años, antipática para algunas compañeras, a la que insultaban a diario utilizando su estrabismo -«Carla, topacio, un ojo para acá y otro para el espacio»-, a la que alguna vez obligaron a refugiarse en los baños para escapar de agresiones, a la que llamaban bollera, a la que amenazaban con esa falta de piedad que ciertos hijos e hijas de la grandísima puta, a la espera de madurar en esplendorosos adultos, desarrollan ya desde bien jovencitos. Desde niños. Que se lo pregunten, si no, a los miles de homosexuales que todavía, pese al buen rollo que todos tenemos ahora, o decimos tener, aún sufren desprecio y acoso en el colegio. O a los gorditos, a los torpes, a los tímidos, a los cuatro ojos que no tienen los medios o la entereza de hacerse respetar a hostia limpia. Y a eso, claro, a la crueldad de las que oficiaron de verdugos, añadamos la actitud miserable del resto: la cobardía, el lavarse las manos. La indiferencia de los compañeros de clase, testigos del acoso pero dejando -anuncio de los muy miserables ciudadanos que serán en el futuro- que las cosas siguieran su curso. El silencio de los borregos, o las borregas, que nunca consideran la tragedia asunto suyo, a menos que les toque a ellos. Y el colegio, claro. Esos dignos profesores, resultado directo de la sociedad disparatada en la que vivimos, cuya escarmentada vocación consiste en pasar inadvertidos, no meterse en problemas con los padres y cobrar a fin de mes. Los que vieron lo que ocurría y miraron a otro lado, argumentando lo de siempre: «Son cosas de crías». Líos de niñas. Y mientras, Carla, pidiendo a su hermana mayor que la acompañara a la puerta del colegio. La pobre. Para protegerla.
Faltaba, claro, el Gólgota de las redes sociales. El territorio donde toda vileza, toda ruindad, tiene su asiento impune. Allí, la crucifixión de Carla fue completa. Insultos, calumnias, coro de divertidos tuiteros que, como tiburones, acudieron al olor de la sangre. Más bromas, más mofas. Más ojos bizcos, más bollera. Y los que sabían, y los que no saben, que son la mayor parte, pero se lo pasan de cine con la masacre, riendo a costa del asunto. La habitual risa de las ratas. Hasta que, incapaz de soportarlo, con el mundo encima, tal como puede caerte cuando tienes catorce años, Carla no pudo más, caminó hasta el borde de un acantilado y se arrojó por él.
Ignoro cómo fue la reacción posterior en su colegio. Imagino, como siempre, a las compis de clase abrazadas entre lágrimas como en las series de televisión, cosa que les encanta, haciéndose fotos con los móviles mientras pondrían mensajitos en plan Carla no te olvidamos, y muñequitos de peluche, y velas encendidas y flores, y todas esas gilipolleces con las que despedimos, barato, a los infelices a quienes suelen despachar nuestra cobardía, envidia, incompetencia, crueldad, desidia o estupidez. Pero, en fin. Ya que hay sentencia de por medio, espero que, con ella en la mano, la madre de Carla le saque ahora, por vía judicial, los tuétanos a ese colegio miserable que fue cómplice pasivo de la canallada cometida con su hija. Porque al final, ni escozores ni arrepentimientos ni gaitas en vinagre. En este mundo de mierda, lo único que de verdad duele, de verdad castiga, de verdad remuerde, es que te saquen la pasta.  
Montserrat Magnien, madre de Carla, posa junto a una pantalla de ordenador con la imagen de su hija Carla, a la que besa su hermana.

El lunes le llamaban «bizca». El martes tocaba aguantar lo de «bollera». Hubo miércoles en que fue bautizada con las aguas fecales del baño. Jueves con rima: «Topacio, un ojo para aquí y otro para el espacio». Viernes en los que la hoja entera se le volvía un borrón: «No toques eso. Lo ha tocado ella».
Carla y su calendario escolar. Carla y la vida como en suspenso a los 14 años. Carla y una sola asignatura: la de llegar entera al fin de semana.
Hasta que el 11 de abril de 2013 se levantó de la cama, salió de casa, caminó en dirección contraria al colegio, recorrió la bahía por la playa de San Lorenzo de Gijón, subió a un alto junto al Cantábrico, hizo flop y desapareció.
Se lanzó desde el acantilado de La Providencia. El cuerpo sin vida fue hallado en el mar a media tarde. Un año después de su suicidio, la Justicia no trae más que una espuma de vuelta. ¿Por qué se mató Carla?
-Eso. ¿Por qué se mató Carla?
«La llamaban bollera, bizca, le arrojaban agua de los baños. No entendía por qué se metían con ella si nunca les había hecho nada»
-¿Que por qué? Nadie está haciendo nada para saber lo que pasó. Mi hija no es una niña que estuviera mal; hicieron que estuviera mal. La mató el acoso diario, la persecución, lo que le decían, lo que le hacían... Era el monitodel colegio. Hasta que no pudo más.
No pudo más Carla Díaz, la hija. No puede más Montserrat Magnien, la madre.
Aunque la Fiscalía de Menores de Oviedo sobreseyó el caso por falta de pruebas a finales de enero, la familia va a pedir esta semana que se reabra a la luz de las nuevas evidencias. Carla y aquel 2º de ESO.
EL MUNDO ha tenido acceso al atestado policial, a los testimonios de las menores que fueron a declarar a comisaría, a documentación interna del colegio Santo Ángel de la Guarda donde estudiaba y a los mensajes que se intercambiaron sus compañeras en las redes sociales que frecuentaba la niña en los días posteriores a su muerte.
El resultado de esta orografía es un mapa donde todas las pistas conducen al mismo lugar: la historia de una muerte encerrada en un cofre que hoy abrimos.
Estaba en las redes sociales.
«Carla se suicidó por tu culpa».
«...todo el SAG [Santo Ángel de la Guarda] se metía con ella».
«Yo sí, me metí con ella, le pegué, nos pegamos, pero, y? fui la única persona acaso? Creo que no, eh, hay mucha gente más que ahora no da la cara, que hizo lo mismo, incluso peor que yo».
«Cuando no puedes más, cuando ya estás harta, cuando piensas que el mundo está en contra de ti, cuando ves todo de mala manera, cuando te sientes mal, cuando están día tras día insultándote, riéndose de ti, haciéndote bullying o burla... puedes llegar a estos extremos».
«Esa pobre niña lo único que quería era vivir tranquila, lo consiguió? No pq? Pq a muchos jilipollas que hay sueltos por Gijón les pareció gracioso reírse de ella, o pegarla según el día que tuviesen».
«Carla da penina [días antes de la muerte], ya ni insulta ni na».
Estaba en el testimonio que una alumna realizó en la comisaría.
«La menor indica que a raíz de hacerse pública su condición de bisexual (...) comenzaron a meterse con ella, llegando a insultarla con frases tipo: bollera, virola [bizca] y otras frases similares, e incluso en una ocasión le arrojaron agua procedente de los baños. (...) Ella no entendía por qué estas personas se metían con ella si nunca les había hecho nada».
«Me dijo que se iba a suicidar [la noche previa al deceso] porque todo el mundo se reía de ella en el colegio por su problema de estrabismo».
«Me dijo que se iba a suicidar porque todo el mundo se reía de ella en el colegio por su problema de estrabismo»
Estaba en un acta que levantó el centro el 18 de febrero de 2013.
«Alumna: Carla Díaz. Temas tratados: problema de acoso escolar [señala el nombre de tres menores]. Medidas a adoptar: vigilar tema de acoso de más alumnas de 2ºB».
Estaba en un mensaje escrito entre visillos por una adolescente que sabe mucho y calla más.
«Elimina lo de la guaja q se suicidó q la poli anda detrás de eso, q vino a mi tutoría y están por las webs y todo, no contestes. Un beso. L».
¿Por qué se mató Carla?
(...)
Buscando la respuesta exacta regresamos a aquellos días, a aquella concertina de tres uves dobles, a aquella chica que corre.
Carla es cariñosa, hiperactiva, la vemos en el sofá pidiéndole a su madre que le compre una mascota, madrugando como suele, tomándose su tiempo para desayunar, sentada encima de Montse. O en su habitación, escuchando a Pablo Alborán, cantando por lo bajo. Porque la niña tiene su estribillo: de mayor quiere ser médico.
Es otoño de 2012, el curso ha empezado hace unas semanas, aparentemente es un día al uso, suena el teléfono y una madre avisa -ahora lo sabemos- del comienzo de algo que lo cambiará todo.
«No lo supe por el colegio. Lo supe por la madre de otra niña. Le pregunté a Carla que por qué se había hecho esos cortes. Una vez, otra. Un día, otro. No me decía nada».
Todo empezó con las autolesiones de Carla, el primer síntoma de que el curso se escribiría torcido, la prueba del nueve de que algo no iba. En las muñecas. Los cortes se los hacía en las muñecas, aprovechando la cuchilla que le quitaba a los sacapuntas, y luego ocultaba las marcas bajo las pulseras.
Así que aquel principio de curso 2012/2013 empezó en la escuela y siguió por los psicólogos. Arrancó con un saco de notables a la espalda y continuó con siete suspensos. Comenzó con la profesora pasando lista y concluyó con un asiento vacío.
«Yo sí, me metí con ella, le pegué ¿Fui la única? Creo que no, eh. Hay mucha gente que hizo lo mismo, incluso peor que yo»
«A partir de los cortes no la dejábamos un minuto sola, la llevábamos al colegio y la íbamos a buscar. Empezó a saltarse clases, a bajar el rendimiento. Sabía que pasaba algo en clase, pero no sabía el qué. Luego supe lo que fueron esos dos años para ella: la insultaron, le hicieron daño, la persiguieron, vi un vídeo en el que aparecen unas crías riéndose diciendo que le pegaban porque les salía de los cojones. Crearon un muñeco virtual muy feo, bizco, y le pusieron de nombre Carla, el monito Carla... Es muy duro saber que estaba pasando esto y nadie hizo nada».
Estamos a tres días del suicidio y su madre ya tiene los impresos para cambiar a la hija pequeña de centro.
Estamos a dos días del suicidio y hay compañeros que refieren una persecución.
Estamos a un día del suicidio y Carla le dice a una amiga que ya no la verá más, que no aguanta otra noche; que ha dejado unas notas en la blackberry para su madre, explicándole todo; que le manda el pin de la tarjeta y la contraseña del móvil; y le da un código que significaprovidencia.
Estamos en el día de su muerte. Cuando la encontraron en el acantilado, estaba sin su chaqueta negra de corazones blancos.
(...)
Gijón amaneció y sufrió una sacudida con aquello. El Juzgado de Instrucción número 3 de la ciudad investigó de oficio lo ocurrido, descartó el homicidio y acabó dando traslado del caso a la Fiscalía de Menores de Oviedo, que descartó el acoso escolar sin ni tan siquiera llevar a cabo ninguna de las diligencias probatorias solicitadas en la denuncia de la madre. En efecto. No se llamó a testificar a las cinco menores sospechosas de bullying. No se libró un oficio para bucear en las cuentas que la menor tenía en las redes sociales Tuenti, Facebook, Twitter y Ask.fm. No se hizo el volcado del portátil de Carla, que aún yace bajo custodia a la espera de que alguien ordene que se mire allí dentro.
Un año después, la familia pedirá esta semana al fiscal que reabra la causa. Así lo harán los abogados Leticia de la Hoz y Luis Manuel Fernández, que aportan decenas de mensajes nuevos y un montón de silencios viejos.
«Con su decreto de archivo, el fiscal ha impedido a la familia ejercer la acusación particular y, con ello, le ha privado de su derecho a investigar la verdad de lo sucedido», señala la letrada. «Parece ser que insultar, vejar y agredir de manera continuada a una menor no tiene relevancia penal».
El caso es que hoy todo son ausencias que nadie explica. En La Providencia Carla hizo flop y desapareció.
Y con ella más.
Desapareció una de las cinco acosadoras señaladas por la acusación: la niña fue trasladada a un colegio de Gerona a los tres días del suicidio, abandonando el curso a medias.
Desapareció la Blackberry con las notas para la madre: si bien el forense concluyó que la niña falleció en torno a las 11.00 horas, hay registrada actividad postmortem en su línea de WhatsApp a las 12.20.
Ahora la madre sabe que, el día en que cumplió los 14, recibió una felicitación como una bomba racimo: «Feliz cumpleaños, bollera». Y así todo.
La letra urgente de Carla -párvula, destartalada, redonda- está en una hoja de apuntes escolares que nos acerca Montse. Con mimo, como si fuera un incunable, quizás la única llamada de socorro manuscrita de la víctima.
«¿Qué te pasa?», le escribe una compañera en plena clase, y le pasa la nota.
«Me están amenazando», contesta Carla, y se la devuelve.
El profesor ha debido de pillarlas. En mayúsculas, con bolígrafo rojo, al pie de la hoja, le advierte a la madre: «Mira a lo que se dedica tu hija en clase».

«La obligaron a matarse»

El acoso escolar afecta al 4% de los niños de Primaria y al 8% de los de Secundaria. En los últimos años ha crecido más entre las chicas que entre los chicos. Hay especialistas que dicen que elbullying está detrás de la mitad de los suicidios entre menores. Y toda esta bola de nieve crece con el alud de la redes sociales... El trazo somero es cosa de la Asociación Contra el Acoso Escolar, cuya presidenta, Encarna García, anuncia que su colectivo estudia denunciar por prevaricación a Jorge Fernández, fiscal de Menores de Oviedo. «Hicieron con Carla lo mismo que con Jokin. La obligaron a matarse. Es terrible», afirma. «El fiscal cerró el asunto sin investigar las pruebas que pidió la madre: mirar en internet para ver si había acoso, tomar testimonio de las niñas. Ahora sabemos esto». En España, el acoso escolar no está tipificado como un delito, sino que se encuadra dentro del artículo 173.1 del Código Penal, referido al delito contra la integridad moral. En la práctica es muy complicado lograr una condena contra un menor. De lograrse, suele terminar con trabajos en beneficios de la comunidad. Al hilo de la incidencia de la esfera digital, el primer ministro británico, David Cameron, señaló públicamente a Ask.fm: en tan sólo un año, cinco menores acabaron suicidándose después de ser hostigados por esta red social. Carla la conocía. Tenía una cuenta abierta. Allí ella era un muñeco feo y bizco que habían creado los demás. Y al que habían bautizado con su nombre. / P. SIMÓN

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Ismael: Crónica de una muerte reiterada

Ismael Sosa (24) desapareció el sábado 24 y lo encontraron ahogado en el embalse de Río Tercero, Córdoba. Se investiga si la muerte es accidental o si se trata de un homicidio

Ismael Sosa, de 24 años, fue encontrado sin vida en el embalse de Río Tercero luego de una intensa búsqueda de cinco días por parte de familiares y amigos. Según reporta el diario Día a Día, la fiscalía de Córdoba se lo confirmó a la familia: "Sí, es él. Nos acaban de informar", explicó Marcela, una de las tías del joven. Fiama, hermana del joven, le dijo a La Voz del Interior que el cuerpo hallado sin vida era de su hermano.
Ahora, la Justicia tratará de reconstruir lo sucedido en los días que estuvo desaparecido. Uno de los interrogantes que deberá develar la investigación es si Ismael murió de forma accidental o si hubo intervención de terceros.
Oriundo de Merlo, el sábado pasado pretendía asistir al recital que ofreció la banda de rock La Renga en Villa Rumipal, Córdoba. Sin embargo –según denunciaron sus familiares y amigos– fue visto por última vez durante el primer control antes del comienzo del concierto y desde ahí no saben qué pasó con él.
De acuerdo con el relato, por razones que aún se desconocen, la policía comenzó a reprimir a parte de las miles de personas que se encontraban en el acceso al predio y fue en ese momento cuando los acompañantes de Ismael perdieron su rastro.
Según relató la madre, Nancy Sosa, la novia, con quien fue al recital, salió a pedir ayuda cuando no lo encontraba. Recorrió las comisarías y hospitales pero no se registró en ese día ningún detenido ni herido con las características de Ismael.

Crónica de una muerte reiterada



Ismael Sosa tenía 24 años. Se lo llevó la policía el sábado último, mientras el recital de La Renga comenzaba en Villa Rumipal, durante los cacheos previos, cerca de las 21 hs. Ese “cachondeo” siniestro que tanto les gusta a los policías y eventuales agentes de seguridad. Esa ceremonia ritual represiva en la que el abuso de poder está permitido, casi legitimado.

por Facundo Di Cuollo

Fue con la novia al recital, Ismael. Ella pasó el control y siguió adelante, empujada por la vorágine previa y la masa de gente enajenada. Ismael se quedó atrás, tal vez quejándose porque algún policía lo tocó de más, o lo verdugueó impertinentemente, como para no perder la costumbre.

Cuando ella se dio vuelta, Ismael ya no estaba. Había desaparecido. Como en la oscuridad de nuestro pasado reciente, casi. Podemos saber que algunos transeúntes preguntaron a los agentes de seguridad adónde lo llevaban a Ismael, ya ensangrentado y notablemente golpeado. “Lo llevamos a curarse”, habría respondido algún oficial, víctima de un sadismo infinito.

Otra chica que por ahí pasaba, entre tantas, tampoco había superado el “control” de la puerta. “Andate porque se están llevando gente, acá”, le advirtieron, mientras empezaba a quejarse. “Mirá, pendejo, que el lago es grande”, amenazaron a otro detenido eventual, como una declaración de principios en los horrores de un presente cercano.

Había gendarmes, también. Muchos. Por las dudas, al final del recital, cuando paradójicamente la tensión había disminuido, la policía de infantería ya “pegaba de a cuatro” y disparaba balas de goma. Se calcula que hubo entre 15 y 20 detenidos. Algunos fueron liberados, otros aún continúan en cautiverio legal, y algunos desaparecieron. Como Ismael, quien curiosamente fue encontrado, días después, muerto en el lago de Embalse Río Tercero.

La misma noche de su desaparición, Victoria, su novia, salió a buscarlo. Recorrió comisarias y hospitales. (Lo buscó tanto que hasta perdió el micro de vuelta hacia Buenos Aires, que finalmente partió sin ella, a las cinco de la mañana del domingo).

Pero nada. A Ismael se lo había tragado la tierra. O el agua.

Su hermano Facundo también viajó desde Buenos Aires, desde el Oeste, a buscarlo. A averiguar sobre su paradero. Se apersonó en la Comisaría de Río Tercero. No le quisieron tomar declaración. Cuando preguntó “por qué lo retuvieron”, le esquivaron la pregunta. Se comportaban raro. Como si tuvieran algo que esconder, tal vez.

Durante las horas subsiguientes a la búsqueda de Ismael, Facundo fue perseguido, “cargoseado” correspondientemente por la policía en territorio cordobés. Operación de rutina.

Finalmente, el jueves, la familia de Ismael Sosa fue notificada por la Fiscalía de Río Tercero. Habían encontrado un cuerpo.

El cuerpo de Ismael, “el rockero de la bicicleta”. Un cuerpo joven que lleva, hoy, las cicatrices, los golpes y los ultrajes de un aparato policial represivo hasta el paroxismo, amparado (por acción u omisión) por el Estado y el sistema judicial.

Los nombres pasan, las víctimas se actualizan. La Historia oscura se repite, periódica, incansable, como la condena de Sísifo que se proyecta una y otra vez sobre nuestra rebeldía joven.

Quizá sea hora, entonces, de una vez por todas, de empezar a cambiar la Historia.


NUNCA DIGAS NUNCA ¿Esperaremos otros 30 años?

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Unas 200 personas, fundamentalmente jóvenes y pobres, desaparecieron desde el retorno de la democracia. Más de 4 mil fueron víctimas de violencia institucional en el mismo período. La represión está vigente en el brazo de la Policía y la complicidad de los poderes del Estado. Un documental colectivo, anónimo y militante pone en jaque la concepción de derechos humanos con la que polemizan los políticos en TV. Imagen: “Nunca digas nunca”
Por Nahuel Lag
“Nunca vamos a aceptar la desigualdad.
Nunca vamos a aceptar que nos desaparezcan.”
Sara Hebe y Ramiro Jota, “Nunca digas nunca”
La dictadura militar no fue una guerra, la dictadura fue un genocidio: se violaron los derechos humanos, se desaparecieron a 30 mil militantes, a 30 mil personas. Esta afirmación hoy irrefutable, esa realidad hoy juzgada en los tribunales federales, tardó 30 años en comenzar a ser sanada. Treinta años de una larga batalla política, jurídica y cultural dada por los organismos de derechos humanos. Este 10 diciembre la democracia cumplió 31 como sistema de gobierno en la Argentina, el período más largo en la historia del país, y se lo celebró como el Día de los Derechos Humanos. ¿Pero qué significan para la generación nacida en democracia? ¿Qué es vivir en democracia? Nunca digas nunca, documental independiente, colectivo y anónimo, está hecho por esa generación y para esa generación. Se habla a sí misma, se advierte sobre desapariciones, sobre las 200 ocurridas en democracia, sobre derechos aún no cubiertos en los barrios pobres, sobre un sistema represivo en el que “los desaparecidos de ayer son los excluidos de hoy”. La represión y la desaparición aún están allá afuera, vigentes en el brazo de la Policía y la complicidad de los poderes del Estado.
La masacre de Budge, 1987, que al inicio de la democracia desató las primeras movilizaciones populares por “gatillo fácil”; Walter Bulacio, 1991; Miguel Bru, 1993; Julio López, 2006; Luciano Arruga, 2009; Jonathan “Kiki” Lezcano y Ezequiel Blanco, 2009. “Nuestra cámara apunta adonde nadie quiere ver”, señala una de las voces femeninas en off, parte del colectivo anónimo autor del documental. Estrenado a fines de octubre en el cine Gaumont y en gira militante permanente, el audiovisual recupera el “manifiesto”, práctica de los colectivos documentalistas, y lo aggiorna a estos tiempos: libre circulación, copia y distribución, sin fines comerciales. “El documental es más allá de nosotrxs”, definen.
Vanesa Orieta, hermana de Luciano, señala la herida abierta de la desaparición en democracia. Cuenta la historia de su hermano, mientras el montaje abre ventanas a la plaza del barrio 12 de Octubre, en La Matanza, rebautizada en honor al adolescente. Nunca digas nunca comenzó a rodarse cuando las cámaras no estaban sobre Vanesa ni su madre Mónica Alegre ni su lucha, y se estrenó días después de la aparición del joven, enterrado como NN en el cementerio de la Chacarita. Angélica Urquiza, madre de “Kiki”, también narra su historia, de similares matices: la Policía, la desaparición, la justicia sin respuestas, los gobiernos ausentes, la aparición como NN.
Sobre fondo negro, las entrevistadas, siempre ellas, relatan la violencia institucional, los lazos vigentes entre genocidas y Policía y las prácticas no depuradas. Nilda Eloy, integrante de la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos y amiga de Jorge Julio López, y Rosa Schonfeld, madre de Miguel Bru, se suman a Orieta, Alegre y Urquiza. Solo ellas y sus voces, y sus cuerpos, los que ponen cada día en la calle para continuar la lucha. Ellas, las Madres de hoy. “Yo decía ‘Miguel no está’, no decía ‘desaparecido’, me duele tanto la palabra (…). Ni olvido ni perdón: es el mismo sentimiento que el de las Madres”, relata Rosa.
Mientras en la agenda mediática-política el debate por los derechos humanos gira en torno a chicanas de campaña sobre “curros” o no, el documental recurre al archivo, a la animación y a la entrevista para trazar una línea temporal de represión en democracia, esa represión invisibilizada por el tratamiento mediático: “Los dueños de la verdad, dueños de la mentira”, sostiene el colectivo autor. El eje argumental del audiovisual está sostenido en las voces de María del Carmen Verdú, abogada de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), y Sergio “Cherco” Smietniansky, abogado de la Coordinadora Antirrepresiva por los Derechos del Pueblo (Cadep). “La función de la democracia es garantizar Nunca Más poner en riesgo el sistema”, sentencia Verdú en relación a las ideas socialistas que embanderaban a los jóvenes desaparecidos en los ’70.
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Imagen: “Nunca digas nunca”
Por su fuerza política y su claridad conceptual, Orieta y Eloy también se transforman en ejes claves del relato crítico hacia el actual sistema de control y represión sobre las clases pobres, que se naturaliza, invisibiliza y olvida. “Cuando el individuo pasa a ser lo cotidiano, ya no necesitás tanto del miedo”, resume Eloy, entre los centros clandestinos de detención para el espíritu colectivo de los ’70 y el nuevo modelo de represión aplicada al fin de la democracia y con la idiosincrasia social instalada con el neoliberalismo. Con la continuidad de la lucha de los organismos de derechos humanos, el documental vuelve a la actualidad con el reconocimiento al kirchnerismo por poner fin a la impunidad de los delitos cometidos por la dictadura, aunque con una mirada crítica sobre la demora en los procesos y penas alcanzadas.
La responsabilidad del poder judicial en relación a los casos de la dictadura es pasada por alto, pero rápidamente los testimonios le dan relevancia en el sistema de impunidad actual: “Gatillo fácil, sobreseimiento fácil”, apunta Smietniansky. Códigos de falta, edictos policiales, contravenciones, detenciones arbitrarias y detenciones por averiguación de antecedentes son enumeradas como las prácticas —contrarias a los tratados internacionales y derechos constitucionales— de la represión en democracia. A los usos y costumbres del brazo policial le siguen “la soledad, estrategia de la impunidad”, cita el colectivo un texto de los abogados de la familia Arruga para resumir el rol de la Justicia y los poderes ejecutivos a nivel local, provincial y nacional frente a las familias víctimas de la violencia institucional.
Las prácticas de impunidad son reconstruidas por César Antillanca, papá de Julián, asesinado por la Policía en 2010, y por varias otras voces surgidas del nutrido registro de movilizaciones, actos y conferencias. Atahualpa Martínez Vinaya, Jorge Pilquiman y Matías Bernhardt son víctimas: sus nombres aparecen, se nombran. “Quien quiera cambiar las cosas es el enemigo interno del Estado”, sentencia Verdú y sostiene sus palabras en los 4.278 asesinatos por violencia institucional registrados por Correpi. En un 51 por ciento de los casos, las víctimas fueron menores de 25 años. Un 45 por ciento son exponentes de gatillo fácil; un 39, de torturas en cárceles, en donde los adolescentes siguen siendo alojados en contra de la ley.
“Somos una generación que nació en democracia”, vuelve a convocar el documental e invita a ponerle nombre a la violencia fuera de la agenda mediática-política para no volver a esperar 30 años. “Genocidio por goteo”, la nombró el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni en un texto reciente y con matices a discutir, pero válido como un primer reconocimiento institucional de la problemática. “¿Cómo se busca en democracia? ¿Cómo, ante un Estado que dice proteger los derechos?”, inquiere la voz en off y aparece otro testimonio fuerte del documental: César González, conocido también como Camilo Blajaquis, seudónimo con el que firmó sus libros de poesía en la cárcel.
Frente al sistema presente de represión la respuesta está “en la presión social”, señalan los familiares. “Muerte al espectador. Rechazamos la inmovilidad frente a las pantallas”, desafía el colectivo en su manifiesto y utiliza el cierre del documental para retratar la respuesta que ya se da en los barrios pobres: organización de base frente a la impunidad. Murgas, música, ayuda escolar, talleres: Asociación Miguel Bru, La Casita de “Kiki”, Espacio para la Memoria Luciano Arruga. “Somos una generación que vive en una democracia que naturaliza la desigualdad y esconde la tortura. Organizarse es tornar real la situación, hacerse cargo de los nos duele.”

Desamparados

Por  



El atentado contra la AMIA se ha convertido en un atentado contra la credibilidad de las instituciones fundamentales de la República.
El entramado siniestro de las relaciones entre los servicios de inteligencia y el Gobierno alcanza tal grado de transparencia que la sociedad en su conjunto se siente desamparada, allí donde tiene derecho a sentirse protegida. Hasta los servicios de inteligencia se han fragmentado y enfrentado por iniciativa de este gobierno.
Pocas veces se han hecho tan evidentes el encubrimiento y la mentira que han caído sobre ese atentado que avergüenza a la Nación. Avergüenza no solo porque han pasado más de 2 décadas sin que los culpables hayan sido detenidos y juzgados, sino además porque resulta horrorosamente claro cuánto se ha hecho desde el poder para impedir que se conozca la verdad.
Estamos de duelo, lo estamos todos los argentinos. Poco y nada sabemos con certeza sobre lo que sucedió en 1994. Pero es mucho lo que sentimos y empezamos a saber sobre lo que ha sucedido hasta hoy en términos de encubrimiento y mentira por parte de quienes tenían el deber de aclarar lo que pasó y apaciguar el ánimo colectivo.
La magnitud trágica de lo que sucedió en las últimas horas con el fiscal Alberto Nisman excede las posibilidades de comprensión colectiva
La magnitud trágica de lo que sucedió en las últimas horas con el fiscal Alberto Nisman excede las posibilidades de comprensión colectiva. Unos a otros nos miramos buscando en la reflexión de nuestros semejantes una idea orientadora que nos permita superar la desazón que nos invade.
¿Obrará con justicia la Justicia? ¿Podremos alguna vez confiar en quienes deberían representarnos?
El tiempo dirá si los días volverán a pasar en vano o nos brindarán el reparo que todos necesitamos.

Vulnerables: adolescentes que crecen a la intemperie

El asesinato de Lola Chomnalez, sumado a una lista que no deja de crecer, mostró una cara del desamparo en el que viven muchos adolescentes, que son hoy víctimas de delitos, de violencia y del negocio narco, pero también del desempleo, el trabajo precario, el embarazo precoz y la desatención adulta. Cómo es una sociedad que no protege su futuro.




Por Fernanda Sández  

Seis por día. Seis. Uno cada cuatro horas, en una clepsidra siniestra que sólo deja caer cuerpos jóvenes. La mitad muere en accidentes, y los otros a causa de agresiones, según consigna el Ministerio de Salud. Tienen, apenas, entre 15 y 24 años. La edad de expandirse, abrirse y florecer. Pero también el tiempo oscuro de los más terribles accidentes del alma, del encuentro con todo eso que habita más allá de territorio conocido de la niñez. Lástima que al verlos tan hermosos, tan ellos, tan invencibles, los adultos solemos terminar creyendo que realmente lo pueden todo. Y no. Son cualquier cosa menos fuertes.
El asesinato de Lola Chomnalez, hace unos quince días -que se suma a muchos otros casos recientes (de Candela a Melina, de Araceli a Ángeles)- dejó en dramática evidencia el estado de desamparo en el que viven muchos adole escentes y jóvenes en la Argentina. No sólo son víctimas de delitos y de violencia intrafamiliar con más frecuencia, y están mucho más expuestos al negocio de la droga y a los embarazos tempranos, sino que también tienen empleos precarios y están desempleados en mucha mayor proporción que los adultos. ¿Qué dice este estado de intemperie de una sociedad que desatiende a los que se preparan para ser su futuro?
Ellos salen, todos a la vez, de los hogares más diversos, de historias muy distintas. Y una vez en la calle descubren que el mundo es una cosa fascinante y horrenda, todo al mismo tiempo. Algunos, para animársele, toman. Mucho, y cada vez más temprano. Hoy, la edad de inicio en el alcohol cayó a los 13 años, y la mitad de los alumnos secundarios dice haber bebido en el último mes. Los datos son de una encuesta nacional organizada por la Sedronar, que acercó otro resultado inquietante: en una década, de 2001 a 2011, y en un clima social cuasi barilochense en el que divertirse y emborracharse se volvieron sinónimos, el consumo creció 113%.
"Yo los veo todos los fines de semana por acá, cuando salen del boliche. Y son un peligro porque si no venís atento, los pisás. Fijate ahí, esa piba. ¿La ves?", pregunta el taxista que circula en plena madrugada de viernes en el aura de Aeroparque. Y cómo no verla: la chica, subida a unas plataformas imposibles, embutida en un short de lentejuelas, camina a los tumbos por la avenida Obligado. Ni con maquillaje da más de 15 años. Sus amigas la corren, la paran, la abrazan. Se ríen. Y algo en la escena -mejor dicho: toda la escena- se vuelve irreal. El amanecer, el mareo y esa media docena de chicas flacas como hilos caminando a lo zombi en una avenida temible. ¿Las ven? ¿Alguien las ve? Porque a veces sólo se notan cuando ya es demasiado tarde. Cuando pasan a formar parte de la lista siniestra de 21 adolescentes asesinadas por año en el país, según datos de la ONG La Casa del Encuentro. O cuando se convierten -ellas y ellos, porque la fragilidad no entiende de género ni de nada- en el 25% de quienes se quitan la vida. La intemperie también es esto: que, según datos de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), uno de cada cuatro suicidas argentinos no tiene ni 20 años.

TOMARSE LA VIDA

Si bien el caso de Lola Chomnalez acaparó la atención de los medios, la cuenta es otra. Y dice que seis días antes de su desaparición en Valizas se esfumó otra chica de 13 en Mar de Ajó, y otra más de 14 en Merlo, y otra más de 14 el día de Navidad, en Azul. Las hubo antes y después de Lola, sólo que sin tanto tachún mediático y hermanadas en la misma condición de blancos móviles.
Según explica Sergio Balardini, experto en juventud de Flacso, "si hoy la juventud está, como se dice, «en crisis», o si hay una crisis o varias, son de la sociedad en tanto tal y luego se refleja en las generaciones más jóvenes. Por caso, los adultos no parecen tener un norte claro. Hay una mayor horizontalidad del vínculo y han pasado del verticalismo autoritario a una horizontalidad indiferenciada a la que le cuesta construir autoridad legítima (y necesaria). Porque las funciones asociadas a los roles adultos son diferentes (proyección, provisión, protección, transmisión), y deben poder inscribirse y sostenerse", precisa.
Sin embargo, aquí estamos. Con mamás separadas que se cruzan en el boliche con sus hijas adolescentes, papás que disputan a brazo partido el mando de la Play y, al mismo tiempo, chicos y chicas engañosamente "grandes". "Los vemos con esos cuerpos enormes sin recordar que tienen cabeza y corazón de chicos", apunta Laura Orsi, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). "Son seres con todas las fragilidades del crecimiento, a los que tendemos a ver como adultos. Por ejemplo: hoy las «previas» se organizan en las casas porque para muchos papás «es mejor que tomen acá en lugar de salir a emborracharse por ahí». Pero eso es aplicar la teoría del mal menor, en vez de actuar como adultos y pensar que un chico no tiene que tomar en ningún lado", recalca.
Pero ahí afuera está el mundo, y sus terrores, y también ahí (a la mano, más fácil de conseguir que el agua) el trago del valor. Y del extravío, como descubrió Martina, de 16, el día en que su mejor amigo terminó internado. "Ella nunca se interesó por tomar, pero después de haber visto esto creo que le quedó claro que la «jodita» esa de emborracharse puede terminar muy mal", comenta su mamá. Pero a menudo no es el alcohol en sí mismo el problema, sino todo lo que arrasa a su paso. "¿Y qué querés, si me tomé como quince fernets?", fue como "justificó" un joven el desastre que lo tuvo por protagonista y que terminó en el asesinato de una remisera de 71 años. Desde la Asociación de Víctimas de Violación (Avivi), también emparentan el "tomar hasta morir" con la explosión de pedidos de auxilio de cada fin de semana. "Los viernes y sábados se concentra el 80% de las llamadas pidiendo ayuda o asistencia por violaciones. En su mayoría, las víctimas son chicas violentadas sexualmente en fiestas y por grupos de varones", precisó Andrés Bonicalzi, el abogado de la organización.

TEOREMA DE LA FRAGILIDAD

A Martín, de 17 años, lo asaltaron hace dos semanas en pleno centro de Caballito, cuando paseaba con dos amigos. Un hombre macizo lo inmovilizó con una llave de judo y obligó a todos a entregar sus celulares, y cincuenta pesos. A Juliana, de 16, le robaron en Calzada y del más sutil de los modos: la dejaron sin futuro ni educación. Ahí está todavía, en su casa, cuidando a sus hermanitos más chicos y a Alma, su beba de cinco meses, para que su madre pueda salir a trabajar por horas y traer la comida para los cinco.
Juliana es lo que la estadística entiende por "ni-ni" (ni trabaja ni estudia), pero eso no significa que no haga nada ni -según "Inclusión de los jóvenes en la provincia de Buenos Aires", un informe del Cippec- que sea la única en esa situación. Siete de cada diez "ni-ni" bonaerenses son mujeres, madres (41%) y pobres (62%). ¿Qué significa esto? Que -más allá de que los jóvenes saqueados de futuro sean multitud- las respuestas generadas desde el Estado son insuficientes por no ver el fenómeno en toda su complejidad.
En el caso de Juliana, más allá de una beca para poder estudiar, necesitaría alguien que cuide de los tres chicos mientras ella va a la escuela. Y eso sólo para comenzar porque, como bien explica Daniel Arroyo, ex ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, "faltan guarderías y lugares de cuidado, pero también quien quiera contratar a estas chicas que están fuera de todo. Pensemos que el momento de sociabilidad lo da la escuela, que con sus horarios y exigencias instala un método que luego se traslada al trabajo, a la pareja, a la vida. Los jóvenes excluidos carecen de eso y ése es el problema principal. Hay que reconstruir un método que antes aportaban la familia y la escuela, porque ya estamos en la cuarta generación que no trabaja y eso ya cierra un ciclo. Los pibes que hoy no tienen empleo y que no vieron trabajar ni a padres ni a abuelos, ya tienen hijos. Y ya ni siquiera tienen recuerdo familiar de algo mejor. Se ha perdido la idea de cómo eran las cosas cuando iban bien. Y eso, para la sociedad, es gravísimo", alerta.
Y eso por no mencionar muchas otras situaciones que deben enfrentar los jóvenes aun cuando no sean "ni-ni". Por ejemplo, el informe del Cippec revela que 35% de ellos son pobres, que conseguir trabajo les cuesta más que a los adultos, que cuando consiguen trabajo suele ser una changa (52% de ellos tiene un empleo informal) y que muchas veces ni trabajando logran salir de pobres, porque 1 de cada 4 cobra un salario inferior al mínimo. Evidentemente, la intemperie a la que están sometidos los Sub 29 va mucho más allá de los accidentes, el suicidio y los consumos problemáticos, y desborda sobre territorios tan centrales como la educación (según datos de la Unesco, sólo el 44% de los chicos completa el secundario en tiempo y forma), el trabajo, el acceso a la vivienda y, claro, la sexualidad.
Juliana también sabe de eso: fue mamá a los 16 en un país en que cada día nacen 322 bebés de mamás menores de edad. Niñas a cargo de niños, algo que pone entre paréntesis no sólo el futuro personal de cada una de ellas y sus hijos, sino que también abre dudas acerca de nuestro destino como país. Porque, como bien se señala el documento antes citado, "los jóvenes constituyen uno de los principales activos de nuestra sociedad. Serán ellos, los adultos del mañana, quienes sostendrán (no sólo económicamente) nuestro futuro. La forma en la que los jóvenes se conviertan en adultos determinará en gran parte las características que ese futuro tendrá".

PROFUNDAMENTE SUPERFICIAL

-No entiendo.
-Ay, doctor, es fácil: usted me hace la lipo de caderas y de panza a mí. Y con lo que saca de ahí, le rellena el busto a ella, que se quiere hacer las lolas. ¿Entiende?
La mujer sonreía y parpadeaba azul. El hombre -un reconocido cirujano plástico, con años de profesión- sencillamente no podía creer lo que le estaba pasando. Pero ésa es, de todas, la anécdota que mejor recuerda porque en ese absurdo "2 x 1" que le planteaba aquella mujer de 50 años había también toda una mirada sobre su propia hija, sobre cómo "debía ser" ese cuerpo de quinceañera y hasta sobre la relación que las unía. "Parecían dos amigas buscando operarse juntas. Le expliqué a la mujer que el cuerpo de su hija estaba en pleno cambio, pero que, además, una operación como ésa sencillamente no existía. Se fue enojada", recuerda hoy el doctor.
Sin embargo, en estricto off, muchos colegas suyos reconocen que esa situación de madres e hijas yendo a ver al plástico como quien sale de compras de infrecuente no tiene nada. Nadie quiere envejecer, pero es más que eso: nadie parece querer, tampoco, ocupar el lugar de los adultos. Nadie quiere ser quien marque el límite, el ordenamiento, el "hasta acá". Para Graciela Moreschi, psiquiatra y autora de Adolescentes eternos (Paidós), "todo está invertido. Desde hace tiempo, la juventud está y ocupa un lugar de poder. Se ha instalado una «paidocracia» y una de sus consecuencias es que los chicos crecen absolutamente desprotegidos, porque no tienen techo ni límites. Los padres creen que «se las saben todas» y les atribuyen una madurez que no tienen. Así, muchos se ven «obligados» a tener una vida sexual para la que no están preparados ni desean realmente, pero que responde a la estimulación erótica a la que son permanentemente sometidos".
"El 31 de diciembre, en la plaza de Tandil, avanzaron quince contra uno de quince años. Lo acuchillaron, lo mandaron al hospital. Eso es lo que más me preocupa: la violencia vuelta moda, una violencia entre pares que no tiene que ver con lo delincuencial, sino con lo tribal: te pegamos porque sos «cheto», te damos una paliza porque sos «negro». El alcohol y las drogas tienen, creo, mucho que ver con estas explosiones donde se pierde cualquier límite, donde nadie le dice a nadie que pare", dice Ivy Cángaro, madre de Camilo, de 17 años, quien justamente se mudó a esa ciudad en parte para escapar de la violencia porteña.
Según los especialistas, en cada gesto adolescente hay un mensaje cifrado. Algo así como un código secreto en donde suele viajar un pedido vestido de paliza, de borrachera, de tajos en la piel, de coma etílico. Alcanza con hablar con los médicos de cualquier guardia para saber que los casos se repiten y ya han dejado, por eso mismo, de ser "noticia". Pero si las "previas" arrancan en las casas, sin que ningún adulto venga a incordiar con preguntas, ¿a qué tanto asombro? Si en uno de los colegios más prestigiosos de Buenos Aires se organizan "fiestas de la pepa" -pepa es como se le llama a las pastillas psicotrópicas- y hasta se las promociona mediante grupos de Facebook, ¿de qué nos sorprendemos? Los chicos -carne de cañón de los asaltos, de "la jarra loca", de las mil y una formas de la soledad- salen en taparrabos a un mundo que pincha. Y nadie (ni los adultos ni el Estado) está ahí para acercarles herramientas ni para oficiar de escudo. Van, como las chicas de la Costanera, solas y haciendo eses en plena madrugada. Demasiado grandes para ser chicos. Demasiado chicos para ser grandes.

“El Estado en sí sigue siendo percibido como el Estado colonial antiguo”

Partha Chatterjee pone en cuestión categorías propuestas por Occidente cuando analiza las clases populares de la India y la dinámica que adopta el vínculo entre el Estado post-colonial y la sociedad india. En particular, los sectores más pobres que viven en las ciudades –a los que define como “población”– que se diferencian de los “ciudadanos propiamente dichos”.


Por Natalia Aruguete

–¿En qué consiste la diferencia que establece entre ciudadanía y población?
–Establezco esta distinción para tratar de entender cómo funciona hoy la democracia. En India, en el sentido puro, legal, todos son ciudadanos. Lo que significa que cada uno tiene voto y es un sujeto igual ante la ley. Sin embargo, en la práctica legal, cuando los organismos del gobierno tratan con diferentes tipos de personas, hacen una distinción entre el ciudadano propiamente dicho y aquellos que no son tan “propiamente dichos”.

–¿Qué rasgos tiene esa distinción?

–Esto ocurre, particularmente, con las personas más pobres que viven en las ciudades, que suelen vivir en villas o asentamientos informales y no tienen el derecho de propiedad sobre la tierra, utilizan electricidad y transporte sin pagarlos. A menudo, ellos forman pequeñas unidades productivas, pero sin cumplir las leyes relativas a la contaminación, la impositiva o cualquier otro tipo de reglamentación. Si ellos tuvieran que ser tratados como ciudadanos iguales, el gobierno debería procesarlos por incumplir la ley. Esto no ocurre regularmente, porque el gobierno comprende que estas personas tienen determinadas funciones en la economía y en las ciudades. Por ende, expulsarlos de la ciudad tendría un costo político muy grande. Entonces, el gobierno debe tratar con estas personas, pero no en los mismos términos en los que lo haría si fueran ciudadanos legales sino que debe realizar excepciones para permitirles vivir en tierras ocupadas y hacer usos ilegales de los servicios. Para que tengan sentido las políticas que se aplican a estas personas, ellos deben ser descriptos de una manera particular, lo cual requiere una política particular: tratar con ellos como “grupos de población” con necesidades particulares cada uno de ellos y con tipos particulares de beneficios que el gobierno debe otorgarles.

–¿La “población” se distingue de la ciudadanía por el tipo de relación que establecen con el Estado?

–Sí, es un tipo de relación diferente. La relación entre los ciudadanos y el gobierno es una relación ética, porque los ciudadanos son la base de la soberanía de gobierno. Las poblaciones no tienen ese significado, no hay una dimensión ética o moral en ese aspecto. Simplemente son grupos específicos que requieren políticas particulares. Otra diferencia interesante es que los ciudadanos pueden reivindicar servicios como un derecho; en cambio, las poblaciones no pueden reclamar derechos porque han violado las reglas de la ciudadanía. Sus reclamos se realizan sobre una base diferente.

–¿La manera de actuar sobre estas poblaciones ha generado diferencias en la forma actual del sistema capitalista?

–Sí, porque, de alguna manera, la presencia de estas personas en la ciudad es en sí misma el resultado de un tipo particular de capitalismo. Algunas de estas personas eran campesinos en zonas rurales que perdieron la propiedad de sus tierras o eran artesanos manuales que perdieron sus ocupaciones. Ellos van a la ciudad buscando empleo, aunque el tipo específico de industrias que hay en las ciudades no necesita toda esa población. Por lo tanto, se trata del resultado de una categoría totalmente nueva de un sector informal. Este sector en realidad es un nuevo producto del capitalismo.

–¿Qué similitudes encuentra, dentro de este razonamiento, entre Latinoamérica y Asia?

–Esta situación que describo está también presente en la mayoría de las ciudades latinoamericanas. Por lo que he leído y escuchado, tienen el mismo tipo de problemas y casi las mismas maneras de abordar estas poblaciones. En algún sentido, también aquí se hace una distinción entre ciudadanos propiamente dichos y los otros, que debe abordarse para grupos de población específicos o particulares.

–En América latina se ha estudiado mucho la noción de populismo. ¿Es posible establecer similitudes entre América latina y Asia respecto del populismo?

–El tipo de populismo que ustedes tienen en la Argentina es un tipo de desarrollo muy específico que se desprende del peronismo. Es una organización, un partido político, un movimiento que incluso hoy, 60 años después, sigue presente. En India y en otros países de Asia también existen políticas populistas, pero no necesariamente tienen la misma forma de partido político que tienen aquí. Es correcto decir que las técnicas políticas de movilizar personas son populistas. Por ejemplo, hay similitudes en muchos movimientos populistas de India que tienen un líder carismático y el movimiento se identifica con este grupo. Estos movimientos no tienen una organización partidaria fuerte, y muy a menudo el movimiento puede desaparecer si el líder deja de existir.

–¿Por qué cree que los movimientos populistas tienen dificultades para tener una larga vida, y los ve tan dependientes de la existencia de un líder?

–Porque una de las características principales de los movimientos populistas es precisamente reunir, en una combinación grande, muchos grupos diferentes con demandas y exigencias muy diferentes entre sí. Pero un movimiento populista exitoso debe ser capaz de unir a todo ese grupo de alguna manera bajo algún tipo de categoría llamada “las personas”. La forma de combinar eso muchas veces depende de la lealtad a un líder popular, a veces es lealtad a una ideología populista en particular, pero si la ideología ya no tiene la fuerza, si el líder ya no está...

–¿Esta definición no supone pensar en una suerte de pasividad por parte de esa población?

–No necesariamente es pasiva, pero el sentido de identificación es emocionalmente muy importante, muy poderosa, y amalgama a otras personas que también sienten esa lealtad hacia esa persona. Aunque en términos de las posiciones de esas personas y sus demandas reales, tal vez se trate de grupos muy diferentes. En una situación en la que ya no está el líder, los lazos entre ellos se rompen y estos movimientos, a menudo, se dividen en diferentes grupos.

–¿Qué rol cumple la figura del enemigo en el populismo? Usted reconoce la importancia del enemigo, aunque ha mencionado que no es tan simple identificar un enemigo externo...

–Sí, porque la forma en que se combinan esos diferentes grupos es la idea de que todos están siendo explotados por un enemigo común. Pero ese enemigo puede ser un grupo o una persona que está dentro del país como una fuerza externa, que normalmente tiene agentes dentro del país. Identificar un enemigo como éste es una manera efectiva de lograr que estos movimientos populistas se mantengan juntos.

–Usted analiza la inoperancia de la categoría “ciudadanía” y “Estado moderno” en el marco de un conflicto que surgió a partir de la muerte de un líder religioso, en el que se enfrentaron sus seguidores de un suburbio pobre de Calcuta y el gobierno. ¿Por qué cree que no son aplicables esas categorías?

–Son aplicables a un pequeño sector de personas. Estas categorías de ciudadanía son más eficaces dentro de lo que llamamos “la sociedad civil”. Esos ciudadanos se relacionan con el Estado a través de sus derechos ciudadanos propiamente dichos. Es decir que ellos realizan exigencias y demandas al Estado sobre la base jurídica de su afirmación de derechos como ciudadanos. Pero una gran parte de la población, que llamo “la sociedad política”, no ve al Estado en los mismos términos. De alguna manera, el Estado y los órganos del Estado están afuera, son externos, y estas poblaciones tienen que encontrar representantes que sean mediadores de sus demandas ante el Estado.

–¿Quiénes serían esos mediadores? ¿Puede identificarlos?

–Pueden ser diferentes; allí es cuando los dirigentes políticos pueden tener un papel. También puede haber ONG. A través de esos mediadores, estos grupos de personas realizan sus demandas ante el Estado. Sus reclamos a veces no tienen que ver con iguales derechos o reclamos de soberanía. Ellos no realizan ese tipo de reclamos, y acá hay una diferencia interesante entre la situación de Asia y América latina.

–¿Cuál?

–En un país de colonos como éste, los ciudadanos mismos son los que crearon el Estado. En término de las obligaciones de la ciudadanía, los ciudadanos esperan que el Estado les otorgue ciertos servicios a cambio del pago de impuestos, el respeto por las leyes, etcétera. Pero, en muchos países asiáticos, la función del Estado de establecer impuestos sobre las propiedades es un concepto muy antiguo, de hace siglos, en los que hubo reinos que reclamaban impuestos por las tierras y las ocupaciones. Por lo tanto, es un reclamo del Estado de larga data, y no es tan obvio que el Estado deba dar servicios para poder exigir impuestos. No hay un supuesto que lo diga. Entonces, en situaciones como éstas, cuando hablamos de personas que viven en villas o del sector informal, que viven en asentamientos, esas personas asumen que hay un Estado que es un orden poderoso y que básicamente hay que usar la política estratégica para poder tratar con los órganos del Estado.

–¿Cómo define el término de “sociedad política”?

–Una cuestión que observo es que, para poder buscar esas opciones estratégicas y tratar con el Estado, cada vez más gente usa la organización política. Esto no existía hace treinta o cuarenta años, es reciente y se ha hecho más fuerte porque cada vez más personas son conscientes de su participación en el proceso electoral. Ellos comprenden ahora que el voto es un recurso en sí mismo. En un área particular hay dos mil o tres mil personas que se pueden organizar para negociar sus tres mil votos: éste es el nuevo recurso que está utilizando esta sociedad política. Entonces, los partidos políticos toman conciencia de lo que ocurre y compiten entre sí, haciendo promesas para conseguir el voto de esta gente. Este es el nuevo espacio que llamo “la sociedad política”.

–¿Qué formas adquieren los reclamos y la resistencia en la India, sobre todo marcando las diferencias entre ciudadanos y poblaciones, desde un criterio de diferencias socio-económicas?

–Claramente, la gente de clase media también realiza reclamos y negocia con el Estado, pero ellos no usan este recurso electoral. Porque la clase media, en términos de cantidad, tiene un rol muy pequeño en el campo de la política electoral. La clase media no vota mucho; como el voto no es obligatorio, esa gente utiliza otros métodos: los tribunales, formas de presión directa, los medios de comunicación. Esos son los foros a través de los cuales la clase media concreta sus reclamos y reivindicaciones hacia el Estado. Pero para las clases bajas, los recursos políticos se tornan cada vez más importantes. Una de las características más sobresalientes en la India es que la gente pobre siempre va a votar. Entre los sectores pobres vota el 90 o 95 por ciento. Ese recurso político es casi la base misma de su supervivencia.

–¿Qué nivel de efectividad tiene el voto en ese diálogo con el gobierno?

–El voto es efectivo a nivel local. Para ellos es muy importante el representante local, porque es a través del representante local como va a ocurrir la mayoría de las negociaciones con los diversos órganos del Estado. Voy a dar un ejemplo de todos los días para los que necesitan una intervención política: son personas que trabajan en el sector informal, vendedores ambulantes de la calle o de pequeñas tiendas que tienen que tratar con la policía todos los días. Entonces, a través de un mediador político pueden llegar a un acuerdo con la policía. A veces hay algún tipo de pago regular a la policía que les permite trabajar en una calle particular y también ahuyentar a otros para que no ingresen. Esto es fundamental para el ingreso básico que depende de esa relación política.

–No quiero hacer una conceptualización eurocéntrica de la idea de democracia, pero con el término “efectividad” me refiero a generar más democracia. En su relato hay una lógica de captura. Insisto, ¿cuán efectivo es democráticamente ese recurso?

–Una de las cosas que surgió en términos de la democracia de India en el último medio siglo es que lo que describo sólo surgió hace 15 o 20 años. En los años ’60 o en los ’70, las personas que entraban a las ciudades desde las áreas rurales no tenían ningún impacto respecto del voto. Incluso muchas veces no votaban, no acudían a las elecciones. Pero ahora, debido a que el valor de su voto ya ha sido establecido, es un nuevo recurso. Es completamente posible que el tipo de beneficios que puedan obtener utilizando estas técnicas, se agote. Eso puede pasar. Allí habrá una pregunta nueva: ¿cómo asegurar la democratización más allá de ese recurso?

–¿Cómo hacerlo?

–Esto es un riesgo, un peligro de esta forma particular de política que no tiene ningún potencial revolucionario. Son pequeños incrementos de democracia.

–¿Qué permanece de los vestigios coloniales, tanto en Asia como en Africa? ¿Qué tipo de presencia siguen teniendo en el Estado post-colonial?

–Ciertamente, en países como la India, una gran parte de la maquinaria estatal –especialmente la burocracia y el sistema judicial– es directamente tomada del aparato colonial. Por lo tanto, una de las características es cierto poder discrecional de la democracia que viene directamente del colonialismo, de la herencia colonial. En grandes partes del país es reconocido principalmente a través del funcionario de gobierno, la policía y el tribunal. Esas son las instituciones reconocidas del Estado. Pero paralelo a eso, con los nuevos incrementos, están los representantes electorales que no existían en la época colonial. Ahora, entre el pueblo y la maquinaria del Estado están todos los representantes electos de los partidos políticos; ése es el nuevo sector visto como democrático. El Estado en sí sigue siendo percibido como el Estado colonial antiguo, salvo por ese sector.

–¿Es posible describir alguna particularidad en la forma que ha tomado la violencia política en la India, más precisamente en la vida cotidiana de la gente común?

–Hay dos o tres tipos de violencia política muy características de la política india. Una es la violencia espectacular; esto es, violencia que se lleva a cabo para poder demostrar que la gente está totalmente harta con una situación dada o para reflejar el enojo. La forma estándar en que se realiza la violencia llamada espectacular se da a través de la destrucción y quema de lo que es propiedad del gobierno: ómnibus, autos en la calle, aunque sin causar daños a las personas. El punto de la violencia es que sea tan espectacular que aparezca como noticia en TV. Ese es un tipo de violencia. El otro tipo de violencia que podemos observar es en gran medida la extorsión, realizada por personas políticas, personas respaldadas por partidos, extorsiones de empresas: la construcción es un área importante. Violencia utilizada para obligar a tener empleos en nuevas fábricas, en determinados lugares de la construcción. Esa violencia está cuidadosamente regulada, pero es muy eficaz, porque es una amenaza y no una violencia real.

–¿Qué límites encuentra en las categorías que propone el pensamiento europeo en el análisis del mundo indio?

–Categorías como “Estado de Derecho”, “proceso justo de la ley”, “ciudadanía igualitaria”. Muchas de estas cosas son diferentes en el caso de la India, no se aplican de la misma manera a toda la población, incluso en términos del funcionamiento de la democracia electoral. El lugar del populismo, por ejemplo, es muy diferente de lo que uno esperaría ver en Europa. Creo que en este sentido, tanto el entendimiento de democracia constitucional liberal como las formas electorales de democracia han sido adoptados de una manera diferente en la India respecto de Occidente.

–¿A qué atribuye el triunfo de la derecha nacionalista en las elecciones celebradas en mayo de 2014 en la India?

–Por lo que yo entiendo, a pesar de que el Partido Nacionalista Hindú ganó las elecciones, la campaña no se centró en ninguna cuestión de nacionalismo indio. El resultado de esas elecciones, en realidad, tuvo que ver con la falta de desempeño del gobierno anterior. Este partido, particularmente el nuevo primer ministro, ha podido proyectar una campaña que decía que el gobierno anterior estaba paralizado desde dentro, que no había un liderazgo fuerte, que no se pudieron realizar políticas claras. Específicamente, (el Partido Nacionalista Hindú) ha prometido resultados rápidos, y sigue prometiendo eso ahora en el desempeño de la economía. Hace dos meses, cuando asumieron, el mensaje fue: “Vamos a crear más puestos de empleo, a mejorar las exportaciones, y las condiciones de la economía van a mejorar rápidamente”. La diferencia interesante esta vez es que este partido está muy ligado a las empresas grandes de la India y es visto como el más favorecido por las empresas indias.

–¿Es posible inferir que los resultados de estos comicios sean fruto de una transformación en el aparato del Estado?

–No creo. De hecho, la DGP, el Partido Nacionalista Hindú, está tratando de enfatizar la parte técnica de la burocracia estatal; a eso le quieren dar propiedad. Ellos quieren proyectar a los tecnócratas como los decisores principales y acusan al gobierno anterior de haber estado muy influenciado por las presiones políticas locales. El DGP afirma que estarán por encima de las presiones políticas locales y que, por ende, formularán políticas que, desde el punto de vista científico, serán las mejores para todos.

PARTHA CHATTERJEE, INVESTIGADOR INDIO DE LA DEMOCRACIA POST-COLONIAL

De Victimas y Victimarios, en una sociedad violenta


Cuando la realidad, es la consecuencia…

No ayudar a solucionar los conflictos, y los temas que afectan a los sectores vulnerables, hace que las realidades de grandes conglomerados, y la violencia extrema de la justicia por mano propia, se traslade a nuestra ciudad. Desde ayer Ingeniero White, se transformo en violento, y seguro muchos podrán apreciar las imágenes de medios televisivos, por redes sociales y por donde se viraliza el vídeo.

Es evidente que la imagen, es un gran reflejo de una situación, que puede analizar de varias miradas, y suelen expresarse frases como: “Se cansaron las víctimas”, “La culpa es de los padres”, “Este pibe es una mugre, y vive afanando”…  Ni verdades, ni mentiras; sino medias verdades, y medias mentiras.

Alguien advirtió, que estamos mirando los resultados o consecuencias, de un estado ausente, que casi nunca se ocupa de los sectores vulnerables, nadie se ocupa de asistir a los sectores desprotegidos y asolados por los tranzas; los buscadores de mano obra juvenil para delinquir, ofreciéndole protección y quien sabe que otra cosa;  quien se ocupa por evitar que los niños no sean presas de las adicciones, la respuesta es muy simple “NADIE”, y los funcionarios del gobierno Municipal y Provincial, mucho menos, seguro están pensando en su futuro político en un año electoral.

Estamos presenciando, las causas que nadie se ocupa de frenar la droga, cada día los pibes consumen más de pendejos, y es porque se la ofrecen para alejarlo de su realidad social, y de pintarle un mundo mágico “por unos minutos”, y saben la realidad vuelve a comenzar, con final de los efectos relajante, estimulante, evasiva, o placentero, y la adicción, es el camino, que se reitera una y otra vez.

 El círculo vicioso de vulneración y desprotección, es la tarea efectiva, de ausencia del Estado, la falta de compromiso de los funcionarios gubernamentales, la presencia de un sociedad cobarde que protege a kiosco de droga, y no nos olvidemos del amparo de sectores del seguridad. Todos lucrando, y dejando que todo pase, y a la menor situación como la vivencia ayer en nuestras calles, aparecen los garantes de la impunidad, los funcionarias, que no realizan su trabajo, con voces desgarradas y asombradas, por lo acontecido.

La verdad, es que cada día estamos peor, podrán ir contra este pibe, y contra otros más, pero si continuamos ocupándonos de las consecuencias y no enfrentamos las verdaderas causas de vulneración social, entonces cada día serán más comunes estas imágenes o vídeos de linchamientos, y nadie detendrá la violencia, e indefectiblemente estaremos  frente al todos contra todos, una triste y posible realidad…


Quizás será hora, de frenar este círculo vicioso.